El tiempo de enmedio. Medio malo. Medio ponzoñoso. Todo intermedio resulta malo. Más si tienes un nombre específico que significa las dos cosas: medio y malo. Malo y medio. Qué bueno que no somos angloparlantes. Aquí lo medio es lo medio y lo malo es malo y no mamadas.
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Y no es un tiempo malo. Es un tiempo medio. Medio todo. Medio quién sabe. Un tiempo sin ganas de nombre (menos de apellido). Y sigo dejándolo pasar. Sigo dejándolo correr.
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La razón más preclara para negar la existencia de Dios (dios) es que no me saco el melate. Si existiese, bien sabría que muchas vidas se mudarían a una comodidad perfecta y constructiva. Puto. Dios es puto, sin más. Le da miedo proveernos (sí, amigos, a todos) de tanta comodidad.
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También, claro está, otra prueba irrefutable es que el América le gane al Cruz Azul así de feo. Pero esa pena me da pena decirla en voz alta (sic para que el lobo feroz no se desgañite).
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Y otra más es que me haya ido tan sin chiste en el torneo de ajedrez. No es que me interese competir, pero dios tendría que comprarme por lo que creo que valgo (que me perdone mi detractor de temporada por el "lugarcomunazo").
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En unas horas vuelvo al trabajo y no puedo dormir. Tengo una confesión: He vuelto al café. Ahora lo tomo religiosamente, which means en exceso. Y claro, no puedo dormir. Ni cuatro tequilas, ni la idea de dios, ni el aberrante club américa, ni discovery channel y su cristianismo de closet me han ayudado en mi propósito.
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Por otro lado pienso que mi novia debiera irle al Cruz Azul, pero esas son ideas malgastadas, ya lo sé. Dándome cuenta de la necedad, me muevo a otro punto.
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Y el otro punto no es tal. Es el mismo lugar. El meantime. El mean time. El jodido medio tiempo, lleno de anuncios y excusas publicitarias que suceden mientras "el estratega reconviene a sus jugadores". La mitad del inning. El campo vacío. El intermedio en el cine (que ya no existe) y la renuncia a comprar más chocolates o más palomitas o escabullirse a otra película. Ya nada se puede. Todo está previsto en nuestros tiempos magros.
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Creo que debo reencontrarme con el sexo. El sexo y yo debemos tomar un café y luego mordernos hasta la médula. Nada de sopa. Médula cruda y dura. Pura y sin digestivos. Eso me vendría bien. Podría dormir. Y quizás despertar apenas empezando el siguiente lapso. Extra-innings, infield hits, argot beisbolero pambolero refresquero. Mean times, les digo. No me hagan caso.
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El Cabrito Reposado (evítese pensar en el jingle) no invoca el reposo. Promueve la inquietud. Ay les va, publicistas, aviéntese una campaña y déjenme dormir.
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Por cierto, voy a votar por López Obrador. Bueno, voy a votar simbólicamente. Extravié mi IFE en algún sanitario amable y hospitalario. Pero votaré desde mis pesadillas. Ya, ya, ya. Me queda claro que es un pelmazo. Todos lo son. Es sólo que como ahora se me dan los deportes extremos, tengo ganas de peligro. Y un peligro para México es un sabor suave en mi boca hastiada de tanto tedio. Que venga el caos. Al cabo ya voté por él (caos) en el 2000.
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Sin explicaciones más, finito. Que Batio me guarde en su detritus. Hoy no estoy para conclusiones. The mean time has taken over the building.
Posdata efímera: Se siente bonito tener un arrogante jactancioso, como yo, chingándome por mi "lugarcomunismo" avasallante. Al rato chingará por los dedazos, la falta de ideas, la carencia de espíritu. Sólo lean su blog y saquen sus propias oclusiones (sic también, lópez lando).
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Y por el otro "lando" (sic sic y recontra sic) les recomiendo leer, del señor Janosch (nombre igual al de un ajedrecista famoso -y todavía ando averiguando si no eran el mismo- el grandísimo libro llamado: Leo Pulgamágica o de la Caza de Leones en Obberfimel. Vaya que me jodió (salvó) la infancia. God bless Alfaguara.
La linea que separa a un valiente de un cobarde está trazada con cinismo.
abril 17, 2006
abril 06, 2006
Paradojas Posmodernas (Los nuevos motivos de Dante)
Recién vi una película que me recomendaron hace ya tiempo. En mi súbito amor por las mujeres mayores de treinta años, han sido muchos los chick flicks (o peliculitas romanticheras cursis y con personajes en franca depresión amorosa después de los 30 -comedias románticas they say-) que me he recetado en los últimos años. Algunas de ellas francamente infernales, otras domingueras y otras, oh sorpresa, muy agradables.
Esta película de la que hablo es un remake del que ya se ha vuelto un cliché de los tiempos modernos: La mujer ya no sólo como musa sino como salvación de un hombre en crisis y en falta. Ya los estereotipos medievales (que quizá durasen hasta el desarrollo de la literatura del vulgo) en los que el galante aventurero conquistaba con su osadía (y sus pelotas, etc.) a un personaje femenino pasivo, dulzón y sin mucho chiste se están esfumando. Sin embargo, la visión contemporánea no resulta mucho más esperanzadora. Si bien siempre hubo un Dante y una Beatriz circulando en los infiernos, los motivos de aquel eran más estéticos, abstractos, generados por una imagen propia y no por una seducción mutua. Beatriz era apetecible, eso seguro, pero más una estatua apetecible que lo que las protagonistas de las historias de amor resultan hoy. Hoy son ellas quienes viajan a los infiernos, casi siempre con un aire de indiferencia perfectamente estudiado, y se sumergen en el conflicto de sus atormentados amantuchos, todo para recordarles que su conflicto es lastimero e innecesario y que ellas son un territorio mucho más digno de conquistar que sus propios conflictos. Mujeres que escriben mapas de sí mismas y que se jactan de ser una mejor conquista que Persia, Mesopotamia o una neurosis obsesivo compulsiva.
El pequeño problema, es que en lugar de buscar Alejandros Magnos se concentran en tipos como Kafka o Camus o cualquier otro sufriente con licencia. Y de pronto este arquetipo, que bien podría denominarse "Cucaracha Extranjera" (por motivos literarios, que no xenofóbicos), las deja botadas en medio del viaje, les huye, no las estimula lo suficiente, se devuelve a su caparazón y las olvida, dejándolas en medio de una nueva insatisfacción y con motivos para definir a los hombres como bichejos pusilánimes. Con justa razón.
Lo curioso aquí no es establecer generalidades. Siempre han existido mujeres fuertes y hombres débiles. Y viceversa. La cuestión es cómo este arquetipo de la mujer-Virgilio, que se vale más de su fortaleza emocional que de sus encantos superficiales, para llevarnos al delirio (infierno) y de vuelta, está cada vez más valuada y representada en el cine y otras artes. Y si bien, tanto el personaje masculino como la propia heroína están en muchos casos caricaturizados en exceso, es innegable que esta redefinición del encanto femenino es sumamente paradójica, si se piensa en los metrosexuales y otras menudencias.
Ahora las mujeres son quienes ostentan el poder y juegan a la territorialidad, mientras los hombres se ponen cremita Lancome y mascarillas de aguacate para agradarles. Un tanto extremo, si me preguntan, pero la tendencia parece ser irreversible. Es como con los alimentos orgánicos e infinidad de otros inventos de la posmodernidad. Ahora la gente rica paga fortunas para comerse lo que antes comía la gente pobre, mientras los pobres se retacan de esa comida industrializada, que antes los ricos veneraron y llenaron de dinero. Le pagamos a McDonalds para que sus dueños puedan comer en los Green Corner. Absurdo.
Aunque si me remito a mí, sé que no hay nada como una mujer peleona, con o sin mapa, pero llena de palabras. No me imagino un viaje al infierno que no implique una reflexión del mío propio. No me imagino un acto de cortejo que no suponga otorgar el poder de cuando en cuando. Quizá también soy una cucaracha kafkiana, pero las Clementines o las Claires, como la de la película de ayer (Elizabethtown, de Cameron Crowe), son algo digno de significar cualquier vida. Y más si la vida en cuestión es una maraña.
Así pues, Dante hoy viaja al infierno a buscarse a sí mismo. Ya no es Beatriz ni la forma de su cara delante del sol. Es Beatriz y sus enigmas, sus patadas, su vuelcos, su pasividad impulsiva, su te tomo para que me tomes. No me sorprende, pues, tanta confusión, tanta gente infeliz o frustrada por sus relaciones de pareja, ni tanto cansancio. Finalmente, no es fácil vencer y ser vencido en un sólo acto de voluntad. Pero hay tiempo. Todavía.
Esta película de la que hablo es un remake del que ya se ha vuelto un cliché de los tiempos modernos: La mujer ya no sólo como musa sino como salvación de un hombre en crisis y en falta. Ya los estereotipos medievales (que quizá durasen hasta el desarrollo de la literatura del vulgo) en los que el galante aventurero conquistaba con su osadía (y sus pelotas, etc.) a un personaje femenino pasivo, dulzón y sin mucho chiste se están esfumando. Sin embargo, la visión contemporánea no resulta mucho más esperanzadora. Si bien siempre hubo un Dante y una Beatriz circulando en los infiernos, los motivos de aquel eran más estéticos, abstractos, generados por una imagen propia y no por una seducción mutua. Beatriz era apetecible, eso seguro, pero más una estatua apetecible que lo que las protagonistas de las historias de amor resultan hoy. Hoy son ellas quienes viajan a los infiernos, casi siempre con un aire de indiferencia perfectamente estudiado, y se sumergen en el conflicto de sus atormentados amantuchos, todo para recordarles que su conflicto es lastimero e innecesario y que ellas son un territorio mucho más digno de conquistar que sus propios conflictos. Mujeres que escriben mapas de sí mismas y que se jactan de ser una mejor conquista que Persia, Mesopotamia o una neurosis obsesivo compulsiva.
El pequeño problema, es que en lugar de buscar Alejandros Magnos se concentran en tipos como Kafka o Camus o cualquier otro sufriente con licencia. Y de pronto este arquetipo, que bien podría denominarse "Cucaracha Extranjera" (por motivos literarios, que no xenofóbicos), las deja botadas en medio del viaje, les huye, no las estimula lo suficiente, se devuelve a su caparazón y las olvida, dejándolas en medio de una nueva insatisfacción y con motivos para definir a los hombres como bichejos pusilánimes. Con justa razón.
Lo curioso aquí no es establecer generalidades. Siempre han existido mujeres fuertes y hombres débiles. Y viceversa. La cuestión es cómo este arquetipo de la mujer-Virgilio, que se vale más de su fortaleza emocional que de sus encantos superficiales, para llevarnos al delirio (infierno) y de vuelta, está cada vez más valuada y representada en el cine y otras artes. Y si bien, tanto el personaje masculino como la propia heroína están en muchos casos caricaturizados en exceso, es innegable que esta redefinición del encanto femenino es sumamente paradójica, si se piensa en los metrosexuales y otras menudencias.
Ahora las mujeres son quienes ostentan el poder y juegan a la territorialidad, mientras los hombres se ponen cremita Lancome y mascarillas de aguacate para agradarles. Un tanto extremo, si me preguntan, pero la tendencia parece ser irreversible. Es como con los alimentos orgánicos e infinidad de otros inventos de la posmodernidad. Ahora la gente rica paga fortunas para comerse lo que antes comía la gente pobre, mientras los pobres se retacan de esa comida industrializada, que antes los ricos veneraron y llenaron de dinero. Le pagamos a McDonalds para que sus dueños puedan comer en los Green Corner. Absurdo.
Aunque si me remito a mí, sé que no hay nada como una mujer peleona, con o sin mapa, pero llena de palabras. No me imagino un viaje al infierno que no implique una reflexión del mío propio. No me imagino un acto de cortejo que no suponga otorgar el poder de cuando en cuando. Quizá también soy una cucaracha kafkiana, pero las Clementines o las Claires, como la de la película de ayer (Elizabethtown, de Cameron Crowe), son algo digno de significar cualquier vida. Y más si la vida en cuestión es una maraña.
Así pues, Dante hoy viaja al infierno a buscarse a sí mismo. Ya no es Beatriz ni la forma de su cara delante del sol. Es Beatriz y sus enigmas, sus patadas, su vuelcos, su pasividad impulsiva, su te tomo para que me tomes. No me sorprende, pues, tanta confusión, tanta gente infeliz o frustrada por sus relaciones de pareja, ni tanto cansancio. Finalmente, no es fácil vencer y ser vencido en un sólo acto de voluntad. Pero hay tiempo. Todavía.
abril 01, 2006
Luego de tanto.
Recuerdo la primera vez que me desnudé frente a las manos de alguien. Recuerdo cuando entregué las armas, el cinturón, las agujetas, el destino. Recuerdo lo impaciente que estaba por encontrarle la magia a esa rendición. Recuerdo cómo finalmente la encontré y me abstraje, supuse, morí.
Morí. En realidad he muerto muchas veces. Como todos, se den cuenta o no. Muchas veces. Se muere todos los días. Pero es como llevar una dieta, un régimen: Uno lo lleva y ya. Los demás se dan cuenta luego de mucho tiempo.
Ya no quiero morir. O tal vez sólo quisiera dejar de darme cuenta. No lo sé. Lo cierto es que me siento cansado de la resurrección. Cada día, cada pena, cada mañanita necia que se empeña en despertarme (o hacerme dormir). Harto, pues. Harto sin más.
Y algo que no soporto es una flor que no tiene ojos que le contemplen. No soporto eso ni a las mujeres mal amadas. Y no es que yo mal ame. Yo amo por intervalos, pero amo bien. Lo que detesto es la mentira, la enlongación, la promesa suministrada por goteros. Gota, te quiero, gota, te sigo queriendo, gota, quédate, gota, aquí estoy, gota, parece que no pero sí, gota, no crezcas, gota, no luches, gota, confórmate, gota, aguanta, gota, te quiero otra vez. Revoltijo de mentiras. Carne de los muy mentirosos hambrientos. ¿Por qué no ser real? ¿Por qué no decir, en principio, que nada es tan cauce ni tan río ni tan siempre? ¿Por qué no aceptar cuando se es inapetente, indeseable, melodía sorda?
Ay de los pobres hombres que pretenden sujetar el amor con promesas y futuros. Ay de las promesas. Ay de quienes no admiten que no hay canción que dure por siempre. Ay de los que no aprovechan las pausas para respirar y repasar en su cabeza la siguiente estrofa. Ay de los compases que no se tocan. Ay, lloremos, lloremos. Y luego riámonos de los "pobres" hombres. Ni yo ni nada es capaz de escaparse. Oscilamos sin remedio.
Por eso, y sólo por eso, pegaré un pedacito de sabiduría popular. Un algo que me hizo llorar cuando no me interesaba hacer llorar a nadie. Algo final. Algo sin plumas. Helo aquí:
"Aquella noche no le vi ponerse en camino. Cuando le alcancé, marchaba con paso rápido y decidido y me dijo solamente:
-¡Ah, estás ahí!
Me cogió de la mano y externó su preocupación:
-Has hecho mal. Vas a sufrir mucho creyendo que estoy muerto, pero no será así.
Yo me callaba.
-¿Comprendes? Es demasiado lejos y no puedo llevar este cuerpo que pesa demasiado.
Seguí callado.
-Será como una corteza vieja que se abandona. Y no son nada tristes las viejas cortezas...
Yo me callaba. El Principito perdió un poco de ánimo. Pero hizo un esfuerzo y dijo:
-Será agradable ¿sabes? Yo miraré también las estrellas. Todas serán pozos con esquinas herrumbrosas. Todas las estrellas me darán de beber.
Yo me callaba.
-¡Será tan divertido! Tú tendrás quinientos millones de cascabeles y yo, yo tendré quinientos millones de fuentes...

El Principito se calló también; estaba llorando.
-Es allí; déjame solo.
Se sentó porque tenía miedo. Dijo aún:
-¿Sabes?... mi flor... soy responsable... ¡y ella es tan débil y tan inocente! Sólo tiene cuatro espinas para defenderse contra el mundo...
Me senté: Ya no podía mantenerme en pie.
-Ahí está... eso es todo...
Vacíló todavía un instante, pero luego se levantó y dio un paso. Yo no pude moverme.
Un relámpago amarillo centelleó en su tobillo. Quedó un instante inmóvil, sin exhalar un grito. Luego cayó lentamente,como cae un árbol. Sin hacer el menor ruido, por causa de la arena"
Morí. En realidad he muerto muchas veces. Como todos, se den cuenta o no. Muchas veces. Se muere todos los días. Pero es como llevar una dieta, un régimen: Uno lo lleva y ya. Los demás se dan cuenta luego de mucho tiempo.
Ya no quiero morir. O tal vez sólo quisiera dejar de darme cuenta. No lo sé. Lo cierto es que me siento cansado de la resurrección. Cada día, cada pena, cada mañanita necia que se empeña en despertarme (o hacerme dormir). Harto, pues. Harto sin más.
Y algo que no soporto es una flor que no tiene ojos que le contemplen. No soporto eso ni a las mujeres mal amadas. Y no es que yo mal ame. Yo amo por intervalos, pero amo bien. Lo que detesto es la mentira, la enlongación, la promesa suministrada por goteros. Gota, te quiero, gota, te sigo queriendo, gota, quédate, gota, aquí estoy, gota, parece que no pero sí, gota, no crezcas, gota, no luches, gota, confórmate, gota, aguanta, gota, te quiero otra vez. Revoltijo de mentiras. Carne de los muy mentirosos hambrientos. ¿Por qué no ser real? ¿Por qué no decir, en principio, que nada es tan cauce ni tan río ni tan siempre? ¿Por qué no aceptar cuando se es inapetente, indeseable, melodía sorda?
Ay de los pobres hombres que pretenden sujetar el amor con promesas y futuros. Ay de las promesas. Ay de quienes no admiten que no hay canción que dure por siempre. Ay de los que no aprovechan las pausas para respirar y repasar en su cabeza la siguiente estrofa. Ay de los compases que no se tocan. Ay, lloremos, lloremos. Y luego riámonos de los "pobres" hombres. Ni yo ni nada es capaz de escaparse. Oscilamos sin remedio.
Por eso, y sólo por eso, pegaré un pedacito de sabiduría popular. Un algo que me hizo llorar cuando no me interesaba hacer llorar a nadie. Algo final. Algo sin plumas. Helo aquí:
"Aquella noche no le vi ponerse en camino. Cuando le alcancé, marchaba con paso rápido y decidido y me dijo solamente:
-¡Ah, estás ahí!
Me cogió de la mano y externó su preocupación:
-Has hecho mal. Vas a sufrir mucho creyendo que estoy muerto, pero no será así.
Yo me callaba.
-¿Comprendes? Es demasiado lejos y no puedo llevar este cuerpo que pesa demasiado.
Seguí callado.
-Será como una corteza vieja que se abandona. Y no son nada tristes las viejas cortezas...
Yo me callaba. El Principito perdió un poco de ánimo. Pero hizo un esfuerzo y dijo:
-Será agradable ¿sabes? Yo miraré también las estrellas. Todas serán pozos con esquinas herrumbrosas. Todas las estrellas me darán de beber.
Yo me callaba.
-¡Será tan divertido! Tú tendrás quinientos millones de cascabeles y yo, yo tendré quinientos millones de fuentes...

El Principito se calló también; estaba llorando.
-Es allí; déjame solo.
Se sentó porque tenía miedo. Dijo aún:
-¿Sabes?... mi flor... soy responsable... ¡y ella es tan débil y tan inocente! Sólo tiene cuatro espinas para defenderse contra el mundo...
Me senté: Ya no podía mantenerme en pie.
-Ahí está... eso es todo...
Vacíló todavía un instante, pero luego se levantó y dio un paso. Yo no pude moverme.
Un relámpago amarillo centelleó en su tobillo. Quedó un instante inmóvil, sin exhalar un grito. Luego cayó lentamente,como cae un árbol. Sin hacer el menor ruido, por causa de la arena"
marzo 29, 2006
Deja Vu
La vida está llena de ellos. A veces cuando vemos pasar un gato al lado de una fuente al lado de una flor, por sobre el pavimento. A veces cuando estornudamos de tal o cual modo. A veces sin decir ni ver ni oir nada. La mente registra un momento y lo equipara con otro y lo presiente como parte de lo ya vivido. Explicaciones abundan.
