Varios intentos que tratan de converger en uno solo. No más preguntas, your honor.
(Despierta)
(Awake)
(Oye tú, levántate)
(Ni que fueras Lázaro. Atiéndeme.)
Tengo poco qué decirte. Es sólo la primer carta. La primera vez en que logramos comunicarnos. No te excites demasiado. Domestica toda posible emoción cuanto antes. Relájate. No seré yo el que te diga nada nuevo. Todo redunda en lo viejo y en lo conocido. Respira.
(Y respiro.) (Luego callo, para seguir escuchándome, y hasta pongo cara de sorpresa.) (Y luego simplemente escucho.)
(Aunque luego pienso en todo el enorme párrafo anterior. Y me río sin importar las estridencias. ¿Qué poco importa lo mucho que importa querer importar? ¿Qué pendejo resulta querer dejar de existir dentro de lo pendejo?)
Inutilidades, concluyo. Y luego vuelvo a dormir. Y duermo sin pensar. Mejor así.
Y es entonces cuando pienso en escribir una carta a mí mismo. Y dice así:
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Querido mí mismo:
Como ya bien lo sabes, casi en todo te equivocas. En casi nada resultas cierto. Y en casi todo lo cierto, resultas llegar tarde. Estás jodido. Asúmelo.
No tienes mejor solución que el dejar que las soluciones sucedan a través de ti. Déjalas fluir: Ni se te ocurra oponerte al lento e inexorable fluir de lo seguro.
Mejor aplaude: Clap Clap.
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Hay cosas que te trascienden de forma inevitable. Es decir, inevitablemente. Sólo te pido que de pronto sientas miedo. Que respires fuera de ritmo. Te pido que te asustes, pues. Te pido que abandones la certeza. Te pido que tiembles. Y en realidad, no hace falta que te lo pida. Siempre te asustas. Siempre abandonas. Siempre tiemblas: Continúa.Simple y sencillamente continúa con el miedo.
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Y luego piensa en todo lo que has abandonado. Piensa en todo lo que te ha significado una renuncia. Piensa en todo lo que quisieras ser pero no has sido. Mírate en el hambre de los otros. Y luego revuélcate en ella. Acaécela. Subsístela. Siéntela. Huye de ella. Así se es un hombre: Siempre huyendo. Cosechando nostalgias a lo pendejo. Así nomás.
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Una vez que hayas hecho todo lo anterior, nada te resultará difícil. O cuando menos, no tan dificil como para detener tu marcha. Proseguirás. Te sentirás igualmente culpable. Te importará poco. Y no podrá achacársete nada. Estarás en lo cierto. Otra vez. De nuevo. Vivirás a través de una sed saciada. Morirás gracias al hambre que ya no te importa. Forjarás la continuidad. Serás recordado. Agradécelo.
(Sí. Ya sé que te sentirás siempre culpable. Ya sé, también, que nunca se te olvidará el hambre de los no saciados, ni tampoco la sed de los que han muerto sedientos. Sé muy bien que tampoco te hará sentir satisfecho ninguno de tus presentes. Y que siempre habrás de reparar, dudar, olvidar tu propia respiración, para luego mantenerte tranquilo. Ya no tienes remedio. Asúmelo.)
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Libre sólo si te puedes reconocer. Entonces podrás admitir. Podrás dudar, sin tregua alguna, y aun te será brindado el beneficio de que dudes de todo aquello que aun no sabes. Te reconocerás ignorante. Te escucharás, vez con vez, maldibujando el presente. Desparpajando el futuro. Interactuando, inequívocamente. Condenado al exterminio y sin trastabillar. Saludándolo. Siendo tú. Callando. Acostumbrado a la extinción. Siendo perpetuo. Renunciando a todas las posibles explicaciones.
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¿Oye? Mejor despierta. Hay que irse pronto. Se está haciendo tarde.
Yo creo que mejor nos regresamos. Antes de que anochezca. Antes de que se pierda nadie. Salud, sí, gracias Paulhan, ¿Pero dónde demonios es que está Gladys? ¿Se fue? ¿Se perdió? Pobre de ella. Say good bye. Hay que estar de vuelta antes de que nadie pregunte. Vámonos riendo. Yéndonos vamos. Au revoir.
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(Ok. Esta es una carta a ti mismo. Se prohibe empezar con cosas como: "Querido yo mismo" o "Estimada cobardía". Mejor resultaría el empezar right from the start, ni pedo. Ya te jodiste, mi buen Lucio)
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Querida necedad:
No sé cómo es que persistes a pesar de mi. Yo simplemente aprendo. Aprendo y aprendo en la Universidad de Chapingo, y sencillamente no alcanzo a ver mayores resultados. Todo esto es un timo. Nada resulta ser mejor en mi vida. Todos seguimos igual de pendejos. Y que no se hagan gueyes.
Y peor aun resulta el que de veras, de veritas, no tenga caso quejarse. La queja ya es parte de la rutina. Todo ya lo habrán perdido quienes se hayan atrevido a sentir miedo. Y todos perderán lo que poseen, incluso su mismísimo terror, tan pronto como dudar se vuelva suave y por ende posible. Adiós a los niños. Bienvenidos los tramposos.
Lo que no entiendo, necedad mía, es que no hayas persistido en el "amor". ¿No se suponía que el simple hecho de amar habría de hacerte libre? ¿Qué no resultaba mejor el que te esforzaras por no ser tan pobre y pusilánime como habías sido siempre, a que simplemente te dejaras vencer por tus demonios, otra vez?
Juan Carlos, amigo mio, necio mio. Tienes que empezar a ser tan generoso contigo mismo como resultas serlo con los demás. Ella, tu última pérdida, tu más grande y reciente puñalada sangrienta, te lo dijo claramente. Así de claro. Más claro imposible:
O despiertas o mejor dormimos todos. Y cuando es así, ya no hay ni cartas, ni remitentes, ni destinatarios. Sólo silencio. Sólo ese llano, simple, seco y sediento abandono que conoces tan bien como a la palma de las manos de tus ganas de volar.
Vuela entonces, putísima momia. Ni creas que te queda mucho tiempo.
Ahorra o nunca. (sic)
Y aprende a poner un punto final. Aunque te duela: Es así. Así nomás. Punto.
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