Despertar hecho mierda de un reventón que normalmente te hubiera hecho cosquillas.
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Ver a las chavitas de 17 años y pensar "pinches escuinclas" en lugar de "a-y-güey". Ver a los darketos y sentir unas ganas tremendas de reir, ver a los "hippies" y lo mismo, ver a los fresotototas y lo mismo, ver a las ñoras de 60 años corear rolas de Lisa Gerrard e igual. Ver a doña intelectual de 50 años llegar al cúmulo de la emoción orgásmica con Brendan y escuchar a 27 idiotas gritar mamadas como "Lisa, i love you" cuando está a 2 segundos de empezar a cantar, y sentir ganas de empuñar un lanzallamas y descagalar a los 10,000 pendejos que estamos ahí. Dios, alguien deme un prozac.
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Ir a un concierto de Dead can Dance y sentirte un pinche trasnochado. Descubrir que ya no te emociona casi nada. Ni siquiera estando allí, hasta abajo del puto auditorio nacional, por primera vez en puterremil años.
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Encabronarte con el grupo por traer un puto sintetizador (esta vez) en lugar de los instrumentos y los músicos que trajeron la última vez (hace 9 años de eso, pinche ruco).
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Subirte a un taxi y que te digan señor.
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Cargar una mochila a todas partes, llena de papeles que no dicen nada interesante.
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No haber viajado fuera del país en puterremil años.
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Despreciar con toda enjundia el sexo casual. Guardar lutos.
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Tener achaques y dolores de espalda constantes. Tener una gripa crónica y problemas con el tabaco. Metabolizar mal el alcohol. Despreciar las drogas ofrecidas. Ponerse mal con la mota.
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Sentir ganas de recurrir a un psiquiatra para que te de una rica dosis de "me vale madres todo".
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Terapear a tu madre (y que además te haga caso, chale, chale, chale)
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Escribir artículos que hasta a ti te dan más gueva que a nadie.
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Terapear a tu hermana adolescente (y que además te haga caso, chale, chale, chale, chale)
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Creer en la posibilidad de que todo se puede arreglar, menos la muerte. Ese, por sobre todos, es un pensamiento de ruco.
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Quisiera, como dice Kartak, preferir ser un hijo de puta que un alma en pena. No se qué me lo imposibilita.
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¿Alguna sugerencia para recuperar mi juventud? I'm out of thoughts today.
La linea que separa a un valiente de un cobarde está trazada con cinismo.
septiembre 30, 2005
Un largo pero harto vivencial post. (Si lo leen todo, hay premio)
Déjame reposar,
aflojar los músculos del corazón
y poner a dormitar el alma
para poder hablar,
para poder recordar estos días,
los más largos del tiempo.
El putín de Sabines, sobre la muerte de su padre.
aflojar los músculos del corazón
y poner a dormitar el alma
para poder hablar,
para poder recordar estos días,
los más largos del tiempo.
El putín de Sabines, sobre la muerte de su padre.
Hay tan poco qué agregar a cosas como esa. Hay tan poco qué decir hoy en día. Uno puede detestar el posmodernismo, seguro que sí. De hecho, normalmente me adjunto a cualquier postura que desprecie la mamonería posmoderna. Detesto a cualquiera que diga que ya no se puede decir nada. Pero lo hago, honestamente, de forma emocional. Porque mi mente, todo el tiempo, me dice que es correctísimo pensar que ya todo está dicho. Que mejor me calle la boca. Que ya no queda nada por decir.
Pero de repente, llegan días como hoy. Los días más largos del tiempo. Días que se rebelan frente a lo monótono y reaprehendido. Días que se consignan a sí mismos como reales, y en los que pasan cosas tan absurdas e irreales que hacen posible la paradoja, el epitafio, el letrerito: Días tan largos como el tiempo.
Supongamos que uno se levanta hecho pedazos. Y "hecho pedazos" no es un lugar común en este día. Es un verdadero "hecho pedazos". Nunca antes uno se había, no levantado, nada de eso, sino dormido, apenas dormido luego de 48 horas de caos continuo. El mayor reven de la corta vida. Clap Clap. Lástima: El vacío sigue siendo el mismo.
Y entonces uno recuerda grandes pedazos de la no-sólo-noche: El surfer-cineasta hablando grandes cosas, el actorcito-remaricón hostigándole a uno sin razón, los pseudo-cuates con el cerebro hecho migas, las rolas y rolas intolerables en plena sucesión. ¿Cómo llamarle a eso un buen reven? Habría que ser más pendejo que todos los partícipes. Y sin embargo, uno se la pasa bien. El reven cumple su función de distraer, nublar, apendejar, hacer posible algo de olvido. Bendito reven tan malo.
Y en fin: Luego llega uno de esos días. Uno de los más largos del tiempo. Y uno, repito, despierta hecho pedazos. No hay peor (mejor) manera de abordar un día así: Cero herramientas, sí, pero también cero predisposiciones. Venga lo que venga, no hay nada para remediarlo.
Y el día no para, o como dijeron los artistas de la noche:
The world however did not wait
But soon observed what followed on
Y pos ni modo de rebelarse contra eso. Nah, tan pendejo no es uno. Y sigue enfrentándose al día pues ya no se tiene de otra. Crudo o no, vida mía, ahí te voy.
Y ya. Y entonces todo es un encanto. Todo es una sorpresa. Uno no se anticipa a nada. Nomás lo vive. Y vas a la oficina, y peleas, encarnizada pero harto civilizadamente, por tu dinero y el de otros y, en esencia, por la justicia misma (ja-ja). Consigues tu cometido.
Luego sales, casi corriendo, y ves a tu gente más querida. Y resulta que, de prontísimo, les estás hablando de una forma tan suave y cordial que te escuchan calladitos. Asienten a todo. (ja). Hasta miedo te da lo mucho que creen en todo lo que dices. Les preguntas si se hacen pendejos: te contestan que no. Y entonces la tranquilidad te desborda y continúas hasta que ya se te hizo tarde (como siempre). Ni modo. Es una oportunidad única e indesperdiciable. Huyes contentísimo hacia el concierto al que te invitaron.
Y llegas al concierto y no ves a nadie. Temes un rato. Luego le pides el celular a la mujer más linda que te haya dado un flyer para un concierto al que no vas a ir. Te vale madres. Ella te lo presta y hasta te sonríe (how lucky, how stupid). Llamas, te contestan. Recibes (y medio peleas) por tu boleto. Te toca en cuarta fila. Pinche cagón. Tres cuartos de auditorio te ven con ojos asesinos: (¿Cómo es que ese gordito simpaticón está tan feliz, y yo tan triste seis pisos arriba?).
Y luego oyes el concierto. Recuerdas cuando era el grupo de tu vida (tienes que hacerlo). La primera media hora te revientan puro somnífero desconocido y novedoso (ya actualízate, pendejo). Pero luego caen con un clásico. Y la gente aplaude despavorida. Gritan todos. Las lesbianitas que se sentaron al lado tuyo, rompen en besos eufóricos. (Ya pela el concierto, cabrón). Bravo, bravo. Y sí, de verdad está bueno. El que ya envejeció eres tú.
Y entonces termina todo.
- ¿Pulserita para el backstage?
- No, gracias, ya envejecí. Mejor mete a tu vieja si no quieres que te mate mañana.
- ¿Seguro?
- Pos no, no tan seguro. Pero hazme caso antes que me arrepienta.
- Ta bueno. Háblame al rato.
- Ajá. Gracias por el boleto, carnalín.
Y te vas, hecho una furia en llamas, y sales, y medio buscas, dentro de toda esa gente tan diversa y absurdamente peculiar (seguro más de la mitad son harto más chingones que tú, además). Y no encuentras a nadie. Ni siquiera a tu prima, la que escuchaba a Luis Miguel cuando tú ya estabas sobre Dead Can Dance. Nada. A huir se ha dicho.
- ¿Quiere taxi joven?
- Sí, claro.
- ¿A dónde?
- Glorieta de las Cibeles.
- Le voy a cobrar 100 pesos.
- (risita disimulada) Ha de estar usted muy pendejo o muy loco, don. (y obviamente ni te subes)
Dedo arriba. Taxi libre. 24 varos hasta el destino, con todo y tarifa nocturna. Llegas. Desfile de saludos. Huevas infinitas. Pero todo es gratis. Un tequila, hic, otro tequila, hic, otros, veinte, hic. Gracias. I'm done.