Dicen los científicos (entre muchas de sus pendejadas) que se trata de un pedo ocular. El ojo izquierdo y su respectivo nervio óptico actúa asincrónicamente con respecto al ojo derecho y entonces, shazzam, el deja vu habita nuestra cabeza. Creíble, sistemático, aburrido, luego entonces quizás pendejo.
Y los metafísicos (metapendejos por lo regular también) opinan que se trata de vidas previas, aprendizajes, errores en el código de la matrix, vivencias previamente construídas por nuestra cabeza. Insuperable montón de mamadas, pues. Peor que la política: Aquí sí no hay a quién recurrir en busca de utopías.
Yo, me myself, I, miguelito, prescindo arteramente de cualquier explicación. ME dejo de compulsiones y me dedico sencillamente a vivirlos. Deja Vu, Deja Vu -me digo-. Y luego continúo cagándola sin verguenza. ¿Quién podría culparme de ser una veleta emocional si lo soy con suficiente honestidad?
Lo de siempre duele como nunca. La sensatez trazando las fronteras del amor y el atrevimiento: Mi deja vu máximo se desnuda mientras me vuelven a preguntar cosas como ¿Por qué me amas y me llevas al infinito para después devolverme a las cloacas de la realidad? ¿Por qué no puedes mantener la nota, el tono, el aliento subido al punto de nunca volver del idilio y el clímax?
Respondo que no sé. Apelo al deja vu. Afirmo que me lo han dicho muchas veces y que no tengo réplica certera para ello. Y luego reconsidero: ¿Qué no el amor supone una paciente y fugaz vuelta por las laderas cochambrosas de las nubes? ¿Qué no se trata de mirar, un ratito nomás, mientras se aspira el aroma de lo perfecto? ¿Si te amara siempre, si todo el día retozáramos sobre las nubes, cómo podrías distinguir mi amor de la podredumbre de la vida? ¿O mi amor del de otros? ¿O mi vigilia de mi letargo apestoso y funesto?
Repito, a manera de deja vu y a ocho voces: Sólo puedo amar por lapsos y no por eternidades. Pero puedo amar fuerte. Puedo amar bien mientras parpadeas y te dejas amar. No más.
Y sí puedo estar. Puedo quedarme. Puedo amarte sólo a ti, sólo a cualquiera, sólo a nadie también. Una única condición: Dejémonos dormir a ratos, respetemos el ensueño ajeno, vacilemos libremente desde la cresta hasta el valle de las dudas y los arrepentimientos. Y claro, amémonos otra vez luego.
Alguien dijo llueve. Llovamos.
Dicen los científicos (entre muchas de sus pendejadas) que se trata de un pedo ocular. El ojo izquierdo y su respectivo nervio óptico actúa asincrónicamente con respecto al ojo derecho y entonces, shazzam, el deja vu habita nuestra cabeza. Creíble, sistemático, aburrido, luego entonces quizás pendejo.
Y los metafísicos (metapendejos por lo regular también) opinan que se trata de vidas previas, aprendizajes, errores en el código de la matrix, vivencias previamente construídas por nuestra cabeza. Insuperable montón de mamadas, pues. Peor que la política: Aquí sí no hay a quién recurrir en busca de utopías.
Yo, me myself, I, miguelito, prescindo arteramente de cualquier explicación. ME dejo de compulsiones y me dedico sencillamente a vivirlos. Deja Vu, Deja Vu -me digo-. Y luego continúo cagándola sin verguenza. ¿Quién podría culparme de ser una veleta emocional si lo soy con suficiente honestidad?
Lo de siempre duele como nunca. La sensatez trazando las fronteras del amor y el atrevimiento: Mi deja vu máximo se desnuda mientras me vuelven a preguntar cosas como ¿Por qué me amas y me llevas al infinito para después devolverme a las cloacas de la realidad? ¿Por qué no puedes mantener la nota, el tono, el aliento subido al punto de nunca volver del idilio y el clímax?
Respondo que no sé. Apelo al deja vu. Afirmo que me lo han dicho muchas veces y que no tengo réplica certera para ello. Y luego reconsidero: ¿Qué no el amor supone una paciente y fugaz vuelta por las laderas cochambrosas de las nubes? ¿Qué no se trata de mirar, un ratito nomás, mientras se aspira el aroma de lo perfecto? ¿Si te amara siempre, si todo el día retozáramos sobre las nubes, cómo podrías distinguir mi amor de la podredumbre de la vida? ¿O mi amor del de otros? ¿O mi vigilia de mi letargo apestoso y funesto?
Repito, a manera de deja vu y a ocho voces: Sólo puedo amar por lapsos y no por eternidades. Pero puedo amar fuerte. Puedo amar bien mientras parpadeas y te dejas amar. No más.
Y sí puedo estar. Puedo quedarme. Puedo amarte sólo a ti, sólo a cualquiera, sólo a nadie también. Una única condición: Dejémonos dormir a ratos, respetemos el ensueño ajeno, vacilemos libremente desde la cresta hasta el valle de las dudas y los arrepentimientos. Y claro, amémonos otra vez luego.
Alguien dijo llueve. Llovamos.
marzo 27, 2006
Benson and Jedches: Todo está dicho.
Poniéndose cronista, habría que admitirlo. Y poniéndose necio, también: Todo este acto -impostergable y necio- que resulta del contemplar lo que otros dicen, acaba siendo una necedad casi narcisista. Escuchamos, de algún modo, porque quisiéramos decir. Apreciamos, ciertamente, porque de algún modo consideramos que nosotros mismos y nadie más, podría decir lo que se nos es dicho. Mentirosos-comodinos, please, abstenerse de pensar.
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Y sí, es real: De algún modo todos miramos para luego mirarnos. Y oímos para quizás oírnos. Y hasta medio olemos para ver si logramos olisquearnos: No existe such thing as un remedio. Estamos perdidamente perdidos.
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Claro: Sabemos caer. Caemos sin mapa y sin ayuda. Y so fucking what? Finalmente resultamos estar todos arrojados sin remedio. So what? Qué tiene de malo? Déjennos dormir. Déjennos caer. Déjennos molestar.
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Y moléstense quienes lo merezcan. So what?
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Y sí, es real: De algún modo todos miramos para luego mirarnos. Y oímos para quizás oírnos. Y hasta medio olemos para ver si logramos olisquearnos: No existe such thing as un remedio. Estamos perdidamente perdidos.
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Claro: Sabemos caer. Caemos sin mapa y sin ayuda. Y so fucking what? Finalmente resultamos estar todos arrojados sin remedio. So what? Qué tiene de malo? Déjennos dormir. Déjennos caer. Déjennos molestar.
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Y moléstense quienes lo merezcan. So what?
marzo 25, 2006
Cresta, valle, alba, ocaso. Ondas en hertz o ups and downs. It's all the same.
Llegas a donde sea que no habías ido. Escuchas:
- ¿Y qué carro traes ahorita, goooey?
- Pues el mismo, la neta. No he podido cambiarlo.
- ¿Neeeetaaaa?
- Sí, gooooey, no lo he podido cambiar.
- Uta, pos yo ya no tengo el Alfa Romeo de mi mamá, goooey, lo choqué mal pedo.
- ¿Te caaae, goooey?
- Síca. Me caeca. Lo choque mal pedo y maté unos pobre goooeyes ca.
- Chale, goooey. Qué mal pedo.
- Sí, la net. Ochenta y cinco mil varos cash. Estuvo del nabo, ca.
- Chale. ¿Neta? ¿Ochenta y cinco, goooey?
- Sí, goey, estuvo cabrón.
Y estás en un lugar donde a diestra y siniestra hay mujeres que no sólo se ajustan el estándar de deseabilidad de los mortales. Están mucho más allá. Están más buenas que el propio concepto de buenez. Senos desbordantes, ojos que pictóricamente alcanzan el infinito, nalgas que no sólo llaman la atención: Ladran por ella. Todo envuelto en una atmósfera bella y tecachamalquera como la que provee el "Pos no hay pedo goooey".
Y yo, primera vez ahí, estoy de espectador. Incrédulo ante conversaciones como la anterior. Emputado frente a los mismísimos alcances del vacío burgués. ¿De verdad los niños bien hablan de tanta pendejada? ¿Y de verdad sus amigos bien se interesan? ¿Y a poco también resulta verdad todo ese hacerse pendejas que practican las niñas que llevan los niños bien? ¿Es el mundo tan absurdo como eso?
Hoy, ahí mismo, la luz se fue tres veces. Con todo y que era un bar de moda, no había la más mínima luz de emergencia (ni el mínimo no-break, pobres pendejos principiantes) para respaldar el imponderable de medianoche. La luz se fue y se fue. Las cuentas seguían ahí. Los participantes de la peda también. ¿Se puede ser tan pendejo como eso?
Y, digo, como mera acotación, el puto bar es, al menos parcialmente, una propiedad de Crispin y Rawdon. Pa quienes no lo conozcan, digamos que son los Reyes Midas de la Condechi. Antiguos dueños del Colmillo. Actuales dueños del Blackhorse, el Capicua, el Prima, y, vaya sorpresa, también del Tiki Bar. Por lo tanto el lleno total no era sorpresa alguna. Las mujeres de revista tampoco. Los hombres deliciosos mucho menos. Todo se ajustaba, finalmente, a la normalidad que implica un antro de Crispin y compañía.
La cosa es que era mi primera vez ahí. Como sólo dos veces he estado en el Blackhorse. Como sólo tres he aguantado el Colmillo. Y en todas las ocasiones ha sido el voyeuriusmo lo que me ha mantenido aguantando tanto tiempo. Y esta vez también. Y esta vez, tratándose de las once y pico de la noche, repleto de hueva, decidí con mayor énfasis participar de mi propio experimento antropológico. So what.
Y escuché mamadas como las que ya reproduje. Y escuché otras peores. Pero de pronto, de la nada, se fue la luz. Alguien cantó las mañanitas lo suficiente hasta que la luz volvió. Y entonces continué con mi voyeurismo antropológico.
Luego la luz se volvió a ir. Y se fue justo antes de que había mirado varias veces a cierta mujer de pelo negro, corto, bello, y con ojos negros, largos y bellos también, sin que eso supusiera nada más. Sólo la miré. No esperaba nada en absoluto. Y nada pasó.
Pero entonces me senté junto a ella, y ella era más frágil que supostura. Ella era ella y se justificaba tras algunos mezcales. Y yo me justifiqué tras mis vodkas o mis nadas. Pero no. Había mucha historia para discernir. Y, sin más, me propuse discernirla. Y lo hice.
Y no sé dómde está. Y quisiera.
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- ¿Y qué carro traes ahorita, goooey?
- Pues el mismo, la neta. No he podido cambiarlo.
- ¿Neeeetaaaa?
- Sí, gooooey, no lo he podido cambiar.
- Uta, pos yo ya no tengo el Alfa Romeo de mi mamá, goooey, lo choqué mal pedo.
- ¿Te caaae, goooey?
- Síca. Me caeca. Lo choque mal pedo y maté unos pobre goooeyes ca.
- Chale, goooey. Qué mal pedo.
- Sí, la net. Ochenta y cinco mil varos cash. Estuvo del nabo, ca.
- Chale. ¿Neta? ¿Ochenta y cinco, goooey?
- Sí, goey, estuvo cabrón.
Y estás en un lugar donde a diestra y siniestra hay mujeres que no sólo se ajustan el estándar de deseabilidad de los mortales. Están mucho más allá. Están más buenas que el propio concepto de buenez. Senos desbordantes, ojos que pictóricamente alcanzan el infinito, nalgas que no sólo llaman la atención: Ladran por ella. Todo envuelto en una atmósfera bella y tecachamalquera como la que provee el "Pos no hay pedo goooey".
Y yo, primera vez ahí, estoy de espectador. Incrédulo ante conversaciones como la anterior. Emputado frente a los mismísimos alcances del vacío burgués. ¿De verdad los niños bien hablan de tanta pendejada? ¿Y de verdad sus amigos bien se interesan? ¿Y a poco también resulta verdad todo ese hacerse pendejas que practican las niñas que llevan los niños bien? ¿Es el mundo tan absurdo como eso?
Hoy, ahí mismo, la luz se fue tres veces. Con todo y que era un bar de moda, no había la más mínima luz de emergencia (ni el mínimo no-break, pobres pendejos principiantes) para respaldar el imponderable de medianoche. La luz se fue y se fue. Las cuentas seguían ahí. Los participantes de la peda también. ¿Se puede ser tan pendejo como eso?
Y, digo, como mera acotación, el puto bar es, al menos parcialmente, una propiedad de Crispin y Rawdon. Pa quienes no lo conozcan, digamos que son los Reyes Midas de la Condechi. Antiguos dueños del Colmillo. Actuales dueños del Blackhorse, el Capicua, el Prima, y, vaya sorpresa, también del Tiki Bar. Por lo tanto el lleno total no era sorpresa alguna. Las mujeres de revista tampoco. Los hombres deliciosos mucho menos. Todo se ajustaba, finalmente, a la normalidad que implica un antro de Crispin y compañía.
La cosa es que era mi primera vez ahí. Como sólo dos veces he estado en el Blackhorse. Como sólo tres he aguantado el Colmillo. Y en todas las ocasiones ha sido el voyeuriusmo lo que me ha mantenido aguantando tanto tiempo. Y esta vez también. Y esta vez, tratándose de las once y pico de la noche, repleto de hueva, decidí con mayor énfasis participar de mi propio experimento antropológico. So what.
Y escuché mamadas como las que ya reproduje. Y escuché otras peores. Pero de pronto, de la nada, se fue la luz. Alguien cantó las mañanitas lo suficiente hasta que la luz volvió. Y entonces continué con mi voyeurismo antropológico.
Luego la luz se volvió a ir. Y se fue justo antes de que había mirado varias veces a cierta mujer de pelo negro, corto, bello, y con ojos negros, largos y bellos también, sin que eso supusiera nada más. Sólo la miré. No esperaba nada en absoluto. Y nada pasó.
Pero entonces me senté junto a ella, y ella era más frágil que supostura. Ella era ella y se justificaba tras algunos mezcales. Y yo me justifiqué tras mis vodkas o mis nadas. Pero no. Había mucha historia para discernir. Y, sin más, me propuse discernirla. Y lo hice.
Y no sé dómde está. Y quisiera.
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marzo 22, 2006
Verdades Desechables (I)
El plástico con el que empaquetan pilas, aparatitos electrónicos, juguetes y otras muchas viandas, puede ser un enemigo mortal.
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No basta con sentarse a cagar: Es imprescindible revisar si hay papel.
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Si no se sabe decir mentiras, hay que trabajar en el disimulo del rubor.
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(Casi) no hay malos o buenos besadores: Sólo hay quienes saben leer los labios y quienes no.
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Hay clichés sabios y clichés pendejos. Y por sobre todos opera un gran cliché que sirve como criterio para diferenciarlos.
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Si te torturan las disyuntivas, opta por no elegir.
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Si te atormenta la indecisión, decide cualquier cosa.
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Una mordidita a nadie se le niega.
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Si se le acaba el gas al chesco, cómprate otro o aprende a gozar del jarabe.
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A todos nos gustan todas. Apúrate y no reclames.
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Comprar libros no es leer, pero qué rico huele. (*No nos hacemos responsables del surrealismo inherente a cada verdad desplegada)
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Masturbarse es bueno, coger es mejor. Masturbarse, sin embargo, es bueno.
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Si sientes que te inunda el ingenio, envásalo y no le pierdas. Puede no volver jamás.
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Más vale decir más vale que el conformarse con el silencio. Tú puedes: Siempre hay un cliché capaz de hacerte ver sabio. (Incrédulos remitirse a la verdad número 5)
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Si tienes sueño, duérmete. Si tienes hambre, traga. Aunque si no tienes ni sueño, ni hambre, ni nada que postear, tú sólo cénate algo bueno, digiere y luego postea cualquier cosa. Ah, y por el amor de un perro: duérmete luego.
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No basta con sentarse a cagar: Es imprescindible revisar si hay papel.
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Si no se sabe decir mentiras, hay que trabajar en el disimulo del rubor.
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(Casi) no hay malos o buenos besadores: Sólo hay quienes saben leer los labios y quienes no.
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Hay clichés sabios y clichés pendejos. Y por sobre todos opera un gran cliché que sirve como criterio para diferenciarlos.
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Si te torturan las disyuntivas, opta por no elegir.
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Si te atormenta la indecisión, decide cualquier cosa.
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Una mordidita a nadie se le niega.
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Si se le acaba el gas al chesco, cómprate otro o aprende a gozar del jarabe.
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A todos nos gustan todas. Apúrate y no reclames.
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Comprar libros no es leer, pero qué rico huele. (*No nos hacemos responsables del surrealismo inherente a cada verdad desplegada)
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Masturbarse es bueno, coger es mejor. Masturbarse, sin embargo, es bueno.
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Si sientes que te inunda el ingenio, envásalo y no le pierdas. Puede no volver jamás.
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Más vale decir más vale que el conformarse con el silencio. Tú puedes: Siempre hay un cliché capaz de hacerte ver sabio. (Incrédulos remitirse a la verdad número 5)
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Si tienes sueño, duérmete. Si tienes hambre, traga. Aunque si no tienes ni sueño, ni hambre, ni nada que postear, tú sólo cénate algo bueno, digiere y luego postea cualquier cosa. Ah, y por el amor de un perro: duérmete luego.
marzo 16, 2006
La realidad es necia
De pronto me pregunto casi todo. Me jodo, me cago y me cuestiono: ¿De dónde viene esa puta necedad de plantear el amor "social" como una correspondencia biunívoca? ¿De dónde es que sale esa pinche necesidad de garantías y coberturas amplias cuando del amor se trata? ¿Cómo es que tan descuidadamente nos dejamos educar para exigir esa extensa serie de requisitos y demandas unilaterales que imponemos mientras decimos "amar"?
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Mientras más tiempo paso y repaso en este mundo, menos me convence la historia del amor equitativamente correspondido. Igual con la monogamia. Igual, hasta cierto punto, que cuando se trata de vivir certezas o apegarse a una convicción, cualesquiera fuere su índole. La verdad se parece más, día con día, a la dubitativa certidumbre de que "Nada es para tanto". Mucho menos uno mismo.
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¿Quién dice que uno no puede amar durante unas fracciones de segundo, cualquier cosa? ¿Quién puede asegurar que La Verdad es milenaria y única e indivisible? ¿Quién puede realmente convencerse de que mañana amará, o de que lloverá o de que hará un calor asqueroso e implacable? Y con cada uno de esos posibles "quienes" en mí resucita un "hasta-dónde-cómo-cuándo-y-por-qué". A convertir a los convertibles. Yo paso.
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Ahora, el pero está en que quizás nos resulta más feliz y satisfactorio concentrarnos y focalizar nuestro deseo sobre algún supuesto objeto. Quizás es más sencillo "amar" según el manual, y desamar -claro- bajo las mismas reglas, que vivir lo que implica creer y desengañarse, construir y luego entonces desajustar el rompecabezas que resulta al oscilar sin la obligatoriedad de atenerse a regla alguna. Suena mucho a que sí. (Jugar a que se ama es más sencillo a existir sin que amar sea un sí y sólo si...)
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"Foucaultianamente" (y que Batio me perdone la referencia culturosa), o digamos: vértice tras vértice, límite tras límite, y mientras uno se siente desnudo sobre una tenue montaña rusa, parece más fácil coludirse con cualquier terquedad propia que vivir desorbitado y sin certidumbre. El problema aparece cuando uno se toma la molestia de analizar: Ahí no se vislumbra un regreso. La terquedad amorosa deja de ser suficiente. La monogamia y el compromiso son válidos pero no imperecederos. Existir se sobrepone al amor. Ya no se ama para existir ni se existe para amar. Se asume lo falible. Se respeta todo aquello que no puede prevenirse.
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Entonces uno ama sin tanto futuro, sin tanto miedo, sin tanto contexto. Uno ama aún mejor: Porque un amor sin calabozos es más amor que cualquier sembradío de promesas.
Y ya.
