La linea que separa a un valiente de un cobarde está trazada con cinismo.

enero 27, 2006

Road trippin'

Que no es lo mismo que la triponometría, aunque se le parece.

Tomar la carretera, con el destino bien enraizado en la mente. Sumergirse detrás del volante. Insertar tantos discos como permita la paciencia. Pisar el acelerador. Mirar de cuando en cuando el horizonte, mirar hacia los lados. Hablar. Ir hablando por el camino, por la carretera. Reírse, reírse lo más posible. Hablar de sexo, hablar de amor, hablar de soledad. Llenarse la boca de todo lo que hay que confesarse entre buenos amigos, todo para limpiarse de una buena vez la cabeza y sus tantas fruslerías. Prepararse, si es que hay un cómo, para lo que espera llegando a la cima del suelo.

No pestañear mucho. Nunca dormitar tras el volante. Evitar los camiones. Distraerse un poco en las rectas (pero no mucho). No chocar. No ser portada del Alarma o cualquier otro pasquín de sesos, tripas y niños muertos embarrados sobre el asfalto como chapopotes de carne. Concentrarse en el camino pero imaginar el horizonte. Imaginarse llegando. Llegar finalmente. Buscar. Me gusta no tener a dónde llegar cuando llego. Me gusta buscar llegando. Un hotel. Una camioneta rumbo al desierto, rumbo a la luz, rumbo a la hoguera y las serpientes de cascabel. Rumbo a una noche que seguramente será emputecidamente fría.

Subir a la montaña. Ir lo más ermitañamente posible. Recordar un lugar donde hace 22 años (sí, veintidós, qué terror) miré por primera vez el mundo desde la cima del Quemado, en Wirikuta. Aferrado entre dientes y dedos a una mandarina, y quizás a alguno que otro gajo de carne de venado. Rodeado de señores vestidos de colores y mujeres con paliacates en sus cabezas, y niños que se reían ingenuamente del niño güerito chilango y enano parlanchín pasmoso.

Luego desvanecer esos recuerdos y los otros. Los de los años posteriores. En el tiempo de la bailarina, luego en el otro tiempo solo, luego nunca más. Diez años se han esfumado ya. Diez sin ver ese cinturón dorado que se extiende como otro paliacate, aun más inmenso, coronando el cielo del desierto.

En el piso, sobre la tierra, impávidas están las espinas, las piedras, los huecos donde duermen las serpientes, y claro, los venados quietecitos y apacibles, esperando a que uno vaya y vuelva y vaya y vuelva, todo sin moverse pero bailando, o tropezándose, o las dos cosas.

No te vayas carretera. No te muevas. Apenas voy y ya regreso. Igual con todo lo demás. ¿Será verdad ese cliché donde las cosas no existen mientras uno está ausente?

Lo dudo. Por eso viajo esta vez. Por eso y porque volveré aliviado.

enero 20, 2006

Ahora que lo pienso

Para colmo de males: "You are what you love, not what loves you" (C. Kaufmann)


Nunca había escrito un post en presencia de nadie. Bueno, tal vez alguno de esos de tres líneas y que suceden embelesados frente a la presencia de alguien.

Pero nunca había escrito un post frente a gente que mira, convive frívolamente, y que a la vez, no me importa en realidad.

