La linea que separa a un valiente de un cobarde está trazada con cinismo.

mayo 29, 2006

Tantito nomás

Bueno, esta mañana el Milenio me ha puesto de buenas. Estamos de nuevo en primer sitio en las encuestas de María de las Heras-Milenio. (Bah, como si eso me importara en realidad un pito)

La cosa es que, por el momento, utilizaré flagrantemente la política como un delicioso medio para no hablar públicamente de las cosas que me tienen temblando en muchos niveles, de los departamentos que me tienen preocupado, del trabajo que me tiene contento pero muy ocupado.

Le contestaría a the drop su comentario en el post anterior, pero no creo que sea muy prudente de mi parte. Prefiero mantener las cosas tranquilas, antes que hacer añicos la paz social de mi corazón, ja. Todo va bien. Todo va bien.


Carente de poesías pero sin precariedad de musas, me retiro. Alguien préstenme una tormenta para jugar un rato. Me siento con suerte.


Snif!

7 comentarios:

hugo dijo...

pos no fue tan tragico el asunto del no encuentro, por lo visto, si suenas muy de buenas. me da gusto. tormentas? mm. yo mas bien me fui al vapor.

Lahetaira dijo...

te presto las mías, pero no les sueltes las correas. nomás sácalas a pasear en lo que duermo un poco.

snif!

the drop dijo...
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the drop dijo...

jajajajaja! tranquilo. Todo bien. Que siga habiendo paz y harto alcohol pa curar corazones! En cuanto a las tormentas, sabes como iniciarlas mejor que nadie, no te hagas.

Salud

cosaensi dijo...

ahí va.

Todos quieren vivir felices, mi querido Galión: pero para ver con claridad en qué consiste lo que hace una vida completamente bienaventurada, andan a ciegas. Y de tal manera no resulta sencillo conseguir esa vida feliz, que cada uno se aparta de ella tanto más, cuanto con mayor ahínco la busca; si ha equivocado el camino: porque, como quiera que éste conduce a la parte contraria, la misma vehemencia los impulsa a una mayor distancia.
Es necesario, pues, que primeramente estudiemos en qué consiste la felicidad que apetecemos: una vez conseguido esto, hemos de mirar y examinar las cosas que nos rodean, con el fin de encontrar el camino más corto por donde podamos llegar a ella: conoceremos sobre la marcha, y por muy poco recto que sea el camino, el adelanto tan grande que conseguimos cada día, y lo mucho que nos vamos alejando de aquello a que nos empuja nuestro natural apetito.
Pero mientras andemos errantes por todas partes, sin seguir los pasos de un guía, sino el estruendo y gritos disonantes que nos llevan a la distracción, la vida se nos irá acabando entre constantes errores y sin darnos tiempo a nada, puesto que ésta resulta muy corta, aun cuando trabajemos noche y día para el bienestar del espíritu. Por consiguiente, es necesario determinar adónde vamos y por dónde; y no sin la ayuda de algún experto que haya explorado antes los caminos que hemos de recorrer: porque no se da aquí la misma circunstancia que en cualquier otro viaje. En éstas, conocido algún límite del camino, y preguntando a las gentes del país por donde se pase, no se sufren errores: en cambio aquí, cuanto más conocido sea y más trillado esté, nos engaña muchísimo mejor. En nada, por consiguiente, hemos de poner mayor empeño que en no seguir, según acostumbran las ovejas, al rebaño que va delante y que caminan, no por donde se debe ir, sino por donde va todo el mundo.
Porque ninguna cosa nos proporciona mayores desgracias que aquello que se decide por los rumores: convencidos, además, de que lo mejor es aquello que ha sido aceptado por la mayoría de las gentes, y de éstos tenemos muchos ejemplos; vivimos no según nos dicta la razón, sino por imitación.
De ahí ese amontonamiento tan grande de los unos que caen sobre los otros. Es lo mismo que sucede en las grandes aglomeraciones de hombres, cuando la multitud se comprime contra sí misma de tal manera que no cae nadie sin que arrastre a otro tras de sí, y la caída del primero siguen las de los demás: puedes comprobar cuando quieras que lo mismo sucede en todos los órdenes de la vida; nadie se equivoca solamente para él, sino que es causa y autor del error de los demás. Perjudica, pues, ser arrastrado por los que van delante, y mientras cada uno prefiere mejor confiarse que juzgar, jamás se medita sobre la vida, y siempre se cree en los demás; el error, que va pasando de mano en mano, nos hace dar vueltas y nos precipita al abismo, pereciendo por los malos ejemplos de los otros. Acertaremos tan pronto como nos separemos de los demás; ahora, en cambio, la multitud se ha plantado en contra de la razón, como defensora de su perdición. Sucede aquí lo mismo que en las elecciones, en las cuales, después de haber elegido sus pretores, los mismos que los eligieron se sorprenden de haberlos votado, cuando el favor, en su huida, dio la vuelta alrededor de la asamblea. Aprobamos las mismas cosas que censuramos después; éste es el resultado de cualquier negocio donde se sentencia por el mayor número de votos.

Séneca. Sobre la felicidad.

Anónimo dijo...

Estás bien guapo. Te quiero morder.

Chamirú dijo...

Ah que etelmira tan sospechosa. ¿Me dejaré morder o mejor no?

Un saludo sonrojado, de cualquier modo.