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Mientras más tiempo paso y repaso en este mundo, menos me convence la historia del amor equitativamente correspondido. Igual con la monogamia. Igual, hasta cierto punto, que cuando se trata de vivir certezas o apegarse a una convicción, cualesquiera fuere su índole. La verdad se parece más, día con día, a la dubitativa certidumbre de que "Nada es para tanto". Mucho menos uno mismo.
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¿Quién dice que uno no puede amar durante unas fracciones de segundo, cualquier cosa? ¿Quién puede asegurar que La Verdad es milenaria y única e indivisible? ¿Quién puede realmente convencerse de que mañana amará, o de que lloverá o de que hará un calor asqueroso e implacable? Y con cada uno de esos posibles "quienes" en mí resucita un "hasta-dónde-cómo-cuándo-y-por-qué". A convertir a los convertibles. Yo paso.
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Ahora, el pero está en que quizás nos resulta más feliz y satisfactorio concentrarnos y focalizar nuestro deseo sobre algún supuesto objeto. Quizás es más sencillo "amar" según el manual, y desamar -claro- bajo las mismas reglas, que vivir lo que implica creer y desengañarse, construir y luego entonces desajustar el rompecabezas que resulta al oscilar sin la obligatoriedad de atenerse a regla alguna. Suena mucho a que sí. (Jugar a que se ama es más sencillo a existir sin que amar sea un sí y sólo si...)
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"Foucaultianamente" (y que Batio me perdone la referencia culturosa), o digamos: vértice tras vértice, límite tras límite, y mientras uno se siente desnudo sobre una tenue montaña rusa, parece más fácil coludirse con cualquier terquedad propia que vivir desorbitado y sin certidumbre. El problema aparece cuando uno se toma la molestia de analizar: Ahí no se vislumbra un regreso. La terquedad amorosa deja de ser suficiente. La monogamia y el compromiso son válidos pero no imperecederos. Existir se sobrepone al amor. Ya no se ama para existir ni se existe para amar. Se asume lo falible. Se respeta todo aquello que no puede prevenirse.
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Entonces uno ama sin tanto futuro, sin tanto miedo, sin tanto contexto. Uno ama aún mejor: Porque un amor sin calabozos es más amor que cualquier sembradío de promesas.
Y ya.
marzo 11, 2006
Instantáneas vivenciales
Hay días en los que no se puede escribir nada. Hay días en los que hay tanto que escribir que se llega a un punto donde las palabras "salen sobrando". Hay días donde todo está claro y nada quiebra esa convicción implacable. Hay otros días en los que cuesta mucho pensar y nada encaja suficientemente bien. Y hay, incluso, días donde coexisten todas estas cosas en el mismo lugar del tiempo. Días donde se está claro y confuso al mismo tiempo. Días donde se quiere un todo con sabor a nada. Días necios y persistentes. Días que claman por la noche y que, llegando ahí, ruegan del mismo modo por una vuelta en U. Días que justifican el significado de la necedad. Días que oscilan para lograr reglamentar la incoherencia, y luego seguir andando el camino. Días que nos reclaman sin piedad.
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Yo sencillamente reniego de los días y de las semanas, de una vez. Me ocupo de la tarea batiana, y batianamente contesto lo siguiente:
Este es el "manuscrito" original:
Somos la versión cínica de aquella tonteria que llamas nihilismo.
Somos el final visto como aquel muro que derrumbas para hallarte con la nada perfecta.
En aquella esquina donde hallas al perdedor, al defraudado, al ridículo lumpem marxista, somos nosotros los que le patean sólo por diversión.
Somos la incredulidad vuelta broma, la angustia como el humor perfecto que nos deja disfrutar de un partido de futbol,o del tráfico como la inconmensurable sala de espera de la vida. Somos el deficit como herencia y no como esperanza.
Somos esas papeletas arrojadas al piso en la bolsa de valores, siempre a punto de la compra y de la venta, siempre olvidados en la interdicción del deseo comercial, siempre como ceros planos que no están a la izquierda ni se hallan a la derecha.
Somos la hora equivocada, el retraso falso, la neurosis cíclica del trabajador encabronado con el sistema de transporte público. En realidad somos el trabajo a media cuadra de tu casa.
Somos afines a tu indiferencia. Estamos unidos por las migajas de pan arrojadas por hansel y gretel. Nuestra jerarquía y fortaleza está basada en un estudio genealógico que nos conduce a la nada, como primer padre, y a la risa, como la primera madre.
El mundo es ridículo ¿no lo han notado? Creemos que el statu-quo es la incapacidad colectiva para aceptar que nuestras vidas forman parte de las tiras cómicas. En todo caso, yo soy Charlie Brown.
***
Y esta es mi humilde versión:
Somos el mismísimo cinismo. Somos a veces tonterías. Somos lo que nos da la gana de ser. Llámennos nihilistas. Llámennos como quieran.
Somos el final visto como un otro muro que derrumbas para hallarte (otra vez) con la nada perfecta. Somos la respuesta al laberinto que comienzas. Somos la entrada al que invariablemente sigue.
En esa esquina donde hayas al perdedor y al defraudado; en esa otra donde conmueves al ridículo lumpem marxista o al irreparable exitoso positivista, habrás de hallarnos: Somos nosotros los que gozan pateándolos a todos por la pura diversión de hacerlo.
Somos la incredulidad vuelta broma, somos la angustia como síntoma del humor perfecto que nos deja disfrutar de un partido de futbol, o de un embotellamiento trágico, y también somos los que vivimos la vida como si fuera una inconmensurable sala de espera. Somos un déficit por antonomasia. Odiamos, por tanto, toda insatisfacción que se disfrace de esperanza. Que el dolor duela y las ganas abunden.
Ocurrimos. Sucedemos. No somos mesurables. Resultamos ser incluso peores que esas papeletas arrojadas al piso en cualquier mercado de valores. Gozamos de vivir a punto de ser compra y de ser venta. Cómodamente existimos, olvidados en la interdicción del deseo comercial. Somos esos ceros planos que no están a la izquierda ni se hallan a la derecha. Oscilamos convenientemente.
Somos la hora equivocada, el ya merito y el ora sí. Somos el retraso falso y la neurosis cíclica del trabajador encabronado con el sistema de transporte público. En realidad somos el trabajo a media cuadra de tu casa. Y a veces también somos ese par de semanas en la güeva por las que debes pedir permiso. Somos el cansancio y el tezón.
Somos afines a tu indiferencia. Estamos unidos por las migajas de pan arrojadas por hansel y gretel. Somos tan excitantes y tan reales como una cogida en dibujos animados. Somos tan falsos como una patada en los huevos. Somos lo que se nos pega la gana ser y justo cuando debemos serlo.
Nuestra jerarquía y nuestra fortaleza están estrictamente sustentadas por un estudio genealógico que nos conduce a la nada, como primer padre, y a la risa, como la primera madre. Somos un híbrido resultante de cierto ahora y cierta conveniencia. Y además nos vale verga. Somos durante todas las horas en las que la ventanilla de quejas permanece cerrada. Y a carcajada plena.
Siendo lo que somos, también decimos: El mundo es básicamente ridículo ¿No lo has notado? Creemos que el statu quo es esa incapacidad colectiva para aceptar que nuestras vidas son causa (rara vez) pero casi siempre consecuencia (¿a poco no?) de cualquier cliché harto violentado y hasta de las mismísimas tiras cómicas. En todo caso, somos Charlie Brown. Somos la sopa de Mafalda. Somos el Némesis de Superman. Somos la güeva de Mister Natural. Somos el Stalin de DC Comics. La escasez de tinta de Marvel. La noche soleada de Stan Lee, la grisaciedad de Cortázar, la estupidez de Platón, el ausentismo de Nietzche, la decencia de Bukoswki, el "otoño del patriarca", la cinta faltante de cualquier máquina de escribir. Somos el hartazgo. ¿Y qué?
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Yo sencillamente reniego de los días y de las semanas, de una vez. Me ocupo de la tarea batiana, y batianamente contesto lo siguiente:
Este es el "manuscrito" original:
Somos la versión cínica de aquella tonteria que llamas nihilismo.
Somos el final visto como aquel muro que derrumbas para hallarte con la nada perfecta.
En aquella esquina donde hallas al perdedor, al defraudado, al ridículo lumpem marxista, somos nosotros los que le patean sólo por diversión.
Somos la incredulidad vuelta broma, la angustia como el humor perfecto que nos deja disfrutar de un partido de futbol,o del tráfico como la inconmensurable sala de espera de la vida. Somos el deficit como herencia y no como esperanza.
Somos esas papeletas arrojadas al piso en la bolsa de valores, siempre a punto de la compra y de la venta, siempre olvidados en la interdicción del deseo comercial, siempre como ceros planos que no están a la izquierda ni se hallan a la derecha.
Somos la hora equivocada, el retraso falso, la neurosis cíclica del trabajador encabronado con el sistema de transporte público. En realidad somos el trabajo a media cuadra de tu casa.
Somos afines a tu indiferencia. Estamos unidos por las migajas de pan arrojadas por hansel y gretel. Nuestra jerarquía y fortaleza está basada en un estudio genealógico que nos conduce a la nada, como primer padre, y a la risa, como la primera madre.
El mundo es ridículo ¿no lo han notado? Creemos que el statu-quo es la incapacidad colectiva para aceptar que nuestras vidas forman parte de las tiras cómicas. En todo caso, yo soy Charlie Brown.
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Y esta es mi humilde versión:
Somos el mismísimo cinismo. Somos a veces tonterías. Somos lo que nos da la gana de ser. Llámennos nihilistas. Llámennos como quieran.
Somos el final visto como un otro muro que derrumbas para hallarte (otra vez) con la nada perfecta. Somos la respuesta al laberinto que comienzas. Somos la entrada al que invariablemente sigue.
En esa esquina donde hayas al perdedor y al defraudado; en esa otra donde conmueves al ridículo lumpem marxista o al irreparable exitoso positivista, habrás de hallarnos: Somos nosotros los que gozan pateándolos a todos por la pura diversión de hacerlo.
Somos la incredulidad vuelta broma, somos la angustia como síntoma del humor perfecto que nos deja disfrutar de un partido de futbol, o de un embotellamiento trágico, y también somos los que vivimos la vida como si fuera una inconmensurable sala de espera. Somos un déficit por antonomasia. Odiamos, por tanto, toda insatisfacción que se disfrace de esperanza. Que el dolor duela y las ganas abunden.
Ocurrimos. Sucedemos. No somos mesurables. Resultamos ser incluso peores que esas papeletas arrojadas al piso en cualquier mercado de valores. Gozamos de vivir a punto de ser compra y de ser venta. Cómodamente existimos, olvidados en la interdicción del deseo comercial. Somos esos ceros planos que no están a la izquierda ni se hallan a la derecha. Oscilamos convenientemente.
Somos la hora equivocada, el ya merito y el ora sí. Somos el retraso falso y la neurosis cíclica del trabajador encabronado con el sistema de transporte público. En realidad somos el trabajo a media cuadra de tu casa. Y a veces también somos ese par de semanas en la güeva por las que debes pedir permiso. Somos el cansancio y el tezón.
Somos afines a tu indiferencia. Estamos unidos por las migajas de pan arrojadas por hansel y gretel. Somos tan excitantes y tan reales como una cogida en dibujos animados. Somos tan falsos como una patada en los huevos. Somos lo que se nos pega la gana ser y justo cuando debemos serlo.
Nuestra jerarquía y nuestra fortaleza están estrictamente sustentadas por un estudio genealógico que nos conduce a la nada, como primer padre, y a la risa, como la primera madre. Somos un híbrido resultante de cierto ahora y cierta conveniencia. Y además nos vale verga. Somos durante todas las horas en las que la ventanilla de quejas permanece cerrada. Y a carcajada plena.
Siendo lo que somos, también decimos: El mundo es básicamente ridículo ¿No lo has notado? Creemos que el statu quo es esa incapacidad colectiva para aceptar que nuestras vidas son causa (rara vez) pero casi siempre consecuencia (¿a poco no?) de cualquier cliché harto violentado y hasta de las mismísimas tiras cómicas. En todo caso, somos Charlie Brown. Somos la sopa de Mafalda. Somos el Némesis de Superman. Somos la güeva de Mister Natural. Somos el Stalin de DC Comics. La escasez de tinta de Marvel. La noche soleada de Stan Lee, la grisaciedad de Cortázar, la estupidez de Platón, el ausentismo de Nietzche, la decencia de Bukoswki, el "otoño del patriarca", la cinta faltante de cualquier máquina de escribir. Somos el hartazgo. ¿Y qué?
marzo 04, 2006
Cortadita de papel
Siempre he admitido mi redomado egoísmo. Y no es que no me importen los demás, lo "de afuera", las circunstancias o cómo las percibo. Sencillamente es que me duele más lo que me duele a mí. Una cortadita de papel en la puntita del dedo más inutil (el anular, por ejemplo) es siempre una tortura avasallante si lo comparo con el sufrimiento hipócrita que me pueden provocar todos esos pobres niños que mueren, injustamente, segundo a segundo, por cualquier causa incluyendo la peor, y en cada rincón del mundo. ¿Para qué disimular?
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Luego están los que niegan que mi dolor es mío (o su dolor el suyo). Todos esos -quisiera pensar ingenuos pero más bien creo que se trata de cobardes o tramposos- pobres seres que afirman que el dolor (y todo lo demás) no nos pertenece. Los mismos que miran la vida como una sopa o revoltijo de vivencias donde todo preexiste y donde navegamos a través de los sentidos. La unidad, el todo significante, el pozole de la existencia. El karma y el destino. Dios, Cristo, Yahve. Marionetas somos y como rábanos en el gran pozole fungimos. Bobadas.
-------
Y es que el universo o "la realidad" podrían ser unitarios, en sí mismos. A mí, honestamente, me vale madres. Yo quiero más chile piquín de cuando en cuando. Orégano, limón. Maciza o quizás nomás lechuga. Pero quiero decir yo quiero. Quiero creer que creo en la Conciencia. Ya si soy una partícula subatómica dentro de una pinchísima molécula que forma una pinchurrientísima célula que resulta ser el graaan planeta tierra me resulta una verdad inútil. A mí que me pasen las tostadas, el habanero. Un baño para guacarear el pozole. Otra pozolería porque etayanomegutó. Anything except from a destiny I cannot hold.
-------
Me duele mi cortadita a ratos. A veces no. A veces me invento una donde no hay. A veces vierto vinagre y otras más la cuido, lamo y sano fervientemente. He ahí mi pequeña libertad. Mi gran margen de error. Y mi única convicción es quizás esa: Mi cortadita es mía. No pienso dedicarme a propinar cortaditas a diestra y siniestra, pa ver si nos identificamos, no. Cada quien su dolor y sus bálsamos. Y si nos vemos, mejor nos dedicamos a algo mejor que la narrativa de esas breves hemorragias. ¿Qué tal el sexo? ¿Qué tal una buena película? ¿Qué tal un poco de jazz, euforia y unos pocos ratitos de sabroso olvido? Sobra el tiempo para dolerse, y para autoinflingirse, y para estar arrepentido.
-------
Y hoy, casi sin beber y sin jazz y sin olvido; hoy con una cortadota que me tiene hinchado y repleto de drogas farmacéuticas, me siento infeliz, lúgubre, atormentadoso, carente de inspiración. Ah, pero qué chingados, también me siento contento, luminoso, casi casi entusiasmado, vaya. Imagino que de eso se trata estar vivo. Mi pozole sin rábanos: El mundo hoy pasa la noche conmigo. (aunque haga frío)
-------
Luego están los que niegan que mi dolor es mío (o su dolor el suyo). Todos esos -quisiera pensar ingenuos pero más bien creo que se trata de cobardes o tramposos- pobres seres que afirman que el dolor (y todo lo demás) no nos pertenece. Los mismos que miran la vida como una sopa o revoltijo de vivencias donde todo preexiste y donde navegamos a través de los sentidos. La unidad, el todo significante, el pozole de la existencia. El karma y el destino. Dios, Cristo, Yahve. Marionetas somos y como rábanos en el gran pozole fungimos. Bobadas.
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Y es que el universo o "la realidad" podrían ser unitarios, en sí mismos. A mí, honestamente, me vale madres. Yo quiero más chile piquín de cuando en cuando. Orégano, limón. Maciza o quizás nomás lechuga. Pero quiero decir yo quiero. Quiero creer que creo en la Conciencia. Ya si soy una partícula subatómica dentro de una pinchísima molécula que forma una pinchurrientísima célula que resulta ser el graaan planeta tierra me resulta una verdad inútil. A mí que me pasen las tostadas, el habanero. Un baño para guacarear el pozole. Otra pozolería porque etayanomegutó. Anything except from a destiny I cannot hold.
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Me duele mi cortadita a ratos. A veces no. A veces me invento una donde no hay. A veces vierto vinagre y otras más la cuido, lamo y sano fervientemente. He ahí mi pequeña libertad. Mi gran margen de error. Y mi única convicción es quizás esa: Mi cortadita es mía. No pienso dedicarme a propinar cortaditas a diestra y siniestra, pa ver si nos identificamos, no. Cada quien su dolor y sus bálsamos. Y si nos vemos, mejor nos dedicamos a algo mejor que la narrativa de esas breves hemorragias. ¿Qué tal el sexo? ¿Qué tal una buena película? ¿Qué tal un poco de jazz, euforia y unos pocos ratitos de sabroso olvido? Sobra el tiempo para dolerse, y para autoinflingirse, y para estar arrepentido.
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Y hoy, casi sin beber y sin jazz y sin olvido; hoy con una cortadota que me tiene hinchado y repleto de drogas farmacéuticas, me siento infeliz, lúgubre, atormentadoso, carente de inspiración. Ah, pero qué chingados, también me siento contento, luminoso, casi casi entusiasmado, vaya. Imagino que de eso se trata estar vivo. Mi pozole sin rábanos: El mundo hoy pasa la noche conmigo. (aunque haga frío)
marzo 03, 2006
Tapón
No debí haber visto los Dukes de Hazard en mi temprana infancia. Nada más me trepo a un auto rojo y le veo cara de Maverick volador. Es tan divertido saltar zanjas en Monterrey esquina Oaxaca. Es tan divertido volarse la jeta contra el volante y recibir chingo de puntos de sutura. Es tan divertido tardarse dos días en ir al médico y creer que unos vendoletes hacen el paro (es como usar un kotex para una hemorragia cerebral...)
Es tan divertido tomar antibióticos y no poderme aderezar la garganta y las ganas con unos mezcalitos. Es tan divertido no ir al jazz de los lunes ni al de los miércoles ni al de ningún día. Es tan divertido no poder escribir algo "inspirado y ocurrente". Es tan divertido leer librajos de poca monta e ir a trabajar pensando en tonterías. Es tan pero tan divertido tener una nueva chamba y sentirme el mismo ruco de siempre.
Bah, bah, bah. Creo que necesito darme otra vuelta por el desierto.
Mientras tanto, blogueo en horas de comida y no encuentro mucho que decir. De pronto me doy cuenta de que extraño a mucha gente que resulta estar a miles de kilómetros de aquí. Snif.
Yo estoy a miles de kilómetros de mí mismo. Ya que me quiten los chingados puntos. Necesito resucitar henchido en formol (pero sin coche a la mano).
Es tan divertido tomar antibióticos y no poderme aderezar la garganta y las ganas con unos mezcalitos. Es tan divertido no ir al jazz de los lunes ni al de los miércoles ni al de ningún día. Es tan divertido no poder escribir algo "inspirado y ocurrente". Es tan divertido leer librajos de poca monta e ir a trabajar pensando en tonterías. Es tan pero tan divertido tener una nueva chamba y sentirme el mismo ruco de siempre.
Bah, bah, bah. Creo que necesito darme otra vuelta por el desierto.
Mientras tanto, blogueo en horas de comida y no encuentro mucho que decir. De pronto me doy cuenta de que extraño a mucha gente que resulta estar a miles de kilómetros de aquí. Snif.
Yo estoy a miles de kilómetros de mí mismo. Ya que me quiten los chingados puntos. Necesito resucitar henchido en formol (pero sin coche a la mano).
febrero 24, 2006
Paréntesis Antifascista (reeditado)
Dejaré un lado, por primera vez en eras geológicas, mis densidades y latitudes acostumbradas, para hacer un pequeño paréntesis antifascista.
