La linea que separa a un valiente de un cobarde está trazada con cinismo.

mayo 31, 2005

Musical Baton en un día gris

RIP, mi estimado Iván
fanático acérrimo de los Rolling Stones

Burp.
Contestando a la afrenta enviada por la siempre puntillosa conflictiva me dispongo pues a resolver el musical quizz de la semana, esperando, desde luego, que mi ñoñez y cursilería protopendeja no sea tan intragable como mis posts.

Volumen total de música en mi computadora: 75 Gigas

Último CD que compré: Difícil pregunta. Trato de no engrosar la industria de la legalidad. Probablemente fue uno de Taraf de Haidouks, pero neta neta no me acuerdo.

Canción reproduciéndose ahora:

El Negro Zumbón - Pink Martini


Cinco rolas macizas para el soundtrack de mi vida:

Rolling Stones - You can't always get what you want
Louis Armstrong - Just one of those things
Sonic Youth - Bull in the heather
Billie Holiday - Stormy Weather
Astor Piazolla - Adiós Nonino


Gulp!
Creo que la selección está un poco contaminada por mi contexto presente. Ni pedo. De todos modos, lo normal sería más melcochoso aun (yikes!).


Cumplido rigurosamente, le aviento esta chingadera de quizz a otros cinco incautos:

Furtiva
Plaqueta
Erektor
Culturoso Viral
Anthre


Salud.

mayo 30, 2005

Todo lo que sabe (sabe a nada)

Para J. (y sus besos etílicos)

Cree que porque piensa mucho, entiende todo: Error.
También cree demasiado en lo que cree: Demasiado Error.

No ha pasado ni una semana (aunque por momentos parece que fueran años): A ella no le importa. Lo tiene todo definido, esquematizado, comprendido cabalmente, asumido, arrepentido, digerido y olvidado: Error ultimísimo.

Sin embargo, y muy detrás de los kilómetros y kilómetros de obstáculos insalvables, ella sabe que no sabe tanto como dice. Sabe que hay más cosas que saber. Sabe que no todo se reduce a sus mapitas cuasiperfectos, a sus netitas arrolladoras.

Sabe, cada vez más, que existe la incoherencia aun muy dentro de la coherencia. Percibe el sinsentido. Incluso a veces lo percibe mejor que nadie.

Me llama fatalista, me llama bukowskiano, me llama deplorable, casi a diario. Y no se equivoca (seguro que no), pero sí que falla al "reponer en cuestión" su propio estereotipo: Puedo beber, tranquilamente, toda la fatalidad que real o artificiosa ella presenta con orgullo ante mi (oh sí). Puedo admitir lo lamentable que resulta mi lamentabilidad. Puedo asumir mi nula esperanza y mi cero convicción frente al futuro. Eso no lo niego ni aunque pudiera.

Por desgracia (o por fortuna), también percibo las cosas bellas. Los seres bellos. Los deseos inexpugnables y hermosos que me poseen cada vez que miro sus ojos tan absolutos y convincentes. O cada vez que escucho sus conflictos tan adictivos como necesarios.

Percibo, del mismo modo, cómo cada noche de euforia puede ser capaz de entregarse a lo irrevocable (o sea, a mi), y cómo cada mañana le es posible arrepentirse, sin que eso le permita olvidar sus trastabilleos previos. (Bendita cruda moral)

Percibo cómo le intrigan mis intrigas. Casi siento cómo es que lastiman a su duda todas mis preguntas. Y cómo se lamenta de lo que yo más me lamento. Y cómo es capaz de preguntar, entradas unas copas, las cosa más inpreguntables de mi vida. O cómo se regocija de saber tanto, causar tanto, sentir tanto, y sin embargo, ser capaz de callar, silenciar, olvidar e ignorarlo todo. Lo percibo todo. Lo gozo todo. Lo callo todo.

Y es solamente una cuestión de perplejidad. Me resulta increíble, de muchas formas, lo rápido que ha logrado ponerme en aprietos. Lo pronto que ha logrado cuestionarme. Lo poco que han durado mis barreras. Frágil dilema que no puedo resolver. Pero yo sí que adoro no tener todas las respuestas, pues eso conduce a la sorpresa, y no hay nada mejor que el sabor de la sorpresa. Nada.

