tag:blogger.com,1999:blog-98442862024-03-13T06:52:56.928-06:00Mi Vida RozaLa linea que separa a un valiente de un cobarde está trazada con cinismo.Chamirúhttp://www.blogger.com/profile/15170205084317015101noreply@blogger.comBlogger323125tag:blogger.com,1999:blog-9844286.post-52047487378749629142014-09-16T05:24:00.003-05:002014-09-16T05:43:52.898-05:00Los ojos de los niños<div style="text-align: right;">
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</style><i>Para N. que lo es todo</i></div>
<div class="MsoNormal">
<br /></div>
<div class="MsoNormal">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
Cada
vez que miraba los ojos de los niños, pensaba en personas resplandecientes. No
le importaban ni su excesiva euforia ni su atención tan voluble como las nubes.
Le intrigaba lograr verse en esos mismos ojos que miraba. A veces lo conseguía:
con niños más bien danzarines y preguntones. Pero con aquellos que ya asomaban
las raíces de la melancolía, le costaba mucho más trabajo. ¿Y es que acaso el
tránsito entre la infancia y el olvido pasaba –precisamente—por perder la
cualidad danzarina del asombro? ¿Y si la razón por la que los adultos ya no le
intrigaban tanto era la misma por la que se sentía tan perdido y en añoranza de
la magia que él mismo había perdido hasta ese día? </div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
Nunca
supo la respuesta a tales preguntas. </div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
“Nadie
la sabe” –se consolaba con disciplinada constancia—</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
Pero
no lo sabía de cierto. No era rotunda esa noción ni tampoco pesaba como un
yunque de plomo esa convencida resignación que lo alejaba de su propia
capacidad para abrazar las delicias. Ya no tenía esos ojos de niño –y eso sí
que lo sabía bien- ni tampoco era capaz de convencerse de que ese camellón en
la calle monólogo que hoy le suponía Amsterdam, era un bosque profuso y
encantado por hechizos tan diversos como los incontables olores que solamente
los perros que por ahí transitaban a diario –atados o no, salvajes o no,
domésticos o no tanto- sabían con total certeza: Ya no eran suyos ni los olores ni los ojos. Ya no era suyo nada sino un profundo vacío incapaz de delirar sin sentir pudor o maravillarse sin sentirse estúpido. </div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
Pero
entonces la diosa ironía caminaba en círculos concéntricos junto a él, sobre
esa misma calle, y le recordaba que un hipódromo no hace carrera, ni que por el
simple hecho de repetir la operación se perfeccionaban los resultados en la
vida.<br />
<br />
Mientras tanto, él paladeaba el recuerdo de cómo cada vez que abordaba ese camellón, cuando niño, lo hacía
de un modo distinto. Sin importar lo que hubiese alrededor suyo: fueran las
jacarandas vanidosas que asomaban sus ojos en los albores de marzo o abril, o
los bares y restaurantes que nacían, crecían se multiplicaban y morían debajo
de sus flores purpúreas. Todo era nuevo, todo el tiempo. Todo era una epopeya
en cuanto la puerta de casa se abría, y de la mano de papá o mamá o nadie
–preferentemente— comenzaba la circunnavegación terrestre una tarde después de
la otra. </div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
Ni
siquiera cuando estuvo bien entrado en sus otoños logró dejar de extrañar el
tiempo en que las estaciones eran prescindibles, delicadas o sólo
imperceptibles y absurdas. Amanecer y atardecer eran simplemente un
desparramado jugo de naranjas y moras que se confundía dentro del cielo
agrietado de una ciudad desconocida. El presente era perpetuo y todo –TODO- era
tan eterno como el próximo juego. </div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
Ojalá
sólo hubiera sido eso lo que le laceraba en forma de misterio y duda.
Ojalá que nunca hubiera sentido que haber gozado era un peso inerte de otros días. Días que -como un tormento- lo
obligaban a querer volver a cierta embriaguez inocente que tuvo -había tenido- su propósito y sentido sólo
cuando era un niño, y nunca más. </div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
De
haber sido así, quizás habría logrado jugar a ser el mismo todo el tiempo que
fuera necesario para –en Fantasía- arañar entonces la felicidad y arrancarle
esas tiritas de certidumbre que tanto le satisfacían cuando viejo. </div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
En
el invierno de la vida, todas las epifanías llegan mientras se caga, se come, se
fornica o se duerme. Y como tantas veces sucede que muchas (o todas) esas
antiguas aventuras se practican bajo el tempo de la automatización y la prisa,
él dirigió sus baterías a descubrir un momento incapaz de ser asido: ¿Cuándo es
que se abandona la mirada de la sorpresa para adoptar entonces la de la
aceptación social? ¿Cuándo se deja de ser niño para entonces jugar el juego de
desear o ser deseados? ¿Cuándo se intercambia la felicidad por el dinero, la
vida por el trabajo y la libertad por el yugo de los hábitos?</div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
Todos
esos años que dedicó a la cartografía de la desilusión resultaron tan estériles
como las montañas que no llevan dentro el magma de la mutación. Nunca supo
recordar el momento preciso que lo llevó de la absorta y funámbula infancia a
la desorientada-mas-luego-convencida madurez (y que mientras moría también le
olía como a una forma muy sutil de putrefacción y resignada rendición). </div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
El
mapa de los días que logró trazar bajo toda esa lluvia de alfileres y semillas podría –quizás, tal vez-
ser de científico interés para algunos de los más connotados criptógrafos del ahora.<br />
<br />
Se
asemeja al dibujo que sigue: </div>
<br />
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<span lang="ES" style="mso-ansi-language: ES; mso-no-proof: yes;"><br /></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<span lang="ES" style="mso-ansi-language: ES; mso-no-proof: yes;"><br /></span></div>
<div class="separator" style="clear: both; text-align: center;">
<a href="http://3.bp.blogspot.com/-rJ1RPUvs_xE/VBgPo85704I/AAAAAAAAVu8/76GBXb4uVSo/s1600/Nada.jpg" imageanchor="1" style="margin-left: 1em; margin-right: 1em;"><img border="0" src="http://3.bp.blogspot.com/-rJ1RPUvs_xE/VBgPo85704I/AAAAAAAAVu8/76GBXb4uVSo/s1600/Nada.jpg" height="240" width="320" /></a></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<span lang="ES" style="mso-ansi-language: ES; mso-no-proof: yes;"></span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
Sin
embargo, acreditados grafólogos han desistido de toda decodificación de
semejantes trazos puesto que no ofrecen origen visible como tampoco destino
palpable. Y a estas personas les repugnan las ideas caóticas tanto como las
grafías que no parecen apuntar a ningún lado. </div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
Podría
argumentarse que su vida fue un desperdicio. Una eterna persecución del
fantasma de tiempos mejores que nunca <i style="mso-bidi-font-style: normal;">fueron
</i>en realidad. La perpetua percepción de purezas perennes que poco parecerían
posibles. </div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
Un
sinfín de pes.<br />
<br />
Una apología a la nostalgia que se resiste a ser melancolía pero
que sucumbe a la resignación.<br />
<br />
Un abuelo más: convencido de que su primer
fantasía es la única que vale y que por tanto declara una guerra absurda contra todas las fascinaciones venideras para quedarse con ninguna. </div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<br />
<br />
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
En
el reloj del invierno, las manecillas marcaron las diez menos setenta y ocho
años. Los más complacientes dirán que vivió lo suficiente. </div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
Pero
él, mientras moría, supo que muchas cosas vendrían después de su fallecimiento.
Todas ajenas. Todas sin él. Todas lejanas a involucrarle. </div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
Pero
muchas.<span style="mso-spacerun: yes;"> </span></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
Muchas al fin: Como las flores en el camellón.<br />
<br />
<br />
"De poder olerlas ahora mismo -se dijo </div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="text-align: justify; text-justify: inter-ideograph;">
<br /></div>
Chamirúhttp://www.blogger.com/profile/15170205084317015101noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-9844286.post-41202162233465846862013-10-04T06:06:00.000-05:002013-10-04T06:40:19.684-05:00Simulacro de rebeldía<!--[if gte mso 9]><xml>
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<br />
<div class="MsoNormal">
Hace pocos días subí una escalera situada en plena Sexta
Avenida de Nueva York. “Avenue of the Americas”, como le llaman los estadounidenses desde
hace un tanto. Porque claramente America (sin acento) se refiere siempre a su
país, el glorioso gran imperio. Y “Americas” (también sin acento, pero en plural)
es siempre una referencia a todos los nosotros-demás. No me pesa tanto como a
otros esta particularidad lingüística de este singular país. Si se han
apropiado de America para referirse a sí mismos, eso es meramente un síntoma y
no un origen patológico de todos los problemas de nuestro lastimado continente.
</div>
<div class="MsoNormal">
<br /></div>
<div class="MsoNormal">
El asunto es que salí de esa estación del subterráneo, en
pleno día azul en el otoño neoyorquino, y situada a escasas dos calles de
Central Park. Central Park es, entre muchas otras cosas, la apología perfecta
de lo que los “americanos” piensan de América. Un rectángulo perfecto e inmenso
que simboliza lo que ellos piensan de sí mismos: La verdadera encarnación del
orden y el espacio que su “imperio” percibe de sí mismo. (Imperio de clóset,
claro, dado que calificarlo así muchas veces resulta una afrenta para muchos de
ellos). Y aun así, connotaciones políticas a un lado, es un parque imponente y
grandioso. </div>
<div class="MsoNormal">
<br /></div>
<div class="MsoNormal">
Nunca había llegado a Central Park desde la sexta avenida.
Tampoco es que pueda culpárseme: apenas lo he visitado un manojo de veces. Y en
esta ocasión singular, lo primero que pude ver al acercarme al centro meridional
<span style="mso-spacerun: yes;"> </span>de este majestuoso parque, y una vez
sorteadas las calandrias, los turistas, los vendedores de gafas para el sol y
los falsos guías expertos que prometían un paseo inigualable por esas praderas
a cambio de un buen manojo de dólares, fueron dos estatuas harto grandiosas y
particulares: A la izquierda, José Martí. A la derecha, Simón Bolívar. Ambas,
me parece, donadas por los gobiernos de Cuba y Venezuela hace ya bastante
tiempo. Y no quiero ni siquiera rozar la ironía que hoy supone tener ese par de
obsequios situados en ese preciso lugar, considerando las circunstancias
diplomáticas que desde hace unas muchas décadas existen entre <i style="mso-bidi-font-style: normal;">America</i> y ese par de países americanos.
Por el contrario: antes que sentirlo como una paradoja cuasicínica y palpablemente
física en el medio de un parque tan medular como ese, lo que sobrevino en mí
fue una amarga asimilación: Y es que junto a Martí y junto a Bolívar no se
erige monumento alguno que haga homenaje al libertador de México. ¿Pero cómo es
eso posible? –pensarán algunos. ¿Qué tipo de insulto es este? –podrían ridículamente
objetar los educandos más notables de nuestro México revolucionario…</div>
<div class="MsoNormal">
<br /></div>
<div class="MsoNormal">
Ahí, en Central Park, no se erige una estatua que homenajeé
al libertador de México porque simplemente no existe tal. Este arrogante México
–el mismo que se jacta de haber roto con la corona española antes que nadie y
de forma tan “contundente” como la que nuestros libros de texto escolares se
empeñan en vender, no tiene ni ha tenido libertador alguno. Por lo menos, vaya,
ninguno verdaderamente logrado. Ningún Martí y ningún Bolívar. Acaso un
repulsivo Iturbide que –digno padre fundador de los métodos de cabildeo y gestión
oligárquica que hoy mismo nos rigen— consumó una simulada independencia en el
amargo día en que sus ejércitos pisaron la ciudad de los palacios y se le proclamó
–ah, ironía- primero “presidente” y pronto emperador de una patria enjuta y
convulsionada por doce años de masacres impúdicas.</div>
<div class="MsoNormal">
<br />
México es un país que nació huérfano. Que proviene de un
vientre carente de toda naturaleza y pulcritud. México es una patria sin padre
y sin madre. Sin semilla y sin impulso germinal. México, pues, no nació por
parto natural. México, acaso, es el producto de una cesárea brutal y sanguinolenta.
Arrancado de un útero multiforme y contrahecho. Producto de una convergencia y
una coyuntura sumamente breve: esa en la que ricos y pobres, mestizos y
criollos, indígenas y esclavos –todos—estaban lo suficientemente estrangulados
en el mismo momento histórico, y por lo tanto lucharon en busca de una bocanada
de aire bajo cualquier estandarte distinto al de la monarquía novohispana. Y
tras darse un respiro, o cien –unos más, y otros muchos menos—esa conjura
hermanada por la desesperación comprendió, momentos más tarde, que su enemistad
no había sucumbido en lo absoluto: Simplemente había cambiado de nombre. Y de
apellidos. </div>
<div class="MsoNormal">
Chocando vasos con queridos colegas y hermanos en ese nueva
York tan peculiar, comenté esta precisa observación como quien tira un cohete sobre
las ventanas de su colegio. Buscando romper ventanas, quizás, pero también
empuñando tantita rabia y desasosiego. </div>
<div class="MsoNormal">
<br /></div>
<div class="MsoListParagraph" style="mso-list: l0 level1 lfo1; text-indent: -18.0pt;">
<span style="mso-ascii-font-family: Calibri; mso-bidi-font-family: Calibri; mso-fareast-font-family: Calibri; mso-hansi-font-family: Calibri;"><span style="mso-list: Ignore;">-<span style="font: 7.0pt "Times New Roman";">
</span></span></span>“Pancho Villa” –se dijo en la mesa— </div>
<div class="MsoListParagraph" style="mso-list: l0 level1 lfo1; text-indent: -18.0pt;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal">
Y no fue sólo el hecho de saltarse 100 años para equiparar a
Bolívar o a Martí con un hábil y ambicioso forajido analfabeta lo que motivó mi
inmediata respuesta. Fue, más bien, la honesta admisión de que Pancho Villa,
Emiliano Zapata, Francisco I. Madero, Venustiano Carranza, Álvaro Obregón e
incluso el gran republicano que alcanzó a ser Juárez –por momentos—tampoco
liberaron a nadie con la contundencia ideológica que sí tuvieron Martí y
Bolívar en sus respectivos momentos históricos. Quizás la constitución de 1857.
Quizás la de 1917. Sin duda fueron ambas un incontestable avance <i style="mso-bidi-font-style: normal;">político</i> para lo que en cada uno de esos
momentos era la “patria” mexicana. Y claro, también podría decirse que Martí no
hizo a Cuba. O que el sueño de Bolívar no impidió que pronto la oligarquía
sudamericana diera marcha atrás a los preceptos originarios de su doctrina
libertaria. Pero en México, como siempre, la multiplicidad de las facciones y
la codicia de los grandes jugadores han pesado mucho más que cualquier bandera,
en cualquier momento. Pocas veces se ha arropado, se ha agremiado, se ha
estrechado esta nación consigo misma. Y siempre – SIEMPRE—han sido los grandes y
codiciosos jugadores de la burguesía local (con apoyo de imperios foráneos o
corporaciones globales, como hoy) quienes han ganado la batalla. </div>
<div class="MsoNormal">
<br /></div>
<div class="MsoListParagraph" style="mso-list: l0 level1 lfo1; text-indent: -18.0pt;">
<span style="mso-ascii-font-family: Calibri; mso-bidi-font-family: Calibri; mso-fareast-font-family: Calibri; mso-hansi-font-family: Calibri;"><span style="mso-list: Ignore;">-<span style="font: 7.0pt "Times New Roman";">
</span></span></span>“Lázaro Cárdenas” –replicó entonces la mesa—</div>
<div class="MsoNormal">
<br /></div>
<div class="MsoNormal">
Ciento y pico años después de cualquier sueño Bolivariano,
vino el Tata. Y sí: sería una mentira histórica negar que alrededor de su
figura se entrelazaron enormes segmentos de la sociedad mexicana. Ahí están las
ya mitológicas fotografías de las gallinas y las cabezas de ganado que “el
pueblo” ofreció al Tata para consumar su lucha. “Quizás –dije—podría ser Lázaro
Cárdenas el que acompañase a Bolívar y a Martí en Central Park, sólo porque su
lucha sí logró apropiarse de una inmensa mayoría de las lealtades de los
mexicanos. El problema es que a muchos se les olvida que después de él vino
Ávila Camacho. Y que el sueño Cardenista de una nación con sentido social –o socialista,
si así se le prefiere ver—terminó sepultado por los industriales y los jerarcas
que inmediatamente después “exiliaron” al Tata a labores de “consultoría”, para
luego, con el gobierno “civil” de Alemán, dejarlo en la congeladora mitológica hasta
su muerte; situación que él mismo aceptó de algún modo pues –cuando tuvo oportunidad
de rehacerse del poder, prefirió ser parte de las monografías y los libros de
texto, en lugar de recuperar a ese México que vislumbró en sus años más
vigorosos…”</div>
<div class="MsoNormal">
<br /></div>
<div class="MsoNormal">
No espero que en Central Park se erija una estatua con
Andrés Manuel López Obrador. Mucho menos con Enrique Peña Nieto. Y –que el
diosito católico me perdone— todavía menos una de Felipe Calderón o de Vicente
Fox. Es, evidentemente, un escenario hipotético propio del peor de los teatros
del absurdo. Y es que si por tener a Aliyev en Chapultepec se armó semejante <i style="mso-bidi-font-style: normal;">irigote</i>, aquello es que podría provocar
en mí los más descabellados actos de vandalismo de los que se tengan noticias.
No. Ese absurdo es más que impensable, inviable. Ni “America” ni las “Americas”
–creo- tendrían estómago para ello. Mas la tragedia no radica allí. </div>
<div class="MsoNormal">
<br /></div>
<div class="MsoNormal">
Nuestro país el atado. Nuestro país el que aún podría ansiar
su liberación. Nuestra patria huérfana de origen, oligárquica desde tiempos
prehispánicos y hasta la fecha, verdaderamente no parece tener remedio.
Mientras más ancho es el abismo que separa a los cínicos botarates de la
oligarquía mexicana de los paupérrimos generadores de ESA riqueza que los otros gozan, el <i style="mso-bidi-font-style: normal;">pueblo mexicano</i> tiene menos y menos
interés por modificar –cueste lo que cueste- dichas circunstancias.<br />
<br />
Si en 1810,
un cura criollo que no poseía un iPhone ni tenía cuenta en Twitter logró
desordenar mayúsculamente el orden jerárquico imperante –muy a pesar de que probablemente
sus reales motivos estaban más cerca de la codicia que de la libertad—hoy la
realidad es tristemente otra. Y cualquiera que enarbole un estandarte
libertador en tiempos como estos, seguramente apenas y alcanzará la condición
de <i style="mso-bidi-font-style: normal;">meme </i>en las redes sociales, si es
que lo hace suficientemente bien y con gracia. </div>
<div class="MsoNormal">
<br /></div>
<div class="MsoNormal">
De un lado del abismo están 60 millones (o más) de mexicanos
en condiciones de pobreza. Unas peores que las otras, pero ninguna “bonita”.
Del otro, cuando mucho 10 millones de personas viven ciertas opulencias. Unas
más insultantes que las otras. Y entre uno y otro extremo de ese Gran Cañón de
la ignominia, yacen –literalmente—50 millones de mexicanos en la medianía. Unos
recién llegados por su propio pie, otros caídos en desgracia desde la vertiente
más estrecha del cañón. Y los más, nacidos y criados desde siempre allí. En esa
telaraña que une y balancea incomprensiblemente ambos lados del paisaje.
Telaraña porque es delgada. Flexible. Se contonea desde arriba hasta abajo. Y
viceversa. En ocasiones lanza a algunos de un lado. En otras, simplemente los
exilia a la miseria que persiste en el otro. Y mientras del lado más estrecho y
opulento se han construido enormes murallas para no ver nada de lo que ocurre
más allá del acantilado, desde el otro se cuentan por millones a quienes
quieren jugar al equilibrismo y caminar sobre la telaraña con la ridícula
ilusión de que realmente existe forma alguna para integrarse al territorio de
la abundancia. Cueste lo que cueste. Todos simulando. Simulando,
principalmente, que la “movilidad social” está “al alcance de todos”. Que “hay
que seguir adelante”. Que “hay que trabajar” pues “trabajando todo se puede”.
Vaya película de locos, honestamente opino. </div>
<div class="MsoNormal">
<br /></div>
<div class="MsoNormal">
Esta carrera de ratas. Estos juegos del hambre. Esta ilusión
de que el <i style="mso-bidi-font-style: normal;">progreso</i> y la <i style="mso-bidi-font-style: normal;">superación</i> y la <i style="mso-bidi-font-style: normal;">bonhomía</i> están a una decisión o a mucha voluntad y esfuerzo de
distancia es verdaderamente nauseabunda. Es una zanahoria del tamaño del mundo.
Y no sería tan tristemente vomitiva si quienes están ligeramente más cerca de
la muralla de la opulencia no fuesen tan repulsivamente cínicos e inhumanos
como lo son cada vez que le llaman “indio”, “naco” o “jodido/asalariado” a
quienes –por circunstancias ajenas a su voluntad--nacieron y crecieron en los
agujeros más jodidos de todo el maldito paisaje. </div>
<div class="MsoNormal">
<br /></div>
<div class="MsoNormal">
Este país ya no está oprimido. Ya no existe la opresión.
Está simple y sencillamente preso. Y su aprisionamiento no es necesaria o
simplemente un efecto de lo que sus políticos o sus oligarcas deciden. Está –muchas
veces—aprisionado por sí mismo. Ya no hace falta una STASI o una GESTAPO o una
CIA para contener rebeldías mayúsculas o circunstancias insostenibles. Hoy, los
que sí poseemos los iPhones o los equipos de cómputo y las redes sociales,
sencillamente nos esposamos contra la verja de la placidez casi que
voluntariamente. Reclamar nos es sinónimo de incorrección. Protestar es un
signo de malevolencia. Y así como millones de televidentes paupérrimos pueden adorar
los programas <i style="mso-bidi-font-style: normal;">cómicos</i> que hacen burla
de su léxico y sus manerismos y les parece graciosa esa parodia, desde la clase
media nada de eso importa porque falazmente se piensa que estamos “más cerca de
la otra orilla” y que “no es conveniente mirar atrás”. </div>
<div class="MsoNormal">
<br /></div>
<div class="MsoNormal">
No mire hacia abajo. Le va a dar vértigo. </div>
<div class="MsoNormal">
No mire hacia atrás. No sea que usted recuerde que existen
millones y millones de seres humanos, <i style="mso-bidi-font-style: normal;">paisanos</i>
–como le encanta decir en sus fiestas patrias—que no tienen para comer otra
cosa que frijoles, y eso a veces. </div>
<div class="MsoNormal">
<br /></div>
<div class="MsoNormal">
Y sí: puede sonar comodino y cínico el que toda esta
diatriba provenga de un momento tan burgués como puede ser encontrarse con la
orilla de Central Park. De algún modo lo es. Pero transitar por donde la
pobreza o la riqueza ocurren no siempre es una manifestación de lealtad,
conmiseración o pleitesía. No hay que estar enfermo para poder curar a alguien.