Pueden adivinar que se trata del hombrecillo del bigote, don Jose María Aznar, homonimio (sic) de José María Escrivá de Balaguer, el cerdo mayor, y también hijo de un connotado fascista asesino, además de empleador de muchos otros fascistas asesinos y/o protoasesinos, y de los hijos de otros muchos remuertos pero revivos fascistas y que también trabajaron de asesinos durante el franquismo. Don Asno, Don Bigotes, Don apólogo Hitleriano, el mismo que durante su "gestión" en la cima del poder Español revivió el franquismo y sus bondades bajo un nombre harto cómodo, mismo que los muchos ignorantes (que también se dan a manos llenas en aquel país) logró hacerles sentir identificados. Aznete, el supuesto gran hombre que hoy dedica sus días a atacar el supuesto "populismo". Él, quien a un partido evidentemente franquista y de ULTRA-derecha tiene a bien venderle como "Partido Popular" (vaya paradojas increíbles). El hombre que sacó del closet a todos los marranos fascistoides que se escondieron bajo las piedras desde la bendita muerte del Caudillo, y que ahí se mantuvieron hasta poco antes de la salida de Felipe y su PSOE del poder, resultado de escándalos que, tal como se sabe hoy mismo, fueron una trampa bien tendida por el propio Aznar y en la que Felipe (el de allá) cayó redondito. Gracias, Garzón...
No contento con apoyar abierta y cínicamente la guerra en Irak y Afganistán, nuestro bigotitos también alcanzó a provocar la peor carnicería posible en el metro de Madrid, y aun después, logró actuar y conducirse con cinismo total, arrogancia extrema, y en muchos casos, una ignorancia palpable (como suele pasar con muchos políticos de derecha, a los cuales les prohibieron muchas lecturas en su infancia). Durante sus torturantes ocho años de gobierno, el señorcito de bolsillo, el bigote más facha del mundo occidental, el mejor estudiante de inglés del pueblo de Soria (523 hab.), tuvo a bien venir, una vez más, a nuestro podrido país, y meter sus muy sucias manos en el ya de por si MUY SUCIO cochinero que tenemos por sistema de partidos aquí. Como un puerco en el más apestoso de los chiqueros.
No sé si Calderón haya pensado dos veces la brillantísima invitación que se le hizo a mister "Asnar" para tomar el podio, pero espero, honestamente, que sus palabras sirvan para quitarle a los ilusos, de una puta vez, la venda de los ojos. Pues lo que Pepito dijo, lo dijo y lo hizo: Asnar sus burradas a diestra y siniestra. Ojalá, oj alá, imshala, que la gente se dé cuenta, finalmente, de quién es Felipe Calderón y quiénes son también los que lo apoyan desde las cúpulas más apestosas del poder. Felipito (el de aquí), miembro del Yunque, hijo de un ex-cristero neo-panista michoacano radical, de ideas ultraderechistas preocupantes y repleto de convicción, nuestro ilustre Calderón se deja apapachar por el hijo de un asesino a sueldo del franquismo y defiende los mismitos valores que el caudillo impuso, bota al cuello, por toda España, propiciando la muerte y el éxodo de muchísima gente, apoyado en un desdén absoluto por las libertades civiles, sexuales y de expresión, tal y como durante sus 40 años de mandato, sin contar los que los "Populares" agregaron hasta que el electorado les puso una patada en el culo, lograra el caudillito.
A Felipito(el de aquí), quién se vende como un político moderno, se le puede ver ahora como lo que realmente es. Un hombre que recibe el cariño, el apoyo y probablemente el dinero de gente como Aznar y cualquier otro grupo ultra, pro-Bush y de cualquier otro tinte yunquiano. Felipito, el que seguramente dejaría al desequilibrado mental de Abascal en la SEGOB o cualquier otro puesto mayor, Felipito el que atacaría el laicismo, la "perversión" y la libertad religiosa y sexual que ya de por sí son sumamente magras en nuestro país. Felipito el grande. Grandísimo hijo de la virgen de salaverga todos los raros.
Es increíble como la gente, no cansada de tener a Martita dando sus clases de moral por todo el país mientras sus hijos engordan la cartera robándole al pueblo, no cansada tampoco de Pro-Vida, ni de los Norbertos Rivera montados en automóvil de lujo y abriendo la boca más que nunca, se atreva, siquiera, a considerar su voto por Felipe Calderón o cualquiera de sus vástagos. Ojalá que, en el remoto y repulsivo caso de que este cerdito blanquiazul ganase la presidencia, sus votantes otrora indecisos no acaben siendo inmolados tras un baño de diesel en la mismita Plaza de la Constitución (violada por Aznar, Felipito y Fox hace breves días, otra vez), para diversión de domingo, y justo después de la misa en catedral.
Domingos Felipescos: Vamos Todos felices a quemar gays, drogadictos, lesbianas, y por qué no, también intelectuales de izquierda, Monsiváises (que cumple varios de los anteriores requisitos), científicos darwinianos y también gente que abra mucho la boca. Activistas, ecologistas (de verdad), zapatistas, indígenas, antagonistas del progreso y la productividad a rajatabla y cualquiera que se ponga en el camino. Así enseñó el caudillo Franco que debía hacerse. Así nos podrían destilar 6 años (más) de Gobierno Litúrgico, pero esta vez con mano libre para los enanos enjutos y miserables como Aznar, para que vengan a dictarnos cátedras de futuro y geopolítica (y de inglés también, probablemente).
DIOS NOS LIBRE de Felipe y de José María también. Dios nos libre del PAN y de la iglesia.
Que asco de gente, qué asco de país y qué bola de pendejos quienes consideren, a partir del Aznargate, la posibilidad de Realmente votar por estos fachitas de mierda.
Bah, bah, bah.
Y más puto coraje me da cuando gente que podía considerar "inteligente" me sale con que Calderón va bien y la manga del muerto. España va bien, les recordaría. España va bien hasta que los catalanes se cagan, los vascos se recagan y pa colmo, los mismísimos moros le rompen la madre sin mayor preocupación. Yo, cada que me topo a un puto calderonista tangencial, no puedo dejar de pensar en el buen Yísus gimiendo, desde la cruz: "Padre, perdónalos, no saben lo que hacen"
Pueden adivinar que se trata del hombrecillo del bigote, don Jose María Aznar, homonimio (sic) de José María Escrivá de Balaguer, el cerdo mayor, y también hijo de un connotado fascista asesino, además de empleador de muchos otros fascistas asesinos y/o protoasesinos, y de los hijos de otros muchos remuertos pero revivos fascistas y que también trabajaron de asesinos durante el franquismo. Don Asno, Don Bigotes, Don apólogo Hitleriano, el mismo que durante su "gestión" en la cima del poder Español revivió el franquismo y sus bondades bajo un nombre harto cómodo, mismo que los muchos ignorantes (que también se dan a manos llenas en aquel país) logró hacerles sentir identificados. Aznete, el supuesto gran hombre que hoy dedica sus días a atacar el supuesto "populismo". Él, quien a un partido evidentemente franquista y de ULTRA-derecha tiene a bien venderle como "Partido Popular" (vaya paradojas increíbles). El hombre que sacó del closet a todos los marranos fascistoides que se escondieron bajo las piedras desde la bendita muerte del Caudillo, y que ahí se mantuvieron hasta poco antes de la salida de Felipe y su PSOE del poder, resultado de escándalos que, tal como se sabe hoy mismo, fueron una trampa bien tendida por el propio Aznar y en la que Felipe (el de allá) cayó redondito. Gracias, Garzón...
No contento con apoyar abierta y cínicamente la guerra en Irak y Afganistán, nuestro bigotitos también alcanzó a provocar la peor carnicería posible en el metro de Madrid, y aun después, logró actuar y conducirse con cinismo total, arrogancia extrema, y en muchos casos, una ignorancia palpable (como suele pasar con muchos políticos de derecha, a los cuales les prohibieron muchas lecturas en su infancia). Durante sus torturantes ocho años de gobierno, el señorcito de bolsillo, el bigote más facha del mundo occidental, el mejor estudiante de inglés del pueblo de Soria (523 hab.), tuvo a bien venir, una vez más, a nuestro podrido país, y meter sus muy sucias manos en el ya de por si MUY SUCIO cochinero que tenemos por sistema de partidos aquí. Como un puerco en el más apestoso de los chiqueros.
No sé si Calderón haya pensado dos veces la brillantísima invitación que se le hizo a mister "Asnar" para tomar el podio, pero espero, honestamente, que sus palabras sirvan para quitarle a los ilusos, de una puta vez, la venda de los ojos. Pues lo que Pepito dijo, lo dijo y lo hizo: Asnar sus burradas a diestra y siniestra. Ojalá, oj alá, imshala, que la gente se dé cuenta, finalmente, de quién es Felipe Calderón y quiénes son también los que lo apoyan desde las cúpulas más apestosas del poder. Felipito (el de aquí), miembro del Yunque, hijo de un ex-cristero neo-panista michoacano radical, de ideas ultraderechistas preocupantes y repleto de convicción, nuestro ilustre Calderón se deja apapachar por el hijo de un asesino a sueldo del franquismo y defiende los mismitos valores que el caudillo impuso, bota al cuello, por toda España, propiciando la muerte y el éxodo de muchísima gente, apoyado en un desdén absoluto por las libertades civiles, sexuales y de expresión, tal y como durante sus 40 años de mandato, sin contar los que los "Populares" agregaron hasta que el electorado les puso una patada en el culo, lograra el caudillito.
A Felipito(el de aquí), quién se vende como un político moderno, se le puede ver ahora como lo que realmente es. Un hombre que recibe el cariño, el apoyo y probablemente el dinero de gente como Aznar y cualquier otro grupo ultra, pro-Bush y de cualquier otro tinte yunquiano. Felipito, el que seguramente dejaría al desequilibrado mental de Abascal en la SEGOB o cualquier otro puesto mayor, Felipito el que atacaría el laicismo, la "perversión" y la libertad religiosa y sexual que ya de por sí son sumamente magras en nuestro país. Felipito el grande. Grandísimo hijo de la virgen de salaverga todos los raros.
Es increíble como la gente, no cansada de tener a Martita dando sus clases de moral por todo el país mientras sus hijos engordan la cartera robándole al pueblo, no cansada tampoco de Pro-Vida, ni de los Norbertos Rivera montados en automóvil de lujo y abriendo la boca más que nunca, se atreva, siquiera, a considerar su voto por Felipe Calderón o cualquiera de sus vástagos. Ojalá que, en el remoto y repulsivo caso de que este cerdito blanquiazul ganase la presidencia, sus votantes otrora indecisos no acaben siendo inmolados tras un baño de diesel en la mismita Plaza de la Constitución (violada por Aznar, Felipito y Fox hace breves días, otra vez), para diversión de domingo, y justo después de la misa en catedral.
Domingos Felipescos: Vamos Todos felices a quemar gays, drogadictos, lesbianas, y por qué no, también intelectuales de izquierda, Monsiváises (que cumple varios de los anteriores requisitos), científicos darwinianos y también gente que abra mucho la boca. Activistas, ecologistas (de verdad), zapatistas, indígenas, antagonistas del progreso y la productividad a rajatabla y cualquiera que se ponga en el camino. Así enseñó el caudillo Franco que debía hacerse. Así nos podrían destilar 6 años (más) de Gobierno Litúrgico, pero esta vez con mano libre para los enanos enjutos y miserables como Aznar, para que vengan a dictarnos cátedras de futuro y geopolítica (y de inglés también, probablemente).
DIOS NOS LIBRE de Felipe y de José María también. Dios nos libre del PAN y de la iglesia.
Que asco de gente, qué asco de país y qué bola de pendejos quienes consideren, a partir del Aznargate, la posibilidad de Realmente votar por estos fachitas de mierda.
Bah, bah, bah.
Y más puto coraje me da cuando gente que podía considerar "inteligente" me sale con que Calderón va bien y la manga del muerto. España va bien, les recordaría. España va bien hasta que los catalanes se cagan, los vascos se recagan y pa colmo, los mismísimos moros le rompen la madre sin mayor preocupación. Yo, cada que me topo a un puto calderonista tangencial, no puedo dejar de pensar en el buen Yísus gimiendo, desde la cruz: "Padre, perdónalos, no saben lo que hacen"
febrero 21, 2006
Incoherencias y contrapuntos. (Post largo, reflexivo e intolerable. Sátiros mejor abstenerse)
Antes de empezar con la tortura, hay que dejar constancia del imperdible y solemne acto de pericia, sabiduría y sacrificio solidario que realizó el ahora candidato único a superhéroe batiano, Anthre, alias Alfredo Mora, al cambiar con velocidad inusitada esa llanta frontal izquierda de mi carcacha mientras yo, que soy una bestia para esos menesteres, atendía una salvaje llamada telefónica. Y que Batio le provoque hemorroides al ojete habitante de Mixcoac que le quitó todo el aire a la inocente llantita, sin mayor motivo que sus putos huevos (el auto estaba aparcado en zona legal y no oprobiosa)
Salve pues, oh, gran Alfredo Mora. Que sigan los goles (en arco contrario), las tesis honoríficas (que hay que hacer) y las épocas de bonanza emocional (de las que ya gozas).
Salve pues, oh, gran Alfredo Mora. Que sigan los goles (en arco contrario), las tesis honoríficas (que hay que hacer) y las épocas de bonanza emocional (de las que ya gozas).
Y ahora sí: Parece que ya voy digiriendo al desierto y sus accidentados aterrizajes.
Dicen que no hay que arrojar demasiado peso sobre lo que uno considera como su propia "identidad" o "personalidad". Dicen que no hay que recrear cotidianamente los hábitos emocionales que suponemos que definen lo que somos, porque de ese modo nos volvemos adictos a nuestras propias debilidades. mismas que "subsanamos" a través de estímulos que creemos encontrar en el mundo exterior. Y esos que dicen no dicen pendejadas. Es algo fácil de constatar.
Es como la gente que se regocija autoafirmándose en cada discusión. Señalando cada posible incoherencia en el discurso del otro sin siquiera preocuparse por establecer un argumento convincente que valide una coherencia propia. O como la gente que encuentra goce en ser humillada, en perder todo el tiempo, provocar pérdidas para luego automachacarse la existencia con justificaciones y quejidos de víctima. Es igual con los que no concilian el sueño sin un valium. Igual con quienes no disfrutan una peda sin gramo y medio de coca para aumentar su perseverancia y su necedad. Lo mismo con quienes llegan a donde sea que lleguen para forjarse un toquecito de mota y encontrar una supuesta calma. E igual sucede con los que se fuman 29 cigarros al día, obsesivamente, y no se imaginan un sólo día de su vida sin la sanatoria succión de ese tabaco industrializado que sigue haciendo ricos a los envenenadores del mundo. O los que rezan cuadra tras cuadra. O los que peregrinan para pedirle bonanzas a la virgencita o al ratón de los dientes. Da lo mismo: Todos formando parte de una estable y conveniente simetría.
Ejemplos y analogías hay por millones. Todos nos podemos mirar sin mayor pudor en ese espejo. Todos carecemos, todos solicitamos, todos nos encontramos con algún satisfactor falaz en algún punto de nuestro viaje: Convicciones férreas, religión y dogma, droga y rockanroll, sexo patético o sexo súbito y clandestino. Distractores todos, y en muchos casos favorecidos por la maquinaria del poder y la productividad, y a los que prácticamente nadie logra escapar en cualesquiera que sean los años que dure su vida. Acaso a veces mutan, se permutan, se dejan y se retoman. El caso es que siempre vuelven, persisten, nos convencen solemnemente de que son parte esencial de lo que somos. Y lo peor es que no son "ellos". No están fuera de nosotros, esperando nuestra debilidad, nah. Son sólo la carnada que voluntariamente creamos para librarnos del dolor o el miedo o la exasperación o el vacío. Aun cuando a veces se trate, precisamente, de vehículos que nos llevan justamente hasta el dolor, el miedo, la exasperación, el vacío y cualquier otra barroca perversión que se nos va ocurriendo. A todos y a cada uno. Es igual.
Yo me puedo ver con suma sencillez en ese espejo, casi cada día. Victimizando, siendo victimizado, recurriendo a paliativos, evadiendo preguntas que sé y reconozco esenciales. Evadiendo también, y peor aun, la posibilidad de transformar lo que soy y lo que me rodea con un simple pero muy firme acto de voluntad y transición. Jugando al que no hay pedo. Estirando la tolerancia de otros, y la mía propia, hasta el punto en que se rompe o se proyecta hacia el lado contrario, dejándome una felizmente neurótica sensación de injusticia. Abusando de mi güeva. Abusando de mi capacidad de amar. Abusando de todo lo abusable y además sabiendo que lo hago. Hartándome de mí y luego de un par de llantos y temblores, volviendo tranquilamente al principio del proceso.
Pero hoy, hoy mismo, hoy cuando logro asirme en pleno vuelo, o mejor dicho, hoy que me capturo reptando nuevamente hasta el pantano, he decidido explicarme a mí mismo, palabra tras palabra, cómo es que hago lo que hago, cómo es que repito y repito lo que me daña y cómo es que, a través de esta exposición, de esta exhibición que podría compararse con sacarse el pito frente a una escuela primaria, y con la única salvedad de que las niñitas escandalizadas son en este caso yo mismo, renuncio a volver a esa comodidad neurótica-casi-perversa y asumo mi poder de cambiarlo todo. Me decido a no reptar más. Me atravieso con una lanza filosa y envenenada de contrapuntos, me cazo solo, me mato y no me dejo volver a ningún lado conocido.
Y sé que eso no significará rasgar mis vestiduras y escapar a la punta de una montaña en Naucalpan o los Himalayas. Volveré al bar, volveré a verme frente a una copa de mezcal, volveré a creerme situado enmedio de una injusticia. Volveré a engullir un cuerpo, volveré a besar una boca que no merezco, volveré a idiotizarme con los cuentitos del mundo. Es sólo que nunca volveré a hacerlo sin pensar. No será más un acto autómata. No será más un deleite sin rumbo. Seré lo que decida ser y no lo que rasguñe hacer. Pensaré antes y luego de ser. Gozaré con motivos y no por causas. Aprenderé, de una vez por todas, a guillotinarme antes de cometer algo atroz y a reinventarme sin culpas luego de que mi antigua cabeza ruede y brote una nueva.
Sin piedad. Como el mismísimo sol del desierto.
febrero 15, 2006
De la ley inquilinaria
Supongo que la carencia de comentarios en este blog se debe, en buena parte, al exceso mamoneril de palabras que aplico cada que se me da la gana postear cualquier idiotez. Lo mejor es que ni me quejo. Asumo lo muy insoportable que resulto, rato tras rato, y nada más. Y no por eso dejo de aventar cualquier mamada al vacío, recurrentemente, y sin esperar nada a cambio.
Vengo de leer, sin nada bueno que comentar, claro está, un post del sacrosanto Chango. Un poco acerca de mil mamadas y ninguna, como siempre que se trata del buen KingKong batiano. Ya ni me quejo. Asumo.
Lo que me ofuscó, sin temor a represalias, fue una idea por demás esencial y que seguramente poco pensó el buen simio cuando la escribió en su chingadera: La idea de deshabitar a la gente, ergo, a las ideas o a cualquier pendejada. En sus palabras, and i quote, dijo: "No hay sorpresa tan miserable como deshabitar a la persona que amaste. Salir de ella, devolverle la parte que tomaste y llevarte lo tuyo. Estar afuera te obliga a contemplarla, y toda contemplación provoca una busqueda hacia dentro, una introspección parecida a la huida. Como un caracol. Como una tortuga."
El resto del post me resulta indiferente. Con ese brevísimo trozo, el pinche chango otra vez logró romperme la madre. Primero, porque la idea de "deshabitar" a las personas, léase aquello que amas o amaste, me resulta sumamente familiar. De hecho, no hay mejor manera de ejemplificar la ruptura que trazarla como un desalojo. Retirarse de alguien. Abandonar cada centímetro cuadrado de aquello que te significó una vez. Dejar dicho ser, sí, pero también dejar sus territorios. Sus ladrillos. Sus casitas de adobe y sus tormentas.
