La linea que separa a un valiente de un cobarde está trazada con cinismo.

marzo 28, 2008

Hmm. Tal vez tengas razón...

***

Hablo de la única razón por la cual el suicidio no me es opción. Y la razón lo es todo. Es la razón en sí misma.

***

Hablo de una noche que siempre sobreviene después de un día. Y en particular de las que sobrevienen luego de los largos días. Esos días que son largos e intolerables. Esos días en los que incluso contemplas morir bajo tu propia mano, y la mismísima hueva que te produce toda la parafernalia que involucra matarte, acaba por aburrirte a tí mismo, y te manda a dormir.

***

Hablo de la mesa de al lado. Una mesa en donde hay, durante varias horas, dos mujeres con caras y cuerpos suculentos -o cuando menos deleitables a la vista- y que parecen hablar, entre sí, de cosas serias. Y luego hablo de un cascarón que llega, bien peinado y con las barbas derechitas, y como por arte de magia produce actos de locura entre las dos que otrora parecían tan tranquilitas. Besos del cascarón a cada una. Besos entre ellas. Miradas de 360 grados que buscaban admiración, envidia o la más pendeja y plana indignación. Luego: la cuenta. Nos vamos. Ustedes se lo pierden, parecían decir mientras se levantaban con toda calma, y en camino hacia la cama de alguno de los tres.

***

- Es que la línea entre lo cómico y lo trágico puede ser muy tenue cuando vives la vida en pedacitos de quince minutos, cabrón.
- ¿Pero qué no es igual de tenue aunque la vivas en intervalos de 10, 100 u ochocientos años, güey?
- Hmmm. Puede que tengas razón.

***

- Te pasas cabrón. ¿Por qué chingados le haces fiestas a esos pinches pendejos que sólo querían presumir de su pinche threesome? ¿Por qué chingados me hablan cuando me levanto? Tú juega lo que quieras, me cae. Pero no me perjudiques a mí, carajo. ¿Por qué carajos perjudicas a esta mesa? Mejor vete a la de ellos, cabrón.

- Pues, primero que nada, me disculpo. No sabía que eso te molestaba o disturbaba tu noche. Y pues lo siento. Pero dame el beneficio de la duda, cabrón. ¿Por qué supones que les hago fiestas y no que sencillamente estoy jugando nomás por jugar? ¿Crees que cambiaría mi lugar en esta mesa, por un lugar en la cama a la que están yendo esos pendejos justo ahora?

- Hmmm. Tal vez no, pero me vale madres. No perturbes mi mesa, cabrón.

- Ok. La próxima vez soy el nigger. Y me voy to the back of the bus. Pero ps perdóname si te molesté.

- Hm. Ta bien. Ahora hablemos del Saúl otra vez...(risas)

***

No sé. No sé cómo decirlo. O bien, no sé cómo decir cuánto extraño unos ojos de aceituna, o unos ojos negros como mi perturbación, sin decir demasiadas mamadas mientras tanto. Me cae que no sé.

- Pues nomás dilo, cabrón -

- Chale. Tal vez tengas razón...-

***

- Pero es que yo soy un impertinente profesional. Es más: Soy un impertinente profesional y en intervalos de quince minutos...-

- Puta, pues ni te sientas mal. ¿Quién te ha dicho que no necesitamos más de esos?-

***

- Y es que hay personas cuyo "core" es tan evidente. ¿Me entiendes? Es como conmigo, o como contigo, o como con el Marcos o el Chuco. Sí, somos distintos, pero hay un núcleo cavernícola que para todos es incuestionable, ¿sabes? Nadie jamás duda de qué carajos nos gusta, o si de nos gustan las mujeres, los hombres o los peces. Es todo tan estridente y evidente que la vida acaba por volverse más fácil, ¿no? -

- ¿Pues sí. Pero qué pasa cuando eres mujer y no compartes eso del cavernícola?

- Entonces pasan cosas como el amor. O sus derivaciones, ¿no?

- Hmmm. Tal vez tengas razón.