No es una condición <i style="mso-bidi-font-style: normal;">sin equa non</i> el
tocar el piano para gozar de un concierto. Ni tampoco hay que amputarse un
brazo para entender la pérdida y la impotencia. </div>
<div class="MsoNormal">
<br /></div>
<div class="MsoNormal">
La historia del hombre es la que es y no la que debiera
haber sido. La injusticia en Latinoamérica ha sido tan prehispánica como
colonial como ahora “independiente” o incluso “globalizada”. Lo mismo en el resto
de las latitudes. </div>
<div class="MsoNormal">
<br /></div>
<div class="MsoNormal">
Y lo lamentable, acaso, es que habiendo llegado a nociones
como las que claramente la academia ha tenido desde tiempos Aristotélicos, el
poder todavía no haya podido ser arrancado de quienes buscan perpetuar el statu
quo de la impunidad y la injusticia. ¿De qué nos sirve esta maquinaria
prodigiosa que llevamos bajo el cráneo, si con ella todo lo que podemos hacer
por el bien del mundo es describir escenarios utópicos o regodearnos en el
onanismo de nuestras ideas?<br />
<br />
</div>
<div class="MsoNormal">
Fragmentado todo a 140 caracteres, por favor. </div>
<div class="MsoNormal">
</div>
<div class="MsoNormal">
En las rocas. </div>
<div class="MsoNormal">
</div>
<div class="MsoNormal">
Con un chaser de sangre. </div>
<div class="MsoNormal">
<br />
<br />
<br /></div>
<div class="MsoNormal">
JCLM, Octubre 2013 </div>
Chamirúhttp://www.blogger.com/profile/15170205084317015101noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-9844286.post-65239042011781763832013-06-27T10:32:00.002-05:002013-06-27T10:32:18.975-05:00Schrodinger's rapist manual, punto por punto: <!--[if gte mso 9]><xml>
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<br />
<div class="MsoNormal">
Análisis del Schrodinger’s rapist post, párrafo por párrafo: </div>
<div class="MsoNormal">
<br /></div>
<div class="MsoNormal">
<br /></div>
<table border="1" cellpadding="0" cellspacing="0" class="MsoTableGrid" style="border-collapse: collapse; border: none; mso-border-alt: solid windowtext .5pt; mso-padding-alt: 0cm 5.4pt 0cm 5.4pt; mso-yfti-tbllook: 1184;">
<tbody>
<tr style="mso-yfti-firstrow: yes; mso-yfti-irow: 0;">
<td style="border: solid windowtext 1.0pt; mso-border-alt: solid windowtext .5pt; padding: 0cm 5.4pt 0cm 5.4pt; width: 296.0pt;" valign="top" width="395">
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm;">
Texto original</div>
</td>
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<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm;">
Lectura personal</div>
</td>
</tr>
<tr style="mso-yfti-irow: 1; mso-yfti-lastrow: yes;">
<td style="border-top: none; border: solid windowtext 1.0pt; mso-border-alt: solid windowtext .5pt; mso-border-top-alt: solid windowtext .5pt; padding: 0cm 5.4pt 0cm 5.4pt; width: 296.0pt;" valign="top" width="395">
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm;">
Gentlemen. Thank you for reading.</div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm;">
Let me start out by assuring you that I understand you are a good
sort of person. You are kind to children and animals. You respect the
elderly. You donate to charity. You tell jokes without laughing at your own
punchlines. You respect women. You like women. In fact, you would really like
to have a mutually respectful and loving sexual relationship with a woman.
Unfortunately, you don’t yet know that woman—she isn’t working with you, nor
have you been introduced through mutual friends or drawn to the same activities.
So you must look further afield to encounter her.</div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm;">
So far, so good. Miss LonelyHearts, your humble instructor, approves.
Human connection, love, romance: there is nothing wrong with these yearnings.</div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm;">
Now, you want to become acquainted with a woman you see in public.
The first thing you need to understand is that women are dealing with a set
of challenges and concerns that are strange to you, a man. To begin with, we
would rather not be killed or otherwise violently assaulted.</div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm;">
“But wait! I don’t want that, either!”</div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm;">
Well, no. But do you think about it all the time? Is preventing
violent assault or murder part of your daily routine, rather than merely
something you do when you venture into war zones? Because, for women, it is.
When I go on a date, I always leave the man’s full name and contact
information written next to my computer monitor. This is so the cops can find
my body if I go missing. My best friend will call or e-mail me the next
morning, and I must answer that call or e-mail before noon-ish, or she begins
to worry. If she doesn’t hear from me by three or so, she’ll call the police.
My activities after dark are curtailed. Unless I am in a densely-occupied,
well-lit space, I won’t go out alone. Even then, I prefer to have a friend or
two, or my dogs, with me. Do you follow rules like these?</div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm;">
So when you, a stranger, approach me, I have to ask myself: Will this
man rape me?</div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm;">
Do you think I’m overreacting? One in every six American women will
be sexually assaulted in her lifetime. I bet you don’t think you know any
rapists, but consider the sheer number of rapes that must occur. These rapes
are not all committed by Phillip Garrido, Brian David Mitchell, or other
members of the Brotherhood of Scary Hair and Homemade Religion. While you may
assume that none of the men you know are rapists, I can assure you that at
least one is. Consider: if every rapist commits an average of ten rapes (a
horrifying number, isn’t it?) then the concentration of rapists in the
population is still a little over one in sixty. That means four in my
graduating class in high school. One among my coworkers. One in the subway
car at rush hour. Eleven who work out at my gym. How do I know that you, the
nice guy who wants nothing more than companionship and True Love, are not this
rapist?</div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm;">
I don’t.</div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm;">
When you approach me in public, you are Schrödinger’s Rapist. You may
or may not be a man who would commit rape. I won’t know for sure unless you
start sexually assaulting me. I can’t see inside your head, and I don’t know
your intentions. If you expect me to trust you—to accept you at face value as
a nice sort of guy—you are not only failing to respect my reasonable caution,
you are being cavalier about my personal safety.</div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm;">
Fortunately, you’re a good guy. We’ve already established that. Now
that you’re aware that there’s a problem, you are going to go out of your way
to fix it, and to make the women with whom you interact feel as safe as
possible.</div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm;">
To begin with, you must accept that I set my own risk tolerance. When
you approach me, I will begin to evaluate the possibility you will do me
harm. That possibility is never 0%. For some women, particularly women who
have been victims of violent assaults, any level of risk is unacceptable.
Those women do not want to be approached, no matter how nice you are or how
much you’d like to date them. Okay? That’s their right. Don’t get pissy about
it. Women are under no obligation to hear the sales pitch before deciding
they are not in the market to buy.</div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm;">
The second important point: you must be aware of what signals you are
sending by your appearance and the environment. We are going to be paying
close attention to your appearance and behavior and matching those signs to
our idea of a threat.</div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm;">
This means that some men should never approach strange women in
public. Specifically, if you have truly unusual standards of personal
cleanliness, if you are the prophet of your own religion, or if you have
tattoos of gang symbols or Technicolor cockroaches all over your face and
neck, you are just never going to get a good response approaching a woman
cold. That doesn’t mean you’re doomed to a life of solitude, but I suggest
you start with internet dating, where you can put your unusual traits out
there and find a woman who will appreciate them.</div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm;">
Are you wearing a tee-shirt making a rape joke? NOT A GOOD CHOICE—not
in general, and definitely not when approaching a strange woman.</div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm;">
Pay attention to the environment. Look around. Are you in a dark
alley? Then probably you ought not approach a woman and try to strike up a
conversation. The same applies if you are alone with a woman in most public
places. If the public place is a closed area (a subway car, an elevator, a
bus), even a crowded one, you may not realize that the woman’s ability to
flee in case of threat is limited. Ask yourself, “If I were dangerous, would
this woman be safe in this space with me?” If the answer is no, then it isn’t
appropriate to approach her.</div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm;">
On the other hand, if you are both at church accompanied by your
mothers, who are lifelong best friends, the woman is as close as it comes to
safe. That is to say, still not 100% safe. But the odds are pretty good.</div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm;">
The third point: Women are communicating all the time. Learn to
understand and respect women’s communication to you.</div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm;">
You want to say Hi to the cute girl on the subway. How will she
react? Fortunately, I can tell you with some certainty, because she’s already
sending messages to you. Looking out the window, reading a book, working on a
computer, arms folded across chest, body away from you = do not disturb. So,
y’know, don’t disturb her. Really. Even to say that you like her hair, shoes,
or book. A compliment is not always a reason for women to smile and say thank
you. You are a threat, remember? You are Schrödinger’s Rapist. Don’t assume
that whatever you have to say will win her over with charm or flattery.
Believe what she’s signaling, and back off.</div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm;">
If you speak, and she responds in a monosyllabic way without looking
at you, she’s saying, “I don’t want to be rude, but please leave me alone.”
You don’t know why. It could be “Please leave me alone because I am trying to
memorize Beowulf.” It could be “Please leave me alone because you are a
scary, scary man with breath like a water buffalo.” It could be “Please leave
me alone because I am planning my assassination of a major geopolitical
figure and I will have to kill you if you are able to recognize me and blow
my cover.”</div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm;">
On the other hand, if she is turned towards you, making eye contact,
and she responds in a friendly and talkative manner when you speak to her,
you are getting a green light. You can continue the conversation until you
start getting signals to back off.</div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm;">
The fourth point: If you fail to respect what women say, you label
yourself a problem.</div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm;">
There’s a man with whom I went out on a single date—afternoon coffee,
for one hour by the clock—on July 25th. In the two days after the date, he
sent me about fifteen e-mails, scolding me for non-responsiveness. I e-mailed
him back, saying, “Look, this is a disproportionate response to a single
date. You are making me uncomfortable. Do not contact me again.” It is now
October 7th. Does he still e-mail?</div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm;">
Yeah. He does. About every two weeks.</div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm;">
This man scores higher on the threat level scale than Man with the
Cockroach Tattoos. (Who, after all, is guilty of nothing more than terrifying
bad taste.) You see, Mr. E-mail has made it clear that he ignores what I say
when he wants something from me. Now, I don’t know if he is an actual rapist,
and I sincerely hope he’s not. But he is certainly Schrödinger’s Rapist, and
this particular Schrödinger’s Rapist has a probability ratio greater than one
in sixty. Because a man who ignores a woman’s NO in a non-sexual setting is
more likely to ignore NO in a sexual setting, as well.</div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm;">
So if you speak to a woman who is otherwise occupied, you’re sending
a subtle message. It is that your desire to interact trumps her right to be left
alone. If you pursue a conversation when she’s tried to cut it off, you send
a message. It is that your desire to speak trumps her right to be left alone.
And each of those messages indicates that you believe your desires are a
legitimate reason to override her rights.</div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm;">
For women, who are watching you very closely to determine how much of
a threat you are, this is an important piece of data.</div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm;">
The fifth and last point: Don’t rape. Nor should you commit these
similar but less severe offenses: don’t assault. Don’t grope. Don’t
constrain. Don’t brandish. Don’t expose yourself. Don’t threaten with
physical violence. Don’t threaten with sexual violence.</div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm;">
Shouldn’t this go without saying? Of course it should. Sadly, that’s
not the world I live in. You may be beginning to realize that it’s not the
world you live in, either.</div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm;">
Miss LonelyHearts wishes you happiness and success in your search for
romantic companionship.</div>
</td>
<td style="border-bottom: solid windowtext 1.0pt; border-left: none; border-right: solid windowtext 1.0pt; border-top: none; mso-border-alt: solid windowtext .5pt; mso-border-left-alt: solid windowtext .5pt; mso-border-top-alt: solid windowtext .5pt; padding: 0cm 5.4pt 0cm 5.4pt; width: 152.9pt;" valign="top" width="204">
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm;">
Esto es como empezar cualquier frase con un “con todo respeto…”. No
solo condescendiente, pero también santurrón y arrogante.</div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm;">
Gracias por validar instintos reptilianos tan profundos como
superficial es esta arrogante complicidad</div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm;">
Lo que implica que los hombres NO lidian con reto alguno: ellos
simplemente debieran atender aquellos que las “mujeres” enfrentan.</div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm;">
Gracias, “dios”, no: el asesinato o el asalto sexual no son cosas en
las que pienso TODO EL TIEMPO. Y pensar en ellas todo el tiempo es una
decisión. </div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm;">
Lo mismo con todas las prácticas paranoicas que inmediatamente son
descritas. </div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm;">
Mis actividades, after dark, y por fortuna, no son predecibles. Todo
depende de lo que ocurra after dark. Por fortuna.</div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm;">
Condición que sólo es sin equa non si así se decide. También podrían
pensarse toda clase de cosas y no esa. </div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm;">
¿Fuente?</div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm;">
Y luego: ¿si considero también todas las muertes accidentales o
relacionadas con la diabetes, debería entonces asumir o condicionar mi
tránsito en la vida a eso?</div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm;">
Y luego, todas las posibilidades estadísticas derivadas de todo lo
anterior, por igual. </div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm;">
Oh, you do.</div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm;">
Porque así lo decides. Y lo mismo ocurre con toda aquella gente, de
género indistinto, que se te aproxima. La aproximación es inherente a las
ciudades. A la condición humana. Fear, however, is in the eye of the fear
bearer. </div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm;">
Eso queda clarísimo. Tanto como esa tolerancia es no sólo mínima,
sino claramente psicopatológicamente paranoide. Si todo lo que haces cuando
alguien se te aproxima es medir riesgo, estudia actuaría. </div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm;">
Señales todas que se interpretan desde la subjetividad de quien las
recibe, por lo general. Y conminar a cualquiera a que se ajuste a tus
estándares no nada más es paranoide, sino claramente fascista. </div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm;">
Respecto a los estereotipos ESTÚPIDOS alrededor de los tatuajes o la “limpieza”,
cualquier opinión sería habilitatoria de los prejuicios de esta enferma
mental. </div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm;">
Ah, claro: porque los “malos”, en el mundo maniqueísta de esta
imbécil, tienen una M en la frente.</div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm;">
Demasiado Batman y muy poca serenidad. Medicación necesaria.</div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm;">
Y es que, hasta donde se sabe, los violadores regularmente son gente
conocida y que no necesita de callejones oscuros para actuar. </div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm;">
Más prejuicios mierderos para quien quiera comprarlos. Porque quien
va a misa con mami seguramente es “buena persona”.</div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm;">
Lo mismo aplica para los hombres. En general. </div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm;">
Dijo quién? ¿La que presupone que leer un libro invalida la
receptividad? Gracias, no.</div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm;">
Gracias por la interpretación. Y aunque generalmente es correcta, no
es universalizable.</div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm;">
Gracias por la permisividad no solicitada, de nuevo.</div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm;">
Igual que con los hombres. </div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm;">
Él puede tener un problema. Pero las anécdotas no son argumentos, you
know?</div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm;">
Injertándolo en tu termómetro contextual y paranoide: sí. Cuéntaselo
a quien más confianza le tengas. </div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm;">
Desires to be left alone interpretados por la autora, y generalizados
as well. </div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm;">
Ah, ahora todas las mujeres miden la realidad como la autora? Coño,
qué velocidad de propagación.</div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm;">
Ok. </div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm;">
Cuál mundo? El de Sudáfrica o el de Manhattan? El contexto SÍ
importa, eh?</div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm;">
<br /></div>
<div class="MsoNormal" style="line-height: normal; margin-bottom: .0001pt; margin-bottom: 0cm;">
Y nosotros le deseamos una feliz estancia en la soledad y el
membership rewards titanium de su sex shop más cercana. </div>
</td>
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<br /></div>
Chamirúhttp://www.blogger.com/profile/15170205084317015101noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-9844286.post-30558133723322848042013-03-10T05:09:00.000-06:002013-03-10T15:26:05.364-06:00All in all we’re just another brick in the Facebook Wall.<!--[if gte mso 9]><xml>
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<br />
<div class="MsoNormal">
<br /></div>
<div class="MsoNormal">
<br /></div>
<div class="MsoNormal">
No me hables de tus inclinaciones. Ten tantito pudor y no me
describas a cuántos grados sabes parar el culo. No me digas que te inclinas por
hacer dinero, si no quieres que te llame prostituto. No me digas que te
inclinas por placer. Mucho menos me digas que te inclinas sin placer. Inclínate
por lo que quieras, cuando quieras y con los codos encajados sobre la
superficie que te dé la gana. </div>
<div class="MsoNormal">
<br /></div>
<div class="MsoNormal">
Es difícil encontrarle sentido a la rutina. Y cuando no la
tienes, es difícil encontrarle sentido a la carencia de una. Es difícil
encontrarle sentido a cualquier cosa. Lo he sentido difícil. He sentido
encontrarle, pero no cualquier difícil día. Sólo lo he sentido en algunos. En
esos en los que las cosas –todas—cobran alguno. El mundo entero se transfigura
en un rompecabezas más sencillo que de costumbre, y difícilmente hace sentido
el no querer armarlo y tomarle una instantánea. Instantáneamente, entonces,
desaparece toda dificultad. Todo aquello difícil y que antes te hacía perder la
cabeza –y el sentido—se desmorona sobre un lienzo que tú mismo pintaste,
recortaste, revolviste y luego armaste en escasos quince minutos. </div>
<div class="MsoNormal">
<br /></div>
<div class="MsoNormal">
Sucinto. Sucinta. Su cinta negra en el karate del entusiasmo
y la algarabía lo espera en la ventanilla 2, señor. Su cinto no aprieta lo
suficiente, caballero. Inocuo e inoperante. Insípido e insignificante <span style="mso-spacerun: yes;"> </span>es quien se entrega de brazos abiertos a una
fórmula de éxito, para luego olvidar el propósito originario que lo empujó
hacia semejante sacrificio. </div>
<div class="MsoNormal">
<br /></div>
<div class="MsoNormal">
A mí esas cosas –al igual que los teléfonos de todo el puto
mundo—jamás se me olvidan. Tengo la memoria más arbitraria y pendeja “de la que
se tenga memoria”. Ironías en el pasillo de la correcta sintaxis. Cacofonías
necesarias. Y es que, si no es mediante la grotesca repetición, ¿cómo carajos
podría explicar la condena y bendición de una memoria como esta? </div>
<div class="MsoNormal">
<br /></div>
<div class="MsoNormal">
Hay días que me levanto, y juro que sin inclinación alguna
se me viene un número aleatorio a la cabeza. Siete u ocho dígitos, por lo
regular. Aduzco siempre que esos números “quieren decirme algo” –nada místico,
nada misterioso, pero ALGO—. Y pocas veces descubro lo que es ANTES del primer café.</div>
<div class="MsoNormal">
<br /></div>
<div class="MsoNormal">
Lo malo, es que por lo regular se trata de puras
estupideces. El número de teléfono que tenía <span style="mso-spacerun: yes;"> </span>mi primer celular. La cuenta bancaria de mi
proveedor de gas L.P. La cifra debajo del código de barras de mi recibo
telefónico. La talla de calcetines que Superman compró en la película serie B
que de él se hizo en 1989. Poesía desechable. Epifanía reciclable y compuesta
por cifras absolutamente inútiles. Un cadáver nada exquisito y cuya
arquitectura es más mediocre que la de los cientos y cientos de torres de Babel
que se han mitificado estúpidamente a lo largo de esa ridícula casualidad
geológica-existencial que algunos insisten –oh, ternura- en llamar “la obra de
Dios”. </div>
<div class="MsoNormal">
<br /></div>
<div class="MsoNormal">
Si Dios –o mejor “dios” de una vez, dado que así todos los
creyentes podrán dejar de leer estas idioteces desde ya, en función de lo
absolutamente ofensivo que para ellos resulta el uso de las minúsculas cuando
se trata de su caricaturesco creador- existiera…repito: Si dios existiera, yo
claramente tendría que ser un junior trillonario y carente de preocupaciones o
prioridades mundanas. ¿Por qué? No porque me sienta merecedor de las riquezas y
placeres incalculables que suelen acompañar a los príncipes de todos los buenos
cuentos. Y no porque yo mismo me perciba como un ser superior a los demás
subhumanos que me acompañan: nada de eso. Si su dios existiera yo sería
trillonario porque eso claramente significaría que TODOS a quienes conozco se
lo pasarían “de lujo”. Y ya sé que eso no le haría mucho bien a la humanidad,
Pues si mi vida consistiera en producir un casting permanente de amigos
yuppies, hippies, hipsters, antihipsters, losers, antilosers, artistas,
antiartistas y sencillos mundanos contándome sus aspiraciones y recibiendo
financiamiento para todas ellas (en mi propia Trump Tower de fantasía), sé que,
seguramente, de pronto y mágicamente tendría nuevos y nuevos amigos todos los
días haciendo fila. Y que probablemente botaría toda mi fortuna otorgando becas
sin sentido a las ilusiones más pendejas o más sublimes que me fuesen
presentadas cara a cara en el palacio. Sin otro requisito que el de mirarme a los
ojos y contarme sus deseos, yo, -el junior máximo—le regalaría todo mi
imaginario dinero a los valientes que supieran decirme con toda claridad qué
carajos harían con él. Y quizás entonces me frustraría no poder acompañar a todos
en sus aventuras. O constatar que quizás muchos abandonarían de inmediato esos
sueños para dedicarse a dispendiar tal dinero en sexos, drogas y rockanrroles
mucho más inmediatistas. Pero también sé que TODO eso me importaría un fresco y
absoluto bledo-comino. Nada. Niente. Not a bit.</div>
<div class="MsoNormal">
<br /></div>
<div class="MsoNormal">
Y es que en lugar de despertar recordando teléfonos de
extintas abuelitas (muchas veces ni siquiera mías), mi propósito sería tan
intenso y sencillo que no habría lugar a distracciones o imbecilidades
cognitivas. Y quizás dejaría a un muy bien entrenado y ejecutivo equipo de
asesores que se encargara de decirle que sí a todo el mundo, y me largaría a
cualquier parte, en cualquier momento y sumamente decidido a hacer cualquier
cosa. Podría, finalmente, vivir en intervalos de quince minutos. Preguntándome
siempre –y en toda circunstancia—si allí es donde querría estar y eso es lo que
querría hacer. Y podría decirme a mí mismo que “no” cuantas veces fuera
necesario. Y entonces, haría otra cosa. </div>
<div class="MsoNormal">
<br /></div>
<div class="MsoNormal">
No: muy probablemente no alcanzaría jamás el Nirvana. Y difícilmente
tendría chance, deseo o INCLINACIÓN por volverme un gurú de nadie. Porque
precisamente no juzgaría fantasía alguna: <span style="mso-spacerun: yes;"> </span>Las patrocinaría todas. Sería –no un botarate—sino
EL botarate. Y –si acaso fuera posible—el botarate más anónimo de entre todos
los botarates. Para así poder seguir desayunando paupérrimos tacos de canasta
en cualquier esquina, comiendo fresquísimas angulas en cualquier templo del
dispendio, y cenando besos y champaña entre las piernas de la Atenea que besos
pidiera, o la Afrodita que champaña requiriese. </div>
<div class="MsoNormal">
<br /></div>
<div class="MsoNormal">
<span style="mso-spacerun: yes;"> </span>No me culpen pues,
por mis fantasías. Culpen a su Dios. Él, el omnisciente, omnipresente y
omnipotente –bajo su lógica de insectos culpígenos y obedientes—tiene que ser también
el creador de todos estos desvaríos, ¿no? Y si no él, entonces su palero
demoniaco: da igual. Lo cierto es que si hay un Dios –así, con mayúsculas— ha
de ser francamente aburrido y convencional. Pues en lugar de estarlos becando a
todos, lo que me queda es <i style="mso-bidi-font-style: normal;">inclinarme</i>
por las palabras. Las palabras dulces. Acompañadas de licor, si es posible.