Y peor aun: tomar lo que queda de tu sacrificio, así fueren las cenizas. Y luego, para colmo, mirarte a ti mismo -y al otro- desde muy afuera. Contemplar los motivos que te hicieron incursionar hasta la puta médula de algo ajeno. Y también los que te hacen abandonarle. Claro, cosa que no logra decir el chango, también ocurre la risa. Cuando precisamente, y contemplando tu propia imbecilidad, alcanzas a carcajearte cagonamente de ti mismo. "Como un caracol. Como una tortuga."
Así es como la vida ocurre bajo una extraña ley inquilinaria. Habitas a algunos. Otros, a la vez, te habitan sin pedir permiso. Cada quien deja su depósito y promueve también sus demandas. Se sufre y se persiste. Y claro, también se logra permanecer callado y sobrevivir sin decir nada. Faltaba más.
Estás afuera. Contemplas. Eres contemplado. Te contemplas a ti mismo contemplando otras cosas. Abandonas todo sentido de verdad y corrección. Prevaleces.
Y luego los millares de historias. Todas cayendo sobre ti y sin previa solicitud.
Ríes si puedes. Si puedes, te ríes. Te sobrellevas como un idiota. Suspiras acaso.
Deshabitas. Abandonas. Te vas. Cargas tus muebles sin esperar que te devuelvan ni pío.
Y si demandas, coño, estás jodido. Aunque si lo haces siempre tendrás quien se ría de ti.
Y quien se siga riendo también.
Vengo de leer, sin nada bueno que comentar, claro está, un post del sacrosanto Chango. Un poco acerca de mil mamadas y ninguna, como siempre que se trata del buen KingKong batiano. Ya ni me quejo. Asumo.
Lo que me ofuscó, sin temor a represalias, fue una idea por demás esencial y que seguramente poco pensó el buen simio cuando la escribió en su chingadera: La idea de deshabitar a la gente, ergo, a las ideas o a cualquier pendejada. En sus palabras, and i quote, dijo: "No hay sorpresa tan miserable como deshabitar a la persona que amaste. Salir de ella, devolverle la parte que tomaste y llevarte lo tuyo. Estar afuera te obliga a contemplarla, y toda contemplación provoca una busqueda hacia dentro, una introspección parecida a la huida. Como un caracol. Como una tortuga."
El resto del post me resulta indiferente. Con ese brevísimo trozo, el pinche chango otra vez logró romperme la madre. Primero, porque la idea de "deshabitar" a las personas, léase aquello que amas o amaste, me resulta sumamente familiar. De hecho, no hay mejor manera de ejemplificar la ruptura que trazarla como un desalojo. Retirarse de alguien. Abandonar cada centímetro cuadrado de aquello que te significó una vez. Dejar dicho ser, sí, pero también dejar sus territorios. Sus ladrillos. Sus casitas de adobe y sus tormentas.
Y peor aun: tomar lo que queda de tu sacrificio, así fueren las cenizas. Y luego, para colmo, mirarte a ti mismo -y al otro- desde muy afuera. Contemplar los motivos que te hicieron incursionar hasta la puta médula de algo ajeno. Y también los que te hacen abandonarle. Claro, cosa que no logra decir el chango, también ocurre la risa. Cuando precisamente, y contemplando tu propia imbecilidad, alcanzas a carcajearte cagonamente de ti mismo. "Como un caracol. Como una tortuga."
Así es como la vida ocurre bajo una extraña ley inquilinaria. Habitas a algunos. Otros, a la vez, te habitan sin pedir permiso. Cada quien deja su depósito y promueve también sus demandas. Se sufre y se persiste. Y claro, también se logra permanecer callado y sobrevivir sin decir nada. Faltaba más.
Estás afuera. Contemplas. Eres contemplado. Te contemplas a ti mismo contemplando otras cosas. Abandonas todo sentido de verdad y corrección. Prevaleces.
Y luego los millares de historias. Todas cayendo sobre ti y sin previa solicitud.
Ríes si puedes. Si puedes, te ríes. Te sobrellevas como un idiota. Suspiras acaso.
Deshabitas. Abandonas. Te vas. Cargas tus muebles sin esperar que te devuelvan ni pío.
Y si demandas, coño, estás jodido. Aunque si lo haces siempre tendrás quien se ría de ti.
Y quien se siga riendo también.
febrero 14, 2006
Viajes
"Cuando los famas salen de viaje, sus costumbres al pernoctar en una ciudad son las siguientes: Un fama va al hotel y averigua cautelosamente los precios, la calidad de las sábanas y el color de las alfombras. El segundo se traslada a la comisaría y labra un acta declarando los muebles e inmuebles de los tres, así como el inventario del contenido de sus valijas. El tercer fama va al hospital y copia las listas de los médicos de guardia y sus especialidades.
Terminadas estas diligencias, los viajeros se reúnen en la plaza mayor de la ciudad, se comunican sus observaciones, y entran en el café a beber un aperitivo. Pero antes se toman de las manos y danzan en ronda. Esta danza recibe el nombre de "Alegría de los famas".
Cuando los cronopios van de viaje, encuentran los hoteles llenos, los trenes ya se han marchado, llueve a gritos, y los taxis no quieren llevarlos o les cobran precios altísimos. Los cronopios no se desaniman porque creen firmemente que estas cosas les ocurren a todos, y a la hora de dormir se dicen unos a otros: "La hermosa ciudad, la hermosísima ciudad". Y sueñan toda la noche que en la ciudad hay grandes fiestas y que ellos están invitados. Al otro día se levantan contentísimos, y así es como viajan los cronopios.
Las esperanzas, sedentarias, se dejan viajar por las cosas y los hombres, y son como las estatuas que hay que ir a verlas porque ellas ni se molestan."
Julio Cortázar
Un hotel que siempre tiene cuartos libres y que carece de servicios médicos y aperitivos.
Terminadas estas diligencias, los viajeros se reúnen en la plaza mayor de la ciudad, se comunican sus observaciones, y entran en el café a beber un aperitivo. Pero antes se toman de las manos y danzan en ronda. Esta danza recibe el nombre de "Alegría de los famas".
Cuando los cronopios van de viaje, encuentran los hoteles llenos, los trenes ya se han marchado, llueve a gritos, y los taxis no quieren llevarlos o les cobran precios altísimos. Los cronopios no se desaniman porque creen firmemente que estas cosas les ocurren a todos, y a la hora de dormir se dicen unos a otros: "La hermosa ciudad, la hermosísima ciudad". Y sueñan toda la noche que en la ciudad hay grandes fiestas y que ellos están invitados. Al otro día se levantan contentísimos, y así es como viajan los cronopios.
Las esperanzas, sedentarias, se dejan viajar por las cosas y los hombres, y son como las estatuas que hay que ir a verlas porque ellas ni se molestan."
Julio Cortázar

febrero 12, 2006
Morir otra vez
Hay quienes viven para dar muerte. Y otros que prefieren propinarla sin mancharse los dedos. Tamién hay quienes han presenciado el rapto de la vida muchas veces. Otros que no. Multitudes que saben, claramente, que pronto o no tan pronto tendrán que asimilar adioses sin remedio.
Y el mundo que vivimos, ahora que se manda a sí mismo y que opera a pesar de nuestra cualidad de ser efímeros, no tiene ojos ni arterias. Morir, eso que le sucede cada 6 segundos a alguien que (casi) nunca conocimos, es un factor que no desequilibra su propia permanencia. Sólo quienes alguna vez viven se duelen de la muerte.
Muere Soriano. Mueren sus ojos y su divinidad forzada por el marketing. Mueren sus ganas de seguir siendo nadie y haciéndo todo lo que pasara por su antojo. Muere uno, un poquito más, cada vez que vislumbra los alcances de la muerte.
Pero aun así, y más que nunca, vivimos sin noción de nuestra muerte. Ni los mexicanos, que tanto nos jactamos de nuestra "humorística" y "natural" visión de la muerte, pensamos jamás en el hecho invariable que supone que, en 100 años, todos los vivos serán otros, y todos los que ahora estamos ya nos habremos esfumado sin remedio. Nadie lo hace. El poder menos. Y el imperio, ja, mucho menos. Todos siguen andando como si la cotidiana supervivencia estuviera ahí para siempre. Short-term profit. Inútil.
Y claro, no entiendo por qué el poder, y que es algo mucho más grande que los gringos, sigue viviendo como si todo lo que nos mantiene vivos fuese infinito. Y tampoco entiendo por qué la gente lo tolera como algo normal y sustentable. Ni modo.
Y el mundo que vivimos, ahora que se manda a sí mismo y que opera a pesar de nuestra cualidad de ser efímeros, no tiene ojos ni arterias. Morir, eso que le sucede cada 6 segundos a alguien que (casi) nunca conocimos, es un factor que no desequilibra su propia permanencia. Sólo quienes alguna vez viven se duelen de la muerte.
Muere Soriano. Mueren sus ojos y su divinidad forzada por el marketing. Mueren sus ganas de seguir siendo nadie y haciéndo todo lo que pasara por su antojo. Muere uno, un poquito más, cada vez que vislumbra los alcances de la muerte.
Pero aun así, y más que nunca, vivimos sin noción de nuestra muerte. Ni los mexicanos, que tanto nos jactamos de nuestra "humorística" y "natural" visión de la muerte, pensamos jamás en el hecho invariable que supone que, en 100 años, todos los vivos serán otros, y todos los que ahora estamos ya nos habremos esfumado sin remedio. Nadie lo hace. El poder menos. Y el imperio, ja, mucho menos. Todos siguen andando como si la cotidiana supervivencia estuviera ahí para siempre. Short-term profit. Inútil.
Y claro, no entiendo por qué el poder, y que es algo mucho más grande que los gringos, sigue viviendo como si todo lo que nos mantiene vivos fuese infinito. Y tampoco entiendo por qué la gente lo tolera como algo normal y sustentable. Ni modo.
febrero 11, 2006
¿Por qué será que la vida siempre nos toma por sorpresa?
Ya ni me atormentaré cuestionándomelo. Go with the flow. Go with the flow.
febrero 07, 2006
Cinco hábitos absurdos (que nadie me preguntó)
Nadie dijo. Nadie sabe. A nadie le importan.
Yet, unos que otros los padecen. Tough luck, heh!
1.- Digamos que amanece Y, curiosamente te despiertas temprano. Esto es, no más de tres horas después de que el sol sale. Digamos también que anoche tuviste la extraña suerte de que alguien, no importa quién, balbuceara alguna palabra o conjunto de (léase sustantivo, adjetivo, dicharacho insufrible, etc.) que te resulta muy dejavu PERO, muy "EXTRAÑO(A)". O, en su defecto, digamos que ayer alguien tararease una OBTUSA y OLVIDADA cancioncita.
Mi hábito extraño número uno goes like this: Es totalmente inconsciente/subconsciente. Sin embargo, justo al día siguiente del "supuesto" --- " hallazgo" --- muy probablemente voy a:
a) Escuchar la "obtusa y oscurísima cancioncita" al menos cuatro veces durante el día y en lugares absolutamente inesperados.
b) Soportar a los personajes menos soportables (sic) utilizando esa "extraña palabra" cuando menos ochenta y siete mil veces. Y si no, seguramente alguien repetirá ese "oscuro" refrán insufrible durante horas y horas.
Claro, mi hábito no depende de los demás. Mi hábito supone encontrar esta constante y repetitiva serie de curiosidades convergentes Y, obviously, sorprenderme tercamente por lo mismo. Incluso llego a decir que dios existe. Imaginaos la necedad.
2.- El hábito extravagante número 2 no me ha hecho jamás mucho bien. Y es que me enamoro. Me enamoro a lo pendejo. Y no. Nada de que me "enculo". No me "enculo": NO. Buenísimo fuera. Siempre me enamoro. Soy, como dicen muchas de las antiquísimas víctimas hoy en día, "una nena".
Un miserable besito y ya perdí. Imagínense hasta el hartazgo todas las atroces consecuencias.
3.- Mi tercer mal vicio gira alrededor de mi incapacidad para llorar voluntariamente, ergo, a gusto y nada más. Y lo peor es que no crecí bajo ningún estereotipo machincuepo que me impida berrear en santa paz. Es nomás que no puedo. Tengo ganas, sí, el ojito vibra en modalidad Remi, sí, pero sencillamente no puedo convulsionarme como en la infancia. Y ahí es donde incursiona el tercer vicio weirdo: Cuando tengo ganas de despedazarme en paz, hacerme cachitos, llorar cual Magdalena y luego seguir llorando, yo, sencillamente, busco una película-lectura-historia o en su defecto una absoluta pendejada para llorar mediante. Todo me funciona: Desde Añejísimos Chick-Flicks como Casablanca o textejos tan pinches como el pusilánime Principito. Vale ñonga.
4.- El repeat one. Repeat one. Y ese viene desde tiempo atrás. Recuerdo grabar una rolita, que no pienso nombrar, unas 42 veces en el mismo casette. Y luego ponerlo y ponerlo y ponerlo. Necio. Y que Aburto bendiga el botón de "Repeat One". Por eso debiera vivir en "La terquedad" (y el que no comprenda que mire más abajo).
5.- Careciendo de ganas y de memoria, creo que el quinto mal vicio le corresponde a las ambulancias. Y no a las ambulancias per se. Sólo a las que pasan por enmedio de mi vida a cada rato. Las odio. Las desprecio someramente. Y cada que pasan no puedo evitar angustiarme. Como si me recordaran que también, e inevitablemente, voy a morir. No, gracias. Hoy no.
-
Yet, unos que otros los padecen. Tough luck, heh!
1.- Digamos que amanece Y, curiosamente te despiertas temprano. Esto es, no más de tres horas después de que el sol sale. Digamos también que anoche tuviste la extraña suerte de que alguien, no importa quién, balbuceara alguna palabra o conjunto de (léase sustantivo, adjetivo, dicharacho insufrible, etc.) que te resulta muy dejavu PERO, muy "EXTRAÑO(A)". O, en su defecto, digamos que ayer alguien tararease una OBTUSA y OLVIDADA cancioncita.
Mi hábito extraño número uno goes like this: Es totalmente inconsciente/subconsciente. Sin embargo, justo al día siguiente del "supuesto" --- " hallazgo" --- muy probablemente voy a:
a) Escuchar la "obtusa y oscurísima cancioncita" al menos cuatro veces durante el día y en lugares absolutamente inesperados.
b) Soportar a los personajes menos soportables (sic) utilizando esa "extraña palabra" cuando menos ochenta y siete mil veces. Y si no, seguramente alguien repetirá ese "oscuro" refrán insufrible durante horas y horas.
Claro, mi hábito no depende de los demás. Mi hábito supone encontrar esta constante y repetitiva serie de curiosidades convergentes Y, obviously, sorprenderme tercamente por lo mismo. Incluso llego a decir que dios existe. Imaginaos la necedad.
2.- El hábito extravagante número 2 no me ha hecho jamás mucho bien. Y es que me enamoro. Me enamoro a lo pendejo. Y no. Nada de que me "enculo". No me "enculo": NO. Buenísimo fuera. Siempre me enamoro. Soy, como dicen muchas de las antiquísimas víctimas hoy en día, "una nena".
Un miserable besito y ya perdí. Imagínense hasta el hartazgo todas las atroces consecuencias.
3.- Mi tercer mal vicio gira alrededor de mi incapacidad para llorar voluntariamente, ergo, a gusto y nada más. Y lo peor es que no crecí bajo ningún estereotipo machincuepo que me impida berrear en santa paz. Es nomás que no puedo. Tengo ganas, sí, el ojito vibra en modalidad Remi, sí, pero sencillamente no puedo convulsionarme como en la infancia. Y ahí es donde incursiona el tercer vicio weirdo: Cuando tengo ganas de despedazarme en paz, hacerme cachitos, llorar cual Magdalena y luego seguir llorando, yo, sencillamente, busco una película-lectura-historia o en su defecto una absoluta pendejada para llorar mediante. Todo me funciona: Desde Añejísimos Chick-Flicks como Casablanca o textejos tan pinches como el pusilánime Principito. Vale ñonga.
4.- El repeat one. Repeat one. Y ese viene desde tiempo atrás. Recuerdo grabar una rolita, que no pienso nombrar, unas 42 veces en el mismo casette. Y luego ponerlo y ponerlo y ponerlo. Necio. Y que Aburto bendiga el botón de "Repeat One". Por eso debiera vivir en "La terquedad" (y el que no comprenda que mire más abajo).
5.- Careciendo de ganas y de memoria, creo que el quinto mal vicio le corresponde a las ambulancias. Y no a las ambulancias per se. Sólo a las que pasan por enmedio de mi vida a cada rato. Las odio. Las desprecio someramente. Y cada que pasan no puedo evitar angustiarme. Como si me recordaran que también, e inevitablemente, voy a morir. No, gracias. Hoy no.
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febrero 02, 2006
De palabras putas, palabras princesas y palabras subvaloradas.
Para empezar, tengo que aclarar que no es culpa propia el que las palabras, en el idioma castellano, pertenezcan al género femenino. Y también hay que asumir que ese detalle, en lo que respecta a toda la cultura hispanoparlante, parece hacer una diferencia casi tétrica frente a otros lenguajes-idiomas , y sobre todo ante los que no imprimen géneros en los sustantivos como sucede con el inglés, principalmente.
Pero sucede que no nací en un entorno anglófono. Crecí hablando con una boca, femenina, ayudado por una lengua, también femenina, expulsando el aire desde una garganta, femenina igualmente, entonando las sílabas con las cuerdas vocales (o bucales??), femeninas de cualquier modo. El habla, per se, resulta ser una acción femenina, cuando menos gramatical y sintácticamente. Y he ahí que cuando alguna vez dije que las palabras son putas, semejante improperio pudo ser interpretado como un revuelco misógino. Pero no lo era. Sencillamente quise decir que, dado el contexto posmoderno, salvaje y desinteresado en el que vivimos, las palabras, que resultan propiedad de quienes las dicen, sirven así a los intereses de nosotros, los padrotes del lenguaje. Y la verdadera responsabilidad recae en quienes las emitimos, sin duda alguna. Las palabras, como el aire, como las flores, como la propia música o el propio silencio, resultan no ser nada si no les escucha, se les lee, se les acaricia o se les muerde. Nada si no se emiten o se consuman bajo el fuego de sus escuchas. Objetos inanimados que flotan en derredor de nuestra interacción cotidiana. Mariposas esperando ser cazadas y destripadas sin remedio. Víctimas inocentes de lo que queremos hacer con ellas.
Todo este preámbulo es para llegar hasta una nueva prostitución del lenguaje y que supone ser la premisa de este breve texto. Parte proviene del viaje, parte no. Reduciéndome a mi conmoción emocional, debo decir que esta vez descubrí estar harto. Harto de descubrirme (sic) escuchando y diciendo abstracciones a diestra y siniestra. Harto de utilizar adjetivos a falta de mejores sonidos o semblanzas. Harto de decir "hermoso" como quien dice "pan tostado". Harto de decir "amor" como quien dice "buenos días, buenas tardes, buenas noches". Harto de usar las gafas de la grandilocuencia. Harto de navegar pegando de gritos y sin pudor para decir cualquier cosa. Harto de la exarcebación, harto de la solemnidad. Harto de mis propias expectativas pero también, paradójicamente, harto de mi propia desesperación. Harto, precisamente, de mi carencia de esperanzas. Harto de mi conflicto. Harto de la complejidad. Harto de las palabras, aunque no, y definitivamente no, de lo femenino.
Y no es que me atreva a despojar de significado a la hermosura, ni mucho menos de hermosura al pan tostado. No se trata esta vez de esa constante rebeldía-afrenta a la que juego cada que me siento tembloroso. Esta vez es muy distinto. Esta vez es humildad.
No me atrevo a asegurar que esta es la gran digestión de mi reciente viaje. Estúpidísimo sería aseverar semejante cosa. Digamos que este es el breve terremoto que tocó a mi puerta. Diré que lo hermoso se vistió de colores indecibles y de palabras que no existen todavía. Diré que enmudecí al mirar el sol derretirse dentro del horizonte. Diré que miré todo por primera vez, otra vez. Diré que respiré nubes y nubes de alivio y que luego me inundó un montón de fuerza, la misma que me mantuvo despierto toda la noche, alimentando una hoguera, manteniendo despierto el fuego, manteniéndome a la vez dentro de ese sueño y esa resurrección. Diré que todo está mucho más claro ahora pero que, curiosamente, no tengo palabras para decirlo todavía. Y cuando las tenga, tal vez ya esté prostituyendo mi delirio. Y no quiero. Me rehuso terminantemente.
