La linea que separa a un valiente de un cobarde está trazada con cinismo.

febrero 02, 2006

De palabras putas, palabras princesas y palabras subvaloradas.

Para empezar, tengo que aclarar que no es culpa propia el que las palabras, en el idioma castellano, pertenezcan al género femenino. Y también hay que asumir que ese detalle, en lo que respecta a toda la cultura hispanoparlante, parece hacer una diferencia casi tétrica frente a otros lenguajes-idiomas , y sobre todo ante los que no imprimen géneros en los sustantivos como sucede con el inglés, principalmente.

Pero sucede que no nací en un entorno anglófono. Crecí hablando con una boca, femenina, ayudado por una lengua, también femenina, expulsando el aire desde una garganta, femenina igualmente, entonando las sílabas con las cuerdas vocales (o bucales??), femeninas de cualquier modo. El habla, per se, resulta ser una acción femenina, cuando menos gramatical y sintácticamente. Y he ahí que cuando alguna vez dije que las palabras son putas, semejante improperio pudo ser interpretado como un revuelco misógino. Pero no lo era. Sencillamente quise decir que, dado el contexto posmoderno, salvaje y desinteresado en el que vivimos, las palabras, que resultan propiedad de quienes las dicen, sirven así a los intereses de nosotros, los padrotes del lenguaje. Y la verdadera responsabilidad recae en quienes las emitimos, sin duda alguna. Las palabras, como el aire, como las flores, como la propia música o el propio silencio, resultan no ser nada si no les escucha, se les lee, se les acaricia o se les muerde. Nada si no se emiten o se consuman bajo el fuego de sus escuchas. Objetos inanimados que flotan en derredor de nuestra interacción cotidiana. Mariposas esperando ser cazadas y destripadas sin remedio. Víctimas inocentes de lo que queremos hacer con ellas.

Todo este preámbulo es para llegar hasta una nueva prostitución del lenguaje y que supone ser la premisa de este breve texto. Parte proviene del viaje, parte no. Reduciéndome a mi conmoción emocional, debo decir que esta vez descubrí estar harto. Harto de descubrirme (sic) escuchando y diciendo abstracciones a diestra y siniestra. Harto de utilizar adjetivos a falta de mejores sonidos o semblanzas. Harto de decir "hermoso" como quien dice "pan tostado". Harto de decir "amor" como quien dice "buenos días, buenas tardes, buenas noches". Harto de usar las gafas de la grandilocuencia. Harto de navegar pegando de gritos y sin pudor para decir cualquier cosa. Harto de la exarcebación, harto de la solemnidad. Harto de mis propias expectativas pero también, paradójicamente, harto de mi propia desesperación. Harto, precisamente, de mi carencia de esperanzas. Harto de mi conflicto. Harto de la complejidad. Harto de las palabras, aunque no, y definitivamente no, de lo femenino.

Y no es que me atreva a despojar de significado a la hermosura, ni mucho menos de hermosura al pan tostado. No se trata esta vez de esa constante rebeldía-afrenta a la que juego cada que me siento tembloroso. Esta vez es muy distinto. Esta vez es humildad.

No me atrevo a asegurar que esta es la gran digestión de mi reciente viaje. Estúpidísimo sería aseverar semejante cosa. Digamos que este es el breve terremoto que tocó a mi puerta. Diré que lo hermoso se vistió de colores indecibles y de palabras que no existen todavía. Diré que enmudecí al mirar el sol derretirse dentro del horizonte. Diré que miré todo por primera vez, otra vez. Diré que respiré nubes y nubes de alivio y que luego me inundó un montón de fuerza, la misma que me mantuvo despierto toda la noche, alimentando una hoguera, manteniendo despierto el fuego, manteniéndome a la vez dentro de ese sueño y esa resurrección. Diré que todo está mucho más claro ahora pero que, curiosamente, no tengo palabras para decirlo todavía. Y cuando las tenga, tal vez ya esté prostituyendo mi delirio. Y no quiero. Me rehuso terminantemente.

Me declaro carente de enunciados y repleto de contento. He vuelto a nacer. Me tomará todavía un cierto tiempo poder recobrar el uso de la lengua, la garganta, las palabras, las bocanadas de aire fluyendo sobre las cuerdas vocales. Y no llevo prisa. Por ahora sólo quiero seguir temblando de incertidumbre.

5 comentarios:

Mr. Punch! dijo...

Como dijo Voltaire:
Podre no estar de acuerdo con lo que dices, pero defendere hasta la muerte tu derecho a decirlo.

hugo dijo...

para mi que en tu viaje al norte comiste peyote y viste clarito clarito. y buenos resultados tuvo. amo tu redaccion, tu breve ensayo sobre las palabras y su puteria (aunque las comemos gratis) y tu profunda seriedad vestida de recien adquirida humildad, y saber que por mas que le des vueltas, eres el mismo, simpatico, rebuscado, complejo y sagaz de siempre. abrazos.

ja, me toco prawwm! (camaroom?)

Lahetaira dijo...

¿y cuándo has temblado de otra cosa? muajajaja, bueno, creo que cuando menos nunca habías temblado tan alegremente...

besitos muack.

Sofía dijo...

Me acordé mucho (sin quererlo) de un poema de Paz. Y es que a mí Paz no me gusta, pero un verso dice: "cógelas del rabo (chillen putas)". Y ps supongo que no tenía en mente nada de misoginia. Maldito lenguaje que nos limita. Malditas palabras, que se traguen todas sus palabras.

Sofía dijo...

PERO.

El motivo de fondo de mi visita es que hace unos meses (5) dejaste un comentario en el post sobre la muerte de mi iPOD (oct. 7, gracias-no.blogspot.com), sobre un servicepro en la Roma. Total que voy hasta la dirección que pusiste y nada de nada. ¿Me puedes dar el dato completo si lo tienes, porfa?

Salut.