Seguidas por los párrafos: los más pendejos, <i style="mso-bidi-font-style: normal;">los más sublimes, los más perversos.</i> Parafraseando a Les Luthiers.</div>
<div class="MsoNormal">
<br /></div>
<div class="MsoNormal">
Es difícil no inclinarse en estos días -apelmazados de
dioses y delirios- y en los que ya no hay siquiera un Melate incorruptible que pudiera
salvarnos a todos de la mañana siguiente. </div>
<div class="MsoNormal">
<br /></div>
<div class="MsoNormal">
Mañana. Mañana. ¿Cuál será el sueño detrás del número y
detrás de la rutina que me atormente mañana? </div>
<div class="MsoNormal">
<br /></div>
<div class="MsoNormal">
Habré de preguntárselo a mi taza de café. <span style="mso-spacerun: yes;"> </span>Aunque nunca sea ella la que me responde.</div>
Chamirúhttp://www.blogger.com/profile/15170205084317015101noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-9844286.post-71175926074898319932013-01-20T00:01:00.001-06:002013-03-10T15:33:38.593-06:00Do what you gotta do<!--[if gte mso 9]><xml>
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<div align="right" class="MsoNormal" style="text-align: right;">
<i style="mso-bidi-font-style: normal;">The idea is to remain in a state of constant departure while always
arriving. It saves on introductions and goodbyes. The ride does not require
explanations - just occupants</i>.</div>
<div class="MsoNormal">
<br /></div>
<div class="MsoNormal">
<br /></div>
<div class="MsoNormal">
La circunstancia humana no cesa de maravillarme. Es una
condena fabulosa. Es una coincidencia apabullante. Las fortuitas variables geológicas
que favorecieron nuestra existencia son verdaderamente absurdas de tan
milagrosas. Apenas y las millas correctas respecto al Sol. La atmósfera más que
precisa. El escudo electromagnético que nos libra del poder destructivo de
nuestra estrella rectora. El momento planetario adecuado. Y esa historia que –dicen—tiene
apenas 30.000 años, en un escenario que cuando menos lleva 4500 millones de órbitas.
</div>
<div class="MsoNormal">
Estupefacción y justo ahora, cuando las teclas de plástico ceden
rítmicas y caprichosas ante mis dedos y entonces permiten que “diga” todo esto.
Decir a nadie, en realidad. Abrazado como un náufrago cósmico a ese lenguaje que
siempre es algo onanista y autorreferencial. Pues si no era suficiente
coincidencia la condición biológica que nos otorgó un espacio y un tiempo para
vivir–y para colmo, individuados-<span style="mso-spacerun: yes;">
</span>resulta que además se nos dio, aparte, aquello del lenguaje. El código
máximo. La letra fina del Universo: Y es que por más pusilánimes que pudiéramos
sentirnos frente a las especies extraterrestres que pueblan nuestra
imaginación, nadie podría decir que no tuvimos las agallas para ponerle nombre
al infinito. A la inmortalidad. A la trascendencia. Cosas todas que nos son
evidentemente negadas por la propia circunstancia mortal, pero que aprendimos a
abstraer con total solemnidad y desparpajo, desde el principio de los tiempos. </div>
<div class="MsoNormal">
“El principio de los tiempos”, me veo decir (escribir). Ya
sé que es un lugar común sumamente barato, pero no por ello incomprensible. La
efímera oportunidad que supone vivir provoca que todas esas palabras grandilocuentes
sean un tanto cuanto ridículas. Y ya ni hablemos de las explicaciones místicas.
<span style="mso-spacerun: yes;"> </span>¿Cómo es que hay gente que cree en dios
luego de constatar la pésima broma que supone tener un nombre para todo lo “divino”,
mientras se es asquerosamente mortal? ¿Qué no se dan cuenta de que, si el
mentado dios existiera, sería inmensamente cruel al otorgarnos escasas décadas mientras
que hay una historia que TODOS querríamos saber? Saber que vamos a morir sin la
menor posibilidad de enterarnos a dónde va y cómo es que termina la especie
humana, es casi una comprobación de que nadie “en el cielo” se preocupa por
nosotros. </div>
<div class="MsoNormal">
En resumidas cuentas, si su “dios” realmente existe no sería
otra cosa que un sádico descarado. Dotándonos de lenguaje, de música, de poesía,
pero todo acotado a un cascarón absurdamente frágil y con fecha de caducidad
variable, pero segura. </div>
<div class="MsoNormal">
Siempre que me asombro con esto de la individualidad y la
conciencia, no puedo evitar fantasear cómo sería existir si –por ejemplo—fuésemos
dos o tres personas en lugar de una. El que la conciencia sea una y sea única
es algo que me sobrepasa. Despertar siendo dos. Siendo cien. Siendo mil. Con
las respectivas cabezas y con los respectivos culos. ¿Quién definió que nuestra
conciencia tendría que estar delimitada por un cuerpo y sólo uno? ¿Quién dijo
que tendríamos que limitarnos a ser una sola persona, en un mundo poblado por
siete mil millones?</div>
<div class="MsoNormal">
Y luego está la muerte. No puedo dejar de pensarla. Todos
los días. Y cada vez que lo hago me invade una angustia tremebunda. Imaginar la
muerte es imaginar la nada. El switch que flagrantemente “te bajan” y entonces
ya no hay palabras, ni poesía, ni cocina ni música. Ya no estás tú y sólo tú
percibiendo el tiempo desde atrás del escenario. Se termina todo. Incluso la
palabra “todo”. Todo. </div>
<div class="MsoNormal">
¿Llegará esa resignación de la que se habla y se escribe
cuando alguien trata el tema de morir? ¿Será posible cerrar los ojos para
siempre, desde esa fantasía en la que todos “morimos de viejos”, y dejarse ir?
¿O cómo será morir súbitamente? ¿Qué ocurrirá en la cabeza de los que se mueren
–por ejemplo- en una explosión violenta e instantánea? ¿Alcanzarán a decir,
siquiera, “puta madre, ya fue…”?</div>
<div class="MsoNormal">
<span style="mso-spacerun: yes;"> </span>Imagino también un
futuro recóndito. Miles. Millones de años adelante. Es clarísimo que nuestra
especie se extinguirá, como todas. Y probablemente antes de lo esperado. ¿Qué
será de los libros entonces? ¿Qué será de las pinturas? ¿Qué pensarán los
exploradores cósmicos cuando lleguen hasta nuestras ruinas? ¿Qué creerán que es
un DVD? ¿Entenderán que para verlo se requiere un lector óptico láser, o
pensarán que en realidad era un utensilio ideado para la fornicación?<span style="mso-spacerun: yes;"> </span>¿Y nuestros iPods y nuestros mp3? ¿Sabrán los
alienígenas milenarios que ese cúmulo de ceros y unos en realidad es algo que
debe escucharse y reproducirse con total atención? </div>
<div class="MsoNormal">
Llegarán esas formas vivientes a la superficie de nuestro
planeta. Para entonces, toda nuestra “arquitectura” ya habrá sido engullida de
vuelta por las plantas, los océanos y los ríos. Quizás los edificios más
venturosos sobrevivan a la reasimilación. Rascacielos reposarán raudos en las
ramblas perdidas de la humanidad. Y esos alienígenas, cuyas conciencias quizás
no estén encadenadas a ser individuales sino colectivas, los mirarán con
asombro. En algún lado sobrevivirán fotografías y memorias. Las mirarán
estupefactos, incapaces de entender las sonrisas o el orgullo de aquellos que
fueron retratados millones de años atrás. No entenderán el abrazo voluptuoso
del padre que es fotografiado junto a sus hijos. O la belleza de esos pezones
que se medio intuyen detrás de la camisetita que la extinta protagonista de los
retratos tuvo a bien ponerse el día en que perpetuó su imagen hasta el infinito.</div>
<div class="MsoNormal">
Vivir no es otra cosa, pues, que la algarabía o el espanto ante
lo fútil. La resignación frente a la finitud y la brevedad. La encomienda por
hacer origami con el tiempo, pues –a pesar de que 70 o 25 años no sean sino una
brizna de existencia junto a la longevidad de las piedras- hay instantes ahí en
el medio que pueden desdoblarse, con toda calma-con toda parsimonia, y que desdoblándose logran convertirse en la mismísima eternidad. </div>
<br />Chamirúhttp://www.blogger.com/profile/15170205084317015101noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-9844286.post-77967734829476209972012-03-03T17:47:00.004-06:002012-03-03T18:01:16.742-06:00Elegía a Ramon SijéSi algo me deja perplejo en este mundo, es percatarme de que Miguel Hernández se murió con 32 años, y habiendo producido toda su obra poética entre los 20 y los 30.<br /><br />Sí, Mozart, Janis Joplin, Jim Morrison y Jimmy Hendrix se murieron todos a los 27 años. Y yo, cuando cumplí 27, me dí un minutito de genialidad que no llegó, (o dejé ir abruptamente) Todos ellos músicos y compositores se cuadran ante lo de Miguel.<br /><br />Lo de Miguel Hernández impresiona todavía más. Es una madurez absolutamente inexplicable.<br /><br />Es algo así como esto:<br /><br /><blockquote></blockquote><table><tbody><tr><td valign="top" width="50%"><span style="font-family:Verdana;font-size:85%;">"Yo quiero ser llorando el hortelano<br /> de la tierra que ocupas y estercolas,<br /> compañero del alma, tan temprano.<br /> <br /> Alimentando lluvias, caracolas<br /> y órganos mi dolor sin instrumento,<br /> a las desalentadas amapolas<br /> daré tu corazón por alimento.<br /> Tanto dolor se agrupa en mi costado<br /> que por doler me duele hasta el aliento.<br /> <br /> Un manotazo duro, un golpe helado,<br /> un hachazo invisible y homicida,<br /> un empujón brutal te ha derribado.<br /> <br /> <span style="color: rgb(153, 0, 0);">No hay extensión más grande que mi herida,</span><br style="color: rgb(153, 0, 0);"><span style="color: rgb(153, 0, 0);"> lloro mi desventura y sus conjuntos</span><br style="color: rgb(153, 0, 0);"><span style="color: rgb(153, 0, 0);"> y siento más tu muerte que mi vida</span>.<br /> <br /> Ando sobre rastrojos de difuntos,<br /> y sin calor de nadie y sin consuelo<br /> voy de mi corazón a mis asuntos.<br /> Temprano levantó la muerte el vuelo,<br /> temprano madrugó la madrugada,<br /> temprano estás rodando por el suelo.<br /> <br /> No perdono a la muerte enamorada,<br /> no perdono a la vida desatenta,<br /> no perdono a la tierra ni a la nada.<br /> <br /> </span></td> <td valign="top" width="50%"><span style="font-family:Verdana;font-size:85%;">En mis manos levanto una tormenta<br /> de piedras, rayos y hachas estridentes<br /> sedienta de catástrofes y hambrienta.</span> <p><span style="font-family:Verdana;font-size:85%;"><span style="color: rgb(102, 0, 0);">Quiero escarbar la tierra con los dientes,</span><br style="color: rgb(102, 0, 0);"><span style="color: rgb(102, 0, 0);"> quiero apartar la tierra parte a parte</span><br style="color: rgb(102, 0, 0);"><span style="color: rgb(102, 0, 0);"> a dentelladas secas y calientes.</span><br style="color: rgb(102, 0, 0);"> <br style="color: rgb(102, 0, 0);"><span style="color: rgb(102, 0, 0);"> Quiero minar la tierra hasta encontrarte</span><br style="color: rgb(102, 0, 0);"><span style="color: rgb(102, 0, 0);"> y besarte la noble calavera</span><br style="color: rgb(102, 0, 0);"><span style="color: rgb(102, 0, 0);"> y desamordazarte y regresarte.</span><br style="color: rgb(102, 0, 0);"> <br style="color: rgb(102, 0, 0);"><span style="color: rgb(102, 0, 0);"> Volverás a mi huerto y a mi higuera:</span><br style="color: rgb(102, 0, 0);"><span style="color: rgb(102, 0, 0);"> por los altos andamios de las flores</span><br style="color: rgb(102, 0, 0);"><span style="color: rgb(102, 0, 0);"> pajareará tu alma colmenera</span><br /> <br /> de angelicales ceras y labores.<br /> Volverás al arrullo de las rejas<br /> de los enamorados labradores.<br /> <br /> Alegrarás la sombra de mis cejas,<br /> y tu sangre se irá a cada lado<br /> disputando tu novia y las abejas.<br /> <br /> Tu corazón, ya terciopelo ajado,<br /> llama a un campo de almendras espumosas<br /> mi avariciosa voz de enamorado.<br /> <br /> A las aladas almas de las rosas<br /> del almendro de nata te requiero,<br /> que tenemos que hablar de muchas cosas,<br /> compañero del alma, compañero."</span></p></td></tr></tbody></table>Chamirúhttp://www.blogger.com/profile/15170205084317015101noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-9844286.post-41945053412691580242012-02-24T03:18:00.011-06:002012-02-24T06:41:48.118-06:00Espejito, espejito...Todavía recuerdo cuando abrí esta chingadera de blog en el 2004, ahogado en un dolor nauseabundo, pero también pudoroso de no vomitarlo con demasiado narcisismo (sin éxito). Y es que días antes de abrirlo, acababa de ocurrir el tsunami de Tailandia y Asia septentrional, así que mis pinches dolores semiadolescentes y pendejos de entonces parecían casi insultantes ante los 200,000 muertos (que luego fueron mucho más, creo) y que se contabilizaban por ahí de esos días.<br /><br />***<br />Muy de vez en cuando me doy una vuelta por la que era mi mente en esos tiempos. Y es que -francamente- me da bastante penita ese tour, tengo que admitirlo. No porque mi narcisismo, que aún claramente perdura, me diga que yo debí estar haciendo o diciendo otras cosas en esos momentos. Sino más bien porque reconozco, y a la vez encuentro extrañamente ajeno, a ese personaje que era yo a mis escasos 24 o 25 años. Y honestamente me caga la madre.<br /><br /><br />Eso de no querer leer al yo de antes es, no cabe duda, como cuando uno no quiere verse en el espejo, a sabiendas de que el reflejo en turno está poco menos que de la chingada. Claro que, extrapolado sobre el tiempo, el espejo que te lleva a la que era tu mente de otras épocas, en ocasiones es mucho peor y más cruel que el que pudieras encontrarte hoy (pues hoy, precisamente, ya también te das las mismas licencias y te sientes medianamente en lo cierto respecto a ti mismo). Ya me decía mi loquero que el espejo siempre miente. O que en el espejo siempre nos veremos distintos a como somos. Es lo mismo.<br /><br />***<br />Lo que empezó principalmente por las puras ganas de seguirle la corriente a mis amigos blogo-Tijuaneros y a los otros muchos blogofílicos que azuzaban mi envidia o me llevaban incidentalmente a encender mis cachondeces fantasiosas con las blogueras de aquel entonces ( y le daría la mención honorífica a una de ellas, pero lo malo es que sigue activa y "no vaya a ser" que se entere); lo que comenzó con unos párrafos malescritos en minutos y que no tenían rumbo ni coordenadas coherentes, acabó por volverse -como para todos los que estuvimos entonces- un delicioso vicio. Y por más vergüenza que hoy me dé el mirarme en las páginas de aquel entonces, sería muy hipócrita negar que durante varios -muchos- años este blog se convirtió en una extensión bastante honesta -o cuando menos congruente- de mí mismo.<br /><br />Conocí, en el proceso, a mucha gente verdaderamente deliciosa, frondosa, brillante, magnífica. Y toda inmersa en ese jugo impúdico e impertinente que resultaba ser la "blogósfera" de mitad de la década pasada (y también conocí a la bloguera esa, que -por cierto- resultó ser más deseable todavía en su carne y hueso, que lo que jamás será en sus personajes digitales).<br /><br />***<br />La cosa es que cuando en aquel entonces alguien me cuestionaba por qué demonios le encontraba placer alguno al bloguerismo intensivo, yo siempre respondía que -más allá del clarísimo beneficio de andar histeriqueando sexualmente con seres virtuales más o menos apetecibles- lo que me parecía que estaba por encima de todas las chaquetas mentales, era la posibilidad que seguramente surgiría años después (por ejemplo, ahora) de "leerme en el pasado" y entonces recapitular respecto a lo mucho -o poco- que quizás habría cambiado mi forma de ver el mundo, o de vivirlo a través de mi propia descripción de esa experiencia. Decía entonces que quizás así podría tener una prueba fehaciente de mis decadencias y mis epifanías: El poder mirar atrás como quien mira su propio diario adolescente y ridículo, y encontrar los puntos de convergencia y divergencia con el <span style="font-style: italic;">self </span>del futuro. Y así trazar más o menos claramente el rumbo por el que cada quien había llevado su vida y sus decisiones. En ese punto -justamente- debo decir que no me equivoqué: Para bien o para mal, toda esa fantasía de autoanálisis resultó más o menos cierta.<br /><br />***<br />Y no digo "para mal" porque me arrepienta de nada significativo. Digo "para mal" porque, de hecho, no sólo es que me lea a mí mismo tan estúpidamente categórico en muchos textos (los que más pena me dan, probablemente) o tan ridículamente poetuitero (valga la expresión actual) en otros. Digo "para mal" porque sin duda me genera mucha culpa y frustración el no haber persistido en la disciplina de vomitar con la frecuencia e intensidad que lo hacía entonces, y por dejar ese hábito tan inofensivo y dedicarme mejor a ser un esclavola contemporáneo. "Para mal" porque, poetuitero o no, cuando menos entonces era congruente con mi deseo de ir dejando migas de pan en el camino a casa de esa bruja antropófaga que resultó ser mi vida "adulta", tiempo después. Bruja que a diferencia de la que pensaba zamparse a los dichosos Hansel y Gretel, nunca encontró su extinción justito antes de engullirme, como en el cuento. Ésta brua me engulló y lo hizo (lo hace) varias veces (al día) y aún ahora me sigue rumiando como una cabra frenética y que no acaba por cagarme de una vez por todas en el retrete mentolado de su castillo de caramelos.<br /><br />***<br />A todos los que fuimos criados con una pizca de Hansel y Gretel, nos queda claro que las migajas ingenuamente vertidas por Hansel sobre el sendero del bosque en que iban a abandonarle para siempre, no eran más que una ilusión muy bien intencionada y bastante estúpida por volver a los brazos de esos mismos abandonadores que le habían traicionado. Y claro: los buitres, los cuervos y los otros muchos animales del camino bucólico aquel, siempre estuvieron (y estarán) esperando al que pretenda dejarse indicios a sí mismo para encontrar el camino de vuelta a un lugar que no existe.<br /><br />Cuando leí el "Viaje a Ixtlán", en el clímax de mi apetito mágico de la adolescencia temprana, obviamente no entendí del todo ese final tan aparentemente lúgubre en el que el ficticio Castaneda descubría -amargamente y siendo objeto de todas las posibles burlas de su "gurú" Don Juan- que no había tal cosa como el regreso. A ninguna parte. Y que una vez que se tomaba esa senda, no importaban las migajitas y los signos que uno quisiera dejarse a sí mismo en el trayecto, pues luego de partir no existía más la vuelta a casa (guiño casi psicodélico a los pobres chanchos de engorda que resultaban ser Hansel y Gretel) pues uno no puede volver a esa "casa" ni a ese lugar que resultaba ser uno mismo, años atrás, porque sencillamente, luego de muchas decisiones, todo lugar previo cesa de existir para hacerle espacio al próximo. Y al próximo.<br /><br />***<br />Lo mismo pasa ahora, con el blog y con sus migajas. No han sido propiamente engullidas por nadie, y sí, permanecen ahí, pero ya prácticamente han perdido todo significado capaz de devolverme a quien fui yo al momento de vertirlas. Y no, no es que nostalgice en lo absoluto respecto a volver a ser tan ridículamente categórico como lo era hace seis o siete años. Todo lo contrario: es más una nostalgia de esas estériles pero frecuentes y sabrosas, y que se vienen cada vez que uno siente ganas de haber sabido más cuando no supo, o de haber podido ser un tanto más parecido a como es ahora, pero justo mentalizándose como pasajero de esos pasados imberbes en los que hizo mal todo aquello que hizo porque simplemente lo consideró cierto y "natural" respecto a sí mismo. Esa sí una gran chaqueta mental (sin duda mi término favorito en todo el caló chilango que jamás haya existido). No mamadas.<br /><br />***<br /><br />No es que a nadie de los que nunca leerán esto, le importe un pepino mi postura actual. Pero hoy sí que me siento mucho más claro que entonces, aunque no escriba tanto sobre ello y sin duda ya no lo haga de forma tan medida y tan "bonita" como en alguna u otra ejecución lo logré cuando este blog aún respiraba. Y sin escribirlo tanto, hoy más bien lo vivo mucho más y mucho mejor. Congruente con la noción de que todos esos aparentes "clichés" que entonces le atribuía a los treintas y a los treintones, son mayormente ciertos: Las crudas sí son mucho peores. Las pedas son también, mucho menos frecuentes e intensas. El sexo es notablemente más escaso, aunque no por ello peor. Los maestros que detestaba en la adolescencia, muchos son ya figuras que introyecté felizmente en mi cabeza y que hoy respeto con una nostalgia muy agradecida. Procuro no sentir o comportarme como si lo supiera todo o como si aquello que siento tuviera que ser, necesariamente, lo que debieran sentir los otros. He descubierto también los famosísimos "pequeños placeres", pero no por ello me considero un conformista que haya abandonado sus motivaciones, aunque quizás sí sus ideales más grandilocuentes y narcisistas. He aprendido a amar ciertas partes de mi trabajo, ciertos procesos de mi propio pensamiento. Tengo menos miedo a equivocarme porque sé que me equivoco bien y con frecuencia y aún así me lo permito y me lo perdono. También sé pedir perdón. Y no a la virgen, los ángeles ni a ningún otro amigo imaginario, sino a las personas. A las personas que como yo, también se equivocan y equivocándose todavía se sienten en lo correcto. Todo bien, vaya. Sin querer escribir libros de superación personal y todavía desdeñándolos, pero otorgando el beneficio de la duda y la cortesía de la disculpa tanto a los otros, como a mí mismo.<br /><br />***<br />Me falta hacer y me falta vivir un montón inenarrable de cosas. Y sin llevar una lista de ningún modo precisa, hoy sé seguir mucho más mi propia pasión. No está aún en el lugar ni en el momento que me gustaría. Todavía me restan (si se puede) varios años de "vivir una juventud medio infame con tal de lograr una vejez digna". Pudiera parecer claudicación, pero no lo es. Porque debajo de las formas de hoy y del escaso chance que me dejo para sentir, gozar o escribir disciplinadamente y en un puñetero blog todo aquello que me pasa por la cabeza, la realidad sigo siendo el mismo, pero no. Soy el mismo que es también otro. El espejo presente que se pone de acuerdo con el otro espejo pasado. Y es que los espejos, si algo, saben hacer, es ponerse de acuerdo.