Por un lado, el señor Volovich insiste en el asunto de los nombres. Que si mi nombre da lo mismo que mi nick, que si de todos modos persiste el anonimato, que si soy antisemita, etcétera.
¿Tendría algún caso decir que me apellido Pérez Pérez o Belaunzaran Aguirre? ¿Haría alguna diferencia? El hecho de que le resulte tan necesario ponerle nombre y apellido a las palabras, simplemente confirma mi teoría de que la gente supuestamente responsable de la creación cultural en nuestro país no puede encontrar validez que no sea precedida por un título, un nombre, unas especie de convención nobiliaria que otorgue poder a lo dicho, sin importar si esto es brillante o pendejo. Lo digo claramente: Importa un bledo si publico mi apellido, porque de cualquier modo no sabrían quién demonios soy. Eso me hace sumamente libre, por un lado, y sumamente insignificante (gracias al suelo), a los ojos de la Altísima Corte Literaria. No le veo ningún caso a esa necesidad tan imperiosa de etiquetas tan bobas como un nombre y un apellido. Solo aquellos que se enorgullecen de la casualidad casi cuántica de haber nacido judíos y no olmecas, holandeses y no araucanos, tepiteños y no franceses, y que promueven el regionalismo, el orgullo cultural, el patriotismo y demás enfermedades psicosociales, pueden estar interesados en si me llamo Pedro o Pieter. A mi me da lo mismo y a mis palabras (que no son realmente mías en realidad) también.
Sobre mi supuesto antisemitismo, temo defraudarlos. Tampoco me importa un bledo la herencia cultural, cosa muy casual y aleatoria, que un individuo pueda tener. Tengo buenos amigos judíos que sufren y gozan su estatus cultural todos los días. Tengo otros amigos también judíos, que les importa un bledo serlo. Que son mis amigos por otras causas y no por haber nacido donde nacieron, ni llamarse como se llaman. Ahí es donde comienzan los problemas de segregación tanto de la cultura nacional como del mundo: en la mente de todo aquel que se quiere sentir diferente por razones extrínsecas a lo que dice y hace.
El nuevo comentario, cambiando de réplica, que llegó sin aviso este domingo, dice así:
Anonymous said...
1) Primero que nada, volveré a recurrir al lenguaje burocrático del segundo post, porque en definitiva, la procacidad voluntaria y enfática del primero, que pretendía ser sarcasmo puro y duro y repleto de ponzoña directa y apestosa, resulta muy hiriente para las vírgenes mentes de los que se han sentido insultados. Por eso, para poderme dar a entender sin andar lastimando susceptibilidades, seguiré en la tónica "civilizada" de los posts subsecuentes.
2) No sé quien escribe esta nueva réplica. Por la selección de palabras, cargadas de anglicismos y supuesta cordialidad, creo que se trata de alguien de Tijuana, si no del norte del país. Esto es una mera especulación y no pretende ser descalificatorio. Tijuana es un lugar del que estoy suficientemente enamorado. Digo todo esto solo a manera de que, quien quiera que sea el que mandó esta réplica, sepa a quién me dirijo al menos en mi fantasia.
3) Vamos directo al texto, para darle gusto a su autor, y ponernos analíticos y fundamentados:
Coincido que en México -como en todos lados- es común que veamos a las mismas voces en todos lados. A veces, desde fuera, esto puede verse como elitismo, como autofagia, como onanismo intelectual, como amiguismo culturero y egoísta. No siempre es así, though. Y sólo se sabe que no siempre es así si se ha intentado trabajar cosas, si en verdad se desea hacer de la escritura -o de cualquier otro tipo de expresión sujeta a contextos culturales institucionales- un modo de vida.
¿Solo se sabe que no vivimos, en realidad, una escena cultural segregada si se ha formado parte de la segregación misma, so pretexto de querer hacer de la creación un modo de vida? Como diría el muy imbécil perro Bermúdez: Uf-Uf-y-recontra-Uf. Aquí, lamentablemente, el afán de refutar mi postura se convierte en una auténtica validación de la misma: El error estriba precisamente en querer hacer de la creación literaria un "modo de vida sujeto a contextos institucionales". Esa es la trampa. Esa es la guarida del intelectual orgánico. Esa es la tragedia de músicos, actores, literatos y artistas visuales que aspiran a ser asimilados por su contexto institucional y respetados por los que ellos consideran "sus iguales".