Esta es la primera vez.
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Si siguiera los patrones conductuales de mi propia vida, debería escribir acerca de lo mucho que me hace sentir bien lo que me hace sentir bien. Pero no. No quiero solidificar lo mismo de siempre.
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Igual que si siguiera los "otros" patrones de mi "otra" propia vida, podría quejarme ad infinitum de mi falta de saciedad o de cómo nada es absoluto y de cómo eso me caga, etcétera, etcétera. Tampoco hoy me interesa.
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Esta vez carezco de motores ilusorios. Hoy reniego de caminos y esperanzas. Y sin embargo, tampoco los descarto. Sucedo de un modo impersonal (o quizás, de un modo impersonalmente mío). Tomo y bebo. Bebo del cáliz que se me presenta. Y retribuyo. Y evito las mentiras. Y evito el desencanto. Sucedo como un estúpido aleteo de mariposa. Existo imperceptiblemente, tal y como se existe montado en un ciempiés que cualquiera podría pisar sin gran remordimiento. No había existido tan deliciosamente libre antes de ahora.
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Y lo mejor (o lo peor) o lo menos importante de todo, es que nada de eso me importa. Persevero en persistir. Persisto en perseverar. Amo a quien me ama más que a nada amado antes. Adoro el no estar cazando conflictos. Acaricio la levedad que me da quien me da todito y nada al mismo tiempo. Qué rico es existir sin ataduras. Qué suavidad tan nueva. Qué compromiso tan llevadero y liviano.
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Ya no soy un chaval (f. dixit). Ahora sí que soy un hombre atormentado con razón de ser. Uy, qué orgullo. Ahora que puedo justificarme, es justo cuando mi debilidad me importa menos. Paréntesis politeísta: Que viva el Dios de la Sincronía.
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Y sí, ah. Y nada, oh. Y todo, uh. Y eso, aggh. Todo. Todo. Todo: UFFF.
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Cuando las cosas pierden importancia neurótica, cobran relevancia REAL.
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Creo y he dicho

(abruptamente, gulp, o debiera decir: Como siempre).

enero 16, 2006

Mis articulaciones necesitan 3 en 1

Me duele, entre casi todo, la espalda.

Y me vale madres. No ejerceré mi derecho a la queja perpetua. Más bien empiezo a considerar la formación de un partido político sumamente plural (desde la clandestinidad, por supuesto). El mosaico de la noche estuvo glorioso, alentador, me hizo considerar seriamente en que somos las manos más extrañas en las que podría caer este país. Qué mejor. El problema es que tengo un pasado oscuro y un presente prieto prieto, así que no podría salir mucho a la luz pública. Lo mejor es que siempre podríamos pedir que Anthre lo presida, que Hugo y Mónica se encarguen de las relaciones públicas y la internacionalización ideológica de la plataforma. Siempre podremos contar con que Gonzalo se encargue de inyectar el sarcasmo en los discursos que aplastarán a los rivales, o que el Chango se haga cargo del enlace ecuménico con la teología batiana, además de las redes ciudadanas que le birlaremos al peje. Plaqueta y Raul se encargarán de la producción audiovisual, pésele a quien le pese. Héctor podría poner los tragos, si está de humor y Silencio podría, desde luego, escribir el santoral año con año, además de poner a punto la coherencia lógico matemática de nuestras sandeces.

En fin. El panorama es muy esperanzador. Y a fin de cuentas no importa un carajo. Con que logremos el registro por un ciclo electoral, siempre podremos huir del país tras recibir el financiamiento público. Y ahí es donde comenzaría mi trabajo. Con ese presupuesto podría armar un espeluznante reventón. Ah, y esta vez si llevaría mis CDs. Pinche punchispunchis cómo lo alucino. Ja, también pa la música le podemos pedir consejo a Balmori, pero de eso se encargan otros. Materia y antimateria no deben coincidir en el tiempo-espacio. El universo podría desaparecer.

Gracias a todos los que fueron.

Y a los pocos que no fueron, una sutil y deliciosa mentada de madre!

Salud

enero 10, 2006

A 4 días de la debacle

Se acerca peligrosamente el día de la bacanal.

Sábado 14 de Enero. Jazz en vivo, chelas de la casa (mientras duren).

Interesados échenme un correo, o como manda el diccionario dominguero: emailéenme. .



Mientras tanto, me concentrarme en deprimirme por la acumulación de años, snif.

enero 06, 2006

Binario

Ya sé, me queda claro, admito solemnemente que el decir que he aprendido algo no tiene la menor importancia.

Suena narcisista, es reiterativo, huele a necio, sabe a pretencioso. Resulta ser, finalmente, una inmensa pendejada comodina y grandilocuente.

El punto es que ni siquiera puedo evitarlo.