Y buscas, por horas, los ojos que estabas esperando. Y no están. Pero está el resto de la humanidad, y además, curiosamente, te hacen mucho caso. Blablableas con todos. Felicitas a los felicitables. Huyes de las cámaras y los medios. Magistral.
Acabas, poco después, y ya mucho más pedo, en el "after" de moda. Un puto asco de lugar, como de costumbre. El "AM". Donde nadie entra nunca, pero tú, de cagada, sí. Te recaga la madre. Tratas de huir, pero, así de pronto, aparece un tipo que te aclara la mente:
- ¿Qué pedo, qué tal, cómo andas?
- ¿Eh, qué, cómo?
- ¿Sí, cómo andas, no te acuerdas de mí?
- Yo me acuerdo de casi todo. (busqueda en el disco duro) Ah, ya, sí cabrón. ¿Cómo estás?
- Bien, bien, bien. Poca madre. Oye, le encantaste a mi amiga.
- ¿Qué? (¿Quéeeeeeeeeeee?). Gulp, ¿cuál amiga? (¿eeeeesa que me acuerdo?)
- Pues quién crees, claro que ---X---.
- ¿Te cae? No me vengas con mamadas, cabrón.
- Te digo que sí, pendejo. Y, (hic, ay viene una netota pedota) yo no soy hipócrita jamás. De verdad le encantaste.
- Ni me digas. Apenas vengo saliendo de un gran pedo.
Y el resto de la noche te quiere convencer de que la llames. Te da su número. Te pide que la busques. Te reconfirma que él no se la ha tirado ni se la volverá a tirar. Qué pedazo de amigote.
Y tú a todo dices que sí. Asientes. Permites. Luego te marchas. Él también se va. Te ofrece un aventón. Lo aceptas. Apenas entrando, te dice:
- ¿Oye? Te voy a poner una rola que me encanta, oye nomás cabrón.
Tu asientes. Te vale madres, en realidad. Sólo quieres llegar a tu casa. El tipo es harto amistoso, obviamente, pero eso ya tampoco te importa. Toma el disco de entre un buen bonche y lo pone.
- "Everything, everything, everything...i'm invisible....i'm invisible...."
Inmediatamente te zurras. Preguntas al instante:
- ¿Esa era la rola que querías poner?
- A huevo. ¿A poco no está de sus putos huevos?
Haces un silencio enfático y te preguntas si de verdad la vida es casual, aleatoria y pendeja. Y luego simplemente respondes:
- No mames, cabrón. Esa rola es casi casi la número 2 de mi top-ten. ¿Qué pedo con las coincidencias?
Y el otro se caga de la risa mientras se da cuenta de que te la sabes de cabo a rabo. Luego nomás añade:
- ¿Ya ves? Mañana le tienes que hablar a esta vieja.
Y tú nomás te quedas pensando. Y luego llegas, finalmente, a tu pinche casa. Y escribes un post. (ni sabes por qué, nomás lo escribes). Y luego, irremediablamente, te vas a dormir. (O te quedas blogueando, mientras piensas en lo mucho que amas lo que ya no quiere ser amado, y lo estúpido que eres para darte cuenta de cuándo debes moverte hacia el futuro)
Y luego dices -hic- buenas noches. (días)
Benditos los que hayan leído hasta el final.
septiembre 27, 2005
Deja Vu
Un deja vu, en el nombre de la paz.
Adicto al conflicto. Adicto al conflicto. Adicto al conflicto.
Voy a ponerme los lentes para ver si me escucha.
-----------------------
Y ahora me los quitaré por un tiempo, repito, en nombre de la paz. Me encontrarán al final del pasillo, cerca de los músicos, dando algunos gritos mientras Guillermo hace sonar el cabrófono. Un whisky en la mano y cuatro en las entrañas, seguramente. Sin lágrimas. Esperando el fin del último turno para regresar a mi casa.
Puede que las paredes se sientan un poco frías en las próximas semanas. A este lugar le hará aun más falta esa extraña luz.
No me carguen hasta el taxi. Todavía puedo caminar.
Simplicidad
Ella, que es sumamente compleja, nudo tras nudo, laberíntica, ojos como aceitunas silenciosas contando la historia del mundo; ella, que es una madeja de improperios, un diccionario sin respuestas, un camino que termina por donde empieza; ella, que se ha quitado de encima la ferretería (sus palabras, no las mías), que tiene todas las respuestas menos la suya propia, que consigna a todos a escucharle; ella, difìcil como un dialecto, dice que todo es más simple de lo que lo miro. Que todo lo hago complejo con la vista. Que gasto mucha energía complicándolo todo, retorciéndolo, volviéndolo innecesariamente embrolloso. Haciéndolo todo más difícil.Adicto al conflicto. Adicto al conflicto. Adicto al conflicto.
Voy a ponerme los lentes para ver si me escucha.
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Y ahora me los quitaré por un tiempo, repito, en nombre de la paz. Me encontrarán al final del pasillo, cerca de los músicos, dando algunos gritos mientras Guillermo hace sonar el cabrófono. Un whisky en la mano y cuatro en las entrañas, seguramente. Sin lágrimas. Esperando el fin del último turno para regresar a mi casa.
Puede que las paredes se sientan un poco frías en las próximas semanas. A este lugar le hará aun más falta esa extraña luz.
No me carguen hasta el taxi. Todavía puedo caminar.
septiembre 26, 2005
De la interpretación, el arte y el amor. (Ay qué mamón suena, lo sé)
Hace unos minutos, una parte importantísima de mi presente se acabó de desmoronar (ya tenía grandes grietas, sí, pero había un último chance de reconstrucción). En pocas palabras, todo fue culpa de mi último post, calificado de indecente, desdeñoso, negador de toda posibilidad de restauración.
---------------
Lo negué todo. Negué que un post fuera algo en sí mismo. Las palabras amontonadas no construyen siempre ideas, no significan siempre una verdad inmanente, una certeza absoluta o una realidad necesariamente presente.
---------------
¿Pero qué es presente? El presente de ese post tuvo lugar en la madrugada de una noche MUY larga, llena de sucesos inimaginables, una borrachera extraña, elementos sorpresa, y sobre todo, una noche en la que ella estaba ausente.
Y así, llega uno a casa, con la excitación en la punta de los dedos, dispuesto a escupir todo lo procesado, mal o bien, en una noche extravagante como esa, con ganas de decirse algo a uno mismo (remitirse al post anterior al del cataclismo), con ganas de resumir un aprendizaje que sucedió en tiempo real, mientras las neuronas iban sucumbiendo una a una en manos de un whisky malo, entre otros aderezos.
---------------
Y escribes, y esta vez, qué cagado, te sale un post muy breve y muy conciso, a diferencia de los kilométricos y divagantes que sueles escribir. Y no pretendes darle un sentido definido: el sentido se lo da el lector. Esa es la condena (y la delicia) de las palabras. Que no tienen un significado fijo, ni una fórmula perfecta que le guste a todos. Por eso con las palabras se puede hacer arte, como cuando se pinta un cuadro. Ni el rojo es siempre lo mismo para todos, ni el rojo sobre verde significa algo en especial, ni la composición entera es un reflejo exacto y definido de la idea que el autor tiene en su mente. Una dulce condena, la de la interpretación.
----------------
Alguien hermoso me dijo hace mucho tiempo: Beauty is in the eye of the beholder. (La belleza está en el que la contempla). La belleza no es inherente a las cosas, a las palabras, mal o bien dominadas, a los textos, a las pinturas. La belleza pude estar en el ojo de su creador, pero solo en el preciso instante en el que mira su creación y goza con ella. El placer, por otro lado, es algo distinto, ese puede existir durante todo el proceso creativo. Igual que el dolor y el tormento: No todos crean placenteramente o dolorosamente. Cada quien crea como puede. Cada proceso creativo es distinto.
-----------------
Lo único cierto y rescatable de todo eso, es que lo que para unos es bello, para otros puede ser el sinónimo mismo de la mierda, la expresión destilada de la indecencia, el desdén y la grosería. Y uno no puede siempre evitarlo. Ni cuidar sus palabras para que no sean interpretadas de uno u otro modo. No existe vacuna contra las interpretaciones distintas. Son distintas, no por eso malas. El sentido está en el que mira, no en el que crea.
