In memoriam, otra vez, de Italo Calvino.
Siempre he tenido la pacheca idea de que el terremoto fue provocado por su muerte, un 19 de Septiembre de 1985.
Siempre he tenido la pacheca idea de que el terremoto fue provocado por su muerte, un 19 de Septiembre de 1985.
Recuerdo la ventanas que crujían y yo, que ya desde entonces sufría para despertarme temprano, pensando que granizaba, o pensando que mis orejas eran las que crujían y que no pasaba nada. En el marco de la puerta, mi madre, la nana, los gritos. Gritos y una sensación de mareo que no he vuelto a percibir. Y luego la imposibilidad de llegar hasta los brazos de ambas. El edificio, en un bailoteo impúdico, me echaba de vuelta a la cama, como consagrando por el resto de mi vida lo dificultoso que me resultaría siempre salir de ella por las mañanas, tempranito, aun si la tierra estuviese tosiendo y la ciudades desmoronándose en cada espasmo.
Es uno de mis recuerdos más frescos de la infancia. La angustia, el terror de mi madre, las puertas chillando y luego la calma. El edificio de la colonia Nápoles estaba intacto, salvo por unos cuantos vidrios y todas las almas que le habitaban, en franca zozobra, en el terror que sólo hace 21 años se podía sentir ante la incomunicación, ante la catástrofe inevitable, ante un México que se venía abajo, otra vez.
México sí se vino abajo ese día, como el sistema electoral lo haría tres años después, o como la ciudad lo estaría casi por diez años, con sus edificios desmoronados por toda la colonia Roma, o el olor a podredumbre humana en muchas esquinas. La gente y los medios han hablado durante años de la solidaridad que surgió entre las personas, y sí, en efecto, mucha gente se volcó a la calle a recoger lo que su gobierno era incapaz de siquiera desempolvar. Las calles, la gente, los niños. Los damnificados, muchos que lo siguieron siendo hasta la fecha. Los desposeídos, muchos que lo siguen siendo hasta hoy. Los muertos sin contar, y Don Miguel de la Madrid, tan impávido como siempre, temblando con su cigarrito en la mano, en el televisor, frente a la más despavorida tragedia que este país había vivido en muchos años. México se ha venido abajo muchas veces. México quedó bajo tierra, ese día. Y lo que sobre él se edificó fue, ante todo, un bello cuento para que los más ingenuos se lo comieran sin reparo.
El Mundial de Fútbol de 1986 fue el mejor paliativo que un gobierno en decadencia pudo haber ideado. Pescar esa copa emergente, renegada por alguna otra república bananera (creo que Paraguay), fue la salvación mediática de Miguelito y sus cuates. Prepararon el terreno para lo que sería, hasta hace poco, uno de los fraudes y una de las traiciones a la democracia más descaradas de la historia de México. Un país siempre silente, siempre chingándote quedito, siempre sin guerra, siempre sin verdaderos conflictos, salvo cuando la tierra cruje y se lleva a los olvidados por entre las fauces. Un país que desde entonces gobernarían los usureros de la desgracia. Los que se hacen ricos a costa de los demás porque, además de ser mezquinos y perversos despojados de toda culpa, son incompetentes. Y no saben siquiera aplicar un modelo económico de mercado que no suponga el pisoteo de los ignorantes y los esclavizados por su condición social.
México tiene 21 años más luego de su última petit morte. 21 años en donde ha perfeccionado sus falacias y en los que ha hecho creer a una ingenua minoría, muy ruidosa eso sí, que somos un país de valores y un país de paz y un país de oh-santo-papa-Juan-Pablo-Segundo. Un país al que el santo polaco vino tres veces más después del 85, y una cuarta en calidad de uva pasa, sólo para mover de nuevo la maquinaria de la mentira y tener tiempo aire con el que untar la mente de los más susceptibles. México, un país podrido en sus entrañas, un país sin verdaderas raíces, un país que se cree azteca y no lo es, que se quiere sentir criollo y no lo es, que no puede ser indígena y por consecuencia no lo es. México, una república de cuentos, un desierto de esperanza, un pozo envenenado: México.