***

- Pero bueno. Te compro lo de tus quince minutos. ¿Pero qué no puedes aprender a anticipar las cosas? ¿No podrías saber cuándo ese guey se va a emputar y entonces evitarlo?

- Puta, cabrón. Pues sí. Pero insisto: Es igual con cualquier "unidad de asignación" para la vida. Importa un carajo si son de quince minutos -que por cierto sólo es una coartada literaria- o si son de 10 años. Todos buscamos aprender. La mayoría de nosotros no queremos dañar a nadie. Y pues por desgracia lo hacemos, a pesar de nosotros mismos. Acabamos dañando y chingando y lo que sea. Y pues yo, cuando me pasa, sólo puedo hacer una cosa: Disculparme and move on. Ser sincero y reconocer que dañé y que no quería y que lo siento. Y luego ser coherente con esos -siguientes- 15 minutos.

- Hmmm. Tal vez tengas razón.

***

Hablo de unas oscuras ganas de decir la verdad.
Me refiero a la irremediable e impostergable necesidad de jugar.
Apunto a las ganas de jugar, las verdaderas ganas, y no al no poder jugar porque ya se es o se está demasiado viejo para ello.
Hablo de amar a los amigos. Fraternizar con los amores. Decir lo que se pueda. Jactarse de lo que nos alcance. Lo que sea.

***
¿O qué? ¿No te parece curioso que "todo junto" se escriba separado, y "separado" se escriba todo junto?

***

Hay tantas cosas que saben ricas y hacen mal. Hay tantas cosas que saben mal, y hacen tan rico...

***

Pusiste tu nombre y firmaste igual que tu sombra. Gracias. Gracias de verdad. Al menos en los próximos 15 minutos.

marzo 19, 2008

Irrelevancias...

Perdiendo el tiempo un rato, les dejo algunas imágenes que sólo el absurdo surreal del internet nos puede proveer.


Saludos.




Casi no se alcanza a ver...pero esta huevuda protección es una promoción para el día de la marmota...y por ende, una marmotita en listón rojo hace las veces de edecán.



Esta imagen, lógicamente nombrada "cancerdesalchicha.jpg" en mi disco duro, hace notar lo extraordinarios que resultan los medios alternativos para infectar el mundo de pendejadas.




A la orden, mi general...¿De cuándo acá estas mamadas importan?



Y para terminar con el tema de los "emos", una foto colosal que encontré en una gran página:

marzo 15, 2008

Come rain or come shine...

La vida que sigue sucediendo vertiginosa y mi hueva que no termina. Reencontrarme con amigos casi hermanos, el domingo pasado. Jugar o no jugar backgammon hasta el amanecer (para ya no jugar ajedrez). Reconvencerme de la absoluta necesidad de partir. Estar dispuesto a hacerlo, por primera vez en la vida. Tantos y tantos motivos para uno u otro post que se explicaría a sí mismo, y sin embargo, permaneciendo, acá, en la sombra de la pesadumbre.

- Pinches new ages y sus cultos raros, me cae... -
- Sí, me cae que adoptan unos cultos bien mamones... -
- Puta, pues si quieren adoptar un culto, que mejor me adopten a mí...(así o más mamón...) -

Luego el camino, que sigue torciéndose sin reparos. Now i get the meaning from "a long and winding road", a pesar de ser una rola tan pinche fresa de los beatles.


Y es que, de repente, una contestación inusitada para un acto inusitado. Y el recuerdo de cierta frase: "Si x mujer me responde o me habla, luego de lo que pasó, me cae que me cago encima..."

Y entonces, claro, como buena ley de murphy, llegas a casa luego de la semana más agitada de los últimos 4 años. Lúcido como se debe, cansado como pocas veces. Enfurruñado en la convicción de no volver a perder la cabeza por caminos que puedan ser peligrosos en función del control...Y entonces, primero te saluda la que fue la mujer de tu vida primero, y poco después, la que fue la guía y el estandarte que te quedó cuando ya no creías en cosas como "la mujer de tu vida". Y poco después, el caos total derivado de ambos estímulos...¿Cómo no quieren que me vuelva loco, si no sé dejar de querer a nadie?