-------------------
Y aunque la literatura sea algo mucho más constreñido, simbólicamente, que, digamos la pintura o la música, también está siempre sujeta a interpretación, desde el mismo momento en que alguien la escribe y otro la lee. No se puede siempre cuidar a los demás de las faltas de cohesión de uno. A veces esas faltas son parte del juego, a veces, como en el post anterior, son un sencillo error etílico. Pero aquí no se pretende la perfección, sólo el placer y la contemplación de la belleza. Solo la honestidad, incluso la honestidad con la propia borrachera. La honestidad de decir lo que se siente, en un momento dado (que en ese punto fue presente) y que no tiene que ser categórico, determinante, final, definitivo ni ningún otro adjetivo de esos que no dicen nada.
-------------------
Y ni hablar. El amor también está sujeto a la interpretación. También es un continuo descrifrar del otro. A veces se tiene éxito, a veces no. Y nada, nunca, es definitivo, determinante o final cuando se trata del amor. Puede volvernos a sorprender en cualquier momento.
Adolorido pero de pie.
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Lo negué todo. Negué que un post fuera algo en sí mismo. Las palabras amontonadas no construyen siempre ideas, no significan siempre una verdad inmanente, una certeza absoluta o una realidad necesariamente presente.
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¿Pero qué es presente? El presente de ese post tuvo lugar en la madrugada de una noche MUY larga, llena de sucesos inimaginables, una borrachera extraña, elementos sorpresa, y sobre todo, una noche en la que ella estaba ausente.
Y así, llega uno a casa, con la excitación en la punta de los dedos, dispuesto a escupir todo lo procesado, mal o bien, en una noche extravagante como esa, con ganas de decirse algo a uno mismo (remitirse al post anterior al del cataclismo), con ganas de resumir un aprendizaje que sucedió en tiempo real, mientras las neuronas iban sucumbiendo una a una en manos de un whisky malo, entre otros aderezos.
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Y escribes, y esta vez, qué cagado, te sale un post muy breve y muy conciso, a diferencia de los kilométricos y divagantes que sueles escribir. Y no pretendes darle un sentido definido: el sentido se lo da el lector. Esa es la condena (y la delicia) de las palabras. Que no tienen un significado fijo, ni una fórmula perfecta que le guste a todos. Por eso con las palabras se puede hacer arte, como cuando se pinta un cuadro. Ni el rojo es siempre lo mismo para todos, ni el rojo sobre verde significa algo en especial, ni la composición entera es un reflejo exacto y definido de la idea que el autor tiene en su mente. Una dulce condena, la de la interpretación.
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Alguien hermoso me dijo hace mucho tiempo: Beauty is in the eye of the beholder. (La belleza está en el que la contempla). La belleza no es inherente a las cosas, a las palabras, mal o bien dominadas, a los textos, a las pinturas. La belleza pude estar en el ojo de su creador, pero solo en el preciso instante en el que mira su creación y goza con ella. El placer, por otro lado, es algo distinto, ese puede existir durante todo el proceso creativo. Igual que el dolor y el tormento: No todos crean placenteramente o dolorosamente. Cada quien crea como puede. Cada proceso creativo es distinto.
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Lo único cierto y rescatable de todo eso, es que lo que para unos es bello, para otros puede ser el sinónimo mismo de la mierda, la expresión destilada de la indecencia, el desdén y la grosería. Y uno no puede siempre evitarlo. Ni cuidar sus palabras para que no sean interpretadas de uno u otro modo. No existe vacuna contra las interpretaciones distintas. Son distintas, no por eso malas. El sentido está en el que mira, no en el que crea.
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Y aunque la literatura sea algo mucho más constreñido, simbólicamente, que, digamos la pintura o la música, también está siempre sujeta a interpretación, desde el mismo momento en que alguien la escribe y otro la lee. No se puede siempre cuidar a los demás de las faltas de cohesión de uno. A veces esas faltas son parte del juego, a veces, como en el post anterior, son un sencillo error etílico. Pero aquí no se pretende la perfección, sólo el placer y la contemplación de la belleza. Solo la honestidad, incluso la honestidad con la propia borrachera. La honestidad de decir lo que se siente, en un momento dado (que en ese punto fue presente) y que no tiene que ser categórico, determinante, final, definitivo ni ningún otro adjetivo de esos que no dicen nada.
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Y ni hablar. El amor también está sujeto a la interpretación. También es un continuo descrifrar del otro. A veces se tiene éxito, a veces no. Y nada, nunca, es definitivo, determinante o final cuando se trata del amor. Puede volvernos a sorprender en cualquier momento.
Adolorido pero de pie.
septiembre 25, 2005
Ah, pero qué pendejo estoy.
De pronto caigo en cuenta: Estoy hecho un grandísimo pendejo.
Mi vida siempre gira, y ha girado, en torno a las mujeres de las que estoy o, paréntesis, he estado enamorado. Y eso es una gran pendejada.
Ni mi vida, ni la de cualquiera, debiera jamás redundar sobre lo que ama. Y digo: atreverse a amar ya está, de por sí, harto cabrón. Por eso mismo es que es estupidísimo vivir a partir de eso. Digo yo. Y tal vez me equivoco.
--------------------
Recuerdo tiempos antiquísimos. Lo recuerdo todo. Tatiana, por sobre todo, y luego el resto. El castigo, la libertad, la transgresión, el amor entero, el amor bajo la cama. Pocas mujeres: Eso seguro. Jamás me jactaré de haber tenido o lastimado más mujeres de las que me he podido enamorar.
Pero también puedo decir que han sido más que suficientes. A duras penas he podido lidiar con tanto aprendizaje. Apenas he logrado enamorarme de todas y cada una. Un placer que nadie podrá quitarme jamás. Un dolor, uno por uno, y que nunca se me ha olvidado. Ni tampoco lo cambiaría por nada.
--------------------
Sólo quisiera dejar de vivir a través de ellas. Existir por mí mismo. Poder encontrar ganas para cualquier cosa, sin que ellas o nadie tuvieran nada que ver con ello. Caminar sin sus motivos. Desear sin sus sombras. Ser yo y sólo yo, lejano a todas ellas.
Todavía no he podido. Pero ya casi.
--------------------
Y es que soy tan comodino. Tan autocomplaciente, carajo. Si no es por ellas, no cambio. Permanezco. Me estatizo. Me apendejo. Qué cabroncete salí.
Pero ya aprenderé. Y como siempre, tendrá que ser a posteriori. Ni modo.
Mi vida siempre gira, y ha girado, en torno a las mujeres de las que estoy o, paréntesis, he estado enamorado. Y eso es una gran pendejada.
Ni mi vida, ni la de cualquiera, debiera jamás redundar sobre lo que ama. Y digo: atreverse a amar ya está, de por sí, harto cabrón. Por eso mismo es que es estupidísimo vivir a partir de eso. Digo yo. Y tal vez me equivoco.
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Recuerdo tiempos antiquísimos. Lo recuerdo todo. Tatiana, por sobre todo, y luego el resto. El castigo, la libertad, la transgresión, el amor entero, el amor bajo la cama. Pocas mujeres: Eso seguro. Jamás me jactaré de haber tenido o lastimado más mujeres de las que me he podido enamorar.
Pero también puedo decir que han sido más que suficientes. A duras penas he podido lidiar con tanto aprendizaje. Apenas he logrado enamorarme de todas y cada una. Un placer que nadie podrá quitarme jamás. Un dolor, uno por uno, y que nunca se me ha olvidado. Ni tampoco lo cambiaría por nada.
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Sólo quisiera dejar de vivir a través de ellas. Existir por mí mismo. Poder encontrar ganas para cualquier cosa, sin que ellas o nadie tuvieran nada que ver con ello. Caminar sin sus motivos. Desear sin sus sombras. Ser yo y sólo yo, lejano a todas ellas.
Todavía no he podido. Pero ya casi.
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Y es que soy tan comodino. Tan autocomplaciente, carajo. Si no es por ellas, no cambio. Permanezco. Me estatizo. Me apendejo. Qué cabroncete salí.
Pero ya aprenderé. Y como siempre, tendrá que ser a posteriori. Ni modo.
septiembre 21, 2005
¿Que por qué blogueo?
No pienso inventar, ni pretendo hablar objetivamente sobre las razones que hay que tener para bloguear. Me remito exclusivamente a las mías. El por qué blogueo yo, no tiene necesariamente que ser igual al por qué de nadie más. Y si lo es en algún caso, pos bueno, es obviamente mera coincidencia.
1) Porque me gusta escribir algunas cosas que me atraviesan la cabeza y que luego se me olvidan. Generalmente cuando estoy en algún estado que otros llaman inconveniente y que a mí me parece de lo más conveniente e inspirador. Así es como normalmente escribo mis posts.
