La linea que separa a un valiente de un cobarde está trazada con cinismo.

abril 25, 2006

Malo es bueno. (o de cómo da igual)

La gente por lo general me reprocha mi falta de fe en los demás. Me recriminan cómo es que siempre espero lo peor de la gente. Cómo es que nunca me dejo un breve espacio para la sorpresa.

¡Sorpresa! -termino casi siempre diciéndoles- Es porque no lo hay.

Podemos remitirnos a montones de historias y estadísticas: Los peores actos de traición son casi siempre cometidos por los menos probables ejecutores. Alguien en quien uno confiaba "ciegamente". Malas noticias: El mal está siempre en casa.

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Así que dejémonos de estupideces. Asumamos lo terrible de la condición humana y punto. Elijamos, si nos es posible, no ser parte de ese terror. O seamos parte, si es que no vislumbramos una mejor opción. Saquemos al juicio de allí, nada más.

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La realidad de lo que somos no existe. Somos lo que cada migaja de conciencia decide ser. Esa es la única y temblorosa realidad. Decidimos todo, todo el tiempo.

La bravura consiste en aceptarlo, y la cobardía en preferir que no, y la opción comodina está en elegir hacerse guey con otra cosa. Nada más y nada menos.

Dichosas las alternativas. Bienaventuradas porque no existen.
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Salud.


(Proximamente: Fotos de la sapiencia universitaria expresada en los baños garapiñados de sabiduría de a 40,000 varos el semestre...) Imperdible.

abril 21, 2006

De la inentendible necedad del ser (O de Alfombras en el cielo)

Podría empezar recetando mi cacería de coincidencias de hoy, pero no pienso hacerlo. Me guardo mis coincidencias para mí, y luego aterrizo en el punto, que resulta muy sencillo además: ¿De dónde sale esa convicción, esa certeza, esa disciplina invaluable que lleva a tanta gente a decir "Es que así soy, y así he sido siempre"? -----> Nunca he sentido tanta envidia y tanto desprecio, al mismo tiempo, por un contingente de personas tan grande. Gente de cero coincidencias, debo decir.
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Y es que la fe (ahhh, la fe -léase con cierta nostalgia falsamente adquirida-), y es que ahhh, el entusiasmo, ahhhh, ahhhh, ejem ejem, y más ahhhh (perdón) ---- Hmmm, todas esas cosas que desconozco y que evito y que llevan a tantos a decir: "Así soy, así es la vida, deja de equivocarte..." ---me dan taaaanta güeva, tanta envidia, tanto sueño...
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Está clarísimo: No nací para ser el hombre más incoherente del mundo, aunque parezca. El asunto es que definitivamente estoy mucho más cerca de la despreciadísima incoherencia, que de esa convicción-convención-certeza que tantos abrazan. Yo resulto muy elemental (y no me da pena, lópez lando). Yo no persigo esa originalidad que nombras ni tampoco alguna otra. Mucho menos creo en cualesquiera brillantez que no sea pragmática: A mí me queda claro que las ideas tienen nombre desde hace muchísimo tiempo (humano pues no hay otro), y que por más que quisiera estructurarme como un ser "original" o "brillante", más plagiario y "lugarcomunero" resultaría. --> Nota para los ingenuos: Las palabras (que son reputas por cierto) no las inventamos nosotros (los vivos de ahora): Ya estaban ahí. Te comas la que te comas podrás ser acusado como incendiario. Mediocre o sublime, lo cierto es que no importa. Estupidito resulta alimentarse de esa evaluación de la mentira. Finalmente es sólo eso: mentira. ¿Qué importa sacarse 10 en "la vida" si esa palabrita resulta tan poca cosa?
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Lo que nos lleva (invariablemente) a lo mismo: A casi todos (o no, no importa) nos llega ese "algún momento u otro u otro u otro más (el que sigue)" donde reparamos frente a la duda: ¿Vale la pena perseguir la convicción o el entusiasmo? ¿Es realmente digno el no creer en nada y navegar "a la deriva" y sin pudor? ¿Existe un punto intermedio en el que habita "la verdad"? ------

Bah: Bobos, mequetrefes, miedosos sin rumbo resultamos si de verdad nos importa la respuesta----> Ni lo uno, ni lo otro, ni lo del medio: La pregunta es suficiente.