Hay que saber fundamentar el resentimiento, y así como aprender a convertir el enojo en algo creativo y no sólo en puro odio. Tus comentarios sobre Tanya y Ari -sólo a la Sandler conozco personalmente, y eso muy distanciadamente- son bastante hirientes, groseros e improductivos. No es que me asuste tu incorrección política: me asusta tu incapacidad para juzgar su trabajo y no sus personas, sus vidas públicas que al parecer has presenciado desde la trinchera de una barra sirviendo alcohol.
Aquí solamente lamento no ser tan creativo como para haber convertido mi crítica en un poema en endecasílabos para darle gusto a este lector. Primero que nada, mis comentarios sobre Volovich y Sandler son una parte marginal de la crítica que hago a replicante y no creo que merezcan una novela, solo porque así les serían menos ácidos. Lamento, si hay algo que lamentar, el uso indiscriminado de palabras impías y sucias y de tónicas que pudieran sonar misóginas o antisemitas. Pero creo que debe quedar claro, más después del segundo post, que eso solo pretendía ser un ornamento prosaico para efectos enfáticos. Lo que me molesta no es ni que uno sea judío ni que la otra sea tan tonta como para llevar haciendo el ridículo por años, a los ojos de mucha gente. Me molestaron, esencialmente, sus textos carentes de profundidad o construídos sobre pretensiones de orgullo cultural, cosa que describo también desde el primer post. Y aunque al autor de esta réplica le parezca absurdo, me parece que debe haber cierta coherencia entre lo que uno hace y lo que uno es. Entre la obra y el autor. Es como pensar que Bukowski pudiera haber sido un fraile franciscano con preceptos religiosos recios y potentes. El artista y su obra, a mi muy particular modo de ver (gracias por darme anuencia para escribirlo en mi blog, por cierto) el artista y su obra no pueden estar tan desligados como para resultar esquizofrénicos. Y si lo están, la obra pierde mucha validez, y la persona puede ser llamada TRAMPOSA y DESHONESTA, al menos a mi juicio.
Dime que has hecho; dime cómo hablas y te diré quién eres y quién quisieras ser. No odies. Mejor escribe un artículo bien fundamentado. Hablemos de literatura, de ensayo, de crítica.
Aquí no voy a redundar más. El autor del post es UNO MAS de los que necesitan títulos nobiliarios para darle validez a las personas. ¿Qué he hecho? Nacer, de entrada. ¿Cómo hablo? Con la boca, con huevos, sin miedo a ser contestario o a no ser polite, y sobre todo, sin contratos con nadie ni intereses ocultos. ¿Quién soy? Soy yo mismo. Pendejo a veces, brillante otras. Lleno de mierda como todos y lleno de flores cuando me pongo floripondio. ¿Quién quisiera ser? La neta, quisiera ser Dios. Pero la vida me ha dejado claro que no lo soy, al contrario que a muchos intelectuales egoicos y soberbios.
No odies. Mejor escribe un artículo bien fundamentado. Hablemos de literatura, de ensayo, de crítica. No de "hoyos fofos" u orígenes étnicos o religiones. Tu blog es de esos que prefiero evitar, porque me hacen perder la fe en la crítica en México. Insisto: la crítica es necesaria, y es fundamental que se denuncie que en un país de millones y millones la actividad cultural esté reservada a un puñado. Sin embargo, la cosa no va por el odio y el resentimiento, por la grosería y la reacción de tripa
No odio. Esto no es sobre odio. Vivo bastante en paz con todo esto, la mayor parte del tiempo. Escribo artículos bien fundamentados cuando trabajo. Cuando escribo en este blog, puedo escribir absurdos, si eso me place. Pero en este caso, me parece que, como el segundo post lo demuestra, EXISTEN los fundamentos. Y sobre los "hoyos fofos" y demás recursos puercos, es solo una deliciosa manera de enfatizar lo que se me da la gana enfatizar. No es el quid de lo que quiero decir, pero por lo visto, sí funciona tal y como es su propósito, como palabras agitadoras para obligar que la gente que lee, ponga los ojos en la parte importante, que es la que mencionas a continuación: "un pais de millones donde la actividad cultural está reservada a un puñado".