<br /><br />Aunque (se) mientan.Chamirúhttp://www.blogger.com/profile/15170205084317015101noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-9844286.post-63467106871489423902012-01-21T05:52:00.004-06:002012-01-21T07:06:55.058-06:00Credo freelancero.Me queda clarísimo el abandono cuasitotal en el que tengo a este espacio de evacuación que en otros tiempos era patio de recreo. No es falta de impertinencia ni de ganas, debo decir, lo que me ha mantenido lejos de musitar letras a regañadientes. Tampoco es que no tenga nada que decir o que evacuar (mucho menos eso). Tampoco es que "haya perdido la fe" en los blogs (misma que fehacientemente podrían constatar que nunca tuve) o que "ahora esté más concentrado en Twitter".<br /><br />La realidad es que me siento despojado de la capacidad de escribir esos textos largos (y muchas veces muy confusos) que antes me salían con toda naturalidad. Es muy probable que Twitter tenga algo de culpa, si considerásemos que la fragmentación en 140 caracteres pudiera hacerle daño a alguien. Pero la verdad es que estoy ocupado. Y no ocupado como antes lo estaba: ahora sí, muy ocupado. Resulta que me decidí (de una vez por todas) a ser "free lance".<br /><br />Hay muchas mentiras contenidas en la esclavitud contemporánea. Innumerables, de hecho. Si empezáramos enumerando la cantidad de sueños (chaquetas) guajiros (mentales) que se sobrevienen con la capacidad de consumo (compras compulsivas) que acarrea el tener un trabajo más o menos bien remunerado, no acabaríamos nunca. Y es que, como bien se dice ahora en algunos afiches "contestatarios" de las redes sociales, no se debería (nunca) equiparar el nivel de consumo con la calidad de vida. Y sin embargo, lo hacemos. Lo hago. Lo sigo haciendo. Probablemente, además, lo seguiré...<br /><br />Me resisto a pensar que "me han llegado al precio", sin embargo. Hoy bien podría estarme embaucando en créditos o compras falaces, mañana mismo, y decididamente no lo hago. Quiero pensar que es porque -en realidad- tengo un objetivo ulterior-superior-sublime, y que es el que me conduce a diario, cual si fuera el hilo mesiánico en la madeja de Ariadna, a través de este asqueroso laberinto corporativo que debo enfrentar todos los (laborables) días.<br /><br />Puede todo ello, sin embargo, ser una vil y masturbatoria (perdón, pero no hallo otro adjetivo) justificación. Puede ser que en realidad "me han llegado al precio". Y que toda esta resistencia no sea más que una pantalla que preciso para mí mismo con el afán de hacerme la vida más llevadera en los andamios de la mentira. Y, SIN EMBARGO, me resisto también. Me resisto violentamente a creerlo. Me niego a decir que así es...<br /><br />El objetivo ulterior-superior-sublime sigue allí. Es cada vez menos idealista y grandilocuente, eso sí. Hoy ya no creo que mis palabras puedan o deban convencer a nadie distinto a mí mismo. Quizás por ello evacúo menos en este blog (público) y más en mi universo (privado). Pero no por eso dejo de pensar o de actuar en favor de aquello que creo. Y creo en cosas muy similares a las que he creído siempre. Existe ese "core", ese núcleo de creencias, ese último dígito y común denominador del que he hablado siempre con aquellos que me conocen bien: Aquello que se mantiene puro e impoluto a pesar de las propias incongruencias "operativas" de la vida. Eso de lo que uno no se puede despojar jamás, por más que lo desee. Por más que lo intente. Por más que lo haga, incluso...<br /><br />Entonces me detengo un segundo sobre mis paranoias masturbatorias, y me lo pongo todo claro (a mí mismo, principalmente). Para ello, siempre funciona escribir un credo:<br /><br />1. Creo en un mundo menos cruel. Menos pragmático. Menos salvaje en su aproximación a lo que desea. Un mundo en el que el bienestar de unos no implica la pauperización de otros. Un mundo en el que amarse trasciende toda cursilería y se convierte en verdad inmanente. Un mundo en el que hacerlo está por encima de toda ideología y creencia y significado personal. Un mundo que no rechista respecto a quién o qué es lo que nadie ama, porque comprende que en el amar está el ser, en sentido filosófico, y luego entonces, deja de chingar y burlarse de lo fútil o estúpido que pudiera ser ese camino.<br /><br />2. Creo en los significados y los preceptos que reposan bajo el término "izquierda". Pero no por ello creo en "la izquierda" como entidad política real-actual ni mucho menos mexicana. Creo que la desigualdad, sin duda alguna, es el gran problema social que ha acarreado esta contemporaneidad en la que vivimos. Creo en la innegable estupidez de quienes afirman categóricamente que los jodidos son jodidos porque quieren. Creo en la necesaria firmeza que hay que adoptar para que esos imbéciles categóricos se enteren que la vida no es así: que hay gente, a escasos kilómetros-minutos de todos ellos, que en una o dos semanas han trabajado más de lo que muchos lo harán en toda su vida y que, oh ironía, son y están y seguirán estando y siendo "jodidos", sin deberla ni temerla. Creo en un camino político que acuse esas cuestiones como las más importantes del mundo, y comience o termine por hacer algo al respecto. Y creo en que todos, los guapos y los feos, los jodidos y los pudientes, los enérgicos y los huevones, estamos donde estamos y somos lo que somos no por virtud o defecto, sino por circunstancia. Y de cada quien depende luchar contra la circunstancia o mamar comodinamente de ella. Elijo lo primero, aunque a veces haga lo segundo.<br /><br />3. Creo en la muerte. Es lo más creíble de la vida, de hecho. Se le ve por todas partes. A todas horas. Aunque sea siempre aplicada y definida por los otros. Sin embargo, sé que está. Sé que nos espera. Sé que se nos viene, encima, por debajo, como sea. Pienso constantemente en cómo será el instante en el que todo deje de existir para mí, en mi cabeza, y por ende, para siempre. Por siempre. De forma total, como no es, irónicamente, la conciencia. Creo, fervientemente, que vivir es un atributo de la conciencia y que por ende es un fenómeno causal y limitado. Vivimos en nuestra mente y por ende vivimos en lo parcial. Somos un punto ridículo e infinitesimal en una gigantesca esfera que hemos decidido llamar "universo". Pero morimos de forma total y absoluta. Es una balanza bastante injusta, si me lo preguntan. Condenados a darle significado a las cosas, todo por culpa del maldito lenguaje, esperamos más o menos hiperactivamente el momento en el que TODO habrá de terminarse. Creo en que las probabilidades de que algo de esa conciencia permanezca son ridículamente bajas. Quisiera creer otras cosas. Es más: me dan una envidia inenarrable todos aquellos que logran creer que existirán después de morir. Pero no puedo. Creo que todo se irá. Nosotros. Lo que pensamos de nosotros. Nuestras madres. Nuestros hijos. Nuestros amantes. Alguien apagará la luz y dejaremos de preocuparnos (aunque también de ocuparnos). ¿Ya habré amado lo suficiente el día de hoy? ¿Ya habré sido lo suficiente esta madrugada? Parece imperativo preguntárselo a uno mismo, a diario, a toda hora. Parece, digo. No lo sé de cierto.<br /><br />4. Creo en los pleitos. En la pasión. En el conflicto. En el rascar y rascar las telarañas del ser hasta que sangren un poco de motivos. De ahí que se me tacha siempre de impertinente. Lo soy. Prefiero ser incómodo que prescindible. Prefiero ser molesto que insignificante. Y no es por hacerle el camino más difícil a nadie: no. Es más bien este deseo de tocar el corazón de aquellos que -circunstancialmente, si se quiere- resultaron vivir y ser en mi mismo cuadrante. Cuando muera (algún día, quizás pronto, quizás no) y si alguien que me odie termina por leer esto, que sepa que toda mi rudeza y descontrol no fue calculada ni maquiavélica. En general, todo ha sido con el afán de tocar el corazón o las entrañas de aquellos que me rodean. Nunca, por más grosero o violento que se me haya visto, he querido despojar a nadie de sus ganas de ser, amar, seguir viviendo. Y dudo mucho que en algún caso haya logrado tal cosa. Pero lo digo por si así fue. Nomás tantito.<br /><br />5. Creo en el amor como ejercicio del ser tanto como creo en el dolor como ejercicio del estar. No existe el uno sin el otro. No es el ser-amar un camino "perfecto" y despojado de dolor, como todos lo sabemos. Es más bien todo lo contrario: porque ser-amar siempre está acotado por el ser-amar de los otros. Y es ahí donde sobreviene el dolor y donde tanta gente se ha montado (y se monta) para negarle todo sentido a la vida o -quizás- incluso suicidarse. Yo, personalmente, creo que el suicidio es una gran trampa capitalista y absurda, aun cuando puedo entender que haya mucha gente que a diario lo considere o lo ejecute. Para mí, el suicidio es impensable. Sin importar el estadío de dolor-estar al que el ser-amar pudiera llevarme, jamás podría encontrar el suicidio como alternativa o escape. Y sé que hay estares meritorios de mucho desprecio. He visto morir grandes amores de otros. He visto morir también grandes amores míos. He perdido yo mismo toda esperanza en seguir respirando, por momentos. Y lo comprendo. Pero nunca, jamás, podré justificarlo. O cuando menos no como un camino para ser-amar. Quizás sólo por el afán de lastimar a quienes se quedan aquí. Un último ser-amar quizás, pero demasiado volcado sobre sí mismo. Y ese hecho lo hace aún menos justificable, si me lo preguntan.<br /><br />6. Creo en la ligereza. En las pequeñas cosas. En los pequeños placeres. Las pequeñas muertes que simulan ciertos orgasmos. Los pequeños renacimientos atados a ciertos postres, a ciertos besos, a unos cuántos pasteles. Creo en la imperiosa necesidad de no andar escribiendo credos para gozar de la vida. Creo en callarse y suspirar. Creo en no saber callarse pero también desearlo, y suspirar. Creo en dejar de pensarlo todo, aún si no sepa cómo. Creo en la poesía que no pretende explicarlo todo. Creo en imágenes y en fantasías. Creo en las nubes cuando se callan, porque están como presentes, y en su presencia no hay nada. Nada sino nubes. Formaciones vertiginosas de aire colorido. Transparencias potenciales. Silencios esperando a ser vividos. Balsas de viento abalazándonse sobre un mar de preguntas. Respuestas que no existen. Caminos que nadie conoce.<br /><br />Senderos<br />que<br />no<br />serán.<br /><br />Y sobre todos ellos,<br /><br />la calma.Chamirúhttp://www.blogger.com/profile/15170205084317015101noreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-9844286.post-23589173382577830502011-08-06T05:26:00.010-05:002011-08-06T06:33:49.316-05:00No hay tal lugar: Desvariaciones sobre la utopía.Algunas personas no entienden cómo es que alguien puede pasarlo muy bien cuando se sienta en la esquina de la vida y mira a la gente bailar-cantar-gozar, "a grito pelado". Esa es la razón fudamental por la que bichos raros como yo somos siempre acorralados y apuntados con el dedo en las fiestas. Desde las infantiles hasta las neo-adolescentes: "¿Pero es que Rigofredito no baila o por qué es que se la pasa ahí "milando como el chinito"? ¿Es que está triste o qué le pasa?<div><br /></div><div>***</div><div><br /></div><div>Bueno, pues no. Breaking news: No siempre que Rigofredito coloca su culo en la silla de la esquina y se pone a pensar, es que Rigofredito anda triste. Menos cuando Rigofredito canta "jondamente" las mismas rolas que esos implacables jueces de Rigofredito andan bailando, y además lo hace sonrientemente. Es nomás, acaso, que Rigofredito no quiere o no sabe bailar. O que Rigofredito prefiere cantar (antagonista perenne del mariachi loco, que quiere bailar) y sin embargo, se la está pasando muy bien. Y ya vendría siendo hora de que todos dejemos en paz a Rigofredito: Si de verdad estuviese sufriendo irremediablemente, seguro que ya estaría en su casa o se habría abierto las venas en esa, su sillita de la esquina. Pero no: la realidad es que contemplar y envidiar silenciosamente la simpleza latente en la felicidad de otros, no siempre es un signo de amargura ni tampoco un voyeurismo pusilánime. ¿Qué no la belleza 'is in the eye of the beholder'? Pues bueno, bellos, ustedes déjense mirar que si no aquí nadie documenta un carajo para la posteridad...</div><div><br /></div><div>***</div><div>Varias veces estuve a punto de poner "Rigobertito" en lugar de "Rigofredito" en el párrafo anterior. Y -evidentemente- también podría poner "yo" en lugar de todo eso. Y no es que se me halle SIEMPRE en la silla de la esquina. Algún tiempo quizás sí, quizás era esa contemplación mi única forma de incorporarme a los rituales de felicidad de los otros. Algún tiempo, quizás, me sentía absolutamente imposibilitado -ya por pudor o por narcisismo- para levantarme de la silla y colaborar con el frenesí de los brincoteos. Hoy, francamente, puedo hacer lo que me plazca. Hay días que las ganas me obligan a levantarme desde temprana hora de la susodicha silla, y entonces nadie documenta pero todos gozamos por igual. Otros días, sin embargo, y quizás los más melalcohólicos de todos, prefiero mirar en pequeñas dosis, y luego ponerme a pensar. O a desear. O las dos cosas al mismo tiempo. Da igual, pues no es receta. (Las recetas, dijo Lu esta tarde, son incapaces de documentar lo espontáneo o lo fortuito. No se puede hacer otra cosa que asentir ante esa implacable verdad, y luego callar o ponerse a bailar, o todo lo contrario). </div><div><br /></div><div>***</div><div>Han sido días raros, estos últimos. Me he puesto a leer estas cosas que llevo escribiendo desde hace siete años, y honestamente no me reconozco en muchas partes. Más allá de la crítica atroz que siempre hago de mí mismo, el problema aquí no es de forma, sino de fondo. Es esto de no "escucharse" en la propia voz. Revivirla con la mente, pero sentirla ajena, de todos modos. Y así es como me siento hoy, y me sentí ayer, o me sentí ayer noche en mi silla de marca Rigofredito. Sorprendido quizás de algunas líneas, de algunos párrafos, de algunos momentos muy reconocibles de todo ello, pero -sobre todo- sorprendido de lo mucho que uno va cambiando bajo el caudal de los días y el flujo impostergable del tiempo: ¿De verdad ese soy yo? ¿De verdad apenas han pasado tan pocos años? ¿Será que esos pocos años en realidad son muchos?</div><div><br /></div><div>***</div><div>De vuelta en 2004 o 2005, recuerdo bien lo que pensaba -ideológicamente hablando- de estos ejercicios de exhibicionismo semántico que resultan ser los blogs (y hoy los tuiters más lo que se acumule en la semana). Me decía a mí mismo que estas cosas tendrían que funcionar como espejos en algún momento. Como lugares de la mente que se quedaban trazados -mal o bien- encima del tiempo. Y no me equivocaba ni tantito. </div><div><br /></div><div>Sin embargo, nunca preví lo inmensamente distinto que me sentiría en tan poco rato. Imaginaba escenarios mucho más longevos: Leer tus tonterías entrando a la tercera edad -tal vez- y sintiendo una suerte de empatía y ternura por ese personaje que eras apenas entrado en los veinte. Craso error. Ni tan longeva la lectura, ni tan empática la interpretación, ni tan entrado en los nada como hubiera querido: Simplemente resulta igual a leer algo que escribe OTRA persona. Y aunque si bien se dice que científicamente se cambia enteramente de células cada siete años y que -en términos prácticos- se es otra persona, yo hasta hace muy poco pensaba que esas eran exageraciones y que "en el core, en el núcleo de la personalidad (o del alma, si se prefería) la gente seguía siendo siempre la misma". Y no es tanto así. Al menos, no para mí. </div><div><br /></div><div>***</div><div>Van casi siete años desde que inicié este ejercicio. No importa si mi lectura de ese espacio temporal es cualitativa o cuantitativa. Me queda claro que -también- año con año escribí menos hasta llegar a los puntos de incipiente compromiso que caracterizan a los últimos tiempos de este blog. Pero no es "lo tupido, sino lo duro", debo decir. Hace seis años quizás escribía toneladas de epifanías desechables cada semana, todas ellas medianamente homogéneas. Hoy tal vez escribo tres por año, y sin embargo, cada una más heterogénea que la otra y absolutamente alejada de aquellas originales de entonces. Y no es que se trate de una sensación de "total pérdida de sentido" la que me aturde ahora, aun cuando bien podría describirla así, sino de un terror fundamentadísimo de sentirme tan distinto a mí mismo. Eso es lo que me inquieta. Eso es lo que me coloca en mi propia silla en el rincón, y dispuesto a mirarme hacer lo que antes ocurría sin que la voluntad interviniese siquiera. </div><div><br /></div><div><br /></div><div>***</div><div>Me queda claro que este ya es un texto muy largo. Y que muy probablemente nadie lo habrá leído hasta aquí y que sin duda me lo estoy escribiendo mucho más a mí mismo que a esa fantasía de otredad a quien le escribía hace siete años. Importa un carajo, en verdad. Tengo que admitir lo distinto que me siento a mí. Y sin embargo, tengo que admitir también lo parecido que me sigo sintiendo a algunas obsoletas entelequias que me escribí unas cuantas veces, yo solito: "El amor es el trayecto". Esa la primera y que sigue siendo única e indivisible en mi vida. "Cortadita de papel": La segunda y quizás la más importante de todas. La que admite que el dolor propio, por más pendejo y pusilánime, siempre duele más que todo el dolor ajeno que las palabras permitan o no permitan imaginar. "Laberintos", por último: La terrorífica noción de que hay cosas que sólo haciéndolas ocurren, por más que las pensemos o nos empeñemos en decirlas poéticamente o con chilaquiles encima. </div><div><br /></div><div>***</div><div>Hace unos días discutía con alguien respecto a la pertinencia del ciberactivismo, o de las palabras, vaya, por encima de las acciones. Él me decía que las palabras siempre son pertinentes y las reflexiones siempre son válidas y se agradecen. Tengo que estar de acuerdo, pero también en desacuerdo. Pues si bien atesoro todo aquello que nos mueva a cuestionarnos y a sentirnos en duda -como buen admirador de Descartes- también me queda claro que el capitalismo y la globalización mediática tienen un propósito maquiavélico y subyacente: El de perdernos en laberintos ajenos. El de fragmentar la retórica para hacerla aparentar mejor y más útil de lo que verdaderamente es. El de marearnos a punta de sueños y utopías. Posibilidades y entelequias. El lenguaje operando en contra de la evolución, irónicamente. Aquello que nos trajo hasta aquí, será también lo que nos hunda en las infinitas posibilidades del momento que no ha de llegar. La u-topía. Etimológicamente: no hay tal lugar. Y de veras, chavos, no lo hay. </div><div><br /></div><div>Ni siquiera dentro de lo que uno creería que es -precisamente- uno mismo. </div><div><br /></div><div><br /></div><div>Snif. </div><div><br /></div>Chamirúhttp://www.blogger.com/profile/15170205084317015101noreply@blogger.com2tag:blogger.com,1999:blog-9844286.post-76646592451668787112011-07-26T03:26:00.003-05:002011-07-26T04:00:45.829-05:00Cuatro<div style="text-align: right;"><span style="font-style: italic;">Para nuestra Aurita en el 2011...</span><br /></div><br />Esta vez no hubo tanta solemnidad y tengo que decirte que eso me dio algo de miedo. Todas las veces anteriores nos detuvimos en muchos momentos a pensar en ti. A leer tus cosas, públicas o privadas, no importa, y a rememorar tu nombre bajo el sorbo del siguiente trago de vino o lo que fuera. Sé que la parte de comer hamburguesas y beber vino nunca te habría molestado, aunque dudo que te hayas cuestionado respecto al tipo de rituales que deberían seguírsete en caso de morir súbitamente a los 30, por culpa de una ola estúpida o alguna piedra que nadie vio en su momento. Sólo sé que no hubo esa mentada solemnidad y que eso me provocó un buen trozo de miedo. Lo fácil que puede diluirse la extinción absoluta de un ser humano luego de cuatro años de haberse muerto trágicamente. Y digo fácil pero no digo "estúpido", porque nada de lo que hicimos ayer, aquellos que te conocimos o te queríamos puede ser tachado de estúpido. Es sólo que ¿tú sabes? Nos han pasado tantas cosas y hemos circunnavegado tantos pinches abismos en estos cuatro años que llevas ya muerta que cada vez se vuelve más pudoroso y privado el momento en el que cada quien decide llorarte. Y lo que fue, durante tres aniversarios, un incómodo pero solemnte tributo a tu existencia y su súbita finalización, esta vez se ha convertido en algo más suave, más distraido, menos intenso aunque no por ello menos simbólico o importante. No lo sé, te digo, a mí me dio un poco de miedo, pero no me atrevo a decir que por ende ya no le importe a nadie.<br /><br />Imagino que -como cuando alguien se revienta la madre en un coche- el ver morir a alguien tan joven y tan brillante te deja secuelas durante un tiempo importante y de un modo atroz. A algunos más, a algunos menos, y desde luego que a los más cercanos a ti, de un modo permanente. Pero este estúpido refrán de que "la vida sigue" o de que "el show debe continuar" termina siendo implacable para todos. Y eso, quizás, es lo que más angustia me causó: hace cuatro años tú te nos moriste entre los dedos y eso nos despedazó un buen rato. Y todavía nos despedaza, si nos detenemos a pensarlo, pero el asunto es que ya no sucede a diario. Y por otro lado, es saludable que no sea más así, ¿sabes? Uno no se puede parar todos los días en el cementerio del amor si es que pretende seguir viviendo.