Preguntarse hasta el punto en que abandonamos el vicio de las palabras y de las respuestas: Nada más. Llegar a donde es lo mismo la grandeza que la humildad. Guarecerse un poco más lejos de las palabras y tantito más cerca del desparpajo. Despojarse de balanzas, básculas y otras fronteras pusilánimes: Reposar donde resulta igual de insulsa e igual de "lugar común" esa que creemos que es la menos (o la más) común de las ideas. No ser valiente para significar el "ser" con cualquier chaqueta bizantina que resulte en turno -sino todo lo contrario-. Tener la bravura para no sobrevaluarlo, para no ser y seguir siendo. En cristiano: Aguantar vara.
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Poquitos saben rasgarse las reales vestiduras palabrosas y palabrientas, sin culpita ni miedote, y así permanecer sin palabras frente a lo que no importa si es nombrado. Y menos son todavía los que logran luego el silencio, y luego quizás dormir, y además permanecer excitados sin seguir ansiosos.
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Da igual, es lo mismo, es "todo" lo que la palabra "nada" nombra (equivocándose sin remedio). Es dios y es el vacío. Es una alfombra en el cielo, una incoherencia metaforizable, un suspiro. Es algo que ojalá no tuviera ningún nombre, pero que si lo tiene (como "todo" y como "nada", ahrrrggh, puto universo maniqueísta, puto presente sobresignificado...). Es lo que se llama, en casi todos lados, "callar". Y aquí voy (por ahora).

abril 17, 2006

The Mean Times.

El tiempo de enmedio. Medio malo. Medio ponzoñoso. Todo intermedio resulta malo. Más si tienes un nombre específico que significa las dos cosas: medio y malo. Malo y medio. Qué bueno que no somos angloparlantes. Aquí lo medio es lo medio y lo malo es malo y no mamadas.
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Y no es un tiempo malo. Es un tiempo medio. Medio todo. Medio quién sabe. Un tiempo sin ganas de nombre (menos de apellido). Y sigo dejándolo pasar. Sigo dejándolo correr.
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La razón más preclara para negar la existencia de Dios (dios) es que no me saco el melate. Si existiese, bien sabría que muchas vidas se mudarían a una comodidad perfecta y constructiva. Puto. Dios es puto, sin más. Le da miedo proveernos (sí, amigos, a todos) de tanta comodidad.
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También, claro está, otra prueba irrefutable es que el América le gane al Cruz Azul así de feo. Pero esa pena me da pena decirla en voz alta (sic para que el lobo feroz no se desgañite).
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Y otra más es que me haya ido tan sin chiste en el torneo de ajedrez. No es que me interese competir, pero dios tendría que comprarme por lo que creo que valgo (que me perdone mi detractor de temporada por el "lugarcomunazo").
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En unas horas vuelvo al trabajo y no puedo dormir. Tengo una confesión: He vuelto al café. Ahora lo tomo religiosamente, which means en exceso. Y claro, no puedo dormir. Ni cuatro tequilas, ni la idea de dios, ni el aberrante club américa, ni discovery channel y su cristianismo de closet me han ayudado en mi propósito.
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Por otro lado pienso que mi novia debiera irle al Cruz Azul, pero esas son ideas malgastadas, ya lo sé. Dándome cuenta de la necedad, me muevo a otro punto.
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Y el otro punto no es tal. Es el mismo lugar. El meantime. El mean time. El jodido medio tiempo, lleno de anuncios y excusas publicitarias que suceden mientras "el estratega reconviene a sus jugadores". La mitad del inning. El campo vacío. El intermedio en el cine (que ya no existe) y la renuncia a comprar más chocolates o más palomitas o escabullirse a otra película. Ya nada se puede. Todo está previsto en nuestros tiempos magros.
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Creo que debo reencontrarme con el sexo. El sexo y yo debemos tomar un café y luego mordernos hasta la médula. Nada de sopa. Médula cruda y dura. Pura y sin digestivos. Eso me vendría bien. Podría dormir. Y quizás despertar apenas empezando el siguiente lapso. Extra-innings, infield hits, argot beisbolero pambolero refresquero. Mean times, les digo. No me hagan caso.
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El Cabrito Reposado (evítese pensar en el jingle) no invoca el reposo. Promueve la inquietud. Ay les va, publicistas, aviéntese una campaña y déjenme dormir.
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Por cierto, voy a votar por López Obrador. Bueno, voy a votar simbólicamente. Extravié mi IFE en algún sanitario amable y hospitalario. Pero votaré desde mis pesadillas. Ya, ya, ya. Me queda claro que es un pelmazo. Todos lo son. Es sólo que como ahora se me dan los deportes extremos, tengo ganas de peligro. Y un peligro para México es un sabor suave en mi boca hastiada de tanto tedio. Que venga el caos. Al cabo ya voté por él (caos) en el 2000.
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Sin explicaciones más, finito. Que Batio me guarde en su detritus. Hoy no estoy para conclusiones. The mean time has taken over the building.