***

Nunca antes me había sentido tan cerca de encontrar "el amor" (con minúsculas) que no necesita sentirse "EL AMOR" (con mayúsculas), para lograr ser "El Amor" (con todo lo necesario). Cada minuto que pasa, pasa aunque me autodesprecie. Cada etapa de la que reniego por automático rechazo al concepto de "etapa", cada trampa que solía despreciar por ser eso: una trampa. Cada vez que me he propuesto escapar hacia el mundo (que no del mundo), acaba por romperme la madre cuando la miro y la digiero sin la contaminada opacidad del que busca respuestas.

Y me hace feliz. Aunque también infeliz. Y eso es nuevo en lo que respecta a mi deporte favorito: Los 15 minutos de congruencia. Porque ahora se trata de ser congruente CON la felicidad y CON la infelicidad. Y todo, como de costumbre, termina por empujarme a la ahora irrevocable necesidad de tomar una decisión. Con todo lo que me caga (y a la vez me alimenta) el hecho de tomar decisiones...

***
Por si faltaban conejillos de indias, me confieso experimentado: Ahora sé que, apegado irremediablemente a la ley de murphy, TODO puede pasar en las mismas tres semanas.

Y no estoy exagerando, ni poniéndolo de un modo suficientemente literario como para complacer mi deseo de contar alguna historia. No me interesa contar historia alguna. Si acaso, respondo al reclamo de algún otro viejo amor que en el pasado post me reclamó el hecho de que al tipear mi dirección electrónica para este blog, sólo habían algunas conjeturas totalmente prescindibles sobre cierta película -en efecto ligera- y que me gustó porque había de gustarme. Sin embargo, todo lo demás no tiene propósito ni precedente. Y con placer admito todo aquello que resulta mágicamente improbable (como siempre que me pongo a cazar coincidencias -pétalos- en un mar de hierba -roja o verde, qué mas da- pero nunca tan coincidental y coherente como ahora).

***

La realidad es que me voy, finalmente. Me voy pase lo que pase. Obtenga lo que obtenga. Encuentre lo que encuentre. Me voy aunque Lucía sea tan Serrat y se me antoje tan mía. Me voy aunque Sandra o aunque Perla. Me voy aunque Lucía o aunque Lucía. Me voy.

Me voy porque se me antoja, primero, y porque debo hacerlo, segundo que debiera ser primero. Me voy porque ya sé que como dicta el buen cliché, me acabaré llevando los grandes pedos en la valija. Me voy porque quiero verlos salir de la maleta, enteros, y luego desdoblarse en una calle que no sea la de siempre: la condechi, como me replican algunos, o la insalvable, como me dicen y por lo que luego me abandonan otros.

Quiero ver mi maleta multiplicarse. Quiero ver mi equipaje estirar las alas y ensombrecerme los días como esos añejos pedos lo hacen aquí. Y quiero ver si sí o si no. Si Praga no me recuerda a Kafka, o sí. Y quiero ver si las uvas, o Madrid, o la desparpajada lucha entre rojos y fachas me conmueve tanto en otro lado como lo hace aquí mismo. ¿Se vale eso? Mejor ni pregunto. Claro que se vale. Y claro que lo sabré. Ahora o nunca.

Y todo esto es resultado de algunos años que guardados se vierten sobre otros años. Todo esto podría ser culpa de cualquiera. Culpa mía, principalmente. Pero esta vez, es culpa de Lucía. De la última Lucía. De cierta y nueva Lucía que cantó conmigo estrofas que tengo inscritas en las arterias y en el alma:

"No hay nostalgia peor que añorar lo que nunca jamás sucedió..."

Y con la frente cada vez, cada mes, más marchita, yo sólo me dejé enamorar por cierta noche, ciertos tragos, cierta necedad, y una confianza que parece maldita de lo buena y de lo bonita que resulta. Y de otra canción que dice lo mismo. Y que también cantamos, en la siguiente -buena- cita:

"No hay nada más bello
que lo que nunca he tenido.
Nada más amado
que lo que perdí.
Perdóname si
hoy busco en la arena
una luna llena
que arañaba el mar..."

