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Hablo de la única razón por la cual el suicidio no me es opción. Y la razón lo es todo. Es la razón en sí misma.
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Hablo de una noche que siempre sobreviene después de un día. Y en particular de las que sobrevienen luego de los largos días. Esos días que son largos e intolerables. Esos días en los que incluso contemplas morir bajo tu propia mano, y la mismísima hueva que te produce toda la parafernalia que involucra matarte, acaba por aburrirte a tí mismo, y te manda a dormir.
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Hablo de la mesa de al lado. Una mesa en donde hay, durante varias horas, dos mujeres con caras y cuerpos suculentos -o cuando menos deleitables a la vista- y que parecen hablar, entre sí, de cosas serias. Y luego hablo de un cascarón que llega, bien peinado y con las barbas derechitas, y como por arte de magia produce actos de locura entre las dos que otrora parecían tan tranquilitas. Besos del cascarón a cada una. Besos entre ellas. Miradas de 360 grados que buscaban admiración, envidia o la más pendeja y plana indignación. Luego: la cuenta. Nos vamos. Ustedes se lo pierden, parecían decir mientras se levantaban con toda calma, y en camino hacia la cama de alguno de los tres.
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- Es que la línea entre lo cómico y lo trágico puede ser muy tenue cuando vives la vida en pedacitos de quince minutos, cabrón.
- ¿Pero qué no es igual de tenue aunque la vivas en intervalos de 10, 100 u ochocientos años, güey?
- Hmmm. Puede que tengas razón.
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- Te pasas cabrón. ¿Por qué chingados le haces fiestas a esos pinches pendejos que sólo querían presumir de su pinche threesome? ¿Por qué chingados me hablan cuando me levanto? Tú juega lo que quieras, me cae. Pero no me perjudiques a mí, carajo. ¿Por qué carajos perjudicas a esta mesa? Mejor vete a la de ellos, cabrón.
- Pues, primero que nada, me disculpo. No sabía que eso te molestaba o disturbaba tu noche. Y pues lo siento. Pero dame el beneficio de la duda, cabrón. ¿Por qué supones que les hago fiestas y no que sencillamente estoy jugando nomás por jugar? ¿Crees que cambiaría mi lugar en esta mesa, por un lugar en la cama a la que están yendo esos pendejos justo ahora?
- Hmmm. Tal vez no, pero me vale madres. No perturbes mi mesa, cabrón.
- Ok. La próxima vez soy el nigger. Y me voy to the back of the bus. Pero ps perdóname si te molesté.
- Hm. Ta bien. Ahora hablemos del Saúl otra vez...(risas)
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No sé. No sé cómo decirlo. O bien, no sé cómo decir cuánto extraño unos ojos de aceituna, o unos ojos negros como mi perturbación, sin decir demasiadas mamadas mientras tanto. Me cae que no sé.
- Pues nomás dilo, cabrón -
- Chale. Tal vez tengas razón...-
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- Pero es que yo soy un impertinente profesional. Es más: Soy un impertinente profesional y en intervalos de quince minutos...-
- Puta, pues ni te sientas mal. ¿Quién te ha dicho que no necesitamos más de esos?-
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- Y es que hay personas cuyo "core" es tan evidente. ¿Me entiendes? Es como conmigo, o como contigo, o como con el Marcos o el Chuco. Sí, somos distintos, pero hay un núcleo cavernícola que para todos es incuestionable, ¿sabes? Nadie jamás duda de qué carajos nos gusta, o si de nos gustan las mujeres, los hombres o los peces. Es todo tan estridente y evidente que la vida acaba por volverse más fácil, ¿no? -
- ¿Pues sí. Pero qué pasa cuando eres mujer y no compartes eso del cavernícola?
- Entonces pasan cosas como el amor. O sus derivaciones, ¿no?
- Hmmm. Tal vez tengas razón.
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- Pero bueno. Te compro lo de tus quince minutos. ¿Pero qué no puedes aprender a anticipar las cosas? ¿No podrías saber cuándo ese guey se va a emputar y entonces evitarlo?
- Puta, cabrón. Pues sí. Pero insisto: Es igual con cualquier "unidad de asignación" para la vida. Importa un carajo si son de quince minutos -que por cierto sólo es una coartada literaria- o si son de 10 años. Todos buscamos aprender. La mayoría de nosotros no queremos dañar a nadie. Y pues por desgracia lo hacemos, a pesar de nosotros mismos. Acabamos dañando y chingando y lo que sea. Y pues yo, cuando me pasa, sólo puedo hacer una cosa: Disculparme and move on. Ser sincero y reconocer que dañé y que no quería y que lo siento. Y luego ser coherente con esos -siguientes- 15 minutos.
- Hmmm. Tal vez tengas razón.
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Hablo de unas oscuras ganas de decir la verdad.
Me refiero a la irremediable e impostergable necesidad de jugar.
Apunto a las ganas de jugar, las verdaderas ganas, y no al no poder jugar porque ya se es o se está demasiado viejo para ello.
Hablo de amar a los amigos. Fraternizar con los amores. Decir lo que se pueda. Jactarse de lo que nos alcance. Lo que sea.
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¿O qué? ¿No te parece curioso que "todo junto" se escriba separado, y "separado" se escriba todo junto?
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Hay tantas cosas que saben ricas y hacen mal. Hay tantas cosas que saben mal, y hacen tan rico...
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Pusiste tu nombre y firmaste igual que tu sombra. Gracias. Gracias de verdad. Al menos en los próximos 15 minutos.
La linea que separa a un valiente de un cobarde está trazada con cinismo.
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5 comentarios:
ay pinchi juan k
el humor negro sigue
por estos lares
saludos, maese!
Y si dejaran todos de ser tan cavernicolas...??? Habria mas amor segun tu?? Que tierna te salio esa...
las mujeres también pueden ser muy cavernícolas, quien dice que no?
Mi queridisimo: Morir es tan, pero tan sencillo, como darle vuelta a la página de un libro.
Y vos sos tan cruel, pero escribís de lo más rico...
Adoro.
Chau
Me gusta tu blog, para leerlo con calmita.....
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