Me declaro carente de enunciados y repleto de contento. He vuelto a nacer. Me tomará todavía un cierto tiempo poder recobrar el uso de la lengua, la garganta, las palabras, las bocanadas de aire fluyendo sobre las cuerdas vocales. Y no llevo prisa. Por ahora sólo quiero seguir temblando de incertidumbre.
Pero sucede que no nací en un entorno anglófono. Crecí hablando con una boca, femenina, ayudado por una lengua, también femenina, expulsando el aire desde una garganta, femenina igualmente, entonando las sílabas con las cuerdas vocales (o bucales??), femeninas de cualquier modo. El habla, per se, resulta ser una acción femenina, cuando menos gramatical y sintácticamente. Y he ahí que cuando alguna vez dije que las palabras son putas, semejante improperio pudo ser interpretado como un revuelco misógino. Pero no lo era. Sencillamente quise decir que, dado el contexto posmoderno, salvaje y desinteresado en el que vivimos, las palabras, que resultan propiedad de quienes las dicen, sirven así a los intereses de nosotros, los padrotes del lenguaje. Y la verdadera responsabilidad recae en quienes las emitimos, sin duda alguna. Las palabras, como el aire, como las flores, como la propia música o el propio silencio, resultan no ser nada si no les escucha, se les lee, se les acaricia o se les muerde. Nada si no se emiten o se consuman bajo el fuego de sus escuchas. Objetos inanimados que flotan en derredor de nuestra interacción cotidiana. Mariposas esperando ser cazadas y destripadas sin remedio. Víctimas inocentes de lo que queremos hacer con ellas.
Todo este preámbulo es para llegar hasta una nueva prostitución del lenguaje y que supone ser la premisa de este breve texto. Parte proviene del viaje, parte no. Reduciéndome a mi conmoción emocional, debo decir que esta vez descubrí estar harto. Harto de descubrirme (sic) escuchando y diciendo abstracciones a diestra y siniestra. Harto de utilizar adjetivos a falta de mejores sonidos o semblanzas. Harto de decir "hermoso" como quien dice "pan tostado". Harto de decir "amor" como quien dice "buenos días, buenas tardes, buenas noches". Harto de usar las gafas de la grandilocuencia. Harto de navegar pegando de gritos y sin pudor para decir cualquier cosa. Harto de la exarcebación, harto de la solemnidad. Harto de mis propias expectativas pero también, paradójicamente, harto de mi propia desesperación. Harto, precisamente, de mi carencia de esperanzas. Harto de mi conflicto. Harto de la complejidad. Harto de las palabras, aunque no, y definitivamente no, de lo femenino.
Y no es que me atreva a despojar de significado a la hermosura, ni mucho menos de hermosura al pan tostado. No se trata esta vez de esa constante rebeldía-afrenta a la que juego cada que me siento tembloroso. Esta vez es muy distinto. Esta vez es humildad.
No me atrevo a asegurar que esta es la gran digestión de mi reciente viaje. Estúpidísimo sería aseverar semejante cosa. Digamos que este es el breve terremoto que tocó a mi puerta. Diré que lo hermoso se vistió de colores indecibles y de palabras que no existen todavía. Diré que enmudecí al mirar el sol derretirse dentro del horizonte. Diré que miré todo por primera vez, otra vez. Diré que respiré nubes y nubes de alivio y que luego me inundó un montón de fuerza, la misma que me mantuvo despierto toda la noche, alimentando una hoguera, manteniendo despierto el fuego, manteniéndome a la vez dentro de ese sueño y esa resurrección. Diré que todo está mucho más claro ahora pero que, curiosamente, no tengo palabras para decirlo todavía. Y cuando las tenga, tal vez ya esté prostituyendo mi delirio. Y no quiero. Me rehuso terminantemente.
Me declaro carente de enunciados y repleto de contento. He vuelto a nacer. Me tomará todavía un cierto tiempo poder recobrar el uso de la lengua, la garganta, las palabras, las bocanadas de aire fluyendo sobre las cuerdas vocales. Y no llevo prisa. Por ahora sólo quiero seguir temblando de incertidumbre.
febrero 01, 2006
Road Trippin' (II) - Lugares y consecuencias
enero 27, 2006
Road trippin'
Que no es lo mismo que la triponometría, aunque se le parece.
Tomar la carretera, con el destino bien enraizado en la mente. Sumergirse detrás del volante. Insertar tantos discos como permita la paciencia. Pisar el acelerador. Mirar de cuando en cuando el horizonte, mirar hacia los lados. Hablar. Ir hablando por el camino, por la carretera. Reírse, reírse lo más posible. Hablar de sexo, hablar de amor, hablar de soledad. Llenarse la boca de todo lo que hay que confesarse entre buenos amigos, todo para limpiarse de una buena vez la cabeza y sus tantas fruslerías. Prepararse, si es que hay un cómo, para lo que espera llegando a la cima del suelo.
No pestañear mucho. Nunca dormitar tras el volante. Evitar los camiones. Distraerse un poco en las rectas (pero no mucho). No chocar. No ser portada del Alarma o cualquier otro pasquín de sesos, tripas y niños muertos embarrados sobre el asfalto como chapopotes de carne. Concentrarse en el camino pero imaginar el horizonte. Imaginarse llegando. Llegar finalmente. Buscar. Me gusta no tener a dónde llegar cuando llego. Me gusta buscar llegando. Un hotel. Una camioneta rumbo al desierto, rumbo a la luz, rumbo a la hoguera y las serpientes de cascabel. Rumbo a una noche que seguramente será emputecidamente fría.
Subir a la montaña. Ir lo más ermitañamente posible. Recordar un lugar donde hace 22 años (sí, veintidós, qué terror) miré por primera vez el mundo desde la cima del Quemado, en Wirikuta. Aferrado entre dientes y dedos a una mandarina, y quizás a alguno que otro gajo de carne de venado. Rodeado de señores vestidos de colores y mujeres con paliacates en sus cabezas, y niños que se reían ingenuamente del niño güerito chilango y enano parlanchín pasmoso.
Luego desvanecer esos recuerdos y los otros. Los de los años posteriores. En el tiempo de la bailarina, luego en el otro tiempo solo, luego nunca más. Diez años se han esfumado ya. Diez sin ver ese cinturón dorado que se extiende como otro paliacate, aun más inmenso, coronando el cielo del desierto.
En el piso, sobre la tierra, impávidas están las espinas, las piedras, los huecos donde duermen las serpientes, y claro, los venados quietecitos y apacibles, esperando a que uno vaya y vuelva y vaya y vuelva, todo sin moverse pero bailando, o tropezándose, o las dos cosas.
No te vayas carretera. No te muevas. Apenas voy y ya regreso. Igual con todo lo demás. ¿Será verdad ese cliché donde las cosas no existen mientras uno está ausente?
Lo dudo. Por eso viajo esta vez. Por eso y porque volveré aliviado.
enero 20, 2006
Ahora que lo pienso
Para colmo de males: "You are what you love, not what loves you" (C. Kaufmann)
Nunca había escrito un post en presencia de nadie. Bueno, tal vez alguno de esos de tres líneas y que suceden embelesados frente a la presencia de alguien.
Pero nunca había escrito un post frente a gente que mira, convive frívolamente, y que a la vez, no me importa en realidad.
Esta es la primera vez.
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Si siguiera los patrones conductuales de mi propia vida, debería escribir acerca de lo mucho que me hace sentir bien lo que me hace sentir bien. Pero no. No quiero solidificar lo mismo de siempre.
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Igual que si siguiera los "otros" patrones de mi "otra" propia vida, podría quejarme ad infinitum de mi falta de saciedad o de cómo nada es absoluto y de cómo eso me caga, etcétera, etcétera. Tampoco hoy me interesa.
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Esta vez carezco de motores ilusorios. Hoy reniego de caminos y esperanzas. Y sin embargo, tampoco los descarto. Sucedo de un modo impersonal (o quizás, de un modo impersonalmente mío). Tomo y bebo. Bebo del cáliz que se me presenta. Y retribuyo. Y evito las mentiras. Y evito el desencanto. Sucedo como un estúpido aleteo de mariposa. Existo imperceptiblemente, tal y como se existe montado en un ciempiés que cualquiera podría pisar sin gran remordimiento. No había existido tan deliciosamente libre antes de ahora.
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Y lo mejor (o lo peor) o lo menos importante de todo, es que nada de eso me importa. Persevero en persistir. Persisto en perseverar. Amo a quien me ama más que a nada amado antes. Adoro el no estar cazando conflictos. Acaricio la levedad que me da quien me da todito y nada al mismo tiempo. Qué rico es existir sin ataduras. Qué suavidad tan nueva. Qué compromiso tan llevadero y liviano.
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Ya no soy un chaval (f. dixit). Ahora sí que soy un hombre atormentado con razón de ser. Uy, qué orgullo. Ahora que puedo justificarme, es justo cuando mi debilidad me importa menos. Paréntesis politeísta: Que viva el Dios de la Sincronía.
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Y sí, ah. Y nada, oh. Y todo, uh. Y eso, aggh. Todo. Todo. Todo: UFFF.
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Cuando las cosas pierden importancia neurótica, cobran relevancia REAL.
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Creo y he dicho
(abruptamente, gulp, o debiera decir: Como siempre).
enero 16, 2006
Mis articulaciones necesitan 3 en 1
Me duele, entre casi todo, la espalda.
Y me vale madres. No ejerceré mi derecho a la queja perpetua. Más bien empiezo a considerar la formación de un partido político sumamente plural (desde la clandestinidad, por supuesto). El mosaico de la noche estuvo glorioso, alentador, me hizo considerar seriamente en que somos las manos más extrañas en las que podría caer este país. Qué mejor. El problema es que tengo un pasado oscuro y un presente prieto prieto, así que no podría salir mucho a la luz pública. Lo mejor es que siempre podríamos pedir que Anthre lo presida, que Hugo y Mónica se encarguen de las relaciones públicas y la internacionalización ideológica de la plataforma. Siempre podremos contar con que Gonzalo se encargue de inyectar el sarcasmo en los discursos que aplastarán a los rivales, o que el Chango se haga cargo del enlace ecuménico con la teología batiana, además de las redes ciudadanas que le birlaremos al peje. Plaqueta y Raul se encargarán de la producción audiovisual, pésele a quien le pese. Héctor podría poner los tragos, si está de humor y Silencio podría, desde luego, escribir el santoral año con año, además de poner a punto la coherencia lógico matemática de nuestras sandeces.
En fin. El panorama es muy esperanzador. Y a fin de cuentas no importa un carajo. Con que logremos el registro por un ciclo electoral, siempre podremos huir del país tras recibir el financiamiento público. Y ahí es donde comenzaría mi trabajo. Con ese presupuesto podría armar un espeluznante reventón. Ah, y esta vez si llevaría mis CDs. Pinche punchispunchis cómo lo alucino. Ja, también pa la música le podemos pedir consejo a Balmori, pero de eso se encargan otros. Materia y antimateria no deben coincidir en el tiempo-espacio. El universo podría desaparecer.
Gracias a todos los que fueron.
Y a los pocos que no fueron, una sutil y deliciosa mentada de madre!
Salud
Y me vale madres. No ejerceré mi derecho a la queja perpetua. Más bien empiezo a considerar la formación de un partido político sumamente plural (desde la clandestinidad, por supuesto). El mosaico de la noche estuvo glorioso, alentador, me hizo considerar seriamente en que somos las manos más extrañas en las que podría caer este país. Qué mejor. El problema es que tengo un pasado oscuro y un presente prieto prieto, así que no podría salir mucho a la luz pública. Lo mejor es que siempre podríamos pedir que Anthre lo presida, que Hugo y Mónica se encarguen de las relaciones públicas y la internacionalización ideológica de la plataforma. Siempre podremos contar con que Gonzalo se encargue de inyectar el sarcasmo en los discursos que aplastarán a los rivales, o que el Chango se haga cargo del enlace ecuménico con la teología batiana, además de las redes ciudadanas que le birlaremos al peje. Plaqueta y Raul se encargarán de la producción audiovisual, pésele a quien le pese. Héctor podría poner los tragos, si está de humor y Silencio podría, desde luego, escribir el santoral año con año, además de poner a punto la coherencia lógico matemática de nuestras sandeces.
En fin. El panorama es muy esperanzador. Y a fin de cuentas no importa un carajo. Con que logremos el registro por un ciclo electoral, siempre podremos huir del país tras recibir el financiamiento público. Y ahí es donde comenzaría mi trabajo. Con ese presupuesto podría armar un espeluznante reventón. Ah, y esta vez si llevaría mis CDs. Pinche punchispunchis cómo lo alucino. Ja, también pa la música le podemos pedir consejo a Balmori, pero de eso se encargan otros. Materia y antimateria no deben coincidir en el tiempo-espacio. El universo podría desaparecer.
Gracias a todos los que fueron.
Y a los pocos que no fueron, una sutil y deliciosa mentada de madre!
Salud
enero 10, 2006
A 4 días de la debacle
Se acerca peligrosamente el día de la bacanal.
Sábado 14 de Enero. Jazz en vivo, chelas de la casa (mientras duren).
Interesados échenme un correo, o como manda el diccionario dominguero: emailéenme. .
Mientras tanto, me concentrarme en deprimirme por la acumulación de años, snif.
Sábado 14 de Enero. Jazz en vivo, chelas de la casa (mientras duren).
Interesados échenme un correo, o como manda el diccionario dominguero: emailéenme. .
Mientras tanto, me concentrarme en deprimirme por la acumulación de años, snif.
enero 06, 2006
Binario
Ya sé, me queda claro, admito solemnemente que el decir que he aprendido algo no tiene la menor importancia.
Suena narcisista, es reiterativo, huele a necio, sabe a pretencioso. Resulta ser, finalmente, una inmensa pendejada comodina y grandilocuente.
El punto es que ni siquiera puedo evitarlo.
-----------
Y no es que quiera decir que ahora sé o que ahora soy más que cuando había un antes. No me interesa establecer o corroborar ningún crecimiento constatable.
Sencillamente estoy asombrado. Estupefacto ante lo distinto que uno puede sentirse y más cuando sucede en tan poco tiempo.
Y sin embargo también estoy asombrado de lo igual que puede uno ser, cada vez, y muy a pesar de sus supuestos aprendizajes.
En fin. Vivo una especie de orgullo lastimero. Una lástima orgullosa. Me da igual: Por ahora me quedo tranquilo y aparcado en el orgullo.
---------
Me declaro un ser binario. Me declaro un asqueroso lenguaje de ceros y unos. Me declaro dual. Me declaro dualístico, dicotómico, imperfecto pero deseante.
Me declaro jamás declarable. Jamás certero. Siempre oscilante.
---------
Y es que todo apunta a eso: El péndulo del puto Foucault, el puñetero budismo cuasipanteísta, el jodido judeocristianismo monoteísta y monotemático, el asqueroso jipismo carente de boyas ancladas en la realidad, la comodidad social donde varo means todo. ¿Cuál todo? Todo es que es un cero o un puto uno. Toda, todísima, cualquier jodida postura aspira a alcanzar otra.
---------
La diferencia es que ya no me molesta: Nada de eso. Muy al contrario, me divierte, me excita, me corroe, me significa. Deja de significarme. Sucede. No soy más un vulgar generador de tristeza. Tampoco resulto un destino donde convergen estúpidas lágrimas. Me declaro aleación. Me declaro cable y no camino. Me declaro centímetro a centímetro: Soy lo que la corriente que ocurre denro de mí quiere que signifique.
---------
Por mucho tiempo envidié a las personas llenas de fe, o de certeza, o de ambas (madreehdios, las que tienen ambas). Por mucho tiempo quise saber algo, tenerlo todo, atisbar algo claro, conducirme a mí mismo, cavar mi camino en la vida, pintarrajear mis siguientes objetivos.
Ahora todo es polvo de comino.
---------
Tengo claras pocas cosas: No hay respuestas fuera de mí mismo. No existe dios (con minúsculas) aun si lo más parecido resulta ser el olor-sabor-temblor de una mujer, ya deseada ya deseante. ya dormida y sin espejos ni candiles flagrantes.
No existe la certeza por más tiempo que el que uno le otorga. No existe la fe a menos que uno la corrobore, segundo a segundo, y sin esperar retribuciones. La belleza no conoce burocracias.
---------
La vida, en efecto, parece ser un perpetuo trayecto entre la convicción y la temblorina existencial. Un jodido o no jodido péndulo, capricho que oscila tocando todas las orillas, sin duda, aunque siempre y sin importancia pase despreocupado sobre el mismo centro.
---------
Bendigo finalmente a los matices. Los quinientos mil matices. Los quinientos mil y un matices. Las alegorías que se endilgan a sí mismas sobre el dulce cuerpo del trayecto. Bendigo al trayecto. Desprecio la simplicidad de las orillas.
Me declaro un ser binario y también desnudo. Me declaro incapaz de masticar la verdad. Me declaro desinteresado por saborear semejante bocado.
Sólo quiero más caricias. Caricias para querer menos cada vez menos incertidumbres.
Sí: soy un asco. Un conformista. Crucifíquenme si pueden. Ni modo. Ya no estoy más ahí, ya no soy yoni soy nadie para poder reprochármelo.
Ahora es cuando me descubro libre.
Suena narcisista, es reiterativo, huele a necio, sabe a pretencioso. Resulta ser, finalmente, una inmensa pendejada comodina y grandilocuente.
El punto es que ni siquiera puedo evitarlo.
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Y no es que quiera decir que ahora sé o que ahora soy más que cuando había un antes. No me interesa establecer o corroborar ningún crecimiento constatable.
Sencillamente estoy asombrado. Estupefacto ante lo distinto que uno puede sentirse y más cuando sucede en tan poco tiempo.
Y sin embargo también estoy asombrado de lo igual que puede uno ser, cada vez, y muy a pesar de sus supuestos aprendizajes.
En fin. Vivo una especie de orgullo lastimero. Una lástima orgullosa. Me da igual: Por ahora me quedo tranquilo y aparcado en el orgullo.
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Me declaro un ser binario. Me declaro un asqueroso lenguaje de ceros y unos. Me declaro dual. Me declaro dualístico, dicotómico, imperfecto pero deseante.
Me declaro jamás declarable. Jamás certero. Siempre oscilante.
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Y es que todo apunta a eso: El péndulo del puto Foucault, el puñetero budismo cuasipanteísta, el jodido judeocristianismo monoteísta y monotemático, el asqueroso jipismo carente de boyas ancladas en la realidad, la comodidad social donde varo means todo. ¿Cuál todo? Todo es que es un cero o un puto uno. Toda, todísima, cualquier jodida postura aspira a alcanzar otra.
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La diferencia es que ya no me molesta: Nada de eso. Muy al contrario, me divierte, me excita, me corroe, me significa. Deja de significarme. Sucede. No soy más un vulgar generador de tristeza. Tampoco resulto un destino donde convergen estúpidas lágrimas. Me declaro aleación. Me declaro cable y no camino. Me declaro centímetro a centímetro: Soy lo que la corriente que ocurre denro de mí quiere que signifique.
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Por mucho tiempo envidié a las personas llenas de fe, o de certeza, o de ambas (madreehdios, las que tienen ambas). Por mucho tiempo quise saber algo, tenerlo todo, atisbar algo claro, conducirme a mí mismo, cavar mi camino en la vida, pintarrajear mis siguientes objetivos.
Ahora todo es polvo de comino.
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Tengo claras pocas cosas: No hay respuestas fuera de mí mismo. No existe dios (con minúsculas) aun si lo más parecido resulta ser el olor-sabor-temblor de una mujer, ya deseada ya deseante. ya dormida y sin espejos ni candiles flagrantes.
No existe la certeza por más tiempo que el que uno le otorga. No existe la fe a menos que uno la corrobore, segundo a segundo, y sin esperar retribuciones. La belleza no conoce burocracias.
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La vida, en efecto, parece ser un perpetuo trayecto entre la convicción y la temblorina existencial. Un jodido o no jodido péndulo, capricho que oscila tocando todas las orillas, sin duda, aunque siempre y sin importancia pase despreocupado sobre el mismo centro.
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Bendigo finalmente a los matices. Los quinientos mil matices. Los quinientos mil y un matices. Las alegorías que se endilgan a sí mismas sobre el dulce cuerpo del trayecto. Bendigo al trayecto. Desprecio la simplicidad de las orillas.