¿Cómo no enamorarse luego de constatar semejantes coincidencias? Y cuando digo enamorarse, hablo nuevamente del amor, y no necesariamente de Lucía. Porque ella no me necesita, ni me pide, ni se marchita sin mí, ni yo sin ella. Pero tras ella está esa cortina, esa neblina, esa perturbadora sabiduría que me recuerda y que me replica que debo de irme. Irme a dar la vuelta alrededor de la cuadra. De cierta cuadra. De una nueva cuadra. Donde no se valen las excusas pero se quieren y se merecen las entrañas.

Luego dijo: "hay que ser más quijotesco, y menos sanchopanza". En mi caso es hasta irónico, considerando mi panza, mi sancho y mi escaso quijotismo. Pero no por ello fue menos pertinente...

***

Ella no está hoy y quién sabe si leerá algún día esta improbable pero inconfundible declaración de Amor. Que no de "amor". Ni tampoco de "AMOR".

Me siento impelido a proseguir con ella (con la declaración, vaya), pues de partir ya se me han escuchado muchas buenas intenciones, pero nunca una convicción como la de ahora. Y también a Daniela tendría que agradecerle, a pesar de que diga que es "lo mejor que me ha pasado" y luego suavice su comentario con un par de perdigones que sólo hieren a quienes se dejan.

No importa. La convicción es la misma. Es la hora, ahora. Son las once.

Y once upon a time, i had a dream...



Y mañana continuaré con mi esclavitud, seguro, pero ya tiene cuenta regresiva.

Tal vez no la próxima, ni la que sigue. Pero muy pronto -eso seguro- escribiré desde otra colina, en otro monte, en otra geografía. Y seguiré igual: perturbado y ocurrente. Pertinaz y displiscente. Imbécil y fugazmente certero. Como suelo escribir desde el suelo de siempre.


Pero será desde otra parte. Y no desde la costumbre. Y no desde la ensoñación que me acostumbré a vivir siempre.


Y ya, basta. Dejo las promesas para otro día, y los besos para quienes los merecen. Y desde luego, las canciones. Las canciones para quienes las decían y las cantaban. Canciones como Lucía.

Lucía.


Si alguna vez amé,
si algún día
después de amar, amé,
fue por tu amor, Lucía,
Lucía...

marzo 04, 2008

Juno (whadd'i'meen)


Antes y después de la entrega de los fatídicos oscares (que por cierto, a pesar de haber sido hosteada por el idolatrable John Stewart, fue una de las más pinchurrientas y aburridas que me he fletado), ya me andaban restregando, por aquí y por allá, que tenía que ir a ver Juno. Que era una gran película. Que realmente merecía la pena.

Y no voy a desdecir a nadie. Ayer domingo, luego de una infernal peda que literalmente me costó un ojo de la cara,




salí por patas del honorable bautizo de mi impresionantemente adorable sobrino






, y -luego de suturarme la jeta- me dispuse hasta Plaza Loreto donde pagué un amablemente barato ingreso (¡feliz día de la familia, ja!) y me receté la susodicha película de cabo a rabo.


Mis primeras impresiones fueron bastante complacientes. Y es que la película huele a mujer por donde se le quiera ver: Desde la dulzura de su protagonista, impresionantemente interpretada por una asombrosa Ellen Page, hasta la envidiable aceptación que destila el personaje paternal del subvaloradísimo J.K. Simmons, Juno es una historia que una frágil y ruda mujer le cuenta a todas las demás. Una película que pudiera haber sido un melodrama sin remedio, pero que gracias a la dirección de Jason Reitman evolucionó en ese extaño fenómeno mediático de adoración hacia la asimilación y el entendimiento del otro en el que hoy se ha convertido.