Certera como nadie, hermosa como pocas: ¿Qué más puedo temer? ¿Qué más puedo querer? ¿Qué mejor cosa para olvidar?

mayo 28, 2005

Coisa mais novedoisa.

La había visto desde mucho antes. Casi siglos. Y es más: sin tener nada qué reclamar, ya para entonces me parecía sumamente deleitable. Y así perdí la brújula. Del mismo modo que perderla me valió virotes (y me sigue valiendo) absolutamente madres. Bendigo lo caótico que resulta portarse bien. (Hasta incluso uno parece apretujable). Blessings.

Se me reprocha de la peor manera lo mucho que tiendo al amor catastrófico, casi casi Bukowskiano. Y aun así, reproche tras reproche, prefiero ignorar que ser amado. Prefiero deconstruir los peores laberintos a pretender que soy un arquitecto universal, redomado además por el fracaso.

Prefiero callar y pretender que, cuando hablo, hablo puras cerezas, y nada de enrollarme infinitamente en los gemidos más quejumbrosos de mis correligionarios.

Es decir: Prefiero, indudablemente, cualquier modalidad de la euforia a cualquier eterno retazo del esplendor perdido. Prefiero llorar por la ausencia de alguien que llorar por la ausencia de mi. Prefiero parecer oscuro y Bukowskiano (brincos diera), que el no asemejarme a nada, ni siquiera por deporte.

Prefiero, sin duda, el crepúsculo pausible, y no la comodina reinvención inspiratoria. Mejor el atardecer que el ocaso. Mejor el ver llover que la fatiga. Mejor me resulta dudar, eso seguro, pero sin que haya posibilidad alguna de encontrar acertijos salvadores.

Si hay alguna duda que mejor sea tan pura como pueda. Nada de arrumacos. Soy promiscuo pero no perenne.

Salud.

mayo 27, 2005

La cuenta, por favor.

Para J.

Pensar en esos ojos es someterse al delirio. Se puede contar unodostrés antes de hacerlo, o también se puede sencillamente pensarlos de golpe (esto, dicen algunas víctimas, puede ser peligroso). Cuento: unodostrés-- luego me lanzo al vacío. Cuento, unodostrés, y la imagen sirve, esta vez, para dormir mejor. Unodostrés: Almohadón de plumas esperando en el fondo del abismo.

Para pasar una cruda monumental, cuento, unodostrés, y al lado del colchón vacío el recuerdo de una noche de huídas incrementa mi dolor de cabeza, pero cuento, unodostrés, y se va. ¿Hasta dónde se puede correr sin llegar de pronto al mismo sitio? Tanto escapar me tiene más cautivo.

Nunca sé quién abandona a quién. Qué es primero, qué viene después. Evito pensarlo: cuento, unodostrés. No imaginar el final. No apresurarse. No tiene caso querer escapar. Es demasiado tarde: unodostrés. Llega la calma.

mayo 25, 2005

Simplicidad

Para J.

Ella, que es sumamente compleja, nudo tras nudo, laberíntica, ojos como aceitunas silenciosas contando la historia del mundo; ella, que es una madeja de improperios, un diccionario sin respuestas, un camino que termina por donde empieza; ella, que se ha quitado de encima la ferretería (sus palabras, no las mías), que tiene todas las respuestas menos la suya propia, que consigna a todos a escucharle; ella, difìcil como un dialecto, dice que todo es más simple de lo que lo miro. Que todo lo hago complejo con la vista. Que gasto mucha energía complicándolo todo, retorciéndolo, volviéndolo innecesariamente embrolloso. Haciéndolo todo más difícil.

Adicto al conflicto. Adicto al conflicto. Adicto al conflicto.


Voy a ponerme los lentes para ver si me escucha.

mayo 24, 2005

Minúscula gloria

Perdemos siempre el rumbo cada vez que nos empeñamos en creer los designios de los dioses. Esos cerdos egoístas, plagados de caprichos y decisiones inexplicables, y que gozan escupiendo sobre nuestros caminos de cuando en cuando. Luego se reúnen, normalmente los sábados por la tarde, y miran como resbalamos sobre sus grandes tableros de miseria mientras ríen, con sus bocas repletas de manjares indescriptibles y otras serpientes dueñas de sabores que jamás comprenderemos. Esos marranos orgíasticos no se inmutan más: Ya ni les importa designar destinos. Juegan, como nosotros, con sus pequeñas piezas oníricas hasta que éstas eventualmente se desvanecen, se desgastan, se reinventan, repiten o eternizan. (Qué habrán cenado los dioses cuando soñaron al cristo sangriento y sangrante y lo elevaron a la categoría de dios de madera y de menudo escarmiento para los que le sobrevivimos)