<br /><br />El asunto está en esa sustancial diferencia entre los cuatro años y los cuatro millones de abismos que han desfilado por nuestras vidas desde entonces. El curso de los días es tan ruidoso en esta ciudad -y seguramente en tantas otras- que quizás por ello quienes las habitamos somos siempre percibidos como seres insensibles que no saben detenerse a contemplar los placeres simples (ni los dolores profundos, como en este caso). Son cuatro años pero son muchos más abismos, y entonces tu aniversario se da entre algunos "mismos de siempre" que nos empeñamos en producir el escenario y entre "otros que van pasando" que, si bien pueden reparar un segundo en el propósito, también están llenos de nuevas preocupaciones y nuevos abismos que atender. Y entonces, de ahí la angustia: porque sí, estuviste ahí, y tu libro fue leído y nos pasó por entre las manos como siempre pero -también- no estuviste y nos fuimos a dormir temprano y, en el fondo de mi angustia (pues no me atrevo a hablar por otros) sigue bailando la idea de que morirse es un proceso paulatino pero que siempre ocurre. Y que los años van lavando esa sinfonía de dolor que nos aturde al principio. Y que no importa lo mucho que nos recuerden algunos, en privado, o las muchas estatuas que nos erijan, en público, lo real es que hay un punto en el que volvemos a ser polvo, arena, espuma. Y con la siguiente ola, la cuarta o la decimonovena, nos desvanecemos -entonces sí- para siempre.<br /><br />Oye, no vayas a pensar que considero que los personajes históricos sufren un destino diferente: porque no hablo de la imagen que pueda quedar plastificada en un libro o un montón de fotografías. Hablo de esas cosas que sólo la gente que te experimentó en vida puede recordar de ti. O de mí, o de cualquiera. Los héroes de la historia, igual que tú, quedarán asentados en monumentos -de piedra o de letras, da lo mismo- pero terminarán desvaneciéndose en el habitáculo privado de quienes les amaron, les odiaron o les experimentaron un segundo tan siquiera. Ni tampoco estoy diciendo que ya nos olvidamos de ti o que "hace falta solemnidad" en tus aniversarios luctuosos. Son ya, cuando menos, una tradición. Una fecha de asueto para la posteridad. Un segundo en el manto de los días en el que nos detenemos para ti, por ti, y por nosotros, embadurnados de nuestros nuevos pedos, desde luego, pero sin olvidarte. <br /><br />Sólo digo que me da miedo entender a la distancia esto de extrañar. Esto de morir. Esto de desaparecer y existir nomás en el recuerdo de otros. Y ver cómo, dentro del mío y el de tantos más, todos estamos encadenados, juntitos, y de camino a la negrura y el silencio.<br /><br /><br />(Con razón estos pinches megalomaniacos no se quieren ir solitos y se llevan tanta gente entre las patas...pues has de saber que ayer en Noruega...<br /><br /><br />Olvídalo.Chamirúhttp://www.blogger.com/profile/15170205084317015101noreply@blogger.com2tag:blogger.com,1999:blog-9844286.post-12109880117678398172011-07-22T02:16:00.004-05:002011-07-22T03:09:41.778-05:00Escapista huidizo busca...I.<br /><br />Imaginar un personaje como ese: Alguien que escapa de las escapatorias. Alguien que sólo le teme al hecho de escapar. Escapar de la vida. Escapar del continuo, irredento, la malconstrucción de lo perpetuo. Tradición, decían el otro día. La tradición -decía Woody Allen (quién sino él)- es sólo la ilusión de la permanencia. Pero a él también le neurotizan los escapistas. Para ello, muchas muestras: Historias de Nueva York, por ejemplo. Un ilusionista con una caja china en dónde escapan todos aquellos que ingresan. Él, desde luego, "ingresa a su madre" (no, no es insulto). Y su madre, evidentemente, termina apareciendo en las nubes de New York, profiriéndole órdenes y comandos a su atormentado personaje. Lo hizo de nuevo en Scoop. Y lo disfrazó estupendamente en Shadows and Fog, aunque la escapatoria era la misma: la ilusión, la adivinación, la superstición. Ese bonito coctel.<br /><br />II.<br /><br />Escapar: o pretender que se escapa. Ponerle nombre al lugar a donde uno va cuando realmente escapa. Luego: seguir escapando. Muy a pesar de que el Gran Hermano te tenga ubicado perfectamente en su GPS universal o imaginario. Pretender que en realidad se puede (o se tiene a donde) escapar. De la muerte, del próximo deadline, de la estación más cercana: esa en la que hay que bajarse del tren con los pantalones abajo, pero sin dejar de ser. Seguir siendo, ni pedo -como diría ese maldito documental- y luego proseguir.<br /><br />Seguir no es igual que proseguir. Seguir es ciego y proseguir implica un pequeño tropiezo o una pequeña pausa. Una pequeña asunción de lo vivido. Admitir algo: quizás que se es mortal, o que mañana es mañana, o que algo duele de forma estúpida y desproporcionada, pero aún así duele.<br /><br />Y luego seguir después de eso: Proseguir. Pocos verbos tan lúcidos y elocuentes como ese. Pocas cosas tan importantes en la vida.<br /><br />III.<br /><br />Cambiar de opinión. El cliché mierdero dice que "es de sabios". Yo no tengo ni puta idea lo que "sabio" significa en el diccionario de nadie. Pero comparto el cliché. Y lo comparto porque comparto también el proseguir, el escapar y el imaginar que se escapa.<br /><br />Y estoy de acuerdo que virar salvajemente el timón no siempre es resultado de alguna inestabilidad mental que pueda curarse con pastillas y drogas: Virar el timón puede ser -indudablemente- cosa sabia. Sabia en los términos que la vida nos deja respecto a la sabiduría: Sabio porque duele, o sabio porque hace falta, o quizás sabio porque no hay resabio (valga la cacofonía) en el alma de ese-quien-vira-aquel-timón en donde pueda, realmente, sentirse en SU lugar y adecuado a las circunstancias del mundo.<br /><br />Virar el timón es -y generalmente involucra- muchos cambios abruptos y no por ello menos deliciosos o aterrorizantes. Parar la rutina sin siquiera detenerla: hacer algo por uno mismo y que por añadidura es hacer algo por los otros: Quererse.<br /><br />Desear dejar. O dejar de desear eso de conocerlo todo. O de saberse todos los caminos. Descubrir nuevos. O desearlo -otra vez, sí- y al menos. Y ello, no por onírico, deja de ser válido. Ergo, todo lo anterior. Léase detenidamente y luego repita la operación.<br /><br /><br />IV.<br /><br />Aterrizar.<br /><br />Y dicen que para aterrizar hace falta una pista: ________________________________. Ahí va de regalo.<br /><br />Una larga-larga-larga pista. Quizás repleta de miedo. Depresión. Necesidad de validarse a toda costa. ¿Por qué tomé tal decisión o tal otra? ¿Por qué se me ocurrió que virar el timón era tan fantabuloso, así, tan de repente? ¿Por qué no puedo asirme a esa emoción de entonces, ahora mismo? ¿Dónde está esa certeza? ¿Quién se la llevó? O mejor dicho: ¿Quién COJONES se la llevó de aquí?<br /><br />V.<br /><br />Incertidumbre. Es quizás la parte más terrible de toda esta aventura: El momento más dubitativo de todos nuestros ciclos. Dudar de nosotros mismos. Dudar de todo. Dudar de todos. Doblarse ante la angustia y redoblarse ante su compañera, la ansiedad.<br /><br />Obviamente no he descubierto (ni aterrizado) sobre la forma en la que uno puede librarse de todas estas indefiniciones. Aún las padezco. Persistentemente, si se pudiera decir. Y sin embargo, hoy me queda claro que es sólo mi necesidad de "destino" la que me empuja a sentirme angustiado o ansioso frente a todos esos (voluntarios o involuntarios) virajes de timón (o de caminos). Y claro, también frente a todos sus inherentes aterrizajes. Toda vez que asumo que esa angustia es sólo otra parte de mí y que me exige el que quisiera estar -de vuelta- en alguna patria del comfort, entonces -y sólo entonces- me dejo ir.<br /><br /><br />VI.<br /><br />El cielo, que hasta ese momento era un ladrillo gelatinoso y repleto de nubes despreciables, suele disponerse a bailar. Baila-baila-suavecito, a veces. Y otras, las más irónicamente sofisticadas, le da por el tap o el cante hondo o el baile flamenco o cualquier otra disciplina inalcanzable para mi cuerpo y mi alocución espiritual: Realmente no importa. Cuando el cielo se parte con un cuchillo, ese es un día nuevo y una angustia nueva. Y entonces tengo que abandonar mi moral -y dejarme de creer dueño de la ética, por ende- para que la dicha de nacer de nuevo se logre apoderar de mí. Y sin moral, y sin ética grandilocuente, me tengo que dejar ser revomitado encima del timeline de mi existencia.<br /><br />Y luego nada: Luego ahorita. Me hallo en otro cliché: el de "flojito y cooperando", como dirían los 20,000 dichos mexicanos que tenemos pre-preparados para cada cosa que vivimos.<br /><br />Y luego nada: Te desdices en abandonar tu blog puñetero por una simple idea. Y luego la expones torpemente. Y luego te vas, sin ver. Y luego piensas: "no lo sé: mañana vemos".Chamirúhttp://www.blogger.com/profile/15170205084317015101noreply@blogger.com2tag:blogger.com,1999:blog-9844286.post-60340839630897810762011-06-08T04:45:00.001-05:002011-06-08T04:45:55.941-05:00Whatever works...<!--[if gte mso 9]><xml> <w:worddocument> <w:view>Normal</w:View> <w:zoom>0</w:Zoom> <w:trackmoves/> <w:trackformatting/> <w:hyphenationzone>21</w:HyphenationZone> <w:punctuationkerning/> <w:validateagainstschemas/> <w:saveifxmlinvalid>false</w:SaveIfXMLInvalid> <w:ignoremixedcontent>false</w:IgnoreMixedContent> <w:alwaysshowplaceholdertext>false</w:AlwaysShowPlaceholderText> <w:donotpromoteqf/> <w:lidthemeother>ES-MX</w:LidThemeOther> <w:lidthemeasian>X-NONE</w:LidThemeAsian> <w:lidthemecomplexscript>X-NONE</w:LidThemeComplexScript> <w:compatibility> <w:breakwrappedtables/> <w:snaptogridincell/> <w:wraptextwithpunct/> <w:useasianbreakrules/> <w:dontgrowautofit/> <w:splitpgbreakandparamark/> <w:dontvertaligncellwithsp/> 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Why shouldn’t we?”</span></p> <p class="MsoNormal">Hace SIETE –y me cuesta hasta la médula aritmética el sólo pensar en ese número- pero sí, hace 7 años (que ya puesto en número y no en palabra, resulta más fácil de digerir) vomité este blog desde algún cuadrante visceral y galáctico de mis entrañas, y hacia un espacio primordialmente fantasioso y masturbatorio que en aquel entonces solía llamarse, arrogantemente, “la blogósfera”. </p> <p class="MsoNormal">No es que esté cansado de vomitar, ni de ser vomitado. Y tampoco es que la causa radique particularmente en el hecho de que nadie lee blogs en estos días, lo que mataría enteramente la fantasía de escucha que en muchos casos nos trajo a escribir idioteces diversas en estos espacios. La realidad es que hoy decido ponerle un punto final a esta historia porque –sí, ya no me resulta tan sencillo escribir cosa alguna— pero –y eso es lo más importante—tampoco me produce ya ningún placer onanista esta especie de confesión categórica que hoy termina. Será que lo categórico me produce más y más pereza conforme me adentro en mis treintas –cosa que sería asquerosamente confirmatoria de ese cliché, pero no por ello menos cierta— pero quizás, y eso pudiera ser lo más importante, he perdido este placer (aunque encontrado otros) y mi vida y sus delirios probablemente ocurren mucho más en el ámbito de lo privado, además de que las propias reglas sociales han fragmentado tanto aquello que pienso y que disfruto, que ya me cuesta sobremanera lograr un párrafo sin sentirme dubitativo de lo que dice, de lo que representa y de lo que simboliza. </p> <p class="MsoNormal">Siempre pensé –y ahora lo sigo defendiendo en otras redes sociales- que esto del blog tendría una belleza y una validez que sólo existiría a posteriori. Incluso cuando escribía las primeras líneas de los primeros posts, la fantasía de leerlos “en el futuro” se apoderaba de mí, y me intrigaba saber cuánto podría haber cambiado entonces, quizás al punto de encontrar mis propios pensamientos someramente pendejos o extrañamente acertados. Y hoy puedo decir que la fantasía se cumplió cabalmente –aun si antes de lo esperado— y que leer al Juan Carlos de 25 años<span style="mso-spacerun:yes"> </span>me produce –sí- mucha pena ajena (irónico, considerando que debería ser propia) pero también un montón de tranquilidad insospechada en aquellos tiempos: No imaginé que mi visión del mundo podría cambiar tanto en tan poco tiempo, sin duda. Ni tampoco atisbé en lo más mínimo lo mucho que mi propia personalidad habría de responder a los paradigmas generacionales, o de la edad, o de mi propio estereotipo, en todo caso, y que en mitad de mis 32 años mis creencias serían tan distintas y tan elaboradas como lo son ahora, pero que –al mismo tiempo— serían tan mías y tan poco interesadas en propagarse y publicarse con el deseo categórico que las motivaba hace tantos añitos. Es, definitivamente, algo que calificaría como “el colmo de mí mismo”: Un enano categórico de 25 años que se convierte en un troll permisivo y humilde de 32. Todo un proceso insospechado. </p> <p class="MsoNormal">Recién termino de ver, evidentemente, Whatever Works de Woody Allen. Y sí, hay cosas que no cambian. En el íntimo núcleo de mi personalidad habitan los mismitos fanatismos y muchas de las mismas fascinaciones. Woody Allen sin duda es una de ellas, y de aquellos, y pocos fans conozco que hayan soportado <span style="mso-spacerun:yes"> </span>la interminable serie de mamadas que el señor nos recetó en la última década sin haberlo abandonado en algún punto y hablado mierda absolutamente justificada de sus chaquetas cinematográficas. Y sí, quizás en buena medida yo también estuve en la frontera de eso mismo, particularmente después de Vicky, Cristina, Barcelona y toda la descarada maquinaria de clichés baratos que tuvo a bien montar en dicho filme, con todo y la débil erección que a algunos podría haberles provocado la imagen de Johansson y Cruz manoseándose en primer plano. Temo decir que no fue mi caso, y no porque ellas no me parezcan absolutamente deliciosas en todos los sentidos, pero porque mi incredulidad y amargura hacia la propia obra era tal, que ninguna escena lésbica imaginable podría haberme apaciguado la bilis. Pero tercamente, y luego de mucho rato de “limpieza” mental, decidí darle otro chance al otrora gurú. Y definitivamente valió la pena. </p> <p class="MsoNormal">Whatever Works es un guión del Woody Allen de los 70 en todo el sentido de su confección y su propuesta. Una espléndida preconcepción de “La Rosa Púrpura del Cairo” que evidentemente era demasiado amarga y misantrópica para el Hollywood de aquellos tiempos pero que es absurdamente natural en el mundo contemporáneo. Es un Woody Allen tan puro y tan corrosivo que el propio Larry David se desenvuelve dentro de sus líneas con una comodidad capaz de poner nervioso al más intenso de los devotos de ambos creadores. Y sí, ambos rompen sin temor la “cuarta muralla” cinematográfica en la primera de las secuencias, y ambos –cada cual con su aportación personal— le hablan al espectador, sin pudor alguno, sobre la futilidad, los trastornos obsesivo-compulsivos, la hipocondría, la infelicidad incontestable y el absurdo del amor y las coincidencias sin ningún tipo de filtro dramático que suavice la contundencia de todas esas racionalizaciones neuróticas. Y sin embargo, si ese espectador eres tú y tú has transitado por alguna de esas obsesiones alguna vez; y si simplemente has llegado al punto de tu vida en el que jamás podrías ser tan categórico (porque seguro ya lo fuiste) como esos personajes de caricatura biliosa que se te presentan, entonces te ríes. Y seguramente también gozas. </p> <p class="MsoNormal">Y es por eso que –no la película pero sí la circunstancia pragmática que comunica— me provocó el deseo de ponerle punto final a este blog y continuar con el “whatever works” que desde hace rato rige mi vida. <span style="mso-spacerun:yes"> </span>Abrazar la aleatoriedad. No perder la esperanza en que no hay esperanza alguna más allá de la coincidencia. Comprender la coincidencia como algo que ocurre milagrosamente. Hacer de la coincidencia el verdadero milagro. Y no despreciar el milagro por el simple hecho de que sea –precisamente- otra coincidencia, sino vivirlo: dos horas, dos días, dos años, dos veces: Whatever works. </p> <p class="MsoNormal">Y esta coincidencia, sin duda –y así nomás— ya se acabó. No estuvo mal. No puedo decir que no la disfruté por un largo, largo rato. Es sólo que hoy toca el turno a la siguiente. </p> <p class="MsoNormal"> </p> <p class="MsoNormal">Hasta otra.</p>Chamirúhttp://www.blogger.com/profile/15170205084317015101noreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-9844286.post-35724138061316479002010-12-24T07:47:00.007-06:002010-12-24T08:36:36.340-06:00Por las barbas de Jesús, ¡No mientas!<p>El abandono de este -y los otros blogs- no es suficiente excusa para quedarse callado esta vez. Ya no es mi apatía la que ejerce el dictado sobre mi voluntad, y menos cuando mi remedo de país se toma la molestia de transitar hacia un territorio aún más inverosímil que el anterior. Y es que resulta que ya liberaron a "don" Diego...</p><p>Hace poco más de 2 meses me llegó, de buena fuente, la noticia de que en efecto liberarían al señor, tras el pago de módicos 20 millones de dólares en efectivo. Hoy se dice que fueron 30, en bolsitas de plástico, y que fue hace unos 20 días -y no unos meses, pero tampoco anteayer- cuando los sospechosísimos "desaparecedores" soltaron al susodicho barbón. Y bueno: Esa es una historia creíble, vaya. Porque sólo un subnormal podría comprarse que al jefe Diego lo liberasen la misma mañana en la que llegó -lozano y rozagante- a dejarle rosas a su nalguita eclesiásticamente certificada, conduciendo su Mercedes plata -ahora si bien blindado- y presumiendo una pancita sólo comparable con la finísima perfilación de su blanca barbita. Esa historia, mi despreciable don Diego, no se la creyó ni su chingada progenitora. </p><p>Pero no es eso lo importante, en realidad. Pues ya nos dejaron muy claro los medios masivos, que nadie estará ahí para cuestionarle su fantasía al papanatas en cuestión. Todos replicaron sus "palabras", sus "impresiones" y sus grandísimas misericordias, mientras que apenas algunos repararon en la absoluta carencia de lógica de toda su historia, y aquellos que lo hicieron ya están -par de días después- muy calladitos o "enfocados" en otras cosas. </p><p>Se me ha preguntado que cuál es mi postura. Que si pienso que realmente lo secuestraron o respaldo la teoría del autosecuestro cínico. Que si ya leí los comunicados emitidos por los supuestos captores o sólo me he dejado llevar por la silueta de su barba blanca y sus cabellos parejitos. Y yo, honestamente, no he sabido responder. </p><p>Debo decir, de entrada, que desde el primer comunicado olisqueé un aroma "marxista" en esas líneas. Y entonces, dado lo escueto de los comunicados, sí presupuse que todo era un montaje bien esgrimido por alguien capaz de capitalizarse con la desaparición de un personaje tan nodal como lo es DFC. Pero luego me llegaron otros datos: Que sí estaba desaparecido en verdad. Que sus hijos no conseguían juntar la cifra. Que nadie sabía a quién más recurrir. </p><p>Y entonces sobrevino el 21 de diciembre, y el señor surgió de entre las matas portando un "look" impoluto y señorial. Citando al quijote. Perdonando, cristianamente, a sus captores. Exigiendo que su caso se tratara como cualquier otro. Y luego leí el larguísimo "epílogo" de sus supuestos captores, y ahí me perdí para siempre...</p><p>No concibo cómo un grupo que es capaz de redactar semejante documento (mucho más crudo y real que ningún comunicado del farsante Marcos, por ejemplo) sería capaz de apuntar todas esas cosas Y AL MISMO TIEMPO DEJAR VIVO a un Diego que aparece tan evidentemente como un claro instigador de toda esa "violencia" multiforme. Y no es que yo le deseara la muerte más que ningún otro de sus detractores, pero -sin duda- no esperaba verlo regresar con semejante fanfarria. </p><p>Y sí: Yo he denunciado desde hace años que la miseria es -sin duda alguna- una de las peores formas de violencia a las que nos somete el Estado Mexicano (y muchos otros latinoamericanos) y que siempre lo hace desde una cómoda postura pasivo-agresiva, mientras -por ejemplo- denuncia y oprime a quienes activamente luchan contra esa mismísima miseria. Sí: -y lo he dicho hasta el hartazgo- la miseria en la que vive más del 60% de nuestra población incontable (112 millones según el defectuosísimo censo de 2010), es -quizás- la peor de las formas violentas que permite y justifica un Estado como este. O debiera decir un "estado", con minúsculas, pues vive debajo de una Constitución sublime y "ejemplar", pero dedica todas sus horas a perpetuar su amargo incumplimiento. </p><p>Estos, nuestros estados de venas abiertas, parafraseando al maestro Galeano, viven dedicados a perpetuar la insatisfacción, la miseria y la locura. Y mientras nosotros, los distraídos, los oprimidos, los desvalidos, reparamos en todo eso, ellos le declaran guerras a enemigos imaginarios -o más bien muy conocidos- como el "narco" (una bolsa conceptual más, en la que entra todo lo "malo"). Y entonces los noticiosos publican cifras de sangre. Y alguien, algún contador -quizás- recoge todas las ganancias y las organiza, y las distribuye, y luego regresa -tranquilo- a su silla. Padre, perdónalo. Él tampoco sabe lo que hace. Ni para quien trabaja. </p><p>Y es así que no sé. No sé si realmente CREO que esos misteriosos desaparecedores EXISTEN. Tiendo a pensar que no. Y que todo es un delicadísimo texto fabricado por los literatos que -también- contrata el CISEN. Que todo ese larguísimo epílogo -que casi nadie leyó, por cierto- se fabricó en un cubículo gris de alguna oficina -pública o privada- y que el señor "don" Diego pasó los últimos siete meses muy tranquilito en algún culo del mundo. </p><p>Y es que la única alternativa es que no sea así. Y que todo esto sea real y que exista, en verdad, un grupo inconforme tan bien organizado como para pasar así de desapercibido siendo así de radical. Y que ese epílogo sea verdaderamente una arenga revolucionaria, en lugar de un mamotreto oscuro y recluido por el cerco informativo nacional -como lo es ahora- sin más eco y sin más gloria que la que ya no obtuvo. </p><p>Y es justamente eso lo que me devuelve a la duda: ¿De ser tan poderosos, no habrían podido condicionar la liberación del susodicho a la extensiva y clarísima propagación de ese último mensaje? ¿No hubiese sido mucho más fácil orillar a los donadores del rescate a publicar ese último y corpulento mensaje si en verdad querían vivo a su patriarca don Diego?