Me declaro un ser binario y también desnudo. Me declaro incapaz de masticar la verdad. Me declaro desinteresado por saborear semejante bocado.
Sólo quiero más caricias. Caricias para querer menos cada vez menos incertidumbres.
Sí: soy un asco. Un conformista. Crucifíquenme si pueden. Ni modo. Ya no estoy más ahí, ya no soy yoni soy nadie para poder reprochármelo.
Ahora es cuando me descubro libre.
enero 05, 2006
Se acaba la fiesta, gulp!
Me quedan 7 días de autocomplacencia más. SÓLO 7 días.
Gulp.
Bueno, a quien quiera asistir a mi cumpleaños, gulp, écheme un mail.
Saludos.
Gulp.
Bueno, a quien quiera asistir a mi cumpleaños, gulp, écheme un mail.
Saludos.
enero 03, 2006
Grandes Esperanzas (Dickens dixit)
Uno regularmente espera que el amor llegue vestido con cierta ropita. Uno normalmente se pone atento ante cosas por demás estúpidas e improbables. Y el tiempo tarda mucho en cachetearnos prudentemente. Se toma sus buenos lustros para decirnos "No, mi pequeño saltamontes, no era como tú lo esperabas". Y más nos toma aun reconocer nuestra ingenuidad. El único consuelo es que tarde o temprano llega ese ubicatex. Tarde o temprano aprendemos a mirar la realidad frente a frente.
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Durante un tiempo que parece interminable, nos empeñamos en reacomodar la realidad a nuestro antojo. El síntoma más universal resulta ser cuando nos enamoramos de quien evidentemente nos va a romper el corazón. Una y otra vez nos damos de topes frente a distintos personajes a los que atribuímos ese rol. Una y otra vez llega la inevitable frustración y la época de lamentos y quejidos. Y, si la suerte nos sonríe, una y otra vez asimilamos nuestras pérdidas. Una y otra vez justificamos nuestro dolor en una falla ajena a nosotros. Una y otra vez fallamos. Pero pasa todo hasta que llega el día.
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El día no tiene forma ni color. El día carece de expectativas y demandas insulsas. El día no tiene nombre. El día sucede y nada más. Es un día como cualquier otro. Es un día al que podemos tachar de insípido, carente de magia, desechable, insulso, cualquier cosa. Pero es el día. EL DÍA. Un día que se sienta ahí, frente a nosotros, como si nada. Un día que podría escurrirse si no estamos suficientemente atentos. Un día tímido como todo lo bueno. Un día introvertido como todo lo que merece la pena.
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Y entonces, al volver la cabeza, miramos ese día con una luz distinta. Iluminamos nuestro deseo con otra opacidad. Nos percatamos de lo que quiere decirnos. Nos lo dice todo. El día contiene una breve línea espacio-temporal. El día contiene un beso en las pestañas. El día supone más atención de la que pensábamos darle. Y entonces sucede. El día sucede sobre nuestras manos. El día se desborda sobre nuestras más endebles falanges. Se presenta sin pudor. El día es un día lleno de amor en contrasentido. Somos nosotros los amados. No es un día de dádivas sin reflejo. No es día de viajes de ida. Es el amor volando de vuelta a nosotros y sin boleto de regreso.
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Al mismo tiempo, existe nuestro perpetuo esceptisismo (sí, así se escribe). Y al mismo tiempo, subsiste nuestra infinita desconfianza. ¿Qué hacer entonces? ¿Repeler todo eso que suponemos irreal o inmerecido? ¿Abrazar la comodidad que acarrea el ser amado? ¿Jugar al justo medio, en el centro de la nada, y pretender que sabemos todo lo que ese amor sabe o quiere saber?
Yo digo que no. Digo que todas esas posturas son mentira. Digo que hay que desnudarse. Digo que merece la pena creer en el amor de los otros, con todas sus posibles consecuencias. Creo que hay que callar y sencillamente ser amado. Gozar de las caricias que se otorgan y se reciben. Guardar silencio y nunca más rencor.
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La vida nos tendrá muchas sorpresas preparadas, como siempre. Nos encontraremos, en el peor momento, a la peor persona. Repetiremos, en la peor de las circunstancias, el peor de nuestros arquetipos. Dudaremos, en el peor de los segundos, y gracias a la peor de nuestras debilidades, de lo mejor que nos atañe. Eso sí que es algo seguro. Y al mismo tiempo no importa. O sí. Dependerá sólo de nuestra fortaleza. Se colgará de nuestra convicción. Será vencido gracias a nuestra aceptación de lo que amamos y nos ama, venciendo, final y flagrantemente, a esa adicción tan común que significan la derrota y el escarnio.
Nada más. Nada fácil. Nada menos.
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Este es un texto que brota (brotó) sin arquitecturas ni acomodos. Es un bonche de palabras que se dicen a si mismas. Es algo que debo leer y releer yo mismo. Una autolección que sucede sin remedio. Y no me importa quien lo aguante. Y no me importa quien lo entienda, quien lo lea, quien se duerma o quien rebata. Sé que debo sembrarlo justo ahora y sin más trastabilleos. Y sé también que habré de cosechar sus huracanes mañana mismo, o quizás nunca, pero sabiéndome certero y abrigado por las caricias de quien me ama JUSTO AHORA.
No hay mejor cobija. Quien debió de amarme luego de entregarle toda mi ingenuidad, no lo hizo. Quien supuse que me daría su corazón, prefirió vendérselo a los mercaderes de la insatisfacción, o decidió seguir bailando la danza de la duda improductiva. No más. Me dejo, finalmente, caer sobre las nubes que me procuran suavidad y amor desentendido.
Enfatizo: Todo lo que no me fue dado alguna vez, resulta haberse ido para siempre. Tras el recuento de los supuestos daños, me quedan los brazos de mi amorosa amada. Y merece mi endeble amor más que ninguna.
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Aquí estoy, de pie, dispuesto a dárselo todo. Dispuesto a renegar de todas mis grandes esperanzas. Dispuesto a asesinar mi grandilocuencia y mi atesorado guión-para-la-vida, que evidentemente no existe. El arrepentimiento puede esperarme sentadito, empaladito, muerto y doliente sobre su taburete de espinas. No vuelvo más: Mi eterno regreso ha decidido tomarse un cafecito, un heladito, un interminable vaso de agua. Esta es una convicción, y ahora sucede indefinidamente.
(Y si de pronto me atreviese a volver, llámenme traidor. Todos. Cualquiera.)
Ahora es cuando más dudo de que exista un digno retorno. Lo sentimos: No más vueltas en U: The U-turn has left the building.
No seré yo quien me rompa el corazón, otra vez.
He dicho.
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Durante un tiempo que parece interminable, nos empeñamos en reacomodar la realidad a nuestro antojo. El síntoma más universal resulta ser cuando nos enamoramos de quien evidentemente nos va a romper el corazón. Una y otra vez nos damos de topes frente a distintos personajes a los que atribuímos ese rol. Una y otra vez llega la inevitable frustración y la época de lamentos y quejidos. Y, si la suerte nos sonríe, una y otra vez asimilamos nuestras pérdidas. Una y otra vez justificamos nuestro dolor en una falla ajena a nosotros. Una y otra vez fallamos. Pero pasa todo hasta que llega el día.
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El día no tiene forma ni color. El día carece de expectativas y demandas insulsas. El día no tiene nombre. El día sucede y nada más. Es un día como cualquier otro. Es un día al que podemos tachar de insípido, carente de magia, desechable, insulso, cualquier cosa. Pero es el día. EL DÍA. Un día que se sienta ahí, frente a nosotros, como si nada. Un día que podría escurrirse si no estamos suficientemente atentos. Un día tímido como todo lo bueno. Un día introvertido como todo lo que merece la pena.
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Y entonces, al volver la cabeza, miramos ese día con una luz distinta. Iluminamos nuestro deseo con otra opacidad. Nos percatamos de lo que quiere decirnos. Nos lo dice todo. El día contiene una breve línea espacio-temporal. El día contiene un beso en las pestañas. El día supone más atención de la que pensábamos darle. Y entonces sucede. El día sucede sobre nuestras manos. El día se desborda sobre nuestras más endebles falanges. Se presenta sin pudor. El día es un día lleno de amor en contrasentido. Somos nosotros los amados. No es un día de dádivas sin reflejo. No es día de viajes de ida. Es el amor volando de vuelta a nosotros y sin boleto de regreso.
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Al mismo tiempo, existe nuestro perpetuo esceptisismo (sí, así se escribe). Y al mismo tiempo, subsiste nuestra infinita desconfianza. ¿Qué hacer entonces? ¿Repeler todo eso que suponemos irreal o inmerecido? ¿Abrazar la comodidad que acarrea el ser amado? ¿Jugar al justo medio, en el centro de la nada, y pretender que sabemos todo lo que ese amor sabe o quiere saber?
Yo digo que no. Digo que todas esas posturas son mentira. Digo que hay que desnudarse. Digo que merece la pena creer en el amor de los otros, con todas sus posibles consecuencias. Creo que hay que callar y sencillamente ser amado. Gozar de las caricias que se otorgan y se reciben. Guardar silencio y nunca más rencor.
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La vida nos tendrá muchas sorpresas preparadas, como siempre. Nos encontraremos, en el peor momento, a la peor persona. Repetiremos, en la peor de las circunstancias, el peor de nuestros arquetipos. Dudaremos, en el peor de los segundos, y gracias a la peor de nuestras debilidades, de lo mejor que nos atañe. Eso sí que es algo seguro. Y al mismo tiempo no importa. O sí. Dependerá sólo de nuestra fortaleza. Se colgará de nuestra convicción. Será vencido gracias a nuestra aceptación de lo que amamos y nos ama, venciendo, final y flagrantemente, a esa adicción tan común que significan la derrota y el escarnio.
Nada más. Nada fácil. Nada menos.
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Este es un texto que brota (brotó) sin arquitecturas ni acomodos. Es un bonche de palabras que se dicen a si mismas. Es algo que debo leer y releer yo mismo. Una autolección que sucede sin remedio. Y no me importa quien lo aguante. Y no me importa quien lo entienda, quien lo lea, quien se duerma o quien rebata. Sé que debo sembrarlo justo ahora y sin más trastabilleos. Y sé también que habré de cosechar sus huracanes mañana mismo, o quizás nunca, pero sabiéndome certero y abrigado por las caricias de quien me ama JUSTO AHORA.
No hay mejor cobija. Quien debió de amarme luego de entregarle toda mi ingenuidad, no lo hizo. Quien supuse que me daría su corazón, prefirió vendérselo a los mercaderes de la insatisfacción, o decidió seguir bailando la danza de la duda improductiva. No más. Me dejo, finalmente, caer sobre las nubes que me procuran suavidad y amor desentendido.
Enfatizo: Todo lo que no me fue dado alguna vez, resulta haberse ido para siempre. Tras el recuento de los supuestos daños, me quedan los brazos de mi amorosa amada. Y merece mi endeble amor más que ninguna.
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Aquí estoy, de pie, dispuesto a dárselo todo. Dispuesto a renegar de todas mis grandes esperanzas. Dispuesto a asesinar mi grandilocuencia y mi atesorado guión-para-la-vida, que evidentemente no existe. El arrepentimiento puede esperarme sentadito, empaladito, muerto y doliente sobre su taburete de espinas. No vuelvo más: Mi eterno regreso ha decidido tomarse un cafecito, un heladito, un interminable vaso de agua. Esta es una convicción, y ahora sucede indefinidamente.
(Y si de pronto me atreviese a volver, llámenme traidor. Todos. Cualquiera.)
Ahora es cuando más dudo de que exista un digno retorno. Lo sentimos: No más vueltas en U: The U-turn has left the building.
No seré yo quien me rompa el corazón, otra vez.
He dicho.
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enero 01, 2006
Un año diamor. (Luz dixit)
La mente dice: Quéjate, quéjate, quéjate. Victimízate frente a los otros. Revuélcate en tu puñetera pesadumbre.
Y el resto diceque no. Sabe que no. Todo marcha absurdamente bien (sí, ya se me había olvidado el poder de una mordida en las pestañas). Todo marcha sabia y acicaladamente bien.
Hace un año abrí un blog sin saber muy bien para qué. Apenas regresaba de Tijuana y la puta ciudad se sentía más gélida que de costumbre. Mis grandes amigos estaban todos fuera, muy lejos. Tijuana era ya un burdo recuerdo. El vuelo de regreso estuvo de la rechingada, como todos.
Y recuerdo que llegué a casa y me sentí sólo. Vaya, no sólo. Me sentí más sólo que un mojón en el desierto. Sin ganas de nada. Extrañando a todo el puto mundo. Y me vi sentado frente a la máquina. Y me miré mientras escribía mis datos de registro. Y todo pasaba como siempre que uno parece vivir en tercera persona. Cerca pero lejos.
Pensé primero que la blogósfera sería un lugar interesante donde conocer amiguis, ja. Y luego me hice de simpáticos enemiguis a la primera de cambios, jo. Todo para dar la vuelta por aquí y por allá, dejando muchos comments, y finalmente involucrándome con el jueguito, persistiendo en el patético intento de escuchar y hacerse escuchar a la vez, en una plaza pública donde nadie te conoce y a nadie le importas.
Hoy tengo un año de escribir en este abismo, y no puedo definir ninguna razón apropiada. Escribo porque sí. Escribo porque me hace falta. Escribo porque quiero que alguien lea o porque sencillamente me da la gana. Todo depende.
Lo que me queda claro, justo ahora, es que no soy el mismo que comenzó a escribir todo esto. No soy el mismo que escribió anteayer o la semana pasada. Ya nunca soy el mismo. Y en lugar de petrificarme me inyecta de fuego: Nunca quieto. Siempre, siempre, siempre revuelto.
Y eso mucho me complace. Me complace sobre todo no saberme en silencio. Perdurando mis letanías, abrazándome a lo intenso. Qué más da.
Me descubro día a día. Sí, como dijera Un solo Ojo, me tomo un café conmigo mismo, cada día. Y luego me desentiendo.
Y el resto diceque no. Sabe que no. Todo marcha absurdamente bien (sí, ya se me había olvidado el poder de una mordida en las pestañas). Todo marcha sabia y acicaladamente bien.
Hace un año abrí un blog sin saber muy bien para qué. Apenas regresaba de Tijuana y la puta ciudad se sentía más gélida que de costumbre. Mis grandes amigos estaban todos fuera, muy lejos. Tijuana era ya un burdo recuerdo. El vuelo de regreso estuvo de la rechingada, como todos.
Y recuerdo que llegué a casa y me sentí sólo. Vaya, no sólo. Me sentí más sólo que un mojón en el desierto. Sin ganas de nada. Extrañando a todo el puto mundo. Y me vi sentado frente a la máquina. Y me miré mientras escribía mis datos de registro. Y todo pasaba como siempre que uno parece vivir en tercera persona. Cerca pero lejos.
Pensé primero que la blogósfera sería un lugar interesante donde conocer amiguis, ja. Y luego me hice de simpáticos enemiguis a la primera de cambios, jo. Todo para dar la vuelta por aquí y por allá, dejando muchos comments, y finalmente involucrándome con el jueguito, persistiendo en el patético intento de escuchar y hacerse escuchar a la vez, en una plaza pública donde nadie te conoce y a nadie le importas.
Hoy tengo un año de escribir en este abismo, y no puedo definir ninguna razón apropiada. Escribo porque sí. Escribo porque me hace falta. Escribo porque quiero que alguien lea o porque sencillamente me da la gana. Todo depende.
Lo que me queda claro, justo ahora, es que no soy el mismo que comenzó a escribir todo esto. No soy el mismo que escribió anteayer o la semana pasada. Ya nunca soy el mismo. Y en lugar de petrificarme me inyecta de fuego: Nunca quieto. Siempre, siempre, siempre revuelto.
Y eso mucho me complace. Me complace sobre todo no saberme en silencio. Perdurando mis letanías, abrazándome a lo intenso. Qué más da.
Me descubro día a día. Sí, como dijera Un solo Ojo, me tomo un café conmigo mismo, cada día. Y luego me desentiendo.
diciembre 27, 2005
Viraje de timón
Este ha sido un año que se ha revuelto para no desnudarse. Un año que no quiere una sentencia final que lo signifique todo. Un año de intensos golpeteos. Un año de incidentes voluminosos. Un año de misericordias escuetas. Un año aleccionador, a secas. Un año irrepetible, como todos.
Cuando alguien te pide que signifiques tus vivencias en una sola frase, está pidiendo estupideces. Es como creer que un año es un año. Como creer que un 2005 vale más que un 2006. Puras idioteces. Números impuestos sobre cosas que suceden a pesar de todo. Los años no son nada. A menos que uno quiera.
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Hacía mucho tiempo que no sabía lo que significaba tener hambre. Hambre. HAMBRE. Morder y dejar ser mordido. Morderse y desaparecer. Parece tan fácil. Resulta tan sencillo. No me atrevo siquiera a imponer ninguna literatura sobre esta hambre tan extrañamente nueva. La dejo suceder. Me callo y prosigo. Sin más.
Y luego pienso que ojalá el hambre se hubiera presentado entonces. Y entonces. Y entonces. Pero no. El hambre parecía ser algo comodino. Un hecho aledaño y resonante. Oh-oh. Resulta que no. La vida es un buen tango. No. Es un buen tango queriendo ser escuchado.
----------
Y el suceso de la semana:
- ¿Oye, te digo algo raro y no mamadas?
- Venga
- No. No creas. Es algo raro y NO mamadas.
- Bah. Échalo. Qué puede ser.
- Bueh. Nomás no te azotes.
- Venga
- Estamos aquí, ahora, hablando de esto tan intenso, ¿cierto?
- Cierto
- Bueno, ayer hablé exactamente de lo mismo, con gente que no tiene nada que ver con ustedes.
- Ahh. No te creo. ¿Y eso qué?
- Pues lo mismo. Nacieron el mismo día.
- ¿El mismo día?
- Sí, el mismo día que tú y que Jacky.
- No te la mames. No puede ser.
- Pues eso mismo. A mí también me resulta inverosímil. Son demasiadas coincidencias, ¿no?.
- Uhmm. No lo sé. ¿Qué día dijiste?
- 12 de mayo. Tauros todos. Tengo miedo. Parece que Dios sí existe.
- Putísima madre (silencio enfático). Mejor ni digas. Ni te creo.
- No me hace falta. Sólo me da miedo.
- Ejem. Cof, cof. Pos sí.
- Pos lo mismo digo.
- Y tienes razón.
- Sepa.
Cuando alguien te pide que signifiques tus vivencias en una sola frase, está pidiendo estupideces. Es como creer que un año es un año. Como creer que un 2005 vale más que un 2006. Puras idioteces. Números impuestos sobre cosas que suceden a pesar de todo. Los años no son nada. A menos que uno quiera.
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Hacía mucho tiempo que no sabía lo que significaba tener hambre. Hambre. HAMBRE. Morder y dejar ser mordido. Morderse y desaparecer. Parece tan fácil. Resulta tan sencillo. No me atrevo siquiera a imponer ninguna literatura sobre esta hambre tan extrañamente nueva. La dejo suceder. Me callo y prosigo. Sin más.
Y luego pienso que ojalá el hambre se hubiera presentado entonces. Y entonces. Y entonces. Pero no. El hambre parecía ser algo comodino. Un hecho aledaño y resonante. Oh-oh. Resulta que no. La vida es un buen tango. No. Es un buen tango queriendo ser escuchado.
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Y el suceso de la semana:
- ¿Oye, te digo algo raro y no mamadas?
- Venga
- No. No creas. Es algo raro y NO mamadas.
- Bah. Échalo. Qué puede ser.
- Bueh. Nomás no te azotes.
- Venga
- Estamos aquí, ahora, hablando de esto tan intenso, ¿cierto?
- Cierto
- Bueno, ayer hablé exactamente de lo mismo, con gente que no tiene nada que ver con ustedes.
- Ahh. No te creo. ¿Y eso qué?
- Pues lo mismo. Nacieron el mismo día.
- ¿El mismo día?
- Sí, el mismo día que tú y que Jacky.
- No te la mames. No puede ser.
