La linea que separa a un valiente de un cobarde está trazada con cinismo.

enero 18, 2005

De las malas costumbres

Llega el día de tu cumpleaños y tienes el pésimo gusto de celebrar que eres más viejo. Hay cosas que no entiendo de la cultura, y esta es una de ellas.

Suponiendo que fuera una de esos dichosos individuos que aman la vida y vivir (en especial la vida sobria, religiosa, voluntariosa, consistente y sin vicios), tampoco tendría mucho caso celebrar el hecho de haberme gastado un año más de esa insuperable experiencia.

En fin, imagino que hay mil maneras, desde las más autocompasivas hasta las más ingeniosas y verdaderas, de refutar mi amargura y mi pendejez de estos días cumpleañosos. Y aunque me resulte estúpido, siempre lo celebro. Celebro mi fracaso constatable el día en turno. Es como con todo: escupo sobre Dios cuando quiero parecer un hombre, pero en el fondo le pido milagros cada vez que juego al melate o me lanzo a una nueva relación sentimental, soy peor que las hormigas huevonas (si es que existen). Pinche es y seguirá siendo mi ambivalencia. Qué haría sin mis amados paliativos.

Esta vez continué una ya instituida tradición: Celebrar en el tugurio más lúgubre de la colonia más In de la ciudad más apestosa de nuestro meridiano. 4 años de sostenido alcance etílico confirman lo acertada que resulta esta práctica, principalmente porque así me evito pagar por los tragos de mis amigos alcohólicos (ni que decir de la comida, las drogas y demás ahorros).

Este año casi logro llevar a cabo una redituable versión de JUANETON, con el único fin de recabar fondos para que mi casero no me eche a los granaderos la próxima semana. Nota para todo el que lo intente: Procure no darle mezcal fino a la concurrencia antes de pedirle dinero o trabajo.

enero 06, 2005

Más y más cine intelectualoide

Soy un gran detractor del cine "intelectual". Esa debe ser la premisa para cualquiera que tenga la mala suerte de leer mi humilde opinión acerca del cine. Detesto el cine "progresivo". Detesto el cine pretencioso. Detesto el cine que se autopromueve como "artístico", en general. Pero, muy sin embargo, tengo una muy afable opinión cuando se refiere al cine que apela a las cosas simples. Me encanta el cine cómplice. Disfruto mucho el cine tramposo y efectista que es capaz de proveerme de toda la fantasía que me da hueva gestar cuando leo un libro. Me encanta y punto. No pretendo justificar esa muy personal inclinación que tengo por la hueva.

Hace unos pocos años me encontraba tranquilamente odiándome a mi mismo en mi casa. Era un jueves cualquiera, un jueves sin expectativas. Muy de pronto, alguien me propuso ir a ver una película que, supuestamente, iba a ser la madre de todas las películas vividas hasta entonces. "Dancing in the Dark" o "Dancer in the Dark" que para el caso, era lo mismo.

Fui, expectativas en mano, a ver la dichosa película seguro de que al menos estaría "decente". Palma de Oro en Cannes (no puede ser mala, me repetía a mí mismo). Es de Lars Von Triers, y para colmo, Bjork es la estrella principal. Suficiente razón para no dejar de verla.

Años de excusas fue el precio que tuve que pagar por haber ODIADO la puta película. Mucho antes de la mitad, ya estaba suficientemente seguro de que a Bjork la iban a matar y luego entonces estuve CLAMANDO por que eso sucediera durante las dos horas subsecuentes. ("Mátenla ya, por amor de Dios, déjenme escapar de esta película de mierda, llena de personajes patéticos incapaces de un acto de furia).

Muchos de mis amigos, pseudointelectuales o no, me odiaron sin tregua por el simple hecho de haber DETESTADO su puñetera película. Peor aun eran las discusiones: Unos defendiendo el cine "dogma" como si fuera "the ultimate discovery". Y yo, humildemente, aborreciendo honestamente todo lo predecible de la trama. Todo lo detestable de Bjork usando esas gafas deplorables. Todo lo repugnante que me resultaba saber el final de la historia dos horas antes de que sucediera a pesar de mi.

A partir de ese día, decidí odiar invariablemente todo aquel cine que pretendiera recrear la realidad. Me era ya asquerosa (y me sigue siendo) suficientemente repugnante, como para que el cine pretenda repetirme la ya de por si intolerable sensación que proviene de su experimentación. Decidí pues, de una vez por todas, odiar para siempre el cine "cultural" europeo junto a todos sus agregados y malas copias. Lars Von Triers se volvió mi peor enemigo en términos peliculosos. Y junto a él desfilaron sus discípulos uno a uno.

Llegó sin preguntar el 2004, y honestamente seguí odiando casi todo el cine que se presentó ante mi, cualesquiera fueran sus razones. Claro, hubo muchas películas que no tuve más remedio que adorar, dada su enorme y humilde fortaleza. Incluso adoré al imbécil de Jim Carrey cuando se presentó tan elocuente como el Joel Barish cualquiera de la muy acertada "Eternal Sunshine of the Spotless Mind". Pero, por lo demás, seguí odiando la exquisita pretensión del cine "de arte" que tuve chance de ver. Odié incluso al buen Woody Allen, sin importar que no haya producido nada digno de verse.

Hace unos pocos días, sin embargo, y ya en este 2005, tuve chance de ver, absolutamente gratis, la que es considerada como la mejor película de 2004 por mis colegas culturosos. "Dogville", de Lars Von Triers. O como la llamaron los censores, "Dogville" de Lars Von Triers.

Debo decir, primero que nada, que evité lo más posible ver dicha película, incluso cuando algunos me la presentaron como la mismísma justificación del cine "cultural". No pagué un centavo por verla. Ni lo hubiera pagado, de cualquier forma.

De cualquier manera, me sorprendió, primero que nada, lo increíblemente guapa que logra verse la estúpida de Nicole Kidman a cuadro. Vaya que el Lars Von Mamón este logró sacarle jugo a la insulsa belleza Hollywoodense de la susodicha. Sin embargo, y antes que nada, me sorprendió de entrada el recurso narrativo de la película per se. Toda la puta historia contada en un escenario "mudo" y figurativo. Un cuadro de 8x8 metros donde toda la historia tiene lugar. Casas sin paredes, todo "muy teatral". Seguro que el cabrón este sigue dando gracias a Dios por haber escogido actores lo suficientemente buenos para no haber aburrido a los espectadores hasta el vómito.

De la historia no contaré mucho más, porque debo decir que sí vale la pena ingerirla en persona. Pero, y a manera de expiación, más le valía al mamón este haber acabado su película tal y como lo hizo, con una reacción verdaderamente humana y no con un sometimiento repugnante como el de Bjork en "Dancer in the Dark".

De otro modo tendría mucho más que despotricar contra su visión insalvable de la realidad, en lugar de andar recomendando su chingadera de película. Véanla, y me cuentan.