Posdata efímera: Se siente bonito tener un arrogante jactancioso, como yo, chingándome por mi "lugarcomunismo" avasallante. Al rato chingará por los dedazos, la falta de ideas, la carencia de espíritu. Sólo lean su blog y saquen sus propias oclusiones (sic también, lópez lando).
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Y por el otro "lando" (sic sic y recontra sic) les recomiendo leer, del señor Janosch (nombre igual al de un ajedrecista famoso -y todavía ando averiguando si no eran el mismo- el grandísimo libro llamado: Leo Pulgamágica o de la Caza de Leones en Obberfimel. Vaya que me jodió (salvó) la infancia. God bless Alfaguara.

abril 06, 2006

Paradojas Posmodernas (Los nuevos motivos de Dante)

Recién vi una película que me recomendaron hace ya tiempo. En mi súbito amor por las mujeres mayores de treinta años, han sido muchos los chick flicks (o peliculitas romanticheras cursis y con personajes en franca depresión amorosa después de los 30 -comedias románticas they say-) que me he recetado en los últimos años. Algunas de ellas francamente infernales, otras domingueras y otras, oh sorpresa, muy agradables.

Esta película de la que hablo es un remake del que ya se ha vuelto un cliché de los tiempos modernos: La mujer ya no sólo como musa sino como salvación de un hombre en crisis y en falta. Ya los estereotipos medievales (que quizá durasen hasta el desarrollo de la literatura del vulgo) en los que el galante aventurero conquistaba con su osadía (y sus pelotas, etc.) a un personaje femenino pasivo, dulzón y sin mucho chiste se están esfumando. Sin embargo, la visión contemporánea no resulta mucho más esperanzadora. Si bien siempre hubo un Dante y una Beatriz circulando en los infiernos, los motivos de aquel eran más estéticos, abstractos, generados por una imagen propia y no por una seducción mutua. Beatriz era apetecible, eso seguro, pero más una estatua apetecible que lo que las protagonistas de las historias de amor resultan hoy. Hoy son ellas quienes viajan a los infiernos, casi siempre con un aire de indiferencia perfectamente estudiado, y se sumergen en el conflicto de sus atormentados amantuchos, todo para recordarles que su conflicto es lastimero e innecesario y que ellas son un territorio mucho más digno de conquistar que sus propios conflictos. Mujeres que escriben mapas de sí mismas y que se jactan de ser una mejor conquista que Persia, Mesopotamia o una neurosis obsesivo compulsiva.

El pequeño problema, es que en lugar de buscar Alejandros Magnos se concentran en tipos como Kafka o Camus o cualquier otro sufriente con licencia. Y de pronto este arquetipo, que bien podría denominarse "Cucaracha Extranjera" (por motivos literarios, que no xenofóbicos), las deja botadas en medio del viaje, les huye, no las estimula lo suficiente, se devuelve a su caparazón y las olvida, dejándolas en medio de una nueva insatisfacción y con motivos para definir a los hombres como bichejos pusilánimes. Con justa razón.

Lo curioso aquí no es establecer generalidades. Siempre han existido mujeres fuertes y hombres débiles. Y viceversa. La cuestión es cómo este arquetipo de la mujer-Virgilio, que se vale más de su fortaleza emocional que de sus encantos superficiales, para llevarnos al delirio (infierno) y de vuelta, está cada vez más valuada y representada en el cine y otras artes. Y si bien, tanto el personaje masculino como la propia heroína están en muchos casos caricaturizados en exceso, es innegable que esta redefinición del encanto femenino es sumamente paradójica, si se piensa en los metrosexuales y otras menudencias.

Ahora las mujeres son quienes ostentan el poder y juegan a la territorialidad, mientras los hombres se ponen cremita Lancome y mascarillas de aguacate para agradarles. Un tanto extremo, si me preguntan, pero la tendencia parece ser irreversible. Es como con los alimentos orgánicos e infinidad de otros inventos de la posmodernidad. Ahora la gente rica paga fortunas para comerse lo que antes comía la gente pobre, mientras los pobres se retacan de esa comida industrializada, que antes los ricos veneraron y llenaron de dinero. Le pagamos a McDonalds para que sus dueños puedan comer en los Green Corner. Absurdo.

Aunque si me remito a mí, sé que no hay nada como una mujer peleona, con o sin mapa, pero llena de palabras. No me imagino un viaje al infierno que no implique una reflexión del mío propio. No me imagino un acto de cortejo que no suponga otorgar el poder de cuando en cuando. Quizá también soy una cucaracha kafkiana, pero las Clementines o las Claires, como la de la película de ayer (Elizabethtown, de Cameron Crowe), son algo digno de significar cualquier vida. Y más si la vida en cuestión es una maraña.