Recobramos la calma cuando masticamos el paraíso, bebemos la carne de los ángeles desnudos, penetramos los despojos arrojados a nosotros bajo pieles prostituídas y hermosas. Aparecen los caminos, pues levantamos una gran cortina de humo que impide a los divinos destructores tener injerencia alguna en nuestros cataclismos. Minúsculas Glorias: los ojos que antes eran transparentes, cobran vida. Las bebidas que antes eran agrias y podridas al paladar, se transforman en salivas dulces, pieles de erizo, túneles que caminándoles expían. Soñar con hormigas se vuelve majestuoso. Las páginas en blanco renuncian a ser significadas. Yacen debajo, alfombrando el siguiente paso, mientras caminamos sobre ellas persiguiendo cosas que poco importan, cósmicamente, pero que, sin que importe siquiera un poco, saben bien, huelen bien, no aspiran al amor, no pretenden trascender, no son ciertas, menos aún falsas, repelan, pelean, huyen, vuelven, no llevan a ningún lado, y nos llevan, sin que la verdad importe un bledo, a todos.

mayo 20, 2005

Replicante Guacarea de Nuevo!!!

Señoras, señores, quimeras, fantasías y fantasmas:

En vista de los acontecimientos, esperen, muy pronto, léase esta misma noche, la nueva y originalísima regurgitación de REPLICANTE No 2: el mito del posmamertismo.

Yepez no podía quedarse callado. No!. Esta ni siquiera publicaron a un Bartra que los salvara: No!.

Prepárense para la queimada. Se va a poner sabroso.

Destazaremos, antes que a nadie, al "escritor más agresivo y lúcido del México contemporáneo...", según las palabras de su propia revista. Quiere saber quién es?? Espérelo Pronto!

Salud!!!!! (qué alegría da tener algo sobre lo que vomitar que no sea la propia vida o sus anécdotas más nimias!!!) :-D

mayo 18, 2005

Aclaraciones.

Creo que nadie entendió lo que quise decir la última vez. Y no los culpo.

Lejos de quejarme por nada digno de ser llorado, sólo quería decir lo contrario. Total y absolutamente lo contrario. Aun cuando el alcohol me lo impidiera.


Quería decir lo mucho que importa el ser nombrado para tener realmente un nombre. Quería darle una importancia justa a todo aquel que se atreve a nombrar. Y en este caso, nombrar es sinónimo de cualquier acto de creación: pintar, jugar, oir, cantar, whatever.


Quería decir que las personas acabamos siendo igual que las cumbres. Ser nuestra propia persona implica alcanzar nuestra muy personal cúspide. Vivir nuestra cumbre es un acto creativo. Ser alguien, aun si somos alguien muy pendejo, implica darle sentido a una enorme consecución de actos y consecuencias.

A eso me refería con el asunto de la música, y muy en particular, con el asunto de las notas. Me queda claro que las palabras son palabras porque así lo hemos decidido, colectivamente. Y del mismo modo, me queda muy claro que una melodía es una melodía, es decir, una consecución consensuada de notas que producen cierta tonada. Ni las palabras ni las canciones son nada sin nosotros, los sujetos engendradores y espectadores de su resultado.

El lenguaje no es nada sin nosotros. Y nosotros somos poco o nada sin él. Por muy desgraciada que sea esa simbiosis, no existe nada que podamos hacer para remediarla. Menos mal.
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Yo solo quiero romper la piñata.

Y pronto.

Salud.

mayo 15, 2005

La música y la vida

Desde que tengo memoria, hay algo que no me deja de molestar cada vez que escucho (o distingo) una melodía, una canción, una tonadita. Cualquier cosa, musicalmente hablando.

¿A qué me refiero? Por ejemplo, cuando estoy enmedio de un antro innombrable, escuchando algo como "New York City Boy". Y ni siquiera es privativo de esa melodía. Podría ser cualquier otra: Los Temerancios, JuanGa, Pepe Aguilar, Carl Orff. Esto que quiero decir, no depende en lo más mínimo de la calidad objetiva de la música: Es una simple verdad que le concierne a todas las músicas. Una estrica pendejada, sí, pero, curiosamente, es la misma pendejada que hace posible toda creación. En cualquier campo. De cualquier tipo.