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Y no es que quiera decir que ahora sé o que ahora soy más que cuando había un antes. No me interesa establecer o corroborar ningún crecimiento constatable.

Sencillamente estoy asombrado. Estupefacto ante lo distinto que uno puede sentirse y más cuando sucede en tan poco tiempo.

Y sin embargo también estoy asombrado de lo igual que puede uno ser, cada vez, y muy a pesar de sus supuestos aprendizajes.

En fin. Vivo una especie de orgullo lastimero. Una lástima orgullosa. Me da igual: Por ahora me quedo tranquilo y aparcado en el orgullo.
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Me declaro un ser binario. Me declaro un asqueroso lenguaje de ceros y unos. Me declaro dual. Me declaro dualístico, dicotómico, imperfecto pero deseante.

Me declaro jamás declarable. Jamás certero. Siempre oscilante.
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Y es que todo apunta a eso: El péndulo del puto Foucault, el puñetero budismo cuasipanteísta, el jodido judeocristianismo monoteísta y monotemático, el asqueroso jipismo carente de boyas ancladas en la realidad, la comodidad social donde varo means todo. ¿Cuál todo? Todo es que es un cero o un puto uno. Toda, todísima, cualquier jodida postura aspira a alcanzar otra.
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La diferencia es que ya no me molesta: Nada de eso. Muy al contrario, me divierte, me excita, me corroe, me significa. Deja de significarme. Sucede. No soy más un vulgar generador de tristeza. Tampoco resulto un destino donde convergen estúpidas lágrimas. Me declaro aleación. Me declaro cable y no camino. Me declaro centímetro a centímetro: Soy lo que la corriente que ocurre denro de mí quiere que signifique.
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Por mucho tiempo envidié a las personas llenas de fe, o de certeza, o de ambas (madreehdios, las que tienen ambas). Por mucho tiempo quise saber algo, tenerlo todo, atisbar algo claro, conducirme a mí mismo, cavar mi camino en la vida, pintarrajear mis siguientes objetivos.

Ahora todo es polvo de comino.
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Tengo claras pocas cosas: No hay respuestas fuera de mí mismo. No existe dios (con minúsculas) aun si lo más parecido resulta ser el olor-sabor-temblor de una mujer, ya deseada ya deseante. ya dormida y sin espejos ni candiles flagrantes.

No existe la certeza por más tiempo que el que uno le otorga. No existe la fe a menos que uno la corrobore, segundo a segundo, y sin esperar retribuciones. La belleza no conoce burocracias.
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La vida, en efecto, parece ser un perpetuo trayecto entre la convicción y la temblorina existencial. Un jodido o no jodido péndulo, capricho que oscila tocando todas las orillas, sin duda, aunque siempre y sin importancia pase despreocupado sobre el mismo centro.
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Bendigo finalmente a los matices. Los quinientos mil matices. Los quinientos mil y un matices. Las alegorías que se endilgan a sí mismas sobre el dulce cuerpo del trayecto. Bendigo al trayecto. Desprecio la simplicidad de las orillas.

Me declaro un ser binario y también desnudo. Me declaro incapaz de masticar la verdad. Me declaro desinteresado por saborear semejante bocado.

Sólo quiero más caricias. Caricias para querer menos cada vez menos incertidumbres.

Sí: soy un asco. Un conformista. Crucifíquenme si pueden. Ni modo. Ya no estoy más ahí, ya no soy yoni soy nadie para poder reprochármelo.

Ahora es cuando me descubro libre.

enero 05, 2006

Se acaba la fiesta, gulp!

Me quedan 7 días de autocomplacencia más. SÓLO 7 días.

Gulp.

Bueno, a quien quiera asistir a mi cumpleaños, gulp, écheme un mail.