</p><p><br /></p><p>Se sabrá jamás. Con su larga, larguísima e impoluta barba blanca, Diego llegó empuñando unas flores, en su Mercedes plateado (y bien blindado), hasta donde lo esperaban sus "amigos" los reporteros. </p><p>Contó su cuento. Maquilló a su caperucita y luego se apeó. </p><p><br /></p><p>Entró a la casa y dejó afuera a México. Al bonito -y que se ve muy bien desde la cima de su casa- y al terrible: Ese que sus captores -dicen- que hace falta presenciar. </p><p><br /></p><p>Patrañas. </p>Chamirúhttp://www.blogger.com/profile/15170205084317015101noreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-9844286.post-84171952811326343482010-10-15T02:37:00.006-05:002010-10-15T03:57:04.927-05:00Baby, it's cold outside...<p>Conforme pasan los meses y los años, cuando menos desde que abrí esta cagada de blog, en un arrebato de aburrimiento y desesperanza en las postrimerías de 2004, me sigue sorprendiendo la validez de aquello que me motivó desde el mismísimo principio. </p><p>Pensaba, por aquellos días -y un poco todavía- que echar a andar un blog supondría una forma muy interesante de mantener un fiel registro de mi imbecilidad, entre otras cosas. Y la verdad es que se ha cumplido cabalmente esa expectativa primigenia. Hoy miro en retrospectiva todas estas idioteces y me puedo hacer, feliz e impúdico, una chaqueta mental del tamaño de lo que ha sido mi mundo en los últimos -casi- seis años. </p><p>El poder de verse a uno mismo en retrospectiva, sin embargo, no sólo acarrea ese sentimiento de autodesprecio y ternura que uno puede sentir frente a sí mismo cuando se lee a la distancia. Pues es también una herramienta de apapacho y autoindulgencia, autocomplacencia -vaya- y fue esa la precisa razón que me inclinó a elegir la URL del blog desde un principio. Mi blog como un refugio para mi estupidez. Mi blog como un refugio para mi autofustigación, que no es otra cosa sino la forma más cruel de la autocomplacencia. </p><p>Y evidentemente no me arrepiento en lo absoluto. Quizás me dan un poco de pena los muchos o pocos trolls que han criticado el valor literario de esta bolsa de mareo virtual. Y es que la expectativa de encontrar cualquier cosa rescatable, en términos literarios, es al mismo tiempo un halago y un mal chiste. Y a pesar de que me siento una persona radicalmente diferente a la que abrió este lugar en un principio, no tengo reparo en cobijarme en la cínica e igualmente primigenia aceptación de que esto no es ningún experimento creativo en el que pretenda erigirme a mí mismo monumento alguno. Pues, como en la vida, aquí yo sólo vine pasando. Iba pasando. Pasé. Y cuando de repente me dieron ganas de hacer un pequeño grafiti en una pared que ni siquiera es tan pública como parece, lo hice. Lo hago. Y esa fue la premisa desde el primer minuto. </p><p>De cualquier modo, no puedo evitar asombrarme con lo distante que me resulto a mí mismo. No son siquiera 6 años, pero las diferencias entre lo que me cimbraba en aquel momento y lo que me inmoviliza ahora, son absurdamente divergentes. Encuentro pocas cosas en común con el mí mismo de hace 6 años, o por lo menos con el mí mismo que escribía ávidamente sus pendejadas casi a diario. De entrada, esa avidez. Ese hambre que ahora desconozco. Aunque eso es normal -según dicen- ya que "el 80% de los blogueros del lustro anterior, ya ha abandonado la práctica de bloguear disciplinadamente", según el último estudio que no conozco y me estoy sacando de la penúltima arruga del recto. Y sin embargo, es bastante constatable con cada click en el directorio que apenas hace unos añitos había que mantener "al día", y que era disciplina necesaria en una noche como esta. Hoy, eligiendo aleatoriamente cualquiera de los blogs que tengo enlistados allí, es sumamente probable que el último post tenga cuando menos 6 meses de antigüedad. Eso no pasaba antes. </p><p>Pero bah, no pretendo establecer una diatriba puntual que denoste a los que eran "mis blogueros necesarios" hace tanto o tan poco tiempo. De entrada, no tendría autoridad moral para hacerlo, sobre todo si miro el decreciente contador de posts que aparece junto a cada uno de los años que este mausoleo blanco (o debiera decir gris, mejor) lleva reposando en la web. Quizás sería más adecuado asumir que, como todas las relaciones -reales o virtuales- nació envuelto en un idilio, creció resuelto en una convicción, se reprodujo absorto en el onanismo, y ahora muere, "lentamente, como cae un árbol"... Y aún así, me intriga. Porque así como los burgueses pagaban por sus retratos y lo colgaban en las paredes de sus casas veraniegas, nosotros los burgueses contemporáneos persistimos en perpetuarnos a toda costa -y casi siempre via el autorretrato virtual- y nos colgamos de estas paredes tecnoabstractas que nadie puede ver, pero que -chaqueteramente- asumimos aún que todos miran. Y eso, aparte de -nuevamente- onanista e irrisorio, no deja de ser fascinante. </p><p>El siglo XX parece habernos inculcado no sólo la noción de nuestra propia futilidad, tanto individual como en proporciones de especie, sino también el deseo de colectivizarnos tanto como sea posible. Y aunque los absurdos y anacrónicos clérigos (de casi todas las iglesias) persistan en querer renegar de Galileo y sus consecuencias, cada niño que nace en un ambiente urbano y occidental (o cuasioccidental, para que los historiadores que insisten en que América Latina no es occidental no me estén chingando), nace en un mundo que ya se sabe finito y probablemente pusilánime en términos cósmicos (si bien le va). Y ese niño, aunque no lo sepa, de todos modos aspira a lo otro: A la hiperconectividad. A la tecnologización de su vida diaria. Aunque eso signifique tirarse un pedo y que las mariposas que aletean en el Japón, puedan tomarse un segundo para degustarlo, por caotizarlo de la forma más suave que se me ocurre ahora mismo. </p><p>Lo mismo me pasa conmigo mismo. Y eso que ya tengo mucho tiempo de no ser niño. Y eso, incluso, que cuando era niño no tuve tiempo, ni ganas -en realidad- de ser un niño en el amplio sentido que implica ser "crianza" (como se diría en portugués), ya que mi neurosis ocupó el lugar de la fantasia desde las primeras horas cósmicas de mi vida. Pero es justamente eso: Mirar lo que ha hecho de mí esta colectivización voluntaria que yo solito adopté desde que empezaron a vender el internet en mi colonia. Y todavía más clara, y más fehaciente, desde que abrí esta chingadera de blog y comencé a evacuar dentro de él, hacia fuera y con dedicatoria para el mundo, todas mis pendejadas. Es al mismo tiempo deprimente y fascinante. Es un turn-on y un turn-off. Es, como todo este futuro que ahora vivimos y que imaginaron los cienciaficcionistas de los 60, y de los 50, y de los 40, y hasta Julio Verne, una ridícula, patética y al mismo tiempo abrumadora experiencia.</p><p>No me queda claro si lo que realmente deseo es poner punto final o persistir en el punto y seguido (o aparte, si bien me va). No sé cómo habré de mirar esto mismo cuando cumpla 35, o cuando cumpla 40 o cuando cumpla 115 años y me coma mi pastelito por via intravenosa. Tampoco sé si cumpliré ninguna de esas edades, ni tampoco si llegaré a ninguno de esos deadlines. No sé si miraré esto con la misma lástima y ternura con la que miro lo de hace 5 años. Y tampoco me importa gran cosa. </p><p>Puedo, sin duda, atisbar que hay un "core", un núcleo que me hace seguir siendo yo mismo y que me hace saber que el que escribió sus pendejadas hace media década es el mismo que escribe ahora. Gorostiza, por ejemplo: "aquí, sitiado en mi epidermis...". Y Efraín Huerta, dentro de cualquier poemínimo o trepado en las LSD Airways. Y otras cosas varias. Sigo detestando a Franco y a los fascistas. Al PRI y a los conformistas. Al PAN y a los cristeros. A Pinochet y a los culeros. Esas cosas no han cambiado en mis vísceras. Y no creo que cambiarán nunca. Espero (y si cambian, por favor péguenme un tiro si tienen chance y se consideran buenas "personitas"). </p><p>Pero la parte deprimente es que, conforme pasan y pasan los minutos, y los meses y los años (recapitulando las primeras palabras de este mamotreto), detesto más y más cosas, y amo y disfruto cada vez menos. Y no me agrada el hecho de que crecer no termine de significar desaprender y desamar. Que no hay un tope para eso, y que las decepciones sólo sigan acumulándose sin que la sorpresa y la fascinación eufórica que abundaban en la infancia, vuelvan a aparecerse en lo absoluto. Abomino que hacerme viejo esté convirtiéndose, pues, en un vil proceso de amargamiento y desdén, en lugar de dar pie a que renazcan o aparezcan nuevas y mejores razones para vivir con gusto. </p><p>Me han dicho que es porque no he procreado. Y que toda mi desesperanza reside en que a mis 31 años me he privado de esa parte de la ecuación biológica "natural". Procuro no hacer mucho caso a ese argumento, pero cada día cobra más sentido. ¿Qué otra cosa puede hacerse de forma más intrínseca que un hijo? ¿Dinero? ¿Obras de "arte"? ¿"Logros" profesionales?</p><p>Pero carajo. En mi pinche mundo pseudoliberal, tener un hijo no es "crear" una obra. En todo caso, el proceso de creación comienza eyaculando y termina con el parto de alguien más. Pero el resto no es ni responsivo ni predecible. Y sí, carajo, it's fucking cold outside. ¿Cómo podría atreverme a traer una persona a este universo si no tengo ni puta idea de cómo lidiar con él yo mismo?</p><p>Meh. Preguntas para leer en 5 años. Si todavía estoy por acá. </p><p><br /></p><p>Mientras...</p><p>"I really can't stay - Baby it's cold outside </p><p>I've got to go away - Baby it's cold outside </p><p>This evening has been - Been hoping that you'd drop in </p><p>So very nice - I'll hold your hands, they're just like ice </p><p>My mother will start to worry - Beautiful, what's your hurry </p><p>My father will be pacing the floor - Listen to the fireplace roar </p><p>So really I'd better scurry - Beautiful, please don't hurry </p><p>Well maybe just a half a drink more - Put some music on while I pour"</p>Chamirúhttp://www.blogger.com/profile/15170205084317015101noreply@blogger.com6tag:blogger.com,1999:blog-9844286.post-83712967882904588492010-09-22T04:21:00.003-05:002010-09-22T05:20:25.070-05:00Terremotos (larguísimo post previo a la Gran Respuesta)Lo dije ya hace mucho tiempo, pero los meses, para mí, siempre vienen entintados en cierto color. Siempre el mismo.<br /><br />Es muy probable que se trate de una conducta aprendida en la infancia, pero realmente, no lo sé. Septiembre, para mí, y desde mucho antes del terremoto, ha sido un mes café. Aunque no realmente café sino más bien marrón. Un color que juguetea entre la mierda y la sangre. No es totalmente mierda, no, pero tampoco es totalmente sangre.<br /><br />Sobra decir lo que ya he repetido hasta el hartazgo. Mis historias acerca del terremoto. Su gran significado en lo que resultó ser mi vida (y la cual no sé si terminará pronto, pero debo averiguarlo la próxima semana). Sobra decir un montón de cosas. Y en realidad, este blog, es un gran "sobra decir", pero lo diré de todas formas.<br /><br />No, yo no viví la agonía de mi ciudad en ninguna de sus presentaciones. Mis padres, anonadados por el primero de los terremotos (porque fueron dos, y que a nadie se le olvide), tuvieron a bien (mal) dejarme en casa de ciertos parientes, mientras huían buscando un nuevo lugar para vivir, lejos del olor a muerte que pobló esta ciudad durante toda una década. Y también -sobra decir- que lo encontraron: "Allá lejos", cuando todavía el "lejos" estaba a más de una hora de distancia, en Tepoztlán, Morelos, donde -irónicamente- tuve que aprender acerca de la muerte, entre muchas tantas cosas.<br /><br />Ese Tepoztlán todavía sobrevive en mi memoria. No tenía internet de banda ancha ni tampoco, siquiera, teléfonos que sonaran en cada una de las casas. Era un pueblo cuasivirgen, podría decirse, y que, sin deberla ni temerla, captó a su gran camada de forasteros justamente en aquellas épocas. Entre los que no éramos suficientemente fuertes para ver morir a la ciudad. U olerla. O paladearla. O cualquier cosa.<br /><br />Viví, pues, mis años más edípicos en el aún más edípico Tepoztlán. Y hoy en día pienso en mi madre de aquellas épocas: Era una muchachita de 27 años. Los mismos años que me resultan irrisorios cuando se plantan frente a mí, empuñando su más categórico nivel.<br /><br />¿Y cómo podría culpar a mi madre de todos mis males, si ella era simplemente una niñita aún más perpleja de lo que yo me encuentro ahora mismo?<br /><br />Caminé mi sendero hasta la escuela rural y de vuelta, durante un tiempo que pareció interminable. Visto a la distancia no fueron siquiera tres años. Pero para mí, niño deseoso de caminar su propio sendero, resultaron imprescindibles. Sé que a mi propia madre le provoca una inmensa culpa todo aquel período de libertad que años después, ya de vuelta en la ciudad, le resultó impensable para mis propios hermanos. Pero yo, siendo absolutamente honesto, soporté felizmente toda la discriminación inversa de aquella escuela rural, donde no sólo era yo el "güero", sino también el "chancla mojada", el "miss miji", el "putito" y -a la vez- el favorito de "la profesora". Me endurecí, año tras año, mes tras mes, caminito tras caminito (de la escuela), que gracias a ello aprendí a soportar la exclusión de una vez y para siempre. Y aprendí a quererla, a tolerarla, a asimilarla y a vencerla. Por siempre jamás.<br /><br />A mi casa llegaban, todos los días, un par de litros de leche bronca. Recién ordeñada de las vacas con las que peleaba -imaginariamente- de camino a la escuela. Recuerdo a Benita -mi nana y la nana de todos, en realidad- hirviendo religiosamente, todos los días, ese par de litros de leche inmasticable, cada día. Cada uno de ellos. Hasta su muerte.<br /><br />En el jardín más próximo al escondite-casa que hallaron mis padres, habitaba un árbol de ciruelas. Pero no de esas ciruelas de supermercado que son tan redondas y tan perfectas como la cartera de quien las compra. Sino "de las otras". Esas esperpénticas chingaderas amarillas. Ovaladas como el universo. Suculentas siempre y cuando se les robase de su debida rama. Jugosas y sin rumbo. Las ciruelas de Atongo, las Tepoztecas, las olvidadas -a ratos- siempre y cuando no te cayeran en la cabeza. Ah, tantos y tantos días de ciruelas. Tantas ciruelas y tan poco tiempo. Tan poco tiempo y tan pocas excusas...<br /><br />También robábamos tomates tiernos. Recuerdo muy bien que ahí aprendí a comerlos, porque antes -en mi vida urbana y semidigital- los aborrecía. Martín, un chico de la escuela que acabaría por apedrearme con toda la saña del mundo, fue quien me enseñó el camino. "Mira" -me dijo- "acá enfrentito de tu casa siembran un chingo de jitomates". Y mientras yo confirmaba estupefacto lo que aquel gurú me enseñaba, replicó sin pudor: "Vamos a chingarnos unos cuantos, miss Miji".<br /><br />Me enseñó entonces que los alambres de púas -a los que mi madre me había hecho temer desde el principio, por aquello del tétano-, podían doblarse y moverse a conciencia. Y penetramos en el huerto de quién-sabe-quién. Cuando todavía había huertos en Atongo. Antes del hormigón y los teléfonos celulares.<br /><br />Sumergidos entre las plantas, Martín miraba extasiado todos los frutos. Eran apenas lo que hoy se vendería -caro- como "tomate cherry" en los supermercados del esnobismo. Él, simplemente, comenzó a podar. Y a comer. A comer como si no hubiera mañana -valga el cliché- y porque, en realidad, no lo había.<br /><br />"Ándale, putito, prueba uno. Están buenísimos...". Por la única e indefectible culpa que me había sido implantada en la infancia más remota, yo sentía culpa de cortar y comer aquellos frutos divinos que eran el pleno producto de la real revolución mexicana: "No chingues, Martín. Nos van a cachar y nos van a chingar..." - le decía.<br /><br />Probé uno, dos. Una docena. Ni siquiera lo recuerdo. En aquella época quemaban pollos vivos a un lado de la casa, así que el gran pedo de los nuevos residentes consistía en no inhalar a esos pobrecitos pollos incinerados. Y ni siquiera eso: Los pollos les valían verga, pero la pinche peste no los dejaba tomar el sol a gusto entre semana.<br /><br />Visto en retrospectiva -como siempre- aquella certera pedrada que Martín me propinó en la sien fue totalmente merecida. Él me enseñó a cazar ajolotes. A robar tomates. A caminar caminos. Y yo, putito preconcebido como él siempre lo vió- le respondí con mariconerías. Siempre mi pánico ante la autoridad. Siempre chingando la fiesta -vaya-.<br /><br />Y sin embargo crecí en aquel entorno, y me dejé de mariconadas eventualmente. Me enamoré de dos o tres vecinitas. Aprendí a sacarle jugo a mis 20 minutos de camino hasta la escuela. Ya fuera chingando a los "bueyes" (vacunos) o escapando de los toros. Y de regreso, claro, aprendí a manipular en manos de esos primigenios tepoztizos que ya se anidaban sobre la calle de Ignacio Zaragoza (que sigue sin pavimentar, gracias a Fox).<br /><br />Como todo lo sobrante, sobra decir que aquella experiencia rural fue determinante en mi vida. No sé qué sea de Martín o de Maribel, la niña que me gustaba en la escuela. Sé que, muchos años después, me enamoré de otra Maribel, y que buena parte de ese amor tenía que ver con el puro amor que le tengo al nombre en sí mismo. La maestra, Celia, ya era cincuentona en aquellos tiempos. Y hace no mucho pasé por la mercería que tenía en pleno centro y la descubrí ancianísima. Y no le dije "hola" -me arrepentí- pero su mirada perdida me desinfló todas las ganas de provocar a su memoria. Quizás me equivoqué -seguro- pero de eso, ya no más.<br /><br />Mi historia con Tepoztlán es mucho más larga que esta breve introducción. Y la escribo solamente porque no sé si la muerte me esté acechando, pero me han dicho que es posible. Y sólo por eso, sin duda, quise dejar constancia de lo mucho que me forjó ese pedazo de vida "REAL". De lo mucho que extraño a un Martín que me apedree cuando estoy siendo un imbécil, una leche bronca que hierva durante horas para recordarme que nada está dado, y una maestra Celia que quizás ya está muerta desde hace años, pero que pervive -sin duda alguna- en el mismísimo centro de mi corazón. Y que apenas hace un par de días encontré el mismísimo centro. Y que lo añoro estúpidamente. Igual que a Tepoztlán. Igual que a los tiempos en los que no había teléfonos ni páginas ni otra cosa que no fueran las ciruelas. Los niños, entonces, añorábamos el tiempo de ciruelas. Y aprendíamos a trepar los árboles sólo por ello.<br /><br />Y tras bajar, con las manos llenas de aquel estúpido tesoro, nos enamorábamos -y enamorábamos- a las niñas, a las madres, a los viejos. El mundo era más simple y yo...<br /><br />Yo no me sentía viejo.Chamirúhttp://www.blogger.com/profile/15170205084317015101noreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-9844286.post-946785138687018782010-09-08T01:57:00.003-05:002010-09-08T02:28:27.602-05:00Intervalos epifánicos desechables.Mis muchos años de psicoanálisis ecléctico todavía no me han provisto de una sana respuesta. Y es que, por más que pretenda alejarme de lo que el universo del cliché persiste en llamar "las femme fatale", dichos personajes siguen siendo los que más provocan mis reacciones, conocen mis botones, y me llevan al delirio.<br /><br />Atrás quedó el tiempo en el que supedité a mis congéneres (entendiendo esta palabra como se debe. es decir, compartientes de género sexual, ergo, hombres, varones o changos con pito entre las patas). Y es que hace mucho proclamé mi fascinación por mis no congéneres y su cuasigenética capacidad para construir laberintos pertinentes. Más allá de lo freudiana que podría ser la explicación, yo simplemente hallo a las mujeres mucho -pero mucho- más interesantes que a los hombres (y por ende, que a mi mismo). Sin calificativos de bien o mal. Sin maniqueísmos, pues. SImplemente más interesantes.<br /><br />Pensé en escribir un post lisonjero, apapachador, suave. Y no por que ella necesite menos, sino porque en mitad de la noche me resultaba adecuado. Y todas las imágenes y los abrazos metafóricos que se suscitaron en ese punto, no dejan de tener validez, pero tampoco van aquí.<br /><br />Aquí sólo mi propia fustigación. Mi pequeño instrumento de tortura. Por lo menos hasta mañana. Mañana -con ella, quizás, o sin ella, lo más probable- habrán reposado todas las lisonjas. Y se habrán despojado de cualquier elemento cursipendejo whatsoever.<br /><br />Esperaré hasta entonces. Sin contar los minutos. Pero eso, claro, no es gracias a mí o a la noche. Ahí habría que agradecerle a Pfizer y su adorado Alprazolam. El mismo que me pondrá a dormir en breves minutos, y del que quisiera tener -algunas veces- un cierto ducto pirata para ordeñar de las benzodiazepinas, toda la calma que me hace falta.<br /><br /><br />Espero que el ostracismo al que estoy a punto de suscribirme, haga las veces de semejantes drogas. Y si no, pues<br /><br />les pido<br /><br />Ayúdenme a callar. (Pero no por fuera).<br /><br />Mejor por dentro.Chamirúhttp://www.blogger.com/profile/15170205084317015101noreply@blogger.com0tag:blogger.com,1999:blog-9844286.post-67252529128664072462010-09-06T07:59:00.007-05:002010-09-06T08:38:59.873-05:00Hombre al agua.<div style="text-align: right;"><span style="font-size:85%;">Por último, cuando el éxito haya consagrado tantos años de labor, cuando sus deseos se hayan</span><br /><span style="font-size:85%;">cumplido, el Sabio, despreciando las vanidades del mundo, se aproximará a los humildes, a los</span><br /><span style="font-size:85%;">desheredados, a todos los que trabajan, sufren, luchan, desesperan y lloran aquí abajo.