Ahora sí: Voy a decir a qué chingados me refiero. Es muy simple: La música proviene de un acto volitivo (oséase voluntario), perpetrado por cualquiera que se atreve, y mediante el cual son raptadas ciertas notas, y luego puestas en "orden" (orden sin reglas y que se sujeta al deseo del raptor), para que, finalmente, sean interpretadas por un verdugo musical, sin que mucho importe si se trata del estereo o de un saxonofista privilegiado. Eso es todo. Notas pertenecientes a un gigantesco universo, pautado como el papel, pero que, al ser tomadas en préstamo, cobran vida para formar parte del deseo del compositor, y a veces, incluso, del intérprete y hasta del mismísimo escucha.

¿Cual es la diferencia entre una tonadita pegajosa y un sonar aleatorio de notas sin rumbo, caóticas y desapegadas de la voluntad de un hombre? Y lo mismo aplica con casi cualquier cosa. Pensemos, por ejemplo, en las palabras. ¿De qué sirven por si mismas, si no hay un libre albedrío tras de ellas, hilvanándolas como quiera que sea, para darles sentido? Resulta exactamente igual. Las palabras, tal y como las notas en un papel pautado, están ahí, quietecitas e inútiles, existiendo sólo para ser secuestradas por un "sujeto nombrador" que las signifique mientras teje sus argumentos. O sus melodías. O sus trazos. Ni más ni menos.

No pretendo explicar cabalmente la profundidad de estos pensamientos recién raptados. Ni yo mismo alcanzo a ver el fondo de este pozo recién traído a mi. Hoy, cuando apenas me llegaba esta duda que escribo, pensaba que podrían aplicársele mil y un analogías. Por ejemplo, pensar que la humanidad es igualmente un gran universo de circunstancias, y que el individuo, luego entonces, es de algún modo una selección arbitraria de factores, tal y como una canción lo es de las notas y los sonidos, o como un poema o una abstracción verbal lo son de las palabras.

Todo nos devuelve a lo mismo: ¿Fue primero el hombre, o primero las palabras, el lenguaje, el tan mentado verbo? ¿Fue primero la canción, o primero estaban las notas, impolutas y tranquilas, esperando a ser domesticadas por el hacedor de la música? ¿Fue primero la cosa en sí, o primero estuvo el verbo engendrante y conceptualizador? ¿Existe un plan ulterior y milimétricamente perfecto, o simplemente estamos arrojados a esta locura libertina, sin pies ni cabeza, y que llamamos vida?


Sé que me había encomendado recientemente a la total levedad. Y de algún modo lo sigo estando. Lo curioso es que, toda esta pendejada existencial, me llegó cuando menos la esperaba. Sin invitación y sin motivo. Nomás cayó, sin avisar y con hartos huevos. Ni modo.

Y aunque me sigo preguntando todas estas preguntas que obviamente carecen de respuesta, me importa más permanecer tranquilo. Leve, suave, ligero, siendo sin consecuencias.

Que siga la fiesta, vaya.

Salud.

mayo 13, 2005

20 millones de coincidencias.

Es viernes. La tarde sigue siendo cálida y apestosa en esta cloaca de ciudad. Todo transcurre cual lo previsto.

Después de unos viajes de ida y vuelta a la colonia Morelos, hermoso cagadero ubicado al oriente de la ciudad, suena mi teléfono:

- Soy yo, pendejo. (un buen cuate que quería un upgrade para su computadora)
- Ah, ¿dónde andas?
- En División del norte. Dentro del Sanborn's. Tragando.
- Puta madre...¿qué haces ahí? Habiendo tantos lugares para tragar...
- Pos tenía hambre, andaba cerca. ¿Qué pedo, te veo aquí?
- Ta bueno, voy para allá.


En el camino me acordé de porque me acordaba del puto Sanborn's en cuestión. Fue el último lugar en el que vi a una antiquísima adolescente por la cual babeaba lodo hace un buen chingo de años. "El Sanborn's de los pajaritos..." -iba pensando- (porque dentro del restaurant hay árboles con pajaritos, no vayan ustedes a malinterpretarme) "al menos este guey no escogió uno tan pinche...". Y me lancé.

