La linea que separa a un valiente de un cobarde está trazada con cinismo.

abril 12, 2005

Pura honestidad (demócrata)

Algo no estoy haciendo bien. Está más que claro. Desde que abrí este pinche blog, hace apenas cuatro pinches meses, todo parece funcionar al revés: Palabras más, palabras menos, resulta que muchos de los que me conocen de toda la vida, lo encuentran truculento, malo, pernicioso e intencionado (por citar los adjetivos menos desmadrantes). En cambio, un decente número de lectores que personalmente desconozco, me alienta enfáticamente, vez con vez, a sacar otro pedazo de mi esquizofrenia a relucir. Y yo, egóico pero ecuánime, entro en salvajes conflictos.

A manera de excusa universal, puedo afirmar contundentemente que nada de lo que escribo aquí pertenece de forma determinante a mi persona. No creo en nada de lo que escribo. Ni tampoco escribo todas estas pendejadas para creer que me las creo. Ni lo uno, ni lo otro. Así de putín resulto. Así de carente de posiciones y de ideas. Soy un simple, sencillo, común y corriente pendejo. Un pendejo al que, como a todos, los fenómenos se le presentan cada puto día, y como buen miembro del club de los pendejos, no me siento capaz de explicármelos de un modo determinante y final. Al contrario: tiendo a desvariar y luego a ser incoherente hasta la estupidez. Tiendo a dudar de todo porque nada me convence absolutamente, empezando, desde luego, por mis propios argumentos. Soy la cagada más alejada de la fe que existe en este puto universo. Bueno, tal vez no tanto. Bueno, quién sabe. ¿Lo ven?

Todos los patéticos posts que me he atrevido a vomitarle al ciberespacio, resultan ser los equivalentes a una foto instantánea de mi pendejez vivencial. Un retrato de las estupideces que siento momentáneamente, casi siempre contaminado por historias, drogas o certezas que desaparecen obligatoriamente en muy poco tiempo. Casi siempre son horas, aunque a veces es mucho peor: apenas minutos, segundos, instantes inatrapables.

---------------------------------------

Hoy pensaba decir que me caga la democracia. Pensaba cómo decirlo de una manera cáustica y eficaz: Me caga la reputa democracia. Me niego a seguir aceptando la voluntad de las supuestas mayorías. Me cago en la mayoría y en la sabiduría consensuada. Me cago en la repetición y en los historiadores (perdón, Noemi y los que me falten). Me cago en el inconciente colectivo Jungiano simbólico y pendejo. Me cago en los que le adjudican su propia insatisfacción (me cago en mi, chale).

Pensaba cagarme en todo eso y además hacerlo público. Renegar de nuestra occidentalidad comodina y repetitiva. Renegar de nuestra debilidad por cogernos sólo a los "elegidos". Renegar de nuestra facilidad para andar "eligiendo", filtrando y depurando a nuestros supuestamente "semejantes". Pensaba hacer todo un largo y arquitectónico post al respecto de lo estúpida que resulta la supuesta libertad y, por ende, la política, la sociología, la sicología y muchos etcéteras después, la mismísima frustración (o su equivalente: la satisfacción).

Pensaba en todo eso y me dieron las 5. Recordé que tenía que trabajar en breve. Acudir a mi propia vida y ser indulgente con mis enterísimas pendejadas. Olvidar todas mis "descreencias" para vivir la mía propia. Volver al redil donde juego a ser invulnerable, y donde creo efectivamente que controlo todos mis actos. En fin. Sencillamente me di cuenta de mi propia trampa. Aunque en realidad sólo me doy cuenta mientras la escribo, la delimito, la nombro y la vivo, irremediablemente.

Y es por eso que ahora decido callar. Dejar de escribir. Pensar en qué, por todos los cielos, demonios y perros, podría decir luego de esto. Esto que tanto me desnuda frente a mi mismo, y que destierra cualquier otra posible "polaroid" que mi mente se pueda tomar después.

Ojalá suceda algo, aun si dentro de mi levedad, que pueda empujarme a decir (pensar) cualquier otra cosa digna de ser narrada en este espacio. Ojalá (bienvenida la fe). Me siento (aquí viene la polaroid) sumamente vulnerable. Admito mi dolor. Mayéutico y estúpido, afirmo junto a Dios que no sé nada. Ninguna cosa. Y sin embargo, estúpidamente, anhelo el amor.

Qué desnudamente imbécil resulto.

Pido perdón.

2 comentarios:

Alfredo Mora dijo...

Bueno, cuando dejes de escribir tantas pendejadas también dejaré de visitarlas.

Lahetaira dijo...

y de todas maneras ahí seguimos porque no podemos subsistir sin inventarnos algo, para no dejar de ser (remember ferny: nadie tolera toda la verdad)... Todavía te brillan los ojos, todavía te regodeas en los matices aunque no los acabes de creer y aún empujas a los otros hacia lo inesperado.