Ah, y mis tripas están bien. Y las groserías siempre me han parecido deliciosas.
Take it easy, dude. Tómate un whiskey. Escribe algo. Respira ondo. Deja el bar e intenta el yoga. Y sigue escribiendo, sin odiar a los demás que lo hacen, bien o mal. Preocúpate por escribir bien tú mismo. Aprende, como diría Hemingway, a tener tu detector de mierda. No de la mierda de los demás, sino de la tuya propia. Y luego, hablamos.
Esto ya se pone un poco confuso. Me tomo un whiskey, escribo algo, dejo el bar e intento el yoga. ¿El yoga con un whiskey? ¿El whiskey lo compro en la tienda, ya que debo dejar el bar? ¿Escribo algo y sigo escribiendo?
No odio a los demás, ni odio a los que escriben. Me gusta mucho leer, aunque no particularmente a Hemingway. Definitivamente era un chingón el señor, pero creo que su detector de mierda se sobrecargó en algún momento y se puso un tiro en la cabeza, después de muchos whiskeys. Sobre mi detector de mierda personal, no te preocupes, lo calibro casi a diario. No me siento mejor que nadie (ni peor tampoco). Me encargo de propia mierda y denuncio aquella que hace brotar la mía cada que me viene en gana. Y de eso se trata mi repudio a la escena cultural. Porque, a diferencia de aquellos que no odio sino descalifico en mis posts, yo no me dedico a publicar mi propia mierda en revistas de circulación nacional. Espero que otros hagan lo mismo y la dejen para sus blogs. Y que nos den otras cosas cuando publican, en lugar, precisamente, de su mierda.
Salud.
Llegué aquí por casualidad. Leí algunos de tus posts por voluntad propia. Nadie me obligó. Nadie te censura, es tu blog, di lo que quieras decir. Supongo que si decidiste dejar la función de comentarios es porque esperas reacciones. Y supongo también que no serás tan naïve como para sorprenderte que haya quienes se sientan MUY insultados por tu elección de vocabulario (let alone tus opiniones sobre ell@s). Coincido que en México -como en todos lados- es común que veamos a las mismas voces en todos lados. A veces, desde fuera, esto puede verse como elitismo, como autofagia, como onanismo intelectual, como amiguismo culturero y egoísta. No siempre es así, though. Y sólo se sabe que no siempre es así si se ha intentado trabajar cosas, si en verdad se desea hacer de la escritura -o de cualquier otro tipo de expresión sujeta a contextos culturales institucionales- un modo de vida. Hay que saber fundamentar el resentimiento, y así como aprender a convertir el enojo en algo creativo y no sólo en puro odio. Tus comentarios sobre Tanya y Ari -sólo a la Sandler conozco personalmente, y eso muy distanciadamente- son bastante hirientes, groseros e improductivos. No es que me asuste tu incorrección política: me asusta tu incapacidad para juzgar su trabajo y no sus personas, sus vidas públicas que al parecer has presenciado desde la trinchera de una barra sirviendo alcohol. Dime que has hecho; dime cómo hablas y te diré quién eres y quién quisieras ser. No odies. Mejor escribe un artículo bien fundamentado. Hablemos de literatura, de ensayo, de crítica. No de "hoyos fofos" u orígenes étnicos o religiones. Tu blog es de esos que prefiero evitar, porque me hacen perder la fe en la crítica en México. Insisto: la crítica es necesaria, y es fundamental que se denuncie que en un país de millones y millones la actividad cultural esté reservada a un puñado. Sin embargo, la cosa no va por el odio y el resentimiento, por la grosería y la reacción de tripa. Take it easy, dude. Tómate un whiskey. Escribe algo. Respira ondo. Deja el bar e intenta el yoga. Y sigue escribiendo, sin odiar a los demás que lo hacen, bien o mal. Preocúpate por escribir bien tú mismo. Aprende, como diría Hemingway, a tener tu detector de mierda. No de la mierda de los demás, sino de la tuya propia. Y luego, hablamos.