La linea que separa a un valiente de un cobarde está trazada con cinismo.

noviembre 19, 2006

Volviste (apariencias herbales a dos tiempos)

(Gracias, amor herbáceo y sin nombre,
por recordarme que soy un cazador de pétalos)




Nuestra reconciliación, amor mío, ha sido la mejor de todas. No sólo te amo más por el hecho de que jamás me heriste profundamente. No sólo te amo más porque mientras no estuviste, mi vida sólo fue haciéndose mejor y más complicada, y peor y más simple.

Seguro que no, amor mío. Porque tú nunca me demandaste nada ulterior a lo que era yo mismo. Y porque nunca de los nuncas te quejaste, y porque nunca de los nuncas me llamaste o me nombraste en tonos menores. Y porque casi nunca te quedaste en silencio.

Y es sólo por eso que hoy admito esta nueva y frontal reconciliación, amor. Admito que nunca dejé de amarte igual que admito cómo nunca dejaste de ser mía (y de todos tus amantes).

Preciosa, princesa, guapa y guapita y guapérrima: Contigo nunca llegué a dudar de nuestra calma. Contigo nunca se cuestionaron nuestras ganas. Contigo todo fue perfecto, bonita. Contigo no existió la rabia.

***

Yo sé que nos amamos durante ocho largos años memoriosos e irrepetibles. Yo sé que también tuve que abandonarte, sin confrontación y sin problemática verbal. Y sé lo mucho que te costó olvidarme, amor, porque sabías que te lo daba todo y sin rechistar. Todas mis poesías eran tuyas, siempre. Todas mis ganas te pertenecían: incluso hasta dejarme sin fuerzas ni motivos. Eras toda mi vida: ¿Cómo olvidarte?

Y cuando estabas lejos, ni siquiera lo estabas. Porque te olía por todas partes. Y te veía en cientos de ojos. Y te miraba pasar, de cuando en cuando. Y cada vez me convertía en el molesto recordatorio, en el eterno saludador: pidiéndote besos.

- Hola, amor. Te veo mejor que nunca. Bésame un poco para recordar que nunca debiera olvidarte.
***

Y lo mejor es que lo hacías, sin chistar. Porque a pesar de ser tan femenina, nunca fuiste dotada de habla. Y no hablabas, y no decías. Lo tuyo no era decir sino besarme de vuelta. Besos y besos implacables y reivindicatorios. Nunca palabras, pues no eran lo tuyo. Puro consuelo.

Y tampoco se me olvidan, no creas, esos 4 eternos años donde yo seguía llamándote al oído. Años en los que hubiera pagado para olvidar, mientras con una atroz frecuencia tú seguías reapareciendo: Estabas en el parque y en el concierto, estabas en el balón que rodaba sobre las islas de C.U. y en la conclusión que llegaba siete horas después, en casa del arquero, y sin aviso. Sobre la cancha de la irregularidad.

Y en todas partes te quedabas a dormir. Pues eras múltiple.

***

Ya luego te logré dejar a cachetadas. Y aunque no estuvieras ahí, podría jurar que tus mejillas se tiñeron de tal sombra que nunca me volviste a hacer un guiño, ni mucho menos, cualquier otra insuación. Desapareciste como un hambre aplacada por cien millones de tortillas: para siempre (aunque ese siempre fuera falso y automático). Dibujaste una muralla en lugar de un cordero en una caja, o un otro amuleto, o un montón de palabras. Y entonces, convertiste nuestro nunca en un retórico "nunca habremos de vernos las caras, otra vez". Y te fuiste de mi alrededor, y te perdiste entre otras muchas de mis ganas.

***

Y por eso la sorpresa, y la esperanza, y la humilde contemplación de tu belleza tan olvidada y tan distante, hasta ahora. Y por eso me callé cuanto también me callo. Cuanto te veo. Cuanto te veo y respiro una honda bocanada, feliz de tu regreso pero temblando en la nostalgia. Consciente de que estás y que eres eso, esto, eso: Algo que miro de vuelta, algo aguardado. Y algo que no veré siempre, y que por eso no me atrevería a definir de una sola forma o con un solo vocablo: Porque eso eres, y lo digo tan ligero como incapaz y anodadado...

***

"Amor: este pasar tuyo es sólo propio de cometas; impávido y tranquilo, consciente y redundando". Recostado sobre todo un siglo, eres un cometa que cruza siempre de los siempres, aunque siempre despertando. No infundes retrasohora, simple, y no hay tú si no hay ahora, y no hay pretextos ni hay deshoras. Pasas rozando solamente, y aun así, tranquilo me someto: Sin dudar de tu esqueleto y sus casonas. Sin poder quedarme quieto ni tampoco disolverme en el extenso mar de las personas.

***

Pasas, y te vuelvo a habitar; pasas y te beso. Pasas y me dejo besar y luego renuncio. Sucedes como siempre: sucedes aquí y ahora. No tienes palabras, ni sexo, ni conjuntos. No tienes cuerpo aunque seas nombre. No tienes tiempo mas sí minutos. No eres otra vez excusa. Ya no dependo de si estás junto.

Pero eres una planta...eres un yerba. Eres una hierba. Eres un proceso desmemoriado. No eres persona sin la metáfora. No eres consciente de ti: no eres ni embonas. Eres una droga. Eres una mentira. Eres una ilusión de grenetina.


Eres sólo la puta marihuana. La Puta Marihuana.

Nunca fuiste mi amante. Mucho menos persona.


Cuánto vil desperdiciado disparate...