Un país de paisajes muy bellos y mujeres con talles esbeltos y ojos de ónix. Un país de bigotes y de sombreros, un país de vueltas de tuerca, un país de mamarrachos.
Una contradicción, un país de ambigüedad. Un país donde crujió la tierra, y se nos fue la verdad.
Es uno de mis recuerdos más frescos de la infancia. La angustia, el terror de mi madre, las puertas chillando y luego la calma. El edificio de la colonia Nápoles estaba intacto, salvo por unos cuantos vidrios y todas las almas que le habitaban, en franca zozobra, en el terror que sólo hace 21 años se podía sentir ante la incomunicación, ante la catástrofe inevitable, ante un México que se venía abajo, otra vez.
México sí se vino abajo ese día, como el sistema electoral lo haría tres años después, o como la ciudad lo estaría casi por diez años, con sus edificios desmoronados por toda la colonia Roma, o el olor a podredumbre humana en muchas esquinas. La gente y los medios han hablado durante años de la solidaridad que surgió entre las personas, y sí, en efecto, mucha gente se volcó a la calle a recoger lo que su gobierno era incapaz de siquiera desempolvar. Las calles, la gente, los niños. Los damnificados, muchos que lo siguieron siendo hasta la fecha. Los desposeídos, muchos que lo siguen siendo hasta hoy. Los muertos sin contar, y Don Miguel de la Madrid, tan impávido como siempre, temblando con su cigarrito en la mano, en el televisor, frente a la más despavorida tragedia que este país había vivido en muchos años. México se ha venido abajo muchas veces. México quedó bajo tierra, ese día. Y lo que sobre él se edificó fue, ante todo, un bello cuento para que los más ingenuos se lo comieran sin reparo.
El Mundial de Fútbol de 1986 fue el mejor paliativo que un gobierno en decadencia pudo haber ideado. Pescar esa copa emergente, renegada por alguna otra república bananera (creo que Paraguay), fue la salvación mediática de Miguelito y sus cuates. Prepararon el terreno para lo que sería, hasta hace poco, uno de los fraudes y una de las traiciones a la democracia más descaradas de la historia de México. Un país siempre silente, siempre chingándote quedito, siempre sin guerra, siempre sin verdaderos conflictos, salvo cuando la tierra cruje y se lleva a los olvidados por entre las fauces. Un país que desde entonces gobernarían los usureros de la desgracia. Los que se hacen ricos a costa de los demás porque, además de ser mezquinos y perversos despojados de toda culpa, son incompetentes. Y no saben siquiera aplicar un modelo económico de mercado que no suponga el pisoteo de los ignorantes y los esclavizados por su condición social.
México tiene 21 años más luego de su última petit morte. 21 años en donde ha perfeccionado sus falacias y en los que ha hecho creer a una ingenua minoría, muy ruidosa eso sí, que somos un país de valores y un país de paz y un país de oh-santo-papa-Juan-Pablo-Segundo. Un país al que el santo polaco vino tres veces más después del 85, y una cuarta en calidad de uva pasa, sólo para mover de nuevo la maquinaria de la mentira y tener tiempo aire con el que untar la mente de los más susceptibles. México, un país podrido en sus entrañas, un país sin verdaderas raíces, un país que se cree azteca y no lo es, que se quiere sentir criollo y no lo es, que no puede ser indígena y por consecuencia no lo es. México, una república de cuentos, un desierto de esperanza, un pozo envenenado: México.
Un país de paisajes muy bellos y mujeres con talles esbeltos y ojos de ónix. Un país de bigotes y de sombreros, un país de vueltas de tuerca, un país de mamarrachos.
Una contradicción, un país de ambigüedad. Un país donde crujió la tierra, y se nos fue la verdad.
14 comentarios:
¡Bah! Si supiera que yo puedo sostener diez minutos de conversación seria -que no solemne- contigo (no digo que no puedas, pero es claro que tú y yo no podríamos) tal vez, y sólo digo tal vez, podría expresar a alguien que no prejuzgue con tintes de derecha algunas de mis verdaderas convicciones en materia social, económica y política (espero que en serio no creas que lo aquí vertido es serio en algún modo). O tal vez la tirria que me tienes podría hacer que fueras un buen oyente para mí, y que yo deje de escucharme en los comentarios de la gente con que convivo (es tan dañino sólo oírse a uno mismo). En fin. Este post reconozco que me gustó.