Saludos.

enero 03, 2006

Grandes Esperanzas (Dickens dixit)

Uno regularmente espera que el amor llegue vestido con cierta ropita. Uno normalmente se pone atento ante cosas por demás estúpidas e improbables. Y el tiempo tarda mucho en cachetearnos prudentemente. Se toma sus buenos lustros para decirnos "No, mi pequeño saltamontes, no era como tú lo esperabas". Y más nos toma aun reconocer nuestra ingenuidad. El único consuelo es que tarde o temprano llega ese ubicatex. Tarde o temprano aprendemos a mirar la realidad frente a frente.
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Durante un tiempo que parece interminable, nos empeñamos en reacomodar la realidad a nuestro antojo. El síntoma más universal resulta ser cuando nos enamoramos de quien evidentemente nos va a romper el corazón. Una y otra vez nos damos de topes frente a distintos personajes a los que atribuímos ese rol. Una y otra vez llega la inevitable frustración y la época de lamentos y quejidos. Y, si la suerte nos sonríe, una y otra vez asimilamos nuestras pérdidas. Una y otra vez justificamos nuestro dolor en una falla ajena a nosotros. Una y otra vez fallamos. Pero pasa todo hasta que llega el día.
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El día no tiene forma ni color. El día carece de expectativas y demandas insulsas. El día no tiene nombre. El día sucede y nada más. Es un día como cualquier otro. Es un día al que podemos tachar de insípido, carente de magia, desechable, insulso, cualquier cosa. Pero es el día. EL DÍA. Un día que se sienta ahí, frente a nosotros, como si nada. Un día que podría escurrirse si no estamos suficientemente atentos. Un día tímido como todo lo bueno. Un día introvertido como todo lo que merece la pena.
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Y entonces, al volver la cabeza, miramos ese día con una luz distinta. Iluminamos nuestro deseo con otra opacidad. Nos percatamos de lo que quiere decirnos. Nos lo dice todo. El día contiene una breve línea espacio-temporal. El día contiene un beso en las pestañas. El día supone más atención de la que pensábamos darle. Y entonces sucede. El día sucede sobre nuestras manos. El día se desborda sobre nuestras más endebles falanges. Se presenta sin pudor. El día es un día lleno de amor en contrasentido. Somos nosotros los amados. No es un día de dádivas sin reflejo. No es día de viajes de ida. Es el amor volando de vuelta a nosotros y sin boleto de regreso.
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Al mismo tiempo, existe nuestro perpetuo esceptisismo (sí, así se escribe). Y al mismo tiempo, subsiste nuestra infinita desconfianza. ¿Qué hacer entonces? ¿Repeler todo eso que suponemos irreal o inmerecido? ¿Abrazar la comodidad que acarrea el ser amado? ¿Jugar al justo medio, en el centro de la nada, y pretender que sabemos todo lo que ese amor sabe o quiere saber?

Yo digo que no. Digo que todas esas posturas son mentira. Digo que hay que desnudarse. Digo que merece la pena creer en el amor de los otros, con todas sus posibles consecuencias. Creo que hay que callar y sencillamente ser amado. Gozar de las caricias que se otorgan y se reciben. Guardar silencio y nunca más rencor.
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La vida nos tendrá muchas sorpresas preparadas, como siempre. Nos encontraremos, en el peor momento, a la peor persona. Repetiremos, en la peor de las circunstancias, el peor de nuestros arquetipos. Dudaremos, en el peor de los segundos, y gracias a la peor de nuestras debilidades, de lo mejor que nos atañe. Eso sí que es algo seguro. Y al mismo tiempo no importa. O sí. Dependerá sólo de nuestra fortaleza. Se colgará de nuestra convicción. Será vencido gracias a nuestra aceptación de lo que amamos y nos ama, venciendo, final y flagrantemente, a esa adicción tan común que significan la derrota y el escarnio.

Nada más. Nada fácil. Nada menos.
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Este es un texto que brota (brotó) sin arquitecturas ni acomodos. Es un bonche de palabras que se dicen a si mismas. Es algo que debo leer y releer yo mismo. Una autolección que sucede sin remedio. Y no me importa quien lo aguante. Y no me importa quien lo entienda, quien lo lea, quien se duerma o quien rebata. Sé que debo sembrarlo justo ahora y sin más trastabilleos. Y sé también que habré de cosechar sus huracanes mañana mismo, o quizás nunca, pero sabiéndome certero y abrigado por las caricias de quien me ama JUSTO AHORA.