Así pues, Dante hoy viaja al infierno a buscarse a sí mismo. Ya no es Beatriz ni la forma de su cara delante del sol. Es Beatriz y sus enigmas, sus patadas, su vuelcos, su pasividad impulsiva, su te tomo para que me tomes. No me sorprende, pues, tanta confusión, tanta gente infeliz o frustrada por sus relaciones de pareja, ni tanto cansancio. Finalmente, no es fácil vencer y ser vencido en un sólo acto de voluntad. Pero hay tiempo. Todavía.

abril 01, 2006

Luego de tanto.

Recuerdo la primera vez que me desnudé frente a las manos de alguien. Recuerdo cuando entregué las armas, el cinturón, las agujetas, el destino. Recuerdo lo impaciente que estaba por encontrarle la magia a esa rendición. Recuerdo cómo finalmente la encontré y me abstraje, supuse, morí.

Morí. En realidad he muerto muchas veces. Como todos, se den cuenta o no. Muchas veces. Se muere todos los días. Pero es como llevar una dieta, un régimen: Uno lo lleva y ya. Los demás se dan cuenta luego de mucho tiempo.

Ya no quiero morir. O tal vez sólo quisiera dejar de darme cuenta. No lo sé. Lo cierto es que me siento cansado de la resurrección. Cada día, cada pena, cada mañanita necia que se empeña en despertarme (o hacerme dormir). Harto, pues. Harto sin más.

Y algo que no soporto es una flor que no tiene ojos que le contemplen. No soporto eso ni a las mujeres mal amadas. Y no es que yo mal ame. Yo amo por intervalos, pero amo bien. Lo que detesto es la mentira, la enlongación, la promesa suministrada por goteros. Gota, te quiero, gota, te sigo queriendo, gota, quédate, gota, aquí estoy, gota, parece que no pero sí, gota, no crezcas, gota, no luches, gota, confórmate, gota, aguanta, gota, te quiero otra vez. Revoltijo de mentiras. Carne de los muy mentirosos hambrientos. ¿Por qué no ser real? ¿Por qué no decir, en principio, que nada es tan cauce ni tan río ni tan siempre? ¿Por qué no aceptar cuando se es inapetente, indeseable, melodía sorda?

Ay de los pobres hombres que pretenden sujetar el amor con promesas y futuros. Ay de las promesas. Ay de quienes no admiten que no hay canción que dure por siempre. Ay de los que no aprovechan las pausas para respirar y repasar en su cabeza la siguiente estrofa. Ay de los compases que no se tocan. Ay, lloremos, lloremos. Y luego riámonos de los "pobres" hombres. Ni yo ni nada es capaz de escaparse. Oscilamos sin remedio.

Por eso, y sólo por eso, pegaré un pedacito de sabiduría popular. Un algo que me hizo llorar cuando no me interesaba hacer llorar a nadie. Algo final. Algo sin plumas. Helo aquí:


"Aquella noche no le vi ponerse en camino. Cuando le alcancé, marchaba con paso rápido y decidido y me dijo solamente:

-¡Ah, estás ahí!

Me cogió de la mano y externó su preocupación:

-Has hecho mal. Vas a sufrir mucho creyendo que estoy muerto, pero no será así.

Yo me callaba.

-¿Comprendes? Es demasiado lejos y no puedo llevar este cuerpo que pesa demasiado.

Seguí callado.

-Será como una corteza vieja que se abandona. Y no son nada tristes las viejas cortezas...

Yo me callaba. El Principito perdió un poco de ánimo. Pero hizo un esfuerzo y dijo:

-Será agradable ¿sabes? Yo miraré también las estrellas. Todas serán pozos con esquinas herrumbrosas. Todas las estrellas me darán de beber.

Yo me callaba.

-¡Será tan divertido! Tú tendrás quinientos millones de cascabeles y yo, yo tendré quinientos millones de fuentes...


El Principito se calló también; estaba llorando.

-Es allí; déjame solo.

Se sentó porque tenía miedo. Dijo aún:

-¿Sabes?... mi flor... soy responsable... ¡y ella es tan débil y tan inocente! Sólo tiene cuatro espinas para defenderse contra el mundo...

Me senté: Ya no podía mantenerme en pie.


-Ahí está... eso es todo...

Vacíló todavía un instante, pero luego se levantó y dio un paso. Yo no pude moverme.

Un relámpago amarillo centelleó en su tobillo. Quedó un instante inmóvil, sin exhalar un grito. Luego cayó lentamente,como cae un árbol. Sin hacer el menor ruido, por causa de la arena"