2) Porque resulta terapéutico. Sí, es sumamente más barato que ir al psicoanalista, al spa, a la terapia holística, al centro naturista, al ashram y, a veces, hasta a alguna que otra peda que me he perdido voluntariamente. El blog es una terapia eficaz. Sobre todo cuando relees como se va modificando (o no) tu cabecita.
3) Para decirle algo a alguien, que a veces puedo ser yo mismo. A veces escribo posts para que los lea alguien en específico, amigable o enemistoso, y normalmente resulta. Es más divertido que mandar un mail. A veces en un post puedes decirle cosas distintas a gente distinta. De hecho, cada quién lee y entiende lo que se le da la gana, pero ese es pedo del lenguaje, no mío.
4) Porque se me da la gana, y sin ninguna pretensión de grandeza o trascendencia, o de formar una iglesia, o una cofradía, o un círculo de lectores asiduos, o un club de fans, o un club de turbas-dispuestas-a-lincharme. No me interesa generar un efecto específico en un grupo de gente. No me interesa proponerme como el sabedor de ninguna gran verdad, ni el que está diciendo la pura neta palabra a palabra. Los que me conocen, y leen esta mierducha de blog, saben que es igual de bipolar a como soy en la vida real. A veces cáustico, a veces azotado, a veces simpático, a veces pendejo, en fin, como toda la gente. La vida no está en el blog sino al revés, como todos saben.
Así que todos los siguientes apelativos (extraídos literalmente de un blog donde "me despedazan") me dan harta risa, o bien, me los paso por el fundillo, según el humor del día:
1) Filosofillo: Gracias por el pedestal, búscate otro o piensa por tí mismo.
2) Culturoso: Solo cuando quiero beber vino gratis en las exposiciones.
3) Denso: ¿Vieras qué ligero me pongo con un par de whiskies?
4) Mamón que se cree la gran cagada: ¿Yo? Soy muy mamón para creerme la gran cagada.
5) Chilango con aires de grandeza: Jamás me he jactado ni de lo uno ni de lo otro. Y los aires de aquí distan mucho de la grandeza. Más bien abundan en residuos fecales.
6) Puto: Uhm, ¿en qué sentido?
7) Putito: Uhm, ¿en qué sentidito?
8) Mariquita: ¿Con o sin calzones?
(perdón por la redundancia, pero es que hay gente muy creativa últimamente, y más para insultar)
9) Fracasado: Lamento no haber leído a Cornejo para encontrar el VERDADERO éxito.
10) Intolerante: ¿Intolerante yo, a qué hora, cuándo, dónde?
11) Tolerante: ¿Tolerante yo, cómo, con quién, de qué?
12) Jotito: Repíteme porque no te entendí otra vez.
13) Engreído: Solo cuando las mujeres me hacen más caso del que puedo manejar.
14) Agachado: No me gusta recoger el jabón.
15) Mediocre: Mozart se murió a los 27. Los Temerarios siguen vivos. ¿Cuál es el parámetro?
En fin, la lista es interminable. Lo mejor de todo, es que casi todos los apelativos anteriores provienen de la misma persona, que se esmera día tras día en tirar mierda de mí, sin siquiera conocerme. Si me conociera realmente, sabría que puedo ser TODAS esas cosas sin ser ninguna, como toda la gente. Uno HACE pendejadas, pero no necesariamente ES pendejo. Así con todo lo demás.
Lástima, el blog es así: Los mismos prejuicios, los mismos pedos, los mismos conflictos solo que sin verse a la cara. Nos tiramos mierda igual que en la vida real, y a veces sin siquiera conocernos. No lo culpo por hacerlo, es más, me divierte su escasa creatividad y su constancia chingativa. Yo cuando quiero chingar, y más por este medio, me esmero un poquito más: Le rebusco, me clavo, me pongo denso, pero bueno, así soy yo. Pero rara vez me da por ahí (en el blog). En la vida real puedo ser muy chingativo, pero sólo con mis amigos, cuando hay confianza. Y conservo muchos amigos. Y hasta nuevos cuates han salido de este asunto de bloguear. Así me la paso a toda madre. Gústele a quien le guste. Yo, por lo pronto, no tengo quejas. El que quiera llamarme con el nombre que quiera, enjoy. Total siempre acabo por apagar la computadora y salir a la vida, que, pa pronto, va de puta madre.
Salud.
1) Porque me gusta escribir algunas cosas que me atraviesan la cabeza y que luego se me olvidan. Generalmente cuando estoy en algún estado que otros llaman inconveniente y que a mí me parece de lo más conveniente e inspirador. Así es como normalmente escribo mis posts.
2) Porque resulta terapéutico. Sí, es sumamente más barato que ir al psicoanalista, al spa, a la terapia holística, al centro naturista, al ashram y, a veces, hasta a alguna que otra peda que me he perdido voluntariamente. El blog es una terapia eficaz. Sobre todo cuando relees como se va modificando (o no) tu cabecita.
3) Para decirle algo a alguien, que a veces puedo ser yo mismo. A veces escribo posts para que los lea alguien en específico, amigable o enemistoso, y normalmente resulta. Es más divertido que mandar un mail. A veces en un post puedes decirle cosas distintas a gente distinta. De hecho, cada quién lee y entiende lo que se le da la gana, pero ese es pedo del lenguaje, no mío.
4) Porque se me da la gana, y sin ninguna pretensión de grandeza o trascendencia, o de formar una iglesia, o una cofradía, o un círculo de lectores asiduos, o un club de fans, o un club de turbas-dispuestas-a-lincharme. No me interesa generar un efecto específico en un grupo de gente. No me interesa proponerme como el sabedor de ninguna gran verdad, ni el que está diciendo la pura neta palabra a palabra. Los que me conocen, y leen esta mierducha de blog, saben que es igual de bipolar a como soy en la vida real. A veces cáustico, a veces azotado, a veces simpático, a veces pendejo, en fin, como toda la gente. La vida no está en el blog sino al revés, como todos saben.
Así que todos los siguientes apelativos (extraídos literalmente de un blog donde "me despedazan") me dan harta risa, o bien, me los paso por el fundillo, según el humor del día:
1) Filosofillo: Gracias por el pedestal, búscate otro o piensa por tí mismo.
2) Culturoso: Solo cuando quiero beber vino gratis en las exposiciones.
3) Denso: ¿Vieras qué ligero me pongo con un par de whiskies?
4) Mamón que se cree la gran cagada: ¿Yo? Soy muy mamón para creerme la gran cagada.
5) Chilango con aires de grandeza: Jamás me he jactado ni de lo uno ni de lo otro. Y los aires de aquí distan mucho de la grandeza. Más bien abundan en residuos fecales.
6) Puto: Uhm, ¿en qué sentido?
7) Putito: Uhm, ¿en qué sentidito?
8) Mariquita: ¿Con o sin calzones?
(perdón por la redundancia, pero es que hay gente muy creativa últimamente, y más para insultar)
9) Fracasado: Lamento no haber leído a Cornejo para encontrar el VERDADERO éxito.
10) Intolerante: ¿Intolerante yo, a qué hora, cuándo, dónde?
11) Tolerante: ¿Tolerante yo, cómo, con quién, de qué?
12) Jotito: Repíteme porque no te entendí otra vez.
13) Engreído: Solo cuando las mujeres me hacen más caso del que puedo manejar.
14) Agachado: No me gusta recoger el jabón.
15) Mediocre: Mozart se murió a los 27. Los Temerarios siguen vivos. ¿Cuál es el parámetro?
En fin, la lista es interminable. Lo mejor de todo, es que casi todos los apelativos anteriores provienen de la misma persona, que se esmera día tras día en tirar mierda de mí, sin siquiera conocerme. Si me conociera realmente, sabría que puedo ser TODAS esas cosas sin ser ninguna, como toda la gente. Uno HACE pendejadas, pero no necesariamente ES pendejo. Así con todo lo demás.
Lástima, el blog es así: Los mismos prejuicios, los mismos pedos, los mismos conflictos solo que sin verse a la cara. Nos tiramos mierda igual que en la vida real, y a veces sin siquiera conocernos. No lo culpo por hacerlo, es más, me divierte su escasa creatividad y su constancia chingativa. Yo cuando quiero chingar, y más por este medio, me esmero un poquito más: Le rebusco, me clavo, me pongo denso, pero bueno, así soy yo. Pero rara vez me da por ahí (en el blog). En la vida real puedo ser muy chingativo, pero sólo con mis amigos, cuando hay confianza. Y conservo muchos amigos. Y hasta nuevos cuates han salido de este asunto de bloguear. Así me la paso a toda madre. Gústele a quien le guste. Yo, por lo pronto, no tengo quejas. El que quiera llamarme con el nombre que quiera, enjoy. Total siempre acabo por apagar la computadora y salir a la vida, que, pa pronto, va de puta madre.