Está muy fuerte, duele, sofoca, arde y al final silencia... Me encanta la forma que tienes de abordar los temas. Te mando un abrazo desde algùn punto de este México tan México, tan nuestro sin serlo y tan ajeno sin querer.
Hace un par de años (o fue el año pasado?) leí un texto de Monsiváis recordando el terremoto, y cómo significó el despertar de la sociedad civil ante la incompetencia de sus autoridades. Y de cómo, después, se volvió a dormir.
Desde que leí ese texto (me parece que en lajornada), no había encontrado otro que me gustara tanto. Muchas felicidades, eres muy bueno. En serio.
Saludos desde Xalapa.
Sánchez Villa: Aquí podría ir un comentario sarcástico pedorrero, pero por hoy paso. Y digamos que concuerdo con lo dañino que puede ser oirse a uno mismo y nada más.
Mar: Así son los terremotos y otras cosas menos trágicas pero igual de telúricas. Chin, no digo más porque se me antojan.
Amiguiz: Bueno, pues creo haberme recetado ese de Monsivais también. Aunque juro que el de hoy salió en un ratillo de ocio terremotero. (Siempre me gusta escribir algo este día, y si no, pues hay que checar el blog el año pasado). Gracias por tus visitas y tus comentarios tan frescos y suscintos. Un saludo.
No mamen pendejos, el "terremoto" fue un compló de la izquierda para desestabilizar el régimen de Miguel de la Madrid. Todo lo ocasionó una explosión generada por Heberto Castillo (padre).
Es como el holocausto, nunca ocurrió. Pinches confundidos de mierda.
Aquí nomás apuntando Don Chami, fue Colombia el país que, en 1983, renunció a organizar el Mundial de Panbol, en ese tiempo consumido por la guerra civil, la guerrilla y el poder emergente de Pablo Escobar.
Las letras, para no olvidar. Gracias.
buenisimo xamiru, gracias.
Que buen texto, gracias por compartir.
Entre sus recuerdos infantiles ¿aún resuenan la rechifla y mentadas de madre a Miguel de Madrid durante la inauguración del Mundial de Fut del 86? En vivo y en directo y para todo el mundo.
En 1988 se "cayo el sistema electoral" En 2006 se nos cayó el teatrito del sueño pseudo- democrático. Vamos bien.
No somos nada...nada es...
Que decirle...mmm...me gusto mucho.Saludos
gran texto, chamis. claro que lo que mas me impacta es verte de niño en el mismo temblor en el que yo estaba estudiando publicidad, ya viejito.
so, do we meet tonight? saludo
Abraham Palotes: Estás más paranoico que lo que criticas. ¿También en este post te ves atacado? Por cierto, está resimpática tu asiduidad a mi blog. Busca la palabra si no la conoces.
Armando: Gracias por la aclaración. Ya decía yo que Paraguay no podía ser. Muy pequeño, lleno de agua y con mujeres tan hermosas y sencillas, dista mucho de tener el pambolerismo de Colombia o de nuestro país bicicleterón.
be: Un placer verle por aquí, sonriendo enmedio de la tragedia, como debe ser.
Marichuy: Seguro que me acuerdo. Pero empezando el partido se acabaron los reclamos por cuando menos 21 años.
Remedios: Pues gracias por la visita de cualquier modo :)
Hugo: Gracias mil. I think i'll have to pass on that one. I'm utterly broke at the moment and without any perspectives as to solve that issue for another 10 days. Duh.
hay terremotos que asotan almas, se derrumban sueños y fortalezas, y queda uno desauciado y triste, y pasan los años y parece que uno nunca se recuperará, ya nada será lo mismo (se llama VIDA y asi es), mientras tanto vive uno de sueños prestados, solidarizado por el dolor, que tragedia Dios mio! hasta cuando aprenderé a andar por mi propio pie!
Quiero felicitarte; tu post clarito, al grano, emotivo, carajo, qué buen post!
Creo que das en la llaga. México es un país donde tiene que venir un pinche terremoto mala gente a recordarnos que hay cosas importantísimas que no debemos perder, cosas como