<br />Discípulo</span><span style="font-size:85%;"> anónimo y mudo de la Naturaleza eterna,<br />apóstol de la eterna Caridad,permanecerá fiel a su voto de</span><span style="font-size:85%;"> silencio.</span><br /><span style="font-size:85%;">En la Ciencia. en el Bien, el Adepto debe para siempre</span><br /><span style="font-size:85%;">CALLAR.<br /><br /></span>Fulcanelli: "El Misterio de las Catedrales"<br /></div><br /><br />Ayer, un viejo-amor y ahora-muy-querida-amiga me pidió que leyera y opinara sobre su recién cocinada página web. No me tomó más de 30 segundos encontrar los errores ortográficos y gramaticales en sus textos. Y a pesar de que creo en su idea originaria, tuve que decirle que sus "párrafos de venta" me parecían desordenados y difíciles de entender. Tal vez no para mí, porque la conozco tan profundamente que podría haberla parido, indiscutiblemente. Pero para cualquier "aventurado visitante", esa filosofía que trataba de resumir en tres párrafos era simplemente incomprensible y muy probablemente molesta.<br /><br />No sé cómo. Bueno, sí sé. Pero prefiero pretender cual si no supiera cómo me volví un analista semántico enfocado a la mercadotecnia y la usabilidad de las páginas web. Acá, en mi terruño virtual, soy todavía más tortuoso e incomprensible que lo que mi amiga pretende ser en sus tres párrafos por sección. Mi prosa, tal y como le vi calificar a Álvaro Enrigue aquellos hermosos disparates de Monsiváis, es algo verdaderamente repugnante y retorcido. Sobre todo cuando quiero expresar una idea que en mi cabeza califica con un grado de certeza cuasisublime, pero que al momento de aterrizar es simplemente incomprensible e inexplicable, carente de enunciados que mi mente sea capaz de construir. Y juro que no es por las putas ganas de hacerme el hermético/interesante.<br /><br />Hace no mucho tiempo mi querido amigo Francisco Goldman me dijo, en la peda -claro- y tajantemente, que yo no soy un escritor por donde quiera que se me vea. Él me sugiere que intente el cine, la pintura, la chaqueta ilustrada: Todo menos escribir porque -según él- carezco de la disciplina que un escritor debe abrazar cada que se enfrenta a su obra. Sobra decir que semejante juicio destruyó cualquier aspiración que me quedase en el doblefondo literario de mis ansias. Y digo: Tampoco es culpa de Frank. Yo mismo he soslayado mis proyectos personales al punto que soy el mismísimo cliché del pendejo treintañero que ya no hizo lo que quizás pudo. Nada nuevo. Harto triste.<br /><br />Sin embargo <-- (y con todo lo que detesto semejante expresión), hoy debo anunciar que me largo. Perdón por la rima, pero así es. Me largo y me largo al ostracismo. Me largo a donde Frank no me encuentre. (subjuntivo, carnal). Me largo a donde pueda escabullirme de mí mismo y -tarde, pero mejor que nunca- pueda comenzar a terminar (sic) todos mis textos inacabados.<br /><br />No me largo de todos. O de nadie. Seguiré, posiblemente asequible, en los números que ya le compré al Big Brother desde que despertó de su letargo Orwelliano. Y no va a ser fácil. Porque no sólo huyo de mi hueva y de mi aburrimiento, sino que también estoy dejando atrás esa disponibilidad amorosa que tengo para con la mujer más significativa de mi vida (y no, Woody, no es mi madre ni tampoco mi hijastra). Y estoy seguro que me va a costar.<br /><br />Pero no puedo postergar estos deseos. No se vale. No es justo, por donde quiera que se le vea. Yo no nací para encantar a los mercadólogos de ninguna parte. Puedo hacerlo, sí, y lo seguiré haciendo, también. Pero ese, perdón, NO es mi destino. Y tampoco mi destino existe, porque la vida que he llevado ya me enseñó que no hay otro supuesto "destino" que el trayecto en sí mismo. Y aunque ya sea un cliché, hoy tengo que separarme de esa convención para olisquear la soledad. Tengo que modificar el trayecto, para poderlo abrazar humildemente y sembrar sobre él cualquier posibilidad de amor.<br /><br />No sé si estoy cometiendo el error de mi vida. Lo dudo. Creo que ese puede ubicarse hace más de 15 años, cuando -categóricamente- me creí capaz de hacer mi propio camino, sin haberme deshecho del que me fue implantado. Y no importa. Hoy sólo quiero pasto, frío, calor, simplicidad. Quiero no tener televisión. Quiero encontrarme lejos de todos. Y quiero acabar ese libro, ese guión, esa historia. La que sea.<br /><br />Antier me enteré que Elsa Cross escribió el poemario con el que llevo trabajando desde los 16 años. Le puso el mismo nombre y escogió el mismo tema. Tengo -claro- que ir a comprarlo. Le dieron el premio nacional de poesía. A esa idea. A la misma que tengo desde que me propuse hacer poesía. Elsa Cross. La ex-mujer de Juan Tovar. El traductor de Castaneda. El Harry Potter de mi generación (y varias anteriores).<br /><br />No me importa si el Nadir ya fue publicado. El Nadir no es una persona. Se escribe con minúscula: nadir. Es el punto más alto de la noche. En donde no hay atisbos del día. En donde las brujas solían bailar, y donde la muerte sirve su ensalada. Qué va. Seguro hay otros nombres para eso. Porque de nombres está hecho el hartazgo. Ay, los putos nombres.<br /><br />Nos creemos tanto por el simple hecho de poder nombrar.<br /><br />Uno quisiera entender la vida sin lenguaje. Pero es imposible. Y así se explica el fanatismo de todos los malditos locos del mundo. Tienen demasiadas sílabas. Demasiadas palabras. Demasiadas ideas.<br /><br />Es entonces cuando uno abraza a Fulcanelli. Y sus últimas letras. Y entiende el valor de -finalmente- callar.Chamirúhttp://www.blogger.com/profile/15170205084317015101noreply@blogger.com2tag:blogger.com,1999:blog-9844286.post-38615409364718495652010-04-28T07:13:00.004-05:002010-04-28T07:33:25.243-05:00Epifanías desechables XII***<br />Me llegan, súbitamente, tantas ganas de escribir un montón de cosas que no sé cómo decir. Me llegan, súbitamente, un montón de antiguas formas en las que decía y repetía lo que -según yo- me estaba ocurriendo. Y me ocurren, de igual manera, tantas sorpresas que no dejan de ser absurdas, estúpidas y constatables. Y bueno: No tengo idea de cómo ni dónde se encontraría lo que este blog podría ser en la primavera del presente 2010. Ni tengo idea de mí. Ni de cosa alguna.<br /><br />***<br />Creo que hacerse viejo involucra una inconmensurable tarea de odiarse a uno mismo. Aquello que suavemente llamaba desaprendizaje cuando era adolescente, hoy es una encomienda por demás amarga y cabrona. Y claro: En aquellos tiempos creía saberlo todo. Era un moco categórico como los que hoy mismo desprecio. Y hoy, sin embargo, sólo tengo clara una cosa: Si has de ser un moco -hijo mío- sélo: Pero procura -por el amor de un perro- ser uno de esos mocos que parecen -o se sienten- flexibles.<br /><br />***<br />Nada de lo que he dicho me gusta. Nada de lo que fui sigo siendo. Poco de lo que he dicho me convence ahora mismo. Y no es mi culpa. Es culpa de la gramática y la ortografía. Es culpa de la numismática y la filatelia. Pero no es culpa mía. Yo sólo atisbo que no sé nada, pero igual y sí se alguna que otra cosa. A la mierda con Platón y su marido. A la mierda con todo: Yo tengo frío y tengo calor como cualquier otra cucaracha. Yo la quiero -y luego no la quiero- "como sube y como baja la marea".<br /><br />***<br />El amanecer sigue empujándose por la ventana. Eso es algo lindo del amanecer: No te da tiempo a remilgar en lo estúpido que te sientes. Ocurre rapidísimo. Ocurre más rápido que la vista, tal y como los estafadores de las vegas o el metro barranca. Ocurre sin preguntar. Y aquí, aquí mismo, sigue ocurriendo. Pienso en canciones de jazz que me delimitaban la existencia hace cuatro o dos mil años. Pienso en la vida, y en olvidar y en merecer. Y luego olvido lo que pienso y me hago estatua. Y en la estaticidad busco mi nombre y mi núcleo y mi apellido. Y no lo encuentro: Ya no soy más yo mismo.<br /><br />***<br />Me empecino en dejar algo dicho. Me empecino en ilusionarme con la idea de haber crecido, o de haber sabido, o de haber asimilado algo cierto. Y no es así: porque la calma no es otra que la de hacerse el muerto cuando los ejércitos de la vida ya te pasaron por encima. Y la inquietud es siempre lo mismo: la vieja inquietud, la que nunca te abandona, la que no podrá saciarse jamás.<br /><br />***<br /><br /><br /><br />Tengo muchos besos pendientes. No es mi historia la que yo me empeño en constatar. Es la historia de otro. La muerte de otro. La vida de otro. Pero no la de yo mismo.<br /><br />Y es que la vida es muy difícil y aburrida. La vida es muy difícil. Muy difícil. Particularmente, digo yo, cuando la vives sentado.Chamirúhttp://www.blogger.com/profile/15170205084317015101noreply@blogger.com6tag:blogger.com,1999:blog-9844286.post-75982394902712686392010-02-11T04:46:00.002-06:002010-02-11T05:10:12.536-06:00Good mourning (sic) heartache.***<br /><br />Cada mañana, en la vida, termina siendo un buenos días.<br />Un buenos días, aunque sea en otro lugar: Buenos días.<br /><br />Pero el mundo no es lo que dejaste taciturno antier noche. Hoy son días. Y entonces, de la forma más veraz y -al mismo tiempo- más indeleble, sólo resta decirle (y desearle) lo mismo. Buenos días.<br /><br />Buenos días, dolor de corazón. Buenos días.<br /><br />¿Cuál será la extraña imposición social que nos obliga a decir buenos días cuando alguien más nos lo dice? ¿Será que es de verdad importante? ¿Alguien, en el oscuro bosque de las noches del mundo, escuchará ese árbol caer, en mitad de su soledad?<br /><br />No tengo, una vez más, la menor idea.<br /><br />***<br /><br />Buenos días, dolor de corazón.<br />Vieja y sombría apreciación.<br />Buenos días, dolor de corazón<br />pensé que ayer noche era adiós...<br /><br />***Chamirúhttp://www.blogger.com/profile/15170205084317015101noreply@blogger.com4tag:blogger.com,1999:blog-9844286.post-73250710016932516452009-11-20T02:02:00.007-06:002009-11-20T03:18:38.355-06:00Division Bells (post largo, sesudo y lleno de Luz y Fuerza, je)Pueden creerlo: Soy de izquierda total pero no desprecio absolutamente la liquidación de Luz y Fuerza del Centro.<br /><br />Durante años, LyFC había sido una verdadera carga personal: para mí y para los míos. Meses de cobros irrisorios (3500 por bimestre en casas de 12 focos, por ejemplo). Cortes arbitrarios, departamentos vaciados por caseros abusivos y coludidos con la empresa, vaya: Una verdadera monserga por donde se le vea.<br /><br />Y sé perfectamente que no era yo el único. A mi medianamente humilde edificio en la colonia Juárez -al mismo tiempo que a mí- le llegaban recibos de 30,000 pesos por una minúscula bomba de agua plus 10 focos que alumbraban el largo camino de 4 pisos que compone toda la inconmensurable construcción. Tomó muchas horas de queja y demostración, además de 6 horas de arresto personal en los separos de la delegación Cuauhtémoc, para que la extinta compañía de luz y fuerza del centro nos dejara de chingar alevosa y redomadamente. Nada padre, si me preguntan a mí, que pasé (y pagué) por un arresto ilegal, sin deberla ni temerla.<br /><br />Es así que mi postura -no la personal, sí la política- poco tiene que ver con mi desprecio profundo y absoluto de la susodicha empresa. Al día de hoy, para colmo, yo les debo 5,032 pesos. Tres bimestres de 200 pesos y uno -misterioso- de 4,400 pesos (cobrados en tarifa de alto consumo, por los huevos de quien sabe quien).<br /><br />Sobra decir que nunca les voy a pagar semejante cantidad. Probablemente robe el medidor o me haga absolutamente pendejo cuando -en el año 5000- la CFE se tome el tiempo para cobrarme tales fortunas que yo -por supuesto- desconoceré absolutamente. Y sin embargo, no comulgo con la liquidación de tan infernal empresa. Y no lo hago por razones tan válidas como las que llevaron a Felipe Calderón a despachársela: Y es que no me da la gana.<br /><br />Las cifras son sumamente ambiguas: Algunos afirman que LyFC implicaba cerca de 60,000 empleados formales (y probablemente chingonomil informales). Si semejante cifra fuese cierta, hoy hay 300,000 individuos que -de un día para el otro- se quedaron sin ingreso-alimento-comodidades-etcetcetcétera. Y por más que yo desprecié, desprecie o aún despreciaría a la empresa que les daba de comer, no puedo sentirme feliz ante semejante despojo.<br /><br />Y es que hay que entender cosas muy simples: Primero que nada, la maniobra política. Y es que a pesar de que el sindicato de LyFC ha sido por demás voluble desde que "vio la luz", es innegable que en la presente década ha sido un elemento sindical beligerante y contestatario frente a los gobiernos panistas que nos han "dirigido" desde el 2000.<br /><br />Y, segundo, es innegable que el panismo federalizado ha buscado -por cielo, mar y tierra- una manera de regolpear (y digo "re" porque suficiente se ha golpeado a sí mismo) al gobierno "izquierdista" de Marcelo Ebrard. Incapaces de nulificar a la ciudad por la vía presupuestal, todo parece indicar que los brillantísimos panistas contemporáneos han optado por generar 300,000 paupérrimos más (a través de esos 60,000 despidos), con el afán de delinear un clima de caos y confrontación que -por la vía de su siempre bien entretejida estrategia de medios (y esto lo digo con mucho conocimiento de causa)- pretenden "zarandear" y cosechar: Todo en la forma de la indignación popular que generan las satanizadas marchas y todos esos "ladrones" que "pretenden cobrar 1500 pesos a cada familia", según los últimos espots que el gobierno federal sigue pautando frenéticamente para justificar la desaparición de LyFC.<br /><br />Un eunuco como yo no puede sino situarse en el justo y comodino medio de toda esta estratagema Macartista. Pero por más que lo hago, y por más que recuerdo las arbitrariedades de las que fui víctima gracias a esa pinche empresucha protopriísta, no me queda otra postura que la de sentirme aterrado ante el panorama palpable: No habrá marcha atrás whatsoever. LyFC nunca más operará el suministro de la pseudociudad más grande del mundo. Y sin embargo, difícilmente esto significará una mejora en el servicio que los usuarios finales recibimos.<br /><br />¿Por qué lo digo? Muy sencillo: Hasta la noche de hoy, mi edificio estuvo en penumbras durante siete días. Aunque no "en penumbras" propiamente. Déjenme explicarles: La corriente que brota del cableado subterráneo que cuadricula el centro histórico del Distrito Federal, es muy diferente a todas las demás. Aquí no hay postes ni cables colgantes a todo lo largo de las calles. Acá la luz llega desde debajo de la tierra y -en teoría- es trifásica. Esto quiere decir que tres gordos cables alimentan cada local y cada casa y cada edificio de la zona. Y cada cual alimenta una serie de viviendas, comercios o complejos luminosos, según sea el caso.<br /><br />Bueno, pues resulta que hace una semana se quemó (o tal parece) un par de cables que alimentaba mi edificio. Por ende, dos terceras partes de los departamentos quedaron en penumbras, sin contar con que la bomba de agua se quedó igualmente jodida por lo mismo. Las quejas brotaron y brotaron desde el primer minuto (tengo vecinos que repelan, gracias a dios). Y pasaron siete días y dos docenas de quejas para que la nueva y renovada cuadrilla de operaciones de la súper CFE pudiera descifrar -y resolver- el susodicho problema.<br /><br />Todo esto no tiene otro propósito que el de denunciar la estupidez operativa de nuestro puñetero gobierno: Y es que quizás a mí no me habría importunado mayormente un recambio radical de LyFC, hecho por las razones correctas, y operado con la sensatez necesaria. Pero vaya que me emputa que un presidentito enclenque se tome la libertad de disolver a la empresa que se encarga de suministrar la luz de 30 millones de personas sin otra previsión operativa que la de montar un "call center" tan ineficiente y ridículo como la propia empresa que le dio la gana disolver. Y es que es sintomático...<br /><br />Es esa clara y precisa falta de previsión y eficiencia la que nos tiene como nos tiene. Gobiernos estúpidos pasan y se suceden, uno sobre otro, y la culpa siempre la tiene -mediáticamente- el anterior. Y así ocurría, igualmente, con el PRI. Pues hay tantos PRIs como contextos globales. Y tantos delamadridistas como lopezportillistas los hubo en su momento. Siempre recargándose en la ineptitud del comandante anterior -de dientes pa'fuera- pero siempre abusando del ciudadano presente. Y -guess what?- siempre reeligiéndose con números insultantes. Y siempre evidenciando la falta de criterio de nuestra victimizada -y victimizante- ciudadanía.<br /><br />Hoy llegó la luz y debería de estar feliz y contento. Y sí: de algún modo lo estoy. Pero no nací tan purasangre como para aguantar un antifaz y sí -yo sí puedo- al menos me jacto de poder ver más allá de mi propia nariz: Este decretito tiene destinatario, y el destinatario es la ciudad (nuclear y extendida), además de todos sus habitantes. Y más allá de lo que Marcelito Quebrard ha malhecho, tenemos también a Felipillo y sus huestes desesperadas por admiración, aunque sea sobrante.<br /><br />Yo, que detesto con toda mi alma a LyFC, no puedo entregar mi admiración tan fácilmente. Pues quizás haya desaparecido una empresa vomitiva y deplorable de un plumazo, sí, pero lejos esto significa que la próxima será mejor.<br /><br />Hoy llamé a su apreciable Call Center: Así, de entrada, les puedo decir que "el sistema" no sabía de una "colonia Juárez".<br /><br />"Aquí están el monumento a Cuauhtémoc, a Colón, la Ciudadela y Bucareli. Incluida la Secretaría de Gobernación" -les respondí-<br />"A ver, deme su código postal, señor, por favor" -replicaron, muy modositos-<br />"06600" -dije, de memoria-<br />"No, señor. Ese código me aparece en la delegación Azcapotzalco, acá en el sistema..." -respondió la nueva empleada, confiando absolutamente en su "sistema"-<br /><br />Sobra decir que al final (luego de media hora), encontraron la colonia en "el sistema". Y después de hora y media de palabritas y reclamos cortantes -mágicamente- volvió la luz luego de siete días. Dudo mucho que gracias a mi impertinencia. Pero dudo mucho -también- que gracias al infalible plan operativo que Felipillo y sus secuaces habían NO ideado antes de desplantarse a LyFC, sin tener ni puñetera idea de lo que estaban haciendo.<br /><br />(Y vaya, pa terminar, un breve recordatorio: Este señor era el que vendía planeación y visión a largo plazo. Y de igual modo, ofrecía recortar impuestos en lugar de subirlos. Y aunque hoy se justifique, permanentemente, en la crisis global, yo sí me quito el sombrero frente a Joseph Stiglitz (premio nobel de Economía 2001), y puedo constatar que de estadista, este pinche enano no tiene nada. Y que de pendejos, sin ofender, todos los que votaron por este imbécil por puro miedo, lo tienen todo).<br /><br />Y salud.Chamirúhttp://www.blogger.com/profile/15170205084317015101noreply@blogger.com2tag:blogger.com,1999:blog-9844286.post-68131428047021693342009-07-22T00:40:00.005-05:002009-07-22T01:30:49.592-05:00Manifiesto desesperanzado.<div style="text-align: right;">En respuesta a una reflexión ajena<br /><br /></div><br />Este no es un mundo de espera. Es un planeta de esperanzas. Y las esperanzas son el arsenal más sutil de los poderosos. Aquí ya nadie quiere esperar. Todos quieren tener esperanzas nuevas a velocidades cada vez más inusitadas. O como bien reza el cliché: ______ a un click de distancia. <span style="font-size:78%;">(Llénese con palabras como: "amor", "salvación", "Jesús", "Seguridad", "Miguel Hidalgo limpia" o lo que se prefiera)</span><br /><br />Y es más bien la esperanza que la espera, aunque concuerde en todo lo demás que plantea <a href="http://www.facebook.com/home.php?ref=home#/note.php?note_id=124516425158&id=669230498&ref=share">esta reflexión</a>. Y es que hay que entender que eso que llama espera es más bien la infatuación -fatua desde su propia raíz etimológica- que la sociedad tiene ante la sistemática y estudiadísima promoción mediática de salvaciones desechables. Escapes para no pensar. Salidas silenciosas.<br /><br />En palabras más pequeñas: Adoramos la esperanza porque desde tiempos inmemoriales ha sido el motor de coerción y coptación que los poderosos han utilizado para sosegar la discrepancia. Para acallar las rebeliones. O, en algún momento, para lograr ponernos de acuerdo y construir lo que llamamos "civilización".<br /><br />Dios, el comunismo, la doctrina Monroe, Batman y hasta Robin: Todos adalides de los manufactores de la esperanza. Todos producto del hombre a la vez que generadores de humanidad (con su respectiva dosis de fantasía). Algunos más peligrosos que otros, tanto como fuesen las intenciones originales de sus creadores (o perpetuadores). Pero todos -TODOS- forjadores de esperanzas. Alguna vez grandes y longevas. Hoy mismo diminutas y efímeras.<br /><br />Es en ese sentido en que la humanidad siempre ha caminado con la brújula de la esperanza en la imaginación. Y por humanidad no me refiero a los ostentores del poder, sino simplemente a los ciudadanos de a pie. Consumidores o creadores de sus propias fantasías. Usuarios de la esperanza a gran escala.<br /><br />Pero no. Ya no somos más un mundo que sabe esperar. Sabemos esperanzarnos con lo desechable, que no es lo mismo. Y sabemos apenas, un poco más.<br /><br />No somos ya esa humanidad embelesada con salvadores tanto como lo éramos hace 1000, 100 o incluso 10 años. Las grandes esperanzas sucumben -cada día más- a la tonada de la globalización y de lo virtual. Y por ello la democracia siente miedo. Y más cuando sus siervos recurren a la anulación de sus productos esperanzadores tercermundistas, y dejan sus boletas en blanco, o votan por todos y por nadie, o apuntan con bonita letra "Michael Jackson" en el espacio designado para que nadie lo use.