Salud.
septiembre 17, 2005
Sobre el bien inherente y el mal inherente.
Siempre me ha cagado la madre la moralidad. Incluso la ética. Ni modo. Si me creo medianamente honesto tengo que decirlo: El bien y el mal son dos pendejadas que me importan un carajo. Y así ha sido por siempre. No puedo evitar la roña que me producen los juicios morales. "Cada quien es cada cual, y baja las escaleras como puede".
------------------------
Llevo unos cuantos meses escuchando un discurso que se autosupone cierto. Lo he escuchado con atención. He aprendido de él. En poquísimas palabras, propone el simple pero difícil hecho de que ser "feliz" es una elección. Me lo he creído. He optado por ser feliz, a pesar de mis obstáculos de carácter. Y a ratos, curiosamente, me ha resultado bien pero bien eficaz. Gracias.
------------------------
La felicidad que propone tal discurso, supone creer que el individualismo es la forma correcta de enfrentarse a la vida. Y aun así, me lo sigo creyendo. He olvidado mi antiquísimo comunismo insalvable. He olvidado mis ganas de ser gregario y social. Ya no creo en una sociedad organizada con plena justicia, y que pretenda construir felicidad colectiva. He desterrado todas esas pachequeces multitudinarias. Mal o bien. Bien o mal.
------------------------
Me he comprado tal boleto. Ya no creo en un mundo capaz de organizarse para no ser aniquilado por sí mismo. Creo, ahora mismo, que mi deber es elegir ser feliz, yo mismo, y nada más. Elegir ser feliz y dar lo más que pueda a quienes quieran tomarlo. Recibir lo mejor de quienes quieran o puedan dármelo. Ya no me importa si la aniquilación de la "sociedad" que "conocemos" realmente sucede. O si pudiera suceder. Así de lejos he llegado en mi renovada ingenuidad.
------------------------
Lo que no creo, ni de broma, es que el ser humano, y más específicamente, el ser humano recién nacido, resulte ser una página en blanco, lista para llenarse por sus progenitores. Es una enorme pendejada el creer que un hijo es como un disco duro nuevo, listo para ser llenado de recientes y sofisticados programas incorruptibles. Incluso si son buenos programas. Vale madres. Un hijo no es una posesión. De hecho, normalmente es un dolor de cabeza al que sin embargo se le ama invariablemente. Y pocos padres realmente aguantan que sus hijos no vivan lo que ellos han predestinado en sus cabecitas desde el principio. Así sea la más enorme de las libertades. Tremenda pendejada. Cada quien es cada cual, y baja las escaleras como puede.
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Pero hay algo que sí poseemos, todos, desde niños. Y eso es nuestra propia e indivisible conciencia de ser. Ni pedo. Ojalá pudiéramos simplemente apagarla por un rato, cada que nos incomoda, y luego volverla a prender. Pero ni pedo: No can Do. E incluso, si lo pensamos bien, y sin sonar (para nada) a provida, hay algo que evidentemente nos hace posibles: Y eso es la dicotomía. La dualidad. Los extremos vueltos naturaleza, oséase: El ying y el yang, el espermatozoide juguetón en los jardines del óvulo expectante. Dos que hacen uno. Uno a partir de dos. Ni modo, así es el mundo. De ahí venimos todos. Quejas y/o reclamaciones llamar al departamento de Dios. En las promociones no hay devolución. Aviso importante: El interfón no sirve. Gritar tampoco. Le rogamos que contacte al webmaster si recibe una respuesta.
------------------------
No nacemos en blanco. Nacemos ojetes. Y nacemos deseosos también. No todo es mal pedo. Pero por muy "horrible" que nos parezca, y no quiero sonar culturoso al citar a esos autores mamucos, hay que decir que nacemos capaces de odiar y de amar y de etcétera, comprobado a muchos niveles y por muchísimos estudiosos. La ojetez primigenia e innata es materia comprobada. También el gusto por las caricias y los apapachos. Todo es real. Más real que nada. Nacemos, más que nada, golosos y envidiosos. Nacemos con una impronta que sí resulta imborrable, aunque no determinante. Nadie ha nacido siendo una página en blanco. Ni nacerá jamás. Ex nihilo nihil (chango dixit): Nada proviene de nada.
------------------------
Y lo peor, lo más románticamente ingenuo, lo más tiernamente insulso y pacheco, es creer que de verdad existe una forma infalible para educar a todos esos niños potenciales para evitar que en algún momento sean envidiosos, descorteses y malévolos. O para evitar cualquier cosa. Tal recetita no existe. No hay forma, humanamente posible, en la que se pueda evitar que los propios hijos la caguen. Cagarla es parte de la vida. Ser malo también. Ser lindo y bueno lo mismo. Sólo para algunos afortunados, esa experiencia agridulce de la vida facilita cierto aprendizaje. Pero, eso sí, en todos conforma la verdadera identidad. A punta de besos y chingadazos, la vida nos esculpe. Cariño y rigor, como decía un gran amigo.
------------------------
He ahí la gran diferencia: Creer en lo que uno finalmente es y vivir de acuerdo a los deseos propios, resulta, evidentemente, una gran virtud. Una virtud que, nota al pie, yo mismo conocí hace relativamente poco. Y agradezco enormemente a quien entonces me la enseñó. Ya me hacía falta dejar de vivir mi vida en términos comparativos. O peor aun, alrededor de las mujeres que circulaban en mi entorno. Qué bendición es encontrar refugio en uno mismo. Eso que ni qué. No hay otra fe válida, sólo es real la que uno se profesa a sí mismo. (y a veces a los que ama)
------------------------
Pero esa seguridad, esa creencia, esa coherencia que hay que tener con uno mismo, no significa nada más que eso. Eso mismo. Coherencia con lo propio. Amor a lo que se es, mal o bien, y amor a lo que se tiene. No más. Y no profetizar. No andar queriendo convencer a nadie de que uno se ama a sí mismo. Pues no es deber de nadie el andar promulgando lo bien que se siente tener fe en lo que se es. Aun si tampoco está mal decirlo.
------------------------
En síntesis: No hace la menor diferencia. Lo cantes o no lo cantes, tu amor propio es sólo tuyo. De nadie más. Y a nadie realmente le importa. Por eso es propio. Sólo tuyo. Nomás de uno.
------------------------
Para terminar, y dedicado a los que realmente leen hasta el final de mis recientemente intragables posts, concluyo lo siguiente: El amor propio, la auto-seguridad (o self assureness, como rara vez bien dicen los gringos), no es más que eso mismo. Amarse a uno. Cambiar los ojos con los que uno ve al mundo (y por ende, cambiar al propio mundo). Decidir ser feliz a pesar de todo lo que pasa, o gracias a ello. Gozar porque se quiere realmente gozar. Y olvidarse de utopías grandiosas y universales. Dedicarse a vivir el escaso tiempo que realmente se tiene, en lugar de querer hacérselo notar a los otros. Amar a quien se deja. Dejarse amar por los que realmente saben cómo. Nada más y nada menos (como si fuera realmente fácil)
------------------------
Y que nadie me venga con más revoluciones sociales. Que nadie se atreva a esperanzarse con que la humanidad realmente será capaz de una solución equitativa, tarde o temprano, y mucho menos con que dicha solución puede partir del amor propio de los pocos individuos que se atreven a sentirlo. Y aunque así fuera, es decir, aun si la humanidad tuviera en ese amor propio o en esa individualidad consciente, cualquier salida verdaderamente sensata de su embrollo, no hay que olvidar que sí existe el poder. Y mucho menos debiera olvidarse que el poder lo ejercen, hoy por hoy, los más insensibles de todos. Los más crueles. Los menos interesados en que la gente se ame a sí misma. Too bad.
--------------------------
Para finalizar, ahora sí, digo sólo una cosa: Vale verga. Vale verga quién tenga el poder político. Vale verga si existe la objetividad. Si de verdad hay un parámetro para lo "bueno y bello" o para lo "malo y feo". Vale verga si el capital trasnacional es el verdadero soberano del mundo. Vale verga lo estúpido que acabó siendo Fox, o lo hijo de puta que siempre fue Bush. No somos gracias a ellos. Somos simplemente lo que elegimos ser. Es así: Serlo o morir. Vivir la pequeña felicidad, la pequeña amargura, de cuando en cuando, o dolerse por lo fijo e ineluctable que resulta "el mundo" allá afuera. Opto por lo primero. Y muy a pesar de que me duela lo aleatoria que resulta la desigualdad social.