Para cuando el ruido de los medios ya me había hecho conocer un poco de la temática y del guión, yo no dudé en categorizar, con la mamonería que me caracteriza, que Juno era una especie de "Little Miss Sunshine" 10 años después. Y sin miedo a equivocarme, hoy puedo asegurar que mi hipótesis no distaba mucho de la realidad que me presentó esta fresca y femenina cinta:

Ya va para más de una década, pero por alguna extraña razón, el establishment gringo parece estar más y más cercano a una inexplicable adoración hacia la llamada "disfuncionalidad" familiar, que a los viejos clichés del american way of life que durante décadas eran premiados y fortalecidos por la bipolar "Academia" americana y sus innumerables socios. Y que no se me malinterprete: Yo recibo plácidamente este cambio en los clichés y en las estructuras de la cultura mediática norteamericana. Me parecen un paso gigantesco y encomiable frente a ese pasado de convencionalismo idiota que dotó a Spielberg y hasta a Ron Howard y James Cameron de la vanagloria que hoy los convierte en líderes de opinión consagrados por su propia cultura originaria. No tiene nada de malo, todo lo contrario, que una dulce y peregrina loca como Diablo Cody reciba de manos del establishment una estatuilla que antes era exclusiva de los perpetuadores de una idiosincrasia estúpida y anquilosada. Mucho mejor. Al fin parecen mirar la realidad.

Magnolia, Little Miss Sunshine, Adaptation, Being John Malkovich, Juno. Todas películas que ocurren dentro de una atmósfera que no es precisamente la de un John Wayne impoluto o un Leonardo Di Caprio tan encantador como irreal. Y sea o no sea (Juno) una Little Miss Sunshine exacerbada y protegida por la comprensión y el amor que su desgarrada familia tiene hacia ella, lo cierto es que destila esa sólida fragilidad que sólo otorga la condición de ser mujer en una sociedad tan chovinista y rígida como la que los gringos han sabido erigir como dueña del mundo. Y eso, creo afirmar sin temor, es también un paso adelante.

Escapando a mis expectativas, dándole la vuelta a todas las posibilidades que mi mente maniqueísta formulaba para ella, Juno, dentro del recuadro de una película made in hollywood, resultó una protagonista fresca y verdadera como sólo las mujeres saben serlo. Sin la obviedad cavernícola de nosotros, los hombres, que siempre queremos y buscamos una sola cosa (o máximo dos, o tres). Una mujer-niña desparpajada de la aburrida forma que los hombres repetimos cada vez que hay que desentrañar un desenlace, y como el que siempre resulta devenir desde nuestro mundo falocrático y pendejo. Juno es -verdaderamente- una película dulce y conmovedora como una mujer. Como la mujer que la escribió desde su propio universo de desesperanza y rehabilitación para drogadictos. Y Juno es, por sobre todas las cosas, un llamado a nuestra capacidad de querer sin preguntar por qué. Una encomienda para que aprendamos a amar sin retribución palpable. Una solución femenina a nuestra sociedad tan plagada de vicios falocéntricos, ensimismados y asquerosa y aburridamente masculinos. Un acto de fe, contado con la suficiente ligereza, y que -además- no resulta falso y pretencioso como todo aquello que nos empeñamos en construir y alimentar, acá en Latinoamérica, o allá en la cima del mundo, desde nuestra trinchera machista y pendeja, por muy "open-mind" que nos sintamos.

Así que vaya una reverencia para Diablo Cody y para Jason Reitman. Bienvenidas sean las historias que sorprenden, ya por su capacidad de ser distintas, o por nuestra cómplice intención de tolerarlas para luego amarlas. Por los pantaloncillos cortos y ridículos que siempre puede vestis nuestro gran amor, o por la declaración de lealtad que -de muchas formas- nos puede hacer un padre o una madre que -a pesar de ser siempre distintos a nosotros- siempre también se empeñan en querernos tal y como somos.

Una gran cinta. Pero mejores, como siempre, los hombres y las mujeres de quienes habla. Y también, ¿por qué no?, mejores los que la edifican y nos la entregan, sabiendo o no, queriendo o no, en charola de plata.

Salud.