La linea que separa a un valiente de un cobarde está trazada con cinismo.
marzo 04, 2008
Juno (whadd'i'meen)
Antes y después de la entrega de los fatídicos oscares (que por cierto, a pesar de haber sido hosteada por el idolatrable John Stewart, fue una de las más pinchurrientas y aburridas que me he fletado), ya me andaban restregando, por aquí y por allá, que tenía que ir a ver Juno. Que era una gran película. Que realmente merecía la pena.
Y no voy a desdecir a nadie. Ayer domingo, luego de una infernal peda que literalmente me costó un ojo de la cara,
salí por patas del honorable bautizo de mi impresionantemente adorable sobrino
, y -luego de suturarme la jeta- me dispuse hasta Plaza Loreto donde pagué un amablemente barato ingreso (¡feliz día de la familia, ja!) y me receté la susodicha película de cabo a rabo.
Mis primeras impresiones fueron bastante complacientes. Y es que la película huele a mujer por donde se le quiera ver: Desde la dulzura de su protagonista, impresionantemente interpretada por una asombrosa Ellen Page, hasta la envidiable aceptación que destila el personaje paternal del subvaloradísimo J.K. Simmons, Juno es una historia que una frágil y ruda mujer le cuenta a todas las demás. Una película que pudiera haber sido un melodrama sin remedio, pero que gracias a la dirección de Jason Reitman evolucionó en ese extaño fenómeno mediático de adoración hacia la asimilación y el entendimiento del otro en el que hoy se ha convertido.
Para cuando el ruido de los medios ya me había hecho conocer un poco de la temática y del guión, yo no dudé en categorizar, con la mamonería que me caracteriza, que Juno era una especie de "Little Miss Sunshine" 10 años después. Y sin miedo a equivocarme, hoy puedo asegurar que mi hipótesis no distaba mucho de la realidad que me presentó esta fresca y femenina cinta:
Ya va para más de una década, pero por alguna extraña razón, el establishment gringo parece estar más y más cercano a una inexplicable adoración hacia la llamada "disfuncionalidad" familiar, que a los viejos clichés del american way of life que durante décadas eran premiados y fortalecidos por la bipolar "Academia" americana y sus innumerables socios. Y que no se me malinterprete: Yo recibo plácidamente este cambio en los clichés y en las estructuras de la cultura mediática norteamericana. Me parecen un paso gigantesco y encomiable frente a ese pasado de convencionalismo idiota que dotó a Spielberg y hasta a Ron Howard y James Cameron de la vanagloria que hoy los convierte en líderes de opinión consagrados por su propia cultura originaria. No tiene nada de malo, todo lo contrario, que una dulce y peregrina loca como Diablo Cody reciba de manos del establishment una estatuilla que antes era exclusiva de los perpetuadores de una idiosincrasia estúpida y anquilosada. Mucho mejor. Al fin parecen mirar la realidad.
Magnolia, Little Miss Sunshine, Adaptation, Being John Malkovich, Juno. Todas películas que ocurren dentro de una atmósfera que no es precisamente la de un John Wayne impoluto o un Leonardo Di Caprio tan encantador como irreal. Y sea o no sea (Juno) una Little Miss Sunshine exacerbada y protegida por la comprensión y el amor que su desgarrada familia tiene hacia ella, lo cierto es que destila esa sólida fragilidad que sólo otorga la condición de ser mujer en una sociedad tan chovinista y rígida como la que los gringos han sabido erigir como dueña del mundo. Y eso, creo afirmar sin temor, es también un paso adelante.
Escapando a mis expectativas, dándole la vuelta a todas las posibilidades que mi mente maniqueísta formulaba para ella, Juno, dentro del recuadro de una película made in hollywood, resultó una protagonista fresca y verdadera como sólo las mujeres saben serlo. Sin la obviedad cavernícola de nosotros, los hombres, que siempre queremos y buscamos una sola cosa (o máximo dos, o tres). Una mujer-niña desparpajada de la aburrida forma que los hombres repetimos cada vez que hay que desentrañar un desenlace, y como el que siempre resulta devenir desde nuestro mundo falocrático y pendejo. Juno es -verdaderamente- una película dulce y conmovedora como una mujer. Como la mujer que la escribió desde su propio universo de desesperanza y rehabilitación para drogadictos. Y Juno es, por sobre todas las cosas, un llamado a nuestra capacidad de querer sin preguntar por qué. Una encomienda para que aprendamos a amar sin retribución palpable. Una solución femenina a nuestra sociedad tan plagada de vicios falocéntricos, ensimismados y asquerosa y aburridamente masculinos. Un acto de fe, contado con la suficiente ligereza, y que -además- no resulta falso y pretencioso como todo aquello que nos empeñamos en construir y alimentar, acá en Latinoamérica, o allá en la cima del mundo, desde nuestra trinchera machista y pendeja, por muy "open-mind" que nos sintamos.
Así que vaya una reverencia para Diablo Cody y para Jason Reitman. Bienvenidas sean las historias que sorprenden, ya por su capacidad de ser distintas, o por nuestra cómplice intención de tolerarlas para luego amarlas. Por los pantaloncillos cortos y ridículos que siempre puede vestis nuestro gran amor, o por la declaración de lealtad que -de muchas formas- nos puede hacer un padre o una madre que -a pesar de ser siempre distintos a nosotros- siempre también se empeñan en querernos tal y como somos.
Una gran cinta. Pero mejores, como siempre, los hombres y las mujeres de quienes habla. Y también, ¿por qué no?, mejores los que la edifican y nos la entregan, sabiendo o no, queriendo o no, en charola de plata.
Salud.
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4 comentarios:
ah, cabrón.
A El Universal le anda haciendo falta un crítico de cine; vas.
Dios, que bueno eres escribiendo, dos cosas: quitate el enojo (estás muy enojado), segundo, deja de perder el tiempo en estos espacios y ponte a publicar en serio. Al país le faltan ensayistas.
PD.- En serio, libérate del enojo y vas a ser el mejor escritor en AÑOS.
por el amor de dios... ya postea algo que no sea una critica de cine de una peli muy ligera... te estas ablandando querido!!!!
y por cierto... ya agregame a tus links, no????
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