Por eso es que hoy sólo puedo decir salud. Adiós. Gracias.
Aunque mañana me queje de mil tonterías.
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Así somos los humanos, Mafalda.
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Llevo unos cuantos meses escuchando un discurso que se autosupone cierto. Lo he escuchado con atención. He aprendido de él. En poquísimas palabras, propone el simple pero difícil hecho de que ser "feliz" es una elección. Me lo he creído. He optado por ser feliz, a pesar de mis obstáculos de carácter. Y a ratos, curiosamente, me ha resultado bien pero bien eficaz. Gracias.
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La felicidad que propone tal discurso, supone creer que el individualismo es la forma correcta de enfrentarse a la vida. Y aun así, me lo sigo creyendo. He olvidado mi antiquísimo comunismo insalvable. He olvidado mis ganas de ser gregario y social. Ya no creo en una sociedad organizada con plena justicia, y que pretenda construir felicidad colectiva. He desterrado todas esas pachequeces multitudinarias. Mal o bien. Bien o mal.
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Me he comprado tal boleto. Ya no creo en un mundo capaz de organizarse para no ser aniquilado por sí mismo. Creo, ahora mismo, que mi deber es elegir ser feliz, yo mismo, y nada más. Elegir ser feliz y dar lo más que pueda a quienes quieran tomarlo. Recibir lo mejor de quienes quieran o puedan dármelo. Ya no me importa si la aniquilación de la "sociedad" que "conocemos" realmente sucede. O si pudiera suceder. Así de lejos he llegado en mi renovada ingenuidad.
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Lo que no creo, ni de broma, es que el ser humano, y más específicamente, el ser humano recién nacido, resulte ser una página en blanco, lista para llenarse por sus progenitores. Es una enorme pendejada el creer que un hijo es como un disco duro nuevo, listo para ser llenado de recientes y sofisticados programas incorruptibles. Incluso si son buenos programas. Vale madres. Un hijo no es una posesión. De hecho, normalmente es un dolor de cabeza al que sin embargo se le ama invariablemente. Y pocos padres realmente aguantan que sus hijos no vivan lo que ellos han predestinado en sus cabecitas desde el principio. Así sea la más enorme de las libertades. Tremenda pendejada. Cada quien es cada cual, y baja las escaleras como puede.
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Pero hay algo que sí poseemos, todos, desde niños. Y eso es nuestra propia e indivisible conciencia de ser. Ni pedo. Ojalá pudiéramos simplemente apagarla por un rato, cada que nos incomoda, y luego volverla a prender. Pero ni pedo: No can Do. E incluso, si lo pensamos bien, y sin sonar (para nada) a provida, hay algo que evidentemente nos hace posibles: Y eso es la dicotomía. La dualidad. Los extremos vueltos naturaleza, oséase: El ying y el yang, el espermatozoide juguetón en los jardines del óvulo expectante. Dos que hacen uno. Uno a partir de dos. Ni modo, así es el mundo. De ahí venimos todos. Quejas y/o reclamaciones llamar al departamento de Dios. En las promociones no hay devolución. Aviso importante: El interfón no sirve. Gritar tampoco. Le rogamos que contacte al webmaster si recibe una respuesta.
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No nacemos en blanco. Nacemos ojetes. Y nacemos deseosos también. No todo es mal pedo. Pero por muy "horrible" que nos parezca, y no quiero sonar culturoso al citar a esos autores mamucos, hay que decir que nacemos capaces de odiar y de amar y de etcétera, comprobado a muchos niveles y por muchísimos estudiosos. La ojetez primigenia e innata es materia comprobada. También el gusto por las caricias y los apapachos. Todo es real. Más real que nada. Nacemos, más que nada, golosos y envidiosos. Nacemos con una impronta que sí resulta imborrable, aunque no determinante. Nadie ha nacido siendo una página en blanco. Ni nacerá jamás. Ex nihilo nihil (chango dixit): Nada proviene de nada.
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Y lo peor, lo más románticamente ingenuo, lo más tiernamente insulso y pacheco, es creer que de verdad existe una forma infalible para educar a todos esos niños potenciales para evitar que en algún momento sean envidiosos, descorteses y malévolos. O para evitar cualquier cosa. Tal recetita no existe. No hay forma, humanamente posible, en la que se pueda evitar que los propios hijos la caguen. Cagarla es parte de la vida. Ser malo también. Ser lindo y bueno lo mismo. Sólo para algunos afortunados, esa experiencia agridulce de la vida facilita cierto aprendizaje. Pero, eso sí, en todos conforma la verdadera identidad. A punta de besos y chingadazos, la vida nos esculpe. Cariño y rigor, como decía un gran amigo.
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He ahí la gran diferencia: Creer en lo que uno finalmente es y vivir de acuerdo a los deseos propios, resulta, evidentemente, una gran virtud. Una virtud que, nota al pie, yo mismo conocí hace relativamente poco. Y agradezco enormemente a quien entonces me la enseñó. Ya me hacía falta dejar de vivir mi vida en términos comparativos. O peor aun, alrededor de las mujeres que circulaban en mi entorno. Qué bendición es encontrar refugio en uno mismo. Eso que ni qué. No hay otra fe válida, sólo es real la que uno se profesa a sí mismo. (y a veces a los que ama)
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Pero esa seguridad, esa creencia, esa coherencia que hay que tener con uno mismo, no significa nada más que eso. Eso mismo. Coherencia con lo propio. Amor a lo que se es, mal o bien, y amor a lo que se tiene. No más. Y no profetizar. No andar queriendo convencer a nadie de que uno se ama a sí mismo. Pues no es deber de nadie el andar promulgando lo bien que se siente tener fe en lo que se es. Aun si tampoco está mal decirlo.
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En síntesis: No hace la menor diferencia. Lo cantes o no lo cantes, tu amor propio es sólo tuyo. De nadie más. Y a nadie realmente le importa. Por eso es propio. Sólo tuyo. Nomás de uno.
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Para terminar, y dedicado a los que realmente leen hasta el final de mis recientemente intragables posts, concluyo lo siguiente: El amor propio, la auto-seguridad (o self assureness, como rara vez bien dicen los gringos), no es más que eso mismo. Amarse a uno. Cambiar los ojos con los que uno ve al mundo (y por ende, cambiar al propio mundo). Decidir ser feliz a pesar de todo lo que pasa, o gracias a ello. Gozar porque se quiere realmente gozar. Y olvidarse de utopías grandiosas y universales. Dedicarse a vivir el escaso tiempo que realmente se tiene, en lugar de querer hacérselo notar a los otros. Amar a quien se deja. Dejarse amar por los que realmente saben cómo. Nada más y nada menos (como si fuera realmente fácil)
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Y que nadie me venga con más revoluciones sociales. Que nadie se atreva a esperanzarse con que la humanidad realmente será capaz de una solución equitativa, tarde o temprano, y mucho menos con que dicha solución puede partir del amor propio de los pocos individuos que se atreven a sentirlo. Y aunque así fuera, es decir, aun si la humanidad tuviera en ese amor propio o en esa individualidad consciente, cualquier salida verdaderamente sensata de su embrollo, no hay que olvidar que sí existe el poder. Y mucho menos debiera olvidarse que el poder lo ejercen, hoy por hoy, los más insensibles de todos. Los más crueles. Los menos interesados en que la gente se ame a sí misma. Too bad.
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Para finalizar, ahora sí, digo sólo una cosa: Vale verga. Vale verga quién tenga el poder político. Vale verga si existe la objetividad. Si de verdad hay un parámetro para lo "bueno y bello" o para lo "malo y feo". Vale verga si el capital trasnacional es el verdadero soberano del mundo. Vale verga lo estúpido que acabó siendo Fox, o lo hijo de puta que siempre fue Bush. No somos gracias a ellos. Somos simplemente lo que elegimos ser. Es así: Serlo o morir. Vivir la pequeña felicidad, la pequeña amargura, de cuando en cuando, o dolerse por lo fijo e ineluctable que resulta "el mundo" allá afuera. Opto por lo primero. Y muy a pesar de que me duela lo aleatoria que resulta la desigualdad social.
Por eso es que hoy sólo puedo decir salud. Adiós. Gracias.
Aunque mañana me queje de mil tonterías.