***
***
***

Ocho años sin ella no fueron capaces de hacerme olvidar. Ni tampoco a ella se le olvidó mi nombre. He probado muchas, muchas drogas. Mentiría si mintiera: Éste es mi blog y soy capaz de decirlo. Como en la vida.

Y doña Juana, doña Cannabis Sativa (o Índica, tu otra prima), doña abanicos, doña Calma, ninguna de ellas, que son una y que son todas, pero ninguna ningunísima me maltrató ni me hizo falta.

He probado muchas drogas, sí, pero nunca he sido esclavo de ninguna.


Cuando más, me he enamorado. Y no he enamorado de las más enamoradizas (y ahí sigo un patrón muy similar que el que vivo con las mujeres). Pero entre plantas casi que sólo que me he enamorado, nomás, de Doña Calma: Mrs. Mary Jane.

Y (como con todas ellas) también he aprendido a dejarla ir.


Pero, apenas ahora (imagínate cuánto), sucede que se presentó.

Sin aviso. Flagrante y opulenta. Y tras largos años de falso y teatral desprecio mutuo.

Y cual si fuera una amante que se hubiera marchado sin ofensas, no tuve opción mas que la de saludarla -cada vez- y darle un beso -casi siempre-.

Y Doña Calma, doña Tetrohidrocanabinol, doña Pausa, ella y todas me recibieron sin angustia y sin reclamos. Y desde entonces no han hecho más que palmearme la espalda. Bellas e indulgentes. Y constantes, y resplandecientes.

***

Me han quedado claras muchas cosas desde que Doña Calma y sus mil caras me sorprendieron al revisitarme:



Reconfirmo que mis amigos lo son, y que me quieren, y que no me prueban con acertijos. Están y son más que nunca. Comprenden o asumen que lo hacen. Suceden conmigo a todo ritmo. No se espantan dos veces, ni tampoco ocultan a sus secuaces. Mis amigos son demonios y son ángeles. Y me lo permiten, y se lo permiten: mis amigos no son ideas, mis amigos no son casuales.

Y reconfirmo también, en este punto del tiempo, y más como una nota mental que como una notificación para los demás, que sí, que sí me tengo que ir. Que sí me voy. Que sí viajaré. Que sí me toca olvidar las ciudades que conozco y a todos sus enjambres. Que sí me tengo que olvidar de buscar el amor ahora mismo, y dedicarme mejor a sondear las olas y el mundo, a hacerme extrañar, y a probar, finalmente, si en el susodicho "mundo" resulta factible mi "visión del mundo".

Y con "probarlo" quiero decir "probarlo". No volver a la comodidad sólo un poco más sabio. Mutar. Hacerme real y palpable.


Así que, a menos que la vida me lo impida a chingadazos amorosos o violentos, la verdad es que me voy. Me voy de mí, me voy de aquí. "Me voy, me voy, no me quiero ir", pero me voy. No más absurdas carnadas. No más mentiras ni falsas esperanzas: si lo que quiero es dejar de llamar amor, dejar de vivir amor y dejar de doler amor a todo aquello que me importa si me pasa, sólo debo dejar de hacerlo.
Dejar de solicitar y dejar de poner. Nunca jamás quitar si quitar no se requiere. Irme de aquí, lejos de mí y mis espejismos. fuera del molde. Lejos de todo.


***

Por lo que debo ser honesto y decir:::




a quién corresponda:

Sé amar muy bien, y lo haría en todos los sentidos. Y sé odiar igualmente y sin control.

Pero me importas. Pero te quiero. Soy mi propia fiera doméstica, incluso contigo. Incluso tantito.


aunque debo también decirte que me voy. Y como todos, me voy sin que eso quiera decir que me voy de ti, o por ti, o por nadie. Me voy porque debo irme, florecer o marchitarme en otra atmósfera.

Debo irme porque me lo debo. Y porque al debérmelo a mí mismo se lo debe a cuantos ame. Irme es un acto de amor y de silencio.


Y no es que me defina gracias a nadie, y no es ni el amor ni ninguna única persona sea lo que me permite ser momentáneamente feliz o simplemente pleno. Pero cuando amo, amo. Cuando me estremezco, me estremezco. Cuando se me vuelcan las lágrimas, lloro. Cuando acaricio, acaricio. Cuando respeto, respeto. Cuando me encanto, me encantan. A pesar de la muerte. A pesar de mi próxima partida. A pesar de todo.

Y redundantemente diría: "Soy según amanezca o anochezca..."


***




Cuántas trampas las del verbo.




Salud.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Ohhhhhhhh me encantó este post querido... se merece una corona esa princesa que devolvió vuestra inspiración :)

Anónimo dijo...

Felicidades señor. Muuy chido.
Me encanto. Quede como envuelta en la magia y sensibilidad palpables en las palabras del texto. Y en el humo exquisito que nos hace ser eso: personajes de humo, en medio de una realidad subjetiva. Encontrándonos con nosotros mismos en diversos momentos de nuestras vidas, pero en un solo momento. En un momento creado especial embriagado de magia, de sensualidad y hasta sutil maldad ante lo deliciosamente "prohibido" en silencio,cruzando ese umbral del miedo al conocimiento que provoca susto, desata sueños y despierta deseos y sensaciones..
Me encanta leer su nivel de entrega y decisión creativa, que incita involuntariamente a jugar más intensamente con la imaginación.

Saludos.

Benito Bodoque dijo...

Y del cielo llovía marihuana! Y del cielo llovía marihuana! Y era Marqueliana, y era Marqueliana!