Por azares del destino, había un tráfico de la chingada. Lo hubo todo el día. Vuelta y vuelta llegué como 40 minutos después al susodicho Sanborn's y me senté a comer lo único comestible en esos lugares: Enchiladas Suizas. (a todo esto, nunca he entendido el apelativo de "suizas"...¿será porque traen queso?...¿el queso es privativo de Suiza?...¿en Suiza aprecian las enchiladas?...)

Como ven, pensaba en cosas de una profundidad inconmensurable. Instalado, como me había propuesto tras el último vergazo, en la absoluta y más superficial de las levedades, anduve todo el largo trecho desde Tepito hasta la Del Valle sin pensar en nada importante, o al menos rebuscado. Verdaderamente he estado consagrado a la estupidez, para fines de mi curación amorosa.

Llego al lugar, como mis enchiladas, hablo tres pendejadas, escupo sobre el "Milenio Diario" que compró mi amigo, hablo mal de los articulistas, deploro las enchiladas pues no pican, escucho a los pajaritos, me tomo dos naranjadas sin azúcar (la segunda tenía azúcar y la devolví), me traen el repuesto, sigo bebiendo. Todo sin fallas. Todo perfecto.

Llega la cuenta y nos levantamos a pagar. Caminamos hacia la caja. SAco el boleto del estacionamiento de mi bolsillo trasero, se lo doy a mi amigo y en eso, como de la nada, escucho una voz de mujer, que me resultaba SUMAMENTE conocida.

- ¿Holaaaa, cómo estáaaas....?


En una ciudad de 20 millones de habitantes (algunos dicen que 30, no se sabe), después de 11 años de no ir al Sanborn's de los pajaritos y sin que nadie me pueda rendir cuentas de lo acontecido, giro la cabeza y veo venir hacia mi, como si nada, a la mujer que acabo de dejar hace unos meses y que inspiró todos mis lloriqueos de las últimas semanas. Rampante, contentita, sonriente, guapa, con una bandita naranja alrededor del cuello (misma que le rogaba que se pusiera porque, por alguna razón, le quedaba muy bien).

Me sonríe. Me pregunta como estoy. Mutis. Miro al suelo. ¿Qué tienes? me pregunta...Nada, no quiero mirarte mucho. Apenas me estoy quitando.

Me estoy quitando.
Me estoy quitando.

Ja!

20 millones de habitantes, chingo de millones de lugares para una puta coincidencia. Otra más.

Luego no digan que la ley de Murphy no es más que una hipótesis fatalista para los que quieren quejarse.

Hoy no me quejo. Más bien no se me quita lo perplejo...y lo pendejo, claro, tampoco.

Salud.

mayo 10, 2005

Bienvenida la levedad.

Cuesta un chingo recobrar la supuesta cordura y dar por muertas las cosas verdaderamente muertas.

Cuesta un chingo, y no me justifico. Solo me permito sangrar a gusto y sin torniquetes. Dejo que mi sangre coagule solita, igual que cuando se me hincha la garganta o el estómago me patea con fiereza desde muy dentro. Dejo que todo pase mientras lo nombro, lo adjetivo, lo banalizo y lo pudro, finalmente.

Son días de podredumbre, ni hablar. Pero ya me siento mejor. Aunque a veces me da el insomnio, y lloro como un niño abandonado que duerme en su cama de clavos, y se echa sus marometas, y hasta brinca sobre ella, como si no importaran las cicatrices venideras.

Ahora estoy mejor, repito. Repito y eructo. Eructo y repito. Bienvenida la calma chicha, bienvenida la levedad. Bienvenida la nueva vuelta de esta tuerca tan barrida y aburrida y abatida como la esperanza (perdón, Laord, pero no me trago ninguna esperanza a estas alturas).
De vuelta a la expectativa cero. De vuelta a la cartulina. Atrás, sueños putetes y bellacos. Déjenme reconstruirme en paz. Déjenme respirar y dejar de creer. Solo así concibo mis retornos.

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Quiero agradecer a cierta droga, una, por cierto, particularmente amorosa, estúpida y feliz, el haberme permitido recordar cómo es cuando no te importa la historicidad de tu propia vida. A ella le debo este recomienzo, y en particular, este nuevo salvoconducto que, con mis propias manos, entregué a la levedad para que me inunde, y me deje estar en paz, gozando de lo que gozamos todos: cualquier cantidad de irrelevancias.