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Así somos los humanos, Mafalda.
septiembre 12, 2005
Salve, Lucifer.
You scored as Satanism. Your beliefs most closely resemble those of Satanism! Before you scream, do a bit of research on it. To be a Satanist, you don't actually have to believe in Satan. Satanism generally focuses upon the spiritual advancement of the self, rather than upon submission to a deity or a set of moral codes. Do some research if you immediately think of the satanic cult stereotype. Your beliefs may also resemble those of earth-based religions such as paganism.
Which religion is the right one for you? (new version) created with QuizFarm.com |
Tal parece que si Satán no me hace mucho caso, todavía podría intentar ser agnóstico, ateo o (mierda) budista. Mi único orgullo es que mi talento cristiano, judío y musulmán me mantendrán a salvo de ser llamado por los headhunters de sus iglesias. Y bueno, del hinduísmo ni hablar. De todos modos ya sé que tendría que estar en la casta más importante, para estar suficientemente cómodo, ja.
septiembre 11, 2005
Cosas de las que de pronto se da uno cuenta
Sí. Otra vez denso. Otra vez impenetrable. Ni modo.
De pronto me doy cuenta de muchas cosas. De pronto me doy cuenta de que valgo. Valgo enormidades. Valgo un chingo. Valgo verga, también. Y valgo lo mucho que yo crea que valgo. Así está la cosa. ¿Y qué?
De pronto me doy cuenta de que sí se amar. De pronto me percato de lo mucho que sé dar, aun si no me lo sé dar a mí mismo. Vale verga. Sigue siendo. Sigo dando. Sigo prevaleciendo como algo importante. No matter what.
No se trata, ni nunca se tratará, de andar examinando al otro. De andar testeando al que de veras te quiere. No debe jamás tratarse de eso. O lo sabes o no lo sabes. Punto.
He amado muchas veces. He fracasado otras tantas. El punto no consiste en andar queriendo balancear lo uno con lo otro. Todo se reduce a entender algo muy simple: O sabes porque es que quieres a alguien o simplemente no lo sabes. Y si resulta que no, mejor te vas moviendo. La duda ofende. El que es amado siempre quiere saber por qué. Eso es irreductible. Y el que ama casi siempre debe saber porque es que ama. Jamás vivr dudando. No hay que cuestionarse el porque es que alguien se atreve a amarnos. Tampoco hay que dudar de todo aquello que de verdad amamos. Ahí es donde la frase de "aguantar vara" cobra sentido. O se aguanta o no se aguanta. En el amor no hay puntos medios. Sabes o no sabes. Quieres o no quieres. Vives o no vives.
------------------------------
Todo me resulta clarísimo cuando lo pienso en términos de mi propia vida. Entiendo por qué es que me duele el hecho de ver a mi mejor amigo (mal término, lo sé), o a mi más viejo amigo, el mas gay de todos, el más humano de todos, el más amigo de todos, yéndose a la vil chingada, o sea, 3200 kilómetros más lejos de mi tristeza. El dolor es obvio. Aunque de verdad sepa que le va a ir de poca madre. Me duele a mí. Mi dolor siempre es el más grande de todos.
Todo me resulta clarísimo cuando admito lo mucho que la extraño. Lo mucho que la quiero. Lo mucho que se me antoja morderla y besarla y tenerla y luego, simplemente, perderle el respeto para que sólo luego (luego entonces), entienda todo. Entienda lo mucho que mi amor significa. Lo mucho que la deseo. Lo mucho que sé callar. Todo eso.
Y sí. Todo resulta clarísimo. Todo igual de claro, igual de perpetuo, igual de fugaz. Todo debiéndole todo a lo fortuito que resulta seguir vivo. A lo suertudo que termina siendo no estar muerto, no estar pendejo, no estar dudando, no estar sufriendo sin razón. Nada de eso. Sencillamente vivos. Complejamente viviendo. Inexplicablemente solitarios. Absurdamente dejando de existir, tarde o temprano. Es así. Ni modo.
De pronto me doy cuenta de muchas cosas. De pronto me doy cuenta de que valgo. Valgo enormidades. Valgo un chingo. Valgo verga, también. Y valgo lo mucho que yo crea que valgo. Así está la cosa. ¿Y qué?
De pronto me doy cuenta de que sí se amar. De pronto me percato de lo mucho que sé dar, aun si no me lo sé dar a mí mismo. Vale verga. Sigue siendo. Sigo dando. Sigo prevaleciendo como algo importante. No matter what.
No se trata, ni nunca se tratará, de andar examinando al otro. De andar testeando al que de veras te quiere. No debe jamás tratarse de eso. O lo sabes o no lo sabes. Punto.
He amado muchas veces. He fracasado otras tantas. El punto no consiste en andar queriendo balancear lo uno con lo otro. Todo se reduce a entender algo muy simple: O sabes porque es que quieres a alguien o simplemente no lo sabes. Y si resulta que no, mejor te vas moviendo. La duda ofende. El que es amado siempre quiere saber por qué. Eso es irreductible. Y el que ama casi siempre debe saber porque es que ama. Jamás vivr dudando. No hay que cuestionarse el porque es que alguien se atreve a amarnos. Tampoco hay que dudar de todo aquello que de verdad amamos. Ahí es donde la frase de "aguantar vara" cobra sentido. O se aguanta o no se aguanta. En el amor no hay puntos medios. Sabes o no sabes. Quieres o no quieres. Vives o no vives.
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Todo me resulta clarísimo cuando lo pienso en términos de mi propia vida. Entiendo por qué es que me duele el hecho de ver a mi mejor amigo (mal término, lo sé), o a mi más viejo amigo, el mas gay de todos, el más humano de todos, el más amigo de todos, yéndose a la vil chingada, o sea, 3200 kilómetros más lejos de mi tristeza. El dolor es obvio. Aunque de verdad sepa que le va a ir de poca madre. Me duele a mí. Mi dolor siempre es el más grande de todos.
Todo me resulta clarísimo cuando admito lo mucho que la extraño. Lo mucho que la quiero. Lo mucho que se me antoja morderla y besarla y tenerla y luego, simplemente, perderle el respeto para que sólo luego (luego entonces), entienda todo. Entienda lo mucho que mi amor significa. Lo mucho que la deseo. Lo mucho que sé callar. Todo eso.
Y sí. Todo resulta clarísimo. Todo igual de claro, igual de perpetuo, igual de fugaz. Todo debiéndole todo a lo fortuito que resulta seguir vivo. A lo suertudo que termina siendo no estar muerto, no estar pendejo, no estar dudando, no estar sufriendo sin razón. Nada de eso. Sencillamente vivos. Complejamente viviendo. Inexplicablemente solitarios. Absurdamente dejando de existir, tarde o temprano. Es así. Ni modo.
septiembre 07, 2005
Cartas a mí mismo (I)
Varios intentos que tratan de converger en uno solo. No más preguntas, your honor.
(Despierta)
(Awake)
(Oye tú, levántate)
(Ni que fueras Lázaro. Atiéndeme.)
Tengo poco qué decirte. Es sólo la primer carta. La primera vez en que logramos comunicarnos. No te excites demasiado. Domestica toda posible emoción cuanto antes. Relájate. No seré yo el que te diga nada nuevo. Todo redunda en lo viejo y en lo conocido. Respira.
(Y respiro.) (Luego callo, para seguir escuchándome, y hasta pongo cara de sorpresa.) (Y luego simplemente escucho.)
(Aunque luego pienso en todo el enorme párrafo anterior. Y me río sin importar las estridencias. ¿Qué poco importa lo mucho que importa querer importar? ¿Qué pendejo resulta querer dejar de existir dentro de lo pendejo?)
Inutilidades, concluyo. Y luego vuelvo a dormir. Y duermo sin pensar. Mejor así.
Y es entonces cuando pienso en escribir una carta a mí mismo. Y dice así:
--------------------
Querido mí mismo:
Como ya bien lo sabes, casi en todo te equivocas. En casi nada resultas cierto. Y en casi todo lo cierto, resultas llegar tarde. Estás jodido. Asúmelo.
No tienes mejor solución que el dejar que las soluciones sucedan a través de ti. Déjalas fluir: Ni se te ocurra oponerte al lento e inexorable fluir de lo seguro.
Mejor aplaude: Clap Clap.
-------------------
Hay cosas que te trascienden de forma inevitable. Es decir, inevitablemente. Sólo te pido que de pronto sientas miedo. Que respires fuera de ritmo. Te pido que te asustes, pues. Te pido que abandones la certeza. Te pido que tiembles. Y en realidad, no hace falta que te lo pida. Siempre te asustas. Siempre abandonas. Siempre tiemblas: Continúa.Simple y sencillamente continúa con el miedo.
