La había visto desde mucho antes. Casi siglos. Y es más: sin tener nada qué reclamar, ya para entonces me parecía sumamente deleitable. Y así perdí la brújula. Del mismo modo que perderla me valió virotes (y me sigue valiendo) absolutamente madres. Bendigo lo caótico que resulta portarse bien. (Hasta incluso uno parece apretujable). Blessings.
Se me reprocha de la peor manera lo mucho que tiendo al amor catastrófico, casi casi Bukowskiano. Y aun así, reproche tras reproche, prefiero ignorar que ser amado. Prefiero deconstruir los peores laberintos a pretender que soy un arquitecto universal, redomado además por el fracaso.
Prefiero callar y pretender que, cuando hablo, hablo puras cerezas, y nada de enrollarme infinitamente en los gemidos más quejumbrosos de mis correligionarios.
Es decir: Prefiero, indudablemente, cualquier modalidad de la euforia a cualquier eterno retazo del esplendor perdido. Prefiero llorar por la ausencia de alguien que llorar por la ausencia de mi. Prefiero parecer oscuro y Bukowskiano (brincos diera), que el no asemejarme a nada, ni siquiera por deporte.
Prefiero, sin duda, el crepúsculo pausible, y no la comodina reinvención inspiratoria. Mejor el atardecer que el ocaso. Mejor el ver llover que la fatiga. Mejor me resulta dudar, eso seguro, pero sin que haya posibilidad alguna de encontrar acertijos salvadores.
Si hay alguna duda que mejor sea tan pura como pueda. Nada de arrumacos. Soy promiscuo pero no perenne.
Salud.
La linea que separa a un valiente de un cobarde está trazada con cinismo.
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1 comentario:
Esto parece un manifiesto, sin duda creo que lo es. Es mejor ser romántico que ser práctico. No sólo de los virotes que te valen madre vive el hombre, es más, en realidad de eso ni se vive. Qué hermoso y que canto más de la sangre y de los nervios es eso de deconstruir laberintos. Todo eso que has dicho es vida, ¿si no dònde y para qué nos ponemos aquí, en el espectáculo?
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