Ahora es que me es posible olvidar todo lo construido, e incluso dejarlo en manos del sucesor o del enemigo. A veces entiendo a los dictadores. Los dictadores son los que se enamoran del poder ejercido por sí mismos, tal como los mortales nos enamoramos de otros de repente. Se entiende que no quieran dejar ese nido tan cómodo y perpetuador de sí mismos.

Afortunadamente, los dictadores son contados y los pendejos somos muchos. Y los pendejos no contamos con las herramientas que los dictadores se saben de oído. Y nos tenemos que chingar cuando llega la revolución. Y dejar el poder y construir otro, casi siempre más humilde que el anterior.

En esas ando. Deséenme suerte.

mayo 04, 2005

Ni tanto que queme al Santo, ni tampoco al Blue Demon. (R)

Todos los derechos reservados. Gracias Chuco.



Podría seguir alargando la puta listita (y mi sufrimiento pendejil) ad infinitum. (Que no es lo mismo que "en chinga", sino todo lo contrario).

Me niego, sin embargo y tan categóricamente como me sea posible, a seguir exponiendo mi putita fragilidad en este blog dedicado a mi lado oscuro. Ya tengo otro blog para andar chilloteando, no lo haré más aquí, donde tengo que mantenerme como un digno y recién nombrado representante del cinismo desinteresado de la Orden Batiana.

Es por eso que hoy solo quiero decir que sigo siendo infeliz, pero que igualmente me vale madres. Apelo a mi desinterés y a mi desidia para entonar con fervor otro tipo de melodías, menos lastimeras y menos pusilánimes.

Y aun si me sigo rezurrando de haber perdido definitivamente a la magnifiquisisisima chick que me hizo, incluso, querer a la ñoña de Norah Jones, y hasta pensar en tener hijos (chale, qué poder tienen las chavas), he decidido simplemente dejar mi ridiculez a un lado para exponer cosas de mucho mayor importancia que mi infelicidad cíclica y estúpida. He dicho. (ni tanto que queme al Santo, ni tampoco al Blue Demon)

Y bueno, erm, sí, erm, todavía no pienso en cuáles son esas cosas de tantísimo interés, pero me queda claro que no se trata de los dos maravillosos años que pasé con la susodicha, ni de lo chingona que me resultaba su tranquilidad, ni de.... (MJMJMJM, aquí voy de nuevo)

Antes de que me siga arrebatando la necesidad de lloriquear por su ausencia, quiero contar brevemente la historia de hoy:

Amigo aun más pusilánime que yo (bien pedo, por cierto):

- Es que, hic, me caga lo que me dices, hic. Me estás proponiendo que me vuelva un conformista. Que me ponga a recoger las migajas de lo quise y no tuve. Que me conforme con esta vida de mierda y con que el mundo no me dé cosas mejores...

Yo, pusilánime pero no tan pedo:

- No, no, no y no. No seas pendejo. Solo te recomiendo que dejes de exigirle al mundo tus respuestas, imbécil. Que no seas grandilocuente. Que abandones la esperanza y el entusiasmo, que son los males más ojetes del hombre y que te pongas a construir tus deseos por ti mismo, en lugar de andárselos pidiendo a tu Santa Clos infantil y caguengue al que llamas "el mundo".

- Entiéndeme cabrón, no voy a dejar de querer lo que quiero, ni a dejar de creer en lo que creo, ni a dejar de ser yo.

- Entonces, primero que nada, vas a ser muy infeliz, eso te lo aseguro. Y si de verdad crees que tienes que creerte tanto, todo el tiempo, entonces no sé para qué me preguntas nada. Simplemente no te quejes, pendejo. Y no me cuentes tus mamadas si no estás dispuesto a que te las cuestionen. No estés chingando porque no tienes lo que quieres, si finalmente es resultado de tu puta pseudo-coherencia en la que tanto crees.

- Estem....si...estemmhhh....qué rico sabe el zubrowka en las rocas, ¿no?


No cabe duda que, cuando más jodidos estamos, lo único que hace falta es encontrarnos con alguien tantito más jodido que nosotros, luego escucharlo, luego terapearlo y luego, sencillamente, regresar a casa sonrientes de no estar en esos putos hoyos tan pendejos que tan bien bien bien puede cavar la autocompasión. With great sorrow comes great sharpness of thinking.

Salud.