-------------------
Y luego piensa en todo lo que has abandonado. Piensa en todo lo que te ha significado una renuncia. Piensa en todo lo que quisieras ser pero no has sido. Mírate en el hambre de los otros. Y luego revuélcate en ella. Acaécela. Subsístela. Siéntela. Huye de ella. Así se es un hombre: Siempre huyendo. Cosechando nostalgias a lo pendejo. Así nomás.
-----------------
Una vez que hayas hecho todo lo anterior, nada te resultará difícil. O cuando menos, no tan dificil como para detener tu marcha. Proseguirás. Te sentirás igualmente culpable. Te importará poco. Y no podrá achacársete nada. Estarás en lo cierto. Otra vez. De nuevo. Vivirás a través de una sed saciada. Morirás gracias al hambre que ya no te importa. Forjarás la continuidad. Serás recordado. Agradécelo.
(Sí. Ya sé que te sentirás siempre culpable. Ya sé, también, que nunca se te olvidará el hambre de los no saciados, ni tampoco la sed de los que han muerto sedientos. Sé muy bien que tampoco te hará sentir satisfecho ninguno de tus presentes. Y que siempre habrás de reparar, dudar, olvidar tu propia respiración, para luego mantenerte tranquilo. Ya no tienes remedio. Asúmelo.)
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Libre sólo si te puedes reconocer. Entonces podrás admitir. Podrás dudar, sin tregua alguna, y aun te será brindado el beneficio de que dudes de todo aquello que aun no sabes. Te reconocerás ignorante. Te escucharás, vez con vez, maldibujando el presente. Desparpajando el futuro. Interactuando, inequívocamente. Condenado al exterminio y sin trastabillar. Saludándolo. Siendo tú. Callando. Acostumbrado a la extinción. Siendo perpetuo. Renunciando a todas las posibles explicaciones.
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¿Oye? Mejor despierta. Hay que irse pronto. Se está haciendo tarde.
Yo creo que mejor nos regresamos. Antes de que anochezca. Antes de que se pierda nadie. Salud, sí, gracias Paulhan, ¿Pero dónde demonios es que está Gladys? ¿Se fue? ¿Se perdió? Pobre de ella. Say good bye. Hay que estar de vuelta antes de que nadie pregunte. Vámonos riendo. Yéndonos vamos. Au revoir.
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(Ok. Esta es una carta a ti mismo. Se prohibe empezar con cosas como: "Querido yo mismo" o "Estimada cobardía". Mejor resultaría el empezar right from the start, ni pedo. Ya te jodiste, mi buen Lucio)
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Querida necedad:
No sé cómo es que persistes a pesar de mi. Yo simplemente aprendo. Aprendo y aprendo en la Universidad de Chapingo, y sencillamente no alcanzo a ver mayores resultados. Todo esto es un timo. Nada resulta ser mejor en mi vida. Todos seguimos igual de pendejos. Y que no se hagan gueyes.
Y peor aun resulta el que de veras, de veritas, no tenga caso quejarse. La queja ya es parte de la rutina. Todo ya lo habrán perdido quienes se hayan atrevido a sentir miedo. Y todos perderán lo que poseen, incluso su mismísimo terror, tan pronto como dudar se vuelva suave y por ende posible. Adiós a los niños. Bienvenidos los tramposos.
Lo que no entiendo, necedad mía, es que no hayas persistido en el "amor". ¿No se suponía que el simple hecho de amar habría de hacerte libre? ¿Qué no resultaba mejor el que te esforzaras por no ser tan pobre y pusilánime como habías sido siempre, a que simplemente te dejaras vencer por tus demonios, otra vez?
Juan Carlos, amigo mio, necio mio. Tienes que empezar a ser tan generoso contigo mismo como resultas serlo con los demás. Ella, tu última pérdida, tu más grande y reciente puñalada sangrienta, te lo dijo claramente. Así de claro. Más claro imposible:
O despiertas o mejor dormimos todos. Y cuando es así, ya no hay ni cartas, ni remitentes, ni destinatarios. Sólo silencio. Sólo ese llano, simple, seco y sediento abandono que conoces tan bien como a la palma de las manos de tus ganas de volar.
Vuela entonces, putísima momia. Ni creas que te queda mucho tiempo.
Ahorra o nunca. (sic)
Y aprende a poner un punto final. Aunque te duela: Es así. Así nomás. Punto.
septiembre 02, 2005
Se me olvidó que te olvidé. (Payback time)
Tener un blog es casi como dirigir un zoológico de sandeces. Domesticar las ganas de desgañitarse contra algo, o de verdad hacerlo. Decir tímidamente lo que debiera gritarse hasta el punto de que brotasen pelos de los propios dientes. Tener un blog es un acto de constricción. Y al mismo tiempo es esculpir una hermosa basinica. Abandonarse ante el margen de error. Dudar de los meteorólogos. Escribir cualquier escupitajo insulso justo en el centro del mar de la sordera. Dudar de uno mismo. Créerse cualquier cosa. Oscilar. Oscilar en público. Desnudarse al compás del aplauso o el estupor agreste de cualquier multitud. Renunciar al pudor de no ser siempre incólume y certero. Trastabillar sonriendo. Tropezarse sin sentir verguenza de agitar los brazos en busca de equilibrio. Arrepentirse sin remedio viable. Vivir en voz alta.
Tomemos un simple ejemplo: En mi última oleada de espontaneidades blogueras, me percataba en público sobre mi afición por el olvido. Discernia toda una serie de sincronicidades: etílicas, sí, pero no por ello menos ciertas. Libros y cuentos y música y continuidades imaginarias, una tras otra, todas y cada una, hambrientas o saciadas de olvido. Olvidar siempre conviene. Olvidar reinventa. Permite. Nos devuelve a un principio casi siempre pulcro. Prepara el terreno de los recomienzos comodinos. Expía de toda culpa. Redunda siempre en lo posible y no en lo inconcluso. Asciende.
Pero luego sobrevinieron las consecuencias. Me olvidé de lo olvidado. Dejé mi blog. Dejé mi ascensión y mi proceso optimista. Persistí en lo cómodamente grisaceo que es no decir nada. Abracé mi propio exilio-no-exilio. Olvidado lo olvidado, siempre hay chance para rehacerlo todo. Y lo intenté. Y fracasé de nuevo. No sé cómo es que me topé con mis propias palabras (quisiera no, quisiera sí), pero lo cierto es que a pesar de toda convicción, retorné sin remedio a mis embrollos. Hasta las propias metahistorias tienen cupo limitado: No se puede olvidar que se olvidó lo olvidado. El pleonasmo se cristaliza, inmisericorde, y cobra la forma de un recordatorio acuchillante y perpetuo. Cero chances. Bienvenido a la repetición.
Otra vuelta de esas tuercas que no ceden tregua. Respira: Es hora de condenarse.
Tomemos un simple ejemplo: En mi última oleada de espontaneidades blogueras, me percataba en público sobre mi afición por el olvido. Discernia toda una serie de sincronicidades: etílicas, sí, pero no por ello menos ciertas. Libros y cuentos y música y continuidades imaginarias, una tras otra, todas y cada una, hambrientas o saciadas de olvido. Olvidar siempre conviene. Olvidar reinventa. Permite. Nos devuelve a un principio casi siempre pulcro. Prepara el terreno de los recomienzos comodinos. Expía de toda culpa. Redunda siempre en lo posible y no en lo inconcluso. Asciende.
Pero luego sobrevinieron las consecuencias. Me olvidé de lo olvidado. Dejé mi blog. Dejé mi ascensión y mi proceso optimista. Persistí en lo cómodamente grisaceo que es no decir nada. Abracé mi propio exilio-no-exilio. Olvidado lo olvidado, siempre hay chance para rehacerlo todo. Y lo intenté. Y fracasé de nuevo. No sé cómo es que me topé con mis propias palabras (quisiera no, quisiera sí), pero lo cierto es que a pesar de toda convicción, retorné sin remedio a mis embrollos. Hasta las propias metahistorias tienen cupo limitado: No se puede olvidar que se olvidó lo olvidado. El pleonasmo se cristaliza, inmisericorde, y cobra la forma de un recordatorio acuchillante y perpetuo. Cero chances. Bienvenido a la repetición.
Otra vuelta de esas tuercas que no ceden tregua. Respira: Es hora de condenarse.
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