- Pues eso mismo. A mí también me resulta inverosímil. Son demasiadas coincidencias, ¿no?.
- Uhmm. No lo sé. ¿Qué día dijiste?
- 12 de mayo. Tauros todos. Tengo miedo. Parece que Dios sí existe.
- Putísima madre (silencio enfático). Mejor ni digas. Ni te creo.
- No me hace falta. Sólo me da miedo.
- Ejem. Cof, cof. Pos sí.
- Pos lo mismo digo.
- Y tienes razón.
- Sepa.
diciembre 20, 2005
Llamas gélidas
En estos días de ondas invernales, en estos días de témpanos y calles atestadas de compradores eructando navidades; en estas semanas de frío y frío venidero, es cuando más solitarias se sienten las sábanas de camas como la mía. Habitadas sólo por uno.
No por nada tanta gente se suicida en Diciembre. El patético sueño capitalistoide tercermundista y judeocristiano hasta la médula de hielo: la navidad, explotada en todas sus posibles y descarnadas fórmulas publicitarias (y que además tengo que estudiar for a living) sólo sirve como un contrapunto infernal para los que anhelan calor, caminos en común, algo de humo y vapores ígneos, o al menos un poco de sudores compartidos, un pinchurriento calentador eléctrico o cualquier otra extravagancia de la carne. No por nada muchos meten la cabeza en el horno y se dan muerte. Hacen demasiado caso a la vida que no tienen.
-----
Yo, por otro lado, me encuentro sólo. Sólo luego de toda mi vida. Sólo luego de pocas pero muy distintas compañías. Mujeres de fuego, mujeres de nieve, como diría la cursi trova. Mujeres de carne por sobre todo. De conflictos, como yo mismo. Mujeres de las que me arrepiento y de las que no. Mujeres que me han entregado sus días y sus pestañeos durante largo tiempo, o durante unos segundos. Mujeres todas irrepetibles y por las que he aprendido a estar sólo y tranquilo justo ahora: no pienso ni por un instante en meter la cabeza en el horno de la insatisfacción.
-----
Y aunque en horas como esta, en plena madrugada, y en días como estos, llenos de trabajo y terapia ocupacional para la supervivencia, mi cama pida a gritos otras tripulantes, compañías y tonalidades, yo abandono los lamentos. Sólo me cubro con todas las cobijas a la redonda y trato de soñar. Cosas diferentes. Tiempos nuevos. Viajes a lugares que quiero conocer antes de estacionar la nave y convertirme en musgo. Mapas y buques y huracanes deleitables.
No es que no quiera morder algunas bocas esta misma noche, o la que sigue, o la que sigue. No es que no tenga ansiedad de quitarme el frío a como dé lugar. Pero también estoy cierto de que no es momento para naufragios. Y mucho menos se me da rentar lanchitas en el lago de chapultepec, para subirme una hora y luego olvidarme de la travesía antes de que anochezca. No tengo prisa. Ni chinampas, ni trajineras, ni buques pesqueros. Vaya, ni el mismísimo crucero del amor me conmueven un bledo. Hay que ahorrar para un hidroavión mejorcito que el que se despatarró en Miami.
-----
Hay una llama gélida. Un pebetero helado que me mantiene incandescente y muerto de frío. Las manos entumidas, pero el corazón fortalecido. Seguro de que no hay que buscar nada fuera de mí. Nunca hay nada que buscar allí. El mundo ocurre fuera de uno, pero uno es el que transita sobre él. De mis pasos me ocupo ahora. Pasitos sobre la nieve que nunca cae en ciudad esmog, pero que, por lo pronto, parece atestar las calles y entumecerme los dedos, al punto de no necesitar estirarlos para sentir cómo me congelo lentamente. Y podría decir que incluso lo disfruto. Es una de esas sensaciones viejas que parecen nuevas bajo otra luz, bajo otra flama.
-----
Me siento fuerte. Sobreviviré a esta pequeña era glaciar como un eslabón perdido metido en su bloque de hielo. Ya vendrá el tiempo en que la llama gélida despierte, y se sacuda dentro del iceberg, derritiéndolo todo. El trópico se habrá dado una vueltita por el iglú y me descongelará. Mientras soñaré -sonriente aunque muerto de frío- dentro de mi solitario cautiverio.
No por nada tanta gente se suicida en Diciembre. El patético sueño capitalistoide tercermundista y judeocristiano hasta la médula de hielo: la navidad, explotada en todas sus posibles y descarnadas fórmulas publicitarias (y que además tengo que estudiar for a living) sólo sirve como un contrapunto infernal para los que anhelan calor, caminos en común, algo de humo y vapores ígneos, o al menos un poco de sudores compartidos, un pinchurriento calentador eléctrico o cualquier otra extravagancia de la carne. No por nada muchos meten la cabeza en el horno y se dan muerte. Hacen demasiado caso a la vida que no tienen.
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Yo, por otro lado, me encuentro sólo. Sólo luego de toda mi vida. Sólo luego de pocas pero muy distintas compañías. Mujeres de fuego, mujeres de nieve, como diría la cursi trova. Mujeres de carne por sobre todo. De conflictos, como yo mismo. Mujeres de las que me arrepiento y de las que no. Mujeres que me han entregado sus días y sus pestañeos durante largo tiempo, o durante unos segundos. Mujeres todas irrepetibles y por las que he aprendido a estar sólo y tranquilo justo ahora: no pienso ni por un instante en meter la cabeza en el horno de la insatisfacción.
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Y aunque en horas como esta, en plena madrugada, y en días como estos, llenos de trabajo y terapia ocupacional para la supervivencia, mi cama pida a gritos otras tripulantes, compañías y tonalidades, yo abandono los lamentos. Sólo me cubro con todas las cobijas a la redonda y trato de soñar. Cosas diferentes. Tiempos nuevos. Viajes a lugares que quiero conocer antes de estacionar la nave y convertirme en musgo. Mapas y buques y huracanes deleitables.
No es que no quiera morder algunas bocas esta misma noche, o la que sigue, o la que sigue. No es que no tenga ansiedad de quitarme el frío a como dé lugar. Pero también estoy cierto de que no es momento para naufragios. Y mucho menos se me da rentar lanchitas en el lago de chapultepec, para subirme una hora y luego olvidarme de la travesía antes de que anochezca. No tengo prisa. Ni chinampas, ni trajineras, ni buques pesqueros. Vaya, ni el mismísimo crucero del amor me conmueven un bledo. Hay que ahorrar para un hidroavión mejorcito que el que se despatarró en Miami.
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Hay una llama gélida. Un pebetero helado que me mantiene incandescente y muerto de frío. Las manos entumidas, pero el corazón fortalecido. Seguro de que no hay que buscar nada fuera de mí. Nunca hay nada que buscar allí. El mundo ocurre fuera de uno, pero uno es el que transita sobre él. De mis pasos me ocupo ahora. Pasitos sobre la nieve que nunca cae en ciudad esmog, pero que, por lo pronto, parece atestar las calles y entumecerme los dedos, al punto de no necesitar estirarlos para sentir cómo me congelo lentamente. Y podría decir que incluso lo disfruto. Es una de esas sensaciones viejas que parecen nuevas bajo otra luz, bajo otra flama.
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Me siento fuerte. Sobreviviré a esta pequeña era glaciar como un eslabón perdido metido en su bloque de hielo. Ya vendrá el tiempo en que la llama gélida despierte, y se sacuda dentro del iceberg, derritiéndolo todo. El trópico se habrá dado una vueltita por el iglú y me descongelará. Mientras soñaré -sonriente aunque muerto de frío- dentro de mi solitario cautiverio.
diciembre 15, 2005
Economía de palabras.
Sí. Pudiera decir más de lo que escribo y con menos palabras. Quisiera. Es sólo que no lo consigo. Me abruma la floritura, el regocijo de perpetrar frase tras frase. No puedo contra eso. Unos me llaman contextual, otros churrigeresco. Unos más me consideran estúpido. Nada de eso me importa ahora.
----
Quisiera poder decir, en dos palabras, lo sólo que se siente estar sólo. Lo acompañado que se está cuando existe una deliciosa compañía. Quisiera ahorrarme palabras y así ahorrarles tiempo a los que leen. No puedo contra eso. Unos me llaman absurdo, otros arquitecto sin escrúpulos. Nada de eso me ha importado jamás.
---
Vivir es mejor que no hacerlo. Tener algo por qué sufrir es mejor que no tener nada. Convalecer la propia existencia es un deber de los que se consideran pensantes. No pretendo ser ahorrativo en términos de puntualizar mi experiencia vivencial. Unos me llaman azotado, otros me dicen intenso. Prefiero hacerme el sordo y seguir navegando.
---
La felicidad no está en olisquear pantaletas y sexos. La felicidad no está en atormentarse por no lograr entrar en la mente de otros. La felicidad no es un destino. No es un discurso. No es una frase que tenga palabras de más, o palabras de menos. Unos podrán llamarme pesimista, otros realista. No me interesa. No es mi intención convencer a nadie.
---
Reduciéndonos a la carne, al hueso, al suave humo de las ideas, todos resultamos indefensos y en muchos casos mediocres. Adiós a las comparaciones. Ser no depende de nadie. Sobrevivir, llanamente, tiene muy pocos requisitos. Ligereza a la ligereza. Pesadez a la pesadez. Tan sólo dejémonos de confusiones.
---
En arbitrario recordatorio del pacto, sírvome enviar una felicitación cumpleañera. (¿A quién se le ocurre nacer en diciembre?) Ups, me olvidé que el putín del Yísus también tuvo esa mala idea. Que la estrella polar los guíe por entre el oleaje de la vida. Y si no, cómprense una brújula y listo.
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Quisiera poder decir, en dos palabras, lo sólo que se siente estar sólo. Lo acompañado que se está cuando existe una deliciosa compañía. Quisiera ahorrarme palabras y así ahorrarles tiempo a los que leen. No puedo contra eso. Unos me llaman absurdo, otros arquitecto sin escrúpulos. Nada de eso me ha importado jamás.
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Vivir es mejor que no hacerlo. Tener algo por qué sufrir es mejor que no tener nada. Convalecer la propia existencia es un deber de los que se consideran pensantes. No pretendo ser ahorrativo en términos de puntualizar mi experiencia vivencial. Unos me llaman azotado, otros me dicen intenso. Prefiero hacerme el sordo y seguir navegando.
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La felicidad no está en olisquear pantaletas y sexos. La felicidad no está en atormentarse por no lograr entrar en la mente de otros. La felicidad no es un destino. No es un discurso. No es una frase que tenga palabras de más, o palabras de menos. Unos podrán llamarme pesimista, otros realista. No me interesa. No es mi intención convencer a nadie.
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Reduciéndonos a la carne, al hueso, al suave humo de las ideas, todos resultamos indefensos y en muchos casos mediocres. Adiós a las comparaciones. Ser no depende de nadie. Sobrevivir, llanamente, tiene muy pocos requisitos. Ligereza a la ligereza. Pesadez a la pesadez. Tan sólo dejémonos de confusiones.
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En arbitrario recordatorio del pacto, sírvome enviar una felicitación cumpleañera. (¿A quién se le ocurre nacer en diciembre?) Ups, me olvidé que el putín del Yísus también tuvo esa mala idea. Que la estrella polar los guíe por entre el oleaje de la vida. Y si no, cómprense una brújula y listo.
diciembre 08, 2005
Resumen de noticias (rolita cursi pero ponedora dixit)
Para mí mismo y el zigzagueo cotidiano. Juarsnif.
Este año ha sido uno particularmente hermoso. Hermoso no en un sentido mermeladesco pues fácil no es el tono general de lo vivido. Sin embargo, el aprendizaje, el reencuentro con el buen humor, la risa, los buenos amigos. Uno de esos años que se van rápido, pero que se sienten, al final de la noche, como si hubieran sido siete. O siete docenas.
Recapitularé todo lo significativo, de tal manera que no se me olvide que lo dije. Ahora que en un par de semanas este blog cumple su primer año de zozobra, vale la pena volver a hablar conmigo mismo, escribir para no olvidarme por completo, hacer como si no hubiera nadie enmedio de la multitud:
- Este año comenzó como estallido nuclear. Recuerdo mi apoteosis en Tijuana. Mi regreso aterrorizado en el avión (los odiaba hasta hace muy poco). El volver a la ciudad y sentirme vacío como nunca. Teclear las palabras mágicas y abrir un blog para matar el vacío con un poco de palabrejas.
- Perder un gran amor a principio de año fue la estocada final de un largo proceso de deterioro. Tocar fondo, como dicen los clichés más petateros. Me sirvió, sin embargo, para despertar de ese estúpido letargo que resulta la necedad amorosa. Aprender cuando largarme fue fundamental.
- Encontrar un trabajo más relajado, tomar chorrocientos aviones más durante el año y viajar, lo que no había hecho en mucho tiempo, fue una gran terapia para mi neurosis voladora (nada de galopante, lo mío lleva turbinas). Ver el mar Caribe, las montañas, las ciudades apestosas, las cabelleras de Guadalajara, las ajedrecistas más guapas de, mhmm, su cuadra. Todos esos viajes que, espero, se repitan y se repitan. Viajar es bueno para mi salud mental. Y no lo sabía.
- Celebrar el inicio de un amor que tuvo poco de amor pero mucho de aprendizaje. Fugaz, duro, difícil. Toda una temporada en el cuadrilátero de la incompatibilidad. Sin embargo, provechoso, estimulante muchas veces, fomentor de la creatividad y de las ganas de crecer un poco. Brindo por los amores perdidos que dejan cuando menos una cicatriz que funciona como un buen mapa para el futuro.
- Encontrar un lugar cerca de gente nueva, amigos nuevos que se sienten como viejos, gente maravillosa que había estado todo el tiempo ahí y que uno sencillamente no se tomaba el tiempo de mirar. Relajar la misantropía, levantar el vaso, llenar los ceniceros. Reencontrar antiguos vínculos, reparar puentes, tirar otros. Las relaciones humanas son lo poco que valoro en la vida. No soy un experto en cuanto a las relaciones íntimas y emocionales, pero mis amigos, a esos sí, les debo mucho de mi felicidad por intervalos. Gracias a todos ellos.
- Recobrar la vista por segundos. Perderla. Dudar. Ir de arriba a más arriba, luego abajo, a un lado. Vivir casi como si uno le rascara la espalda a su propia existencia. Ahí, ahí, no, no, tantito a la derecha, ahí, sí, aaahhhhh, qué rico, ya no más. Ah, nada como la comezón. Caminar y no permanecer estático. Subir aunque sea falsa la escalera. Bajar aunque la resbaladilla esté engrasada con aceite para motores con más de 100,000 km. Echarse al ruedo. Salir corriendo. Regresar a veces. Tirar estocadas a diestra y siniestra. Vivir para no estar muerto. Finalmente lo prefiero. Como diría una vieja hermanastra, comadre, carnala: Gozar de los quinientos mil matices. Los quinientos mil y un matices los saliva nuestra propia boca.
Y finalmente, regresar al final del año. Sí, los calendarios son una construcción estúpida para la productividad y la simbolización chaquetera de fechas que, para el individuo, no suelen tener mayor significado. Y qué. Ahora mismo me importa un carajo desmenuzar las cosas. Prefiero olisquearlas, morder un poco, tragar, seguir con el buffet de la vida. Si los ingredientes no son saludables en todo momento, no me importa. El placer de la digestión y la sobremesa está por encima de toda la verdad. La "verdad" es un objeto inútil que reposa en la sala de los desesperados. Ya no me siento desesperado. La búsqueda, el trayecto, las piedras y los tropezones. Todo de pronto cobra sentido. Luego lo pierde. El sístole-diástole de la vida.
Inhala. Vives.
Exhala. Ya no.
¿Estuvo rica la bocanada?
diciembre 04, 2005
Speak Low
Habla suavemente. Dice lo preciso. Cubre su tristeza con un silencio dulce. Evita los cálculos. Defiende su corazón tras caudales de lágrima. Mira como un vendaval. Resiste cualquier caricia edificada sobre sus muslos de bronce. Cede, resiste, cede, resiste, cede, luego, finalmente, resiste con toda la fuerza del pudor más apetitoso.
No es su voz ni lo que dice. No es su temple, su blindaje de plumas. No es su textura, su olor frondoso, su ramaje que resulta ser una telaraña de nubes. No es un ave ni un pez. No es un ser goloso y necesitado de pedestales, micrófonos y furias. No es un vestido entallado o menos aún su talle siempre vestido de caricias mudas. No es tampoco su baile cuidadoso, en el que punta tras punta cuida siempre los helechos mustios culpables, que con sigilo de tempestad acarician el borde de sus pequeños dedos.
Es el amor que le profieren esas hierbas que pisa. Las miradas suculentas de las aves que le llueven y le llueven sobre el hambre desaliñada y tímida que sostiene su pelo salvaje. Son sus ganas de dormir, sus ganas de ser viento, sus ganas de no querer escuchar o decir o entenderlo todo a través de las palabras. Su prisa por ser causa de retoños. Sus besos diminutos. El desierto de sábanas coloridas y cobijas de piedra granito.
Mirarle es espectar la belleza en estado puro. Curiosear y preguntarse cómo es que en las fauces de la oscuridad que vomita el mundo día a día, amanecen a la par tantas pupilas tan dolientes como meritorias de ser perpetuadas. ¿Cómo es que no existen suficientes pinceles, suficientes colores, suficientes palabras para infinitar el deleite instantáneo de beberse suavemente los destellos que ocurren gracias y a pesar de la negrura?
Hay días que quisiera ser cien personas. y no las cien que ya encierra mi oscilante cabeza-cuerpo. No. Cien personas reales. Despertar cien veces. Vivir cien vidas, cien trayectos, cien incertidumbres. Rasguñar cien espaldas y morder cien entrepiernas. Oler cien mil perfumes cada veinticuatro segundos. Olvidar que se es sólo uno. Desvanecer toda frustración bajo el ruido de cien lamentos. Existir a cien entómetros por hora. Morir noventa y nueve veces antes de morir cien, y claro, extasiado por tanto y tan maravilloso ruido. Libremente. Suavemente. Sin una sóla voz cavernosa, debajo de las sienes, que recrimine con crueldad, murmullo tras murmullo, cualquier falta de coherencia.
No es su voz ni lo que dice. No es su temple, su blindaje de plumas. No es su textura, su olor frondoso, su ramaje que resulta ser una telaraña de nubes. No es un ave ni un pez. No es un ser goloso y necesitado de pedestales, micrófonos y furias. No es un vestido entallado o menos aún su talle siempre vestido de caricias mudas. No es tampoco su baile cuidadoso, en el que punta tras punta cuida siempre los helechos mustios culpables, que con sigilo de tempestad acarician el borde de sus pequeños dedos.
Es el amor que le profieren esas hierbas que pisa. Las miradas suculentas de las aves que le llueven y le llueven sobre el hambre desaliñada y tímida que sostiene su pelo salvaje. Son sus ganas de dormir, sus ganas de ser viento, sus ganas de no querer escuchar o decir o entenderlo todo a través de las palabras. Su prisa por ser causa de retoños. Sus besos diminutos. El desierto de sábanas coloridas y cobijas de piedra granito.
Mirarle es espectar la belleza en estado puro. Curiosear y preguntarse cómo es que en las fauces de la oscuridad que vomita el mundo día a día, amanecen a la par tantas pupilas tan dolientes como meritorias de ser perpetuadas. ¿Cómo es que no existen suficientes pinceles, suficientes colores, suficientes palabras para infinitar el deleite instantáneo de beberse suavemente los destellos que ocurren gracias y a pesar de la negrura?
Hay días que quisiera ser cien personas. y no las cien que ya encierra mi oscilante cabeza-cuerpo. No. Cien personas reales. Despertar cien veces. Vivir cien vidas, cien trayectos, cien incertidumbres. Rasguñar cien espaldas y morder cien entrepiernas. Oler cien mil perfumes cada veinticuatro segundos. Olvidar que se es sólo uno. Desvanecer toda frustración bajo el ruido de cien lamentos. Existir a cien entómetros por hora. Morir noventa y nueve veces antes de morir cien, y claro, extasiado por tanto y tan maravilloso ruido. Libremente. Suavemente. Sin una sóla voz cavernosa, debajo de las sienes, que recrimine con crueldad, murmullo tras murmullo, cualquier falta de coherencia.
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