No hay mejor cobija. Quien debió de amarme luego de entregarle toda mi ingenuidad, no lo hizo. Quien supuse que me daría su corazón, prefirió vendérselo a los mercaderes de la insatisfacción, o decidió seguir bailando la danza de la duda improductiva. No más. Me dejo, finalmente, caer sobre las nubes que me procuran suavidad y amor desentendido.

Enfatizo: Todo lo que no me fue dado alguna vez, resulta haberse ido para siempre. Tras el recuento de los supuestos daños, me quedan los brazos de mi amorosa amada. Y merece mi endeble amor más que ninguna.
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Aquí estoy, de pie, dispuesto a dárselo todo. Dispuesto a renegar de todas mis grandes esperanzas. Dispuesto a asesinar mi grandilocuencia y mi atesorado guión-para-la-vida, que evidentemente no existe. El arrepentimiento puede esperarme sentadito, empaladito, muerto y doliente sobre su taburete de espinas. No vuelvo más: Mi eterno regreso ha decidido tomarse un cafecito, un heladito, un interminable vaso de agua. Esta es una convicción, y ahora sucede indefinidamente.

(Y si de pronto me atreviese a volver, llámenme traidor. Todos. Cualquiera.)

Ahora es cuando más dudo de que exista un digno retorno. Lo sentimos: No más vueltas en U: The U-turn has left the building.

No seré yo quien me rompa el corazón, otra vez.

He dicho.
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enero 01, 2006

Un año diamor. (Luz dixit)

La mente dice: Quéjate, quéjate, quéjate. Victimízate frente a los otros. Revuélcate en tu puñetera pesadumbre.

Y el resto diceque no. Sabe que no. Todo marcha absurdamente bien (sí, ya se me había olvidado el poder de una mordida en las pestañas). Todo marcha sabia y acicaladamente bien.

Hace un año abrí un blog sin saber muy bien para qué. Apenas regresaba de Tijuana y la puta ciudad se sentía más gélida que de costumbre. Mis grandes amigos estaban todos fuera, muy lejos. Tijuana era ya un burdo recuerdo. El vuelo de regreso estuvo de la rechingada, como todos.

Y recuerdo que llegué a casa y me sentí sólo. Vaya, no sólo. Me sentí más sólo que un mojón en el desierto. Sin ganas de nada. Extrañando a todo el puto mundo. Y me vi sentado frente a la máquina. Y me miré mientras escribía mis datos de registro. Y todo pasaba como siempre que uno parece vivir en tercera persona. Cerca pero lejos.

Pensé primero que la blogósfera sería un lugar interesante donde conocer amiguis, ja. Y luego me hice de simpáticos enemiguis a la primera de cambios, jo. Todo para dar la vuelta por aquí y por allá, dejando muchos comments, y finalmente involucrándome con el jueguito, persistiendo en el patético intento de escuchar y hacerse escuchar a la vez, en una plaza pública donde nadie te conoce y a nadie le importas.

Hoy tengo un año de escribir en este abismo, y no puedo definir ninguna razón apropiada. Escribo porque sí. Escribo porque me hace falta. Escribo porque quiero que alguien lea o porque sencillamente me da la gana. Todo depende.

Lo que me queda claro, justo ahora, es que no soy el mismo que comenzó a escribir todo esto. No soy el mismo que escribió anteayer o la semana pasada. Ya nunca soy el mismo. Y en lugar de petrificarme me inyecta de fuego: Nunca quieto. Siempre, siempre, siempre revuelto.

Y eso mucho me complace. Me complace sobre todo no saberme en silencio. Perdurando mis letanías, abrazándome a lo intenso. Qué más da.

Me descubro día a día. Sí, como dijera Un solo Ojo, me tomo un café conmigo mismo, cada día. Y luego me desentiendo.