La linea que separa a un valiente de un cobarde está trazada con cinismo.

mayo 10, 2005

Bienvenida la levedad.

Cuesta un chingo recobrar la supuesta cordura y dar por muertas las cosas verdaderamente muertas.

Cuesta un chingo, y no me justifico. Solo me permito sangrar a gusto y sin torniquetes. Dejo que mi sangre coagule solita, igual que cuando se me hincha la garganta o el estómago me patea con fiereza desde muy dentro. Dejo que todo pase mientras lo nombro, lo adjetivo, lo banalizo y lo pudro, finalmente.

Son días de podredumbre, ni hablar. Pero ya me siento mejor. Aunque a veces me da el insomnio, y lloro como un niño abandonado que duerme en su cama de clavos, y se echa sus marometas, y hasta brinca sobre ella, como si no importaran las cicatrices venideras.

Ahora estoy mejor, repito. Repito y eructo. Eructo y repito. Bienvenida la calma chicha, bienvenida la levedad. Bienvenida la nueva vuelta de esta tuerca tan barrida y aburrida y abatida como la esperanza (perdón, Laord, pero no me trago ninguna esperanza a estas alturas).
De vuelta a la expectativa cero. De vuelta a la cartulina. Atrás, sueños putetes y bellacos. Déjenme reconstruirme en paz. Déjenme respirar y dejar de creer. Solo así concibo mis retornos.

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Quiero agradecer a cierta droga, una, por cierto, particularmente amorosa, estúpida y feliz, el haberme permitido recordar cómo es cuando no te importa la historicidad de tu propia vida. A ella le debo este recomienzo, y en particular, este nuevo salvoconducto que, con mis propias manos, entregué a la levedad para que me inunde, y me deje estar en paz, gozando de lo que gozamos todos: cualquier cantidad de irrelevancias.

Ahora es que me es posible olvidar todo lo construido, e incluso dejarlo en manos del sucesor o del enemigo. A veces entiendo a los dictadores. Los dictadores son los que se enamoran del poder ejercido por sí mismos, tal como los mortales nos enamoramos de otros de repente. Se entiende que no quieran dejar ese nido tan cómodo y perpetuador de sí mismos.

Afortunadamente, los dictadores son contados y los pendejos somos muchos. Y los pendejos no contamos con las herramientas que los dictadores se saben de oído. Y nos tenemos que chingar cuando llega la revolución. Y dejar el poder y construir otro, casi siempre más humilde que el anterior.

En esas ando. Deséenme suerte.

9 comentarios:

Manuel Lomeli dijo...

Pero a la levedad le sigue la angustia. Esa que parece decirte: Oye, no estas vivo.

Aunque si me preguntan, prefiero la inexistencia a la pesadumbre de saber que hay alguien por ahi, una mujer, que me ha demostrado lo mucho que sangro y a la vez, lo irrelevante que soy.

Chamirú dijo...

Accedo.

El pedo es que la angustia sobreviene a todo. No nomás a la levedad.

Tal vez por eso es que me empieza a valer madres. Como hambriento en Somalia, lujurioso en Sodoma o estúpido en el presente, he dejado de darle importancia a la angustia. De tan común tan pendeja.

Mamén.

Lahetaira dijo...

Con suerte no hay olvido, sólo transformación. Te quiero y más a tu alma, por más rudo que te me pongas eres de agua, escuincle.

hugo dijo...

qué buena redacción produce la tristeza! saludos de un asiduo al ex t gallery. seguro te he visto, seguro! me la pasé pegado a la barra noche tras noche de mi propio abandono, aplicando pomada de pachanga social. y olvidé por qué estaba triste. al conocer a un sustituto. así es la fórmula. como estás observando en ti mismo.

Vanessa Alanís dijo...

la angustia es un sentimiento tan mierda ke ni deberíamso de tomarlo como tal.
angustia, alcohol y tristeza no son buena mezcla, pero cuando te valen madres, cuando ya te invadieron y te superaron, produce un sopor agradable, como idiotizante y luego, si en ese lapso, como dice hugo, conoces al sustituto, ya te rifaste

Hector dijo...

Yo también pasé noches en vela, llorando como un niño, reclamándole al cielo y a quien quiera que estuviera ahi porque me era difícil creer en un dios bueno cuando todo lo que me ocurría era de una maldad inexplicable.
No te engañes, no podemos olvidar, pero lo podremos recordar sin dolor, se aprende y se desaprende: Aprendemos a no esperar tanto y desaprendemos a amar.
Ahora entiendes porque soy tan "negativo" y "fatalista"? Pero logra uno salir en gran parte del hoyo, lo suficiente como para tomarse un par de tragos sin temor a volver a caer en él. Lo demás ya es ganancia...

Hector dijo...
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Alfredo Mora dijo...

Es una madriza sentirse tan hijo de la chingada.
Mi reciente ingreso a la ORden obliga: invito las chelas.
Aunque has superado la etapa de negación, dudo que seas capaz de negarte a una chela, pomo o loción para embriagarte y seguirle cantando.
Deja que sangre y luego arrancate la costra, despacito, dejando que cada una de las terminaciones nerviosas te miente la madre, reclamando tu enferma actitud.
Yo siempre he soñado con una dictadura. Venga. TOdos jodidos y yo manejando un Ferrari Carrera.
aH, NECESITO LECCIONES INTRODUCORIAS

Carolina Zorrilla dijo...

Este post me gusta mucho.Ya, no puedo decir más.