<br /><br />Y no está mal. Finalmente, la democracia fue construida como la única forma viable de homogeneizar lo heterogéneo y mantener los motores de la industria caminando, al mismo tiempo. Y aunque algunos dirán que esa forma de perpetuar el poder -aunque cambie de manos- es la única que tenemos para evitar la anarquía y la barbarie, la realidad es lo suficientemente necia para demostrarles que incluso ese propósito ha sido sobrepasado por la propia anarquía y barbarie que -al menos en México- ha significado este sistema en términos de desigualdad social, criminalidad y sin irse tan lejos, caos y corrupción generalizados.<br /><br />Es así que comulgo absolutamente con quienes promueven la anulación como un llamado a dejar la espera y cuestionar las bases de la democracia tercermundista de nuestro México conformista. Siempre y cuando entiendan que su llamado tiene que desasociarse de cualquier connotación de "esperanza" y tomar las riendas de todo lo contrario: La acción. Dejar la espera no puede significar más espera. Dejar la esperanza, menos aún esperanza.<br /><br />Y entender la acción como un fenómeno creativo, volitivo y contundente. No como un cliché de hacer ruido dentro del mismo auditorio de siempre, y con las reglas y los presentadores de costumbre. La acción como un propósito revolucionario contra la displiscencia y la "aceleración vertiginosa de las esperanzas" que supone la era digital, sobre todo en la mente de quienes nunca conocieron un mundo sin homo videns o una vida sin esperanzas autorrenovables con cada película de Harry Potter, primero, o con cada nuevo Harry Potter, después.<br /><br />La esperanza, que no la religión, es el nuevo "opio del pueblo". Y se solidifica -irónicamente- en puros mundos de humo digital, abonados por los viejos granjeros de la sangre y el amarillismo que representan los grandes medios escritos y electrónicos de la humanidad. Es hora de acabar con ella.<br /><br />Aun si al final del viaje, no tengamos la más mínima esperanza. Como la que yo NO tengo al escribir estas líneas -si pretendiera que alguien les hará el mínimo caso-.<br /><br /><br />Salud.Chamirúhttp://www.blogger.com/profile/15170205084317015101noreply@blogger.com3tag:blogger.com,1999:blog-9844286.post-90647091231518507572009-07-08T19:10:00.003-05:002009-07-09T00:18:44.587-05:00Si yo fuese taxista...<a onblur="try {parent.deselectBloggerImageGracefully();} catch(e) {}" href="http://4.bp.blogspot.com/_srQIfMDg140/SlU1roOukQI/AAAAAAAAAJk/HX5YDpv-MmE/s1600-h/08072009%28001%29.jpg"><img style="margin: 0px auto 10px; display: block; text-align: center; cursor: pointer; width: 300px; height: 400px;" src="http://4.bp.blogspot.com/_srQIfMDg140/SlU1roOukQI/AAAAAAAAAJk/HX5YDpv-MmE/s400/08072009%28001%29.jpg" alt="" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5356246355476910338" border="0" /></a><br />Esta, con toda inseguridad, sería mi unidad...<br /><br /><br /><br /><br />Un fuerte brrrr a las dos de la tarde, en pleno "puente de la morena". Snif.Chamirúhttp://www.blogger.com/profile/15170205084317015101noreply@blogger.com2tag:blogger.com,1999:blog-9844286.post-91657696192775615192009-06-22T21:52:00.005-05:002009-06-22T23:31:12.943-05:00Twitter: La pesadilla globalizada.Hay gente tan tristemente atrapada en el consumismo, que su mundo interior es un Seven Eleven. Otros, que tienen un poco más de lana, pero son igual de tristes, llevan dentro un gran Wal-Mart. O un Bloomingdale's. La misma mierda, con muros más altos. Mejores anaqueles. Un espejismo, que otros llaman estilo de vida, y que es más cómodo y adecuado para la rota y egocéntrica imagen que tienen de sí mismos.<br /><br />¿Cómo es que podemos pasar por la vida reparando únicamente en las cosas que consumimos? ¿Desde cuando el beber Coca-Cola tiene el derecho a definir lo que somos? ¿Cómo es posible que, utilizando las portentosas herramientas de comunicación que nos trajo el siglo XXI, lo único que sabemos decir es cuánto amamos consumir tal o cual cosa, o cuánto amamos a las propias herramientas?<br /><br />Tengo cerca de un año utilizando el dichoso Twitter. En principio, me resultaba absurdo. Inútil. Absolutamente prescindible. Y aunque durante los primeros meses tenía en "mi red" sólo a gente que conocía en el "mundo real", usar la susodicha herramienta era más bien una excusa para el ocio. Un lugar para compartir con amigos "reales" cualesquier pendejada que estuviera haciendo en ese momento, o el chistorete espontáneo que acababa de surgir en alguna conversación que sí me estaba haciendo reír en la dimensión humana.<br /><br />Por diversos azares me hallé añadiendo nuevos personajes. Y de entre toda la incontable paja que todavía hoy mantengo en mi "timeline", aparecieron -como siempre- algunas gemas. Individuos que no solamente malgastaban su día "chateando" en lo que termina siendo un gigantesco chat globalizado al que no entras y del que no sales. Esto último me quedó clarísimo cuando un muy apreciable conocido preguntó, en su primer día, que "cómo cerraba esta cosa". Ahí me descubrí diciéndole: "Tú tranquilo, esta madre no se cierra ni se abre...nadie sabe si estás o no estás realmente ahí..."<br /><br />Con todas las implicaciones que esto último tiene en la supuesta herramienta de comunicación que resulta bien-o-mal ser Twitter, hoy me descubro asustado de lo terriblemente real que este hecho resulta. Twitter no es un chat porque su chat-room es el mundo tecnificado. Y los Twitters no son chateros porque nadie tiene una lista de nombres avisándole si están ahí, si medio están, si están "nomás milando" o si se acaban de morir atropellados por un autobús. Exactamente igual de terrorífico e impredecible que el mundo "real", sólo que en voz alta.<br /><br />Es así que Twitter resulta una gran humareda. Miles -o probablemente millones, ya para estas fechas- de "personas" virtuales soportadas -casi todas- por personas "físicas" (y no en el argot tributario, sino en el literario). De entre todas ellas, uno mismo. Uno y su creciente o decreciente lista de followers. Muchos, tristemente, pensando en voz alta la mayoría del tiempo:<br /><br />- Tengo hambre<br />- Él debería de llamarme<br />- Eso también.<br /><br />No es que sea yo quién para decirlo o que el "mundo" (de Twitter) esté para escucharlo pero hacer públicas tus pulsiones vitales, sin otra intención que la de otorgarle validación a tus pensamientos a través de su exhibición pública, es absolutamente pendejo y prescindible. Y es, además, sintomático de lo que ocurre al mundo en la última década: La posibilidad que nos otorgan las nuevas herramientas de comunicación para ser "escuchados" (o entendidos, o leídos, etc.) no es un bien en sí misma. Esto se hace aún más evidente en las mal llamadas "redes sociales" y en los inacabables gadgets que se idean y producen todos los días, para estar cada vez más cerca de ellas. Aún cuando -ilusoriamente- nos hagan sentir más cerca de "nuestra gente", cuando la geografía no lo hace propicio.<br /><br />Lo único que ha hecho patente este novedoso poder de lanzar oraciones al poblado viento de la información, es que son muy pocas las personas que tienen "algo" que decir. Y no me atrevo a asegurar que cada vez sean menos, porque -quizás- lo único cierto es que la posibilidad de saber lo que la gente dice sólo hace evidente una realidad que por siglos había permanecido silenciada por la inaccesibilidad de los medios de comunicación, y que es algo muy simple: La gente es pendeja. Hoy simplemente es pendeja Y ruidosa. Y su ruido se entreteje vertiginosamente hasta convertirse en vanguardia. Y entonces, le ponemos Twitter al niño. Santo remedio.<br /><br />No me detendré demasiado en enumerar la cantidad de vaguedades que se dicen a diario en Twitter. Los estereotipos son pocos, sin embargo, y como parte del medio me tengo que colocar en alguno de ellos, para no pecar de "larger than life" (aunque con mi panza bien podría). Digamos, a grandes rasgos, que los tuiteros se resumen en las siguientes categorías:<br /><br /><ul style="font-family: verdana;"><li><span style="font-weight: bold;">El hermenauta </span><span>(que no hermeneuta)</span><span style="font-weight: bold;"> de la pendejez: </span>Dícese del grupo más grande de Twitter. Ellos dedican el 90% de sus aportaciones al "pensamiento básico en voz alta". El hambre parece ser tan cruenta en este casillero, que uno podría creer que viven en Ruanda, si no fuera porque tienen computadoras y luego "bajan al OXXO" a saciarla.</li></ul><br /><ul style="font-family: verdana;"><li><span style="font-weight: bold;">El "Compro, luego soy": </span>En este lugar encontramos a un gran número de chavitos bien adoctrinados por la publicidad, y que gran parte de lo que comparten es su amor por el innumerable cúmulo de productos y servicios que facilitan su existencia. Cocacolas, cervezas, perfumes, grupos de rock, gadgets re-innovadores y escuelitas que pretenden ser universidades son sus temas favoritos.</li></ul><br /><ul style="font-family: verdana;"><li><span style="font-weight: bold;">El "Mi relación tortuosa es TU relación tortuosa": </span>Aquí encontramos a un gran grupo de seres que, incapacitados para actuar o tomar decisiones en sus relaciones interpersonales, se dedican a publicar sus dudas, satisfacciones y desagrados emocionales, sexuales o familiares con el resto del mundo. Entre sus miembros se cuentan muchos gays de clóset, bisexuales necesitados del show-off y heterosexuales altamente frustrados. De cuando en cuando son divertidos.</li></ul><br /><ul style="font-family: verdana;"><li><span style="font-weight: bold;">El "Computín rabioso": </span>Acá fácilmente ubicamos a muchos de los primeros usuarios asiduos de Twitter. Aunque mucha de su comunicación gira en torno a plataformas computacionales que ni su puta madre entiende, de repente se vuelven humanos y -a veces- hasta resultan agradables.</li></ul><br /><ul style="font-family: verdana;"><li><span style="font-weight: bold;">El "one-hit-twitter": </span>Grupo por demás copioso en el que hallamos a mucha gente que no entendió un pito de cómo usar el twitter o simplemente le pareció inútil porque no supo añadir a sus amigos. También aquí aplican todas las cuentas "temporales" que generan los políticos, los "famosos" y los restauranteros de tlalpan que fueron estafados por el siguiente grupo.</li></ul><br /><ul style="font-family: verdana;"><li><span style="font-weight: bold;">El "Experto en Social Media": </span>Este muy particular grupo de engendros está conformado por seres cuya vida real suele ser bastante pusilánime. En retorno, su vida virtual es copiosa y excitante. Su conocimiento -casi siempre- apenas mayor a la media de Twitter y otras herramientas virtuales los lanzó en una búsqueda frenética de identidad. De ahí que ejercen como "gurús" para muchos, a pesar de que el 98.5% de todo lo que "tuitean" está, absurdamente, relacionado con Twitter o cualquier otra "curiosidad" virtual. Son particularmente patéticos pero -en algunos casos- logran convencer a muchos incautos de que saben "algo" acerca de lo que sea.</li></ul><br /><ul style="font-family: verdana;"><li><span style="font-weight: bold;">El "Nihilista codependiente virtual": </span>En este heterogéneo grupo se encuentran los contados personajes que no dependen pero sí dependen del medio para lanzar su mensaje. En su favor podemos decir que TIENEN un mensaje y que el mensaje en cuestión no siempre redunda en el medio, la coca-cola o su vasto conocimiento sobre nada. Son capaces de mostrar distintas caras según su estado de ánimo, lo que los hace menos robóticos y lineales que el resto, aunque de pronto abusen del medio y terminen exhibiendo cosas que ni sus mamás hubieran querido saber. Su principal valor es que, sin dejarlo, de cuando en cuando saben despotricar del medio. Y que, cuando quieren, pueden ser todos los anteriores sin dejar de ser ellos mismos. </li></ul><br /><br />No hace falta que diga en cuál de los estereotipos me ubico a mí mismo. Y no hace falta tampoco decir que el resto de los usuarios de Twitter, son simples "bots" programados para venderte al partido verde, las chichis de Britney Spears, algún tipo de noticia inútil o todas las anteriores.<br /><br />Tampoco profundizaré sobre lo absurdo que me resulta notar cómo tanta gente deja de ser gente si no la conforman sus consumos. Desde el ejercicio frenético hasta la Coca-Cola que llueve clichosísimamente (sic) sobre sus bocas abiertas. Desde su profundo sentido de la bisexualidad, entendida como una moda que hay que exhibir torpemente, hasta su profundo amor por McLuhan y el medio (Twitter) que se superpone al mensaje (Propio).<br /><br />Alguien debería decirles a todos ellos que la Cocacola es rica y nada más. Y que ser bisexual está chido si no necesitas que nadie lo valide. Y que el medio no es el mensaje. Es meramente el masaje. Cuyo final feliz -o infeliz- pones tú mismo. Si puedes.<br /><br />Y ya. Snif.Chamirúhttp://www.blogger.com/profile/15170205084317015101noreply@blogger.com13tag:blogger.com,1999:blog-9844286.post-50142170395046723722009-06-10T03:14:00.003-05:002009-06-10T03:47:18.843-05:00La futilidad de lo aleatorio.De alguna manera, probablemente aleatoria y biológica, el ser humano se convirtió en una entidad regida por el lenguaje. De eso, hace mucho tiempo. Pero son tantas y tantas las generaciones que han sido engendradas bajo el poder de otorgar nombres, que ya ni sabemos cuántas deberíamos nombrar. Primera ironía: El poder de nombrar lo infinito, y sin embargo, persistir en las ganas de enumerarle.<br /><br />Nos empecinamos en nombrar, y luego lo llamamos naturaleza humana. Nacidos sabiéndolo, crecemos entusiasmados con fantasías que no tienen perímetro ni posibilidad. Dios, para algunos. Santa Clós, para otros. Horóscopos y Zodiacos acompañan nuestro tránsito hacia la edad adulta. O a veces, incluso, la ciencia. Todos nombres para explicar otro nombre, aún más absurdo que sí mismo: La realidad de lo aleatorio. La aleatoriedad. The randomness. Or the futility of its very thought.<br /><br />Evidentemente resulta frustrante aceptar que no hay una explicación para nada de lo que nos rodea. Siempre es mejor poder acudir a nuestros porqués de temporada. Es que es el clima, es que es que soy Tauro. Es que Darwin nos hizo capaces de abstraer y nombrar: Ni madres. No sirve para nada. Somos la especie intergaláctica de hormiga rabiosa que vino con la misión avanzada de nombrarlo todo. O no. O quizás, no somos nada. ¿No será eso precisamente lo que nos aterra?<br /><br />Nadie, sino el ser humano, tiene mayor injerencia o responsabilidad en la explosión demográfica que nos ha llevado a nacer en donde nacimos. Somos tantos y queremos ser tanto mucho, que por ello nos aterra equivaler lo mismo que cero. Pero no hay problema: para eso está la realidad sociopolítica. La necesidad de trabajar. La naturaleza olvidadiza de los pueblos y las sociedades. Basta echarse un clavado en cualesquiera de ellas, para desvanecerse en una multitud amorfa que algunos llaman solemnemente "historia": Y está bien. O mejor dicho: Es necesario.<br /><br />El problema -mi querido Watson- es que una vez que has atisbado el otro lado del camino, no existe retorno posible. Si eres esclavo de tu propia angustia existencial -y nada parece calmarla- tú sólo cálmate: Nada la podrá calmar (sic).<br /><br />Como un libro malhecho de Carlos Castaneda, yacemos multitudinariamente en la misma certeza: No existe cura para la ansiedad de poner nombre a las cosas. No hay manera de librarse de la tarea de querer librarse de la tarea. El lenguaje es un laberinto circular cuyo rumbo y salida está sólo en sí mismo.<br /><br />Desnudos, absortos, ciertos de que no seremos supermán, Mozart o ningún otro estereotipo que alivie nuestra ansiedad egóica, transitamos como zombies sobre la vereda de los tibios. Y salimos a trabajar, con la neurosis bien puesta, y el afán de que mañana<br /><br />y sólo mañana (aunque tal vez pasado)<br /><br />quizás o perhaps, o precisamente puede ser que mañana<br /><br />es el día que esperamos eso mismo...<br /><br />pero -claro- sin esperar nada.<br /><br /><br />Salud.Chamirúhttp://www.blogger.com/profile/15170205084317015101noreply@blogger.com1tag:blogger.com,1999:blog-9844286.post-64814455538451830592009-06-07T04:54:00.013-05:002009-06-07T06:10:06.455-05:00Ciudad sorpresa.Esta fue una de esas noches en las que te encuentras a ti mismo mientras hablas. No es cuestión de la charla o el aderezo omnibulante que le otorgan el alcohol o los recovecos de adjetivos: Hablo de cuando realmente te hallas construyendo posturas (intelectuales, no vayan a pensar) que antes -a pesar de ser tuyas- te eran desconocidas o simplemente inconexas. Conforme las palabras salen de tu boca, tú te escuchas a ti mismo pensando ordenadamente. Y luego asumes tus propias reflexiones, y sí -quizás- te sorprendes de lo simples y atinadas/subyacentes que te resultan, toda vez que ya las has emitido.<br /><br />Para que ello ocurra -claro está- es necesario que el interlocutor te adjudique todos esos adjetivos. Cuando eres sólo tú el que los impone, probablemente estaríamos hablando de una peda ególatra como tantas, o de un brote de autoaceptación súbita y propiciada por ciertas drogas, o -simplemente- por una muy buena semana (en general).<br /><br />Sin embargo, no todos los días uno repara en explicar lo que supone que es la historia de "México", desde la conquista hasta la globalización, y con tan poquitas palabras. Y cuando el interlocutor es un cuasiturista absolutamente atento a tus debrayes estructurados, uno suele poner especial empeño en mantener el nivel de asertividad (sí, con "S") lo más alto posible.<br /><br />Y es que resulta extraño reflexionar -públicamente- acerca de un país tan surreal como este (mío y de quién sabe cuántos más). Y resulta -también- demasiado fácil recurrir a las etiquetas, y dejarlo todo en una aproximación -tipo bosquejo facilista de Miró- a todo aquello que conforma la razón por la cual los mexicanos somos tan absurdos, inexplicables y -a su vez- atractivos para los espectadores ajenos a nuestra idiosincrasia. Claro que se puede decir que somos un pueblo multicultural y por ello complicado. O que nuestra mezcla demográfica es la causa y el efecto de esa total destornilladería cultural que nos hace tan absurdos. Pero no es así.<br /><br />México es un acto de fe dibujado sobre sí mismo: Un malabarista bailando en la cuerda floja que une dos acantilados que separan -a su vez- un par de ecosistemas totalmente antagónicos, para colmo. O más fácil, si se quiere: Un abanico-cliché de contrastes y diferencias que añoran -rabiosamente- ser descritos. O mejor aún: una narrativa que cuenta eso mismo: la añoranza de la descripción, la necesidad de nombre, la explicación de un Octavio Paz que ironizaba sobre sí mismo, mientras ironizaba sobre todos los demás. Ese país en búsqueda perpetua de mejores nombres (y que no de mejores hombres), pero que alcanzó siempre -de una u otra manera- sus oscuros y necesarios objetivos que nunca tuvieron rumbo. México: Siempre fiel. "México": Siempre lleno de "méxicos". Ilegible pero inspirador.<br /><br />En este contexto en el que lo multicultural resulta prodigioso, yo me atrevo a decir que en el caso de mi México es precisamente lo contrario: Ha sido -precisamente- esa diversidad de razas, pueblos, destinos manifiestos y supuestos poderes la que nos ha llevado a ser conquistados por un prodigioso pescador de ríos revueltos (alas, señor don Cortés), y luego por todos los demás.<br /><br />Y fue (y es) esa persistente disonancia -muy remunerable- la que esos mismos pescadores subsecuentes, desde don Cura Hidalgo hasta don Fecal, han sabido convertir en un mito harto provechoso: El mito de México. El mito de los mexicanos y nuestra surrealidad seductora. El caparazón que sobrevuela nuestra primigenia versión de la Cenicienta latinoamericana: El lugar en el que no hacen falta revueltas, ni muertos, ni extraviados para "sentir" el "progreso".<br /><br />Que no se me malentienda: Como ya lo he dicho muchas veces, encuentro adorable -e incluso adictivo- el hecho de vivir y "montarme en los lomos" de una ciudad como el D.F. Recurriendo una vez más a la eterna analogía, asumo que ser chilango y estar enamorado de la Ciudad de México equivale a engancharse con la mujer más complicada que has podido -medio- saciar en toda tu -insulsa- vida. Todas las otras entelequias de mujer/ciudad/camino resultan entonces sumamente predecibles. O quedan chicas. O terminan siendo tan domésticas como tu "street wisdom" (sabiduría callejera) te lo impone.<br /><br />Y, sin embargo, asumir semejante grado de chilanguedad (o chilanguez, o chilangonería, o chilanguismo -who knows-) supone muchas y muy profundas facturas:<br /><br />Esa consecuencia es -curiosamente- casi esotérica: Descifrar esta ciudad implica nunca volver a encontrar un "camino a casa". El dichoso ejemplo de "casa" termina siendo siempre otra cosa: Muchas veces es sólo la ansiedad de permanecer buscando -casi perdido- mientras esperas imberbe eso que, se supone, es la "nueva cara" de la misma casa. Es este un laberinto metamórfico infestado de seres que desean profundamente tener nombre. Nombre y -además- que sea propio: Significado, destino, apellido y -si se puede (¿por qué no?)- también un final predestinadamente feliz.<br /><br />¿Cómo no amar semejante incertidumbre-bien-delimitada? ¿Cómo anclarse a cualquier otra megalópolis prolija del primer mundo, cuando queda claro que el "bien vivir" anula siempre los contrastes?<br /><br />Multiculturalmente loca. Racista y clasista como pocas. Inacabada tanto como inacabable: No puedo dejar de no-amarla (cosa que no es, ni de lejos, igual a odiarla).<br /><br />Abrázame, hoguera. Incinérame, PINCHE laberinto.<br /><br />Que mi desprecio exacerbado a toda adhesión política-pendeja que casi siempre te habita, nunca me haga abandonarte. Y que mi deseo neurótico de normalidad, no lo haga tampoco.<br /><br /><br />O al menos no del todo.<br /><br /><br />O cuando menos no siempre.<br /><br /><br /><br /><br />Salud.Chamirúhttp://www.blogger.com/profile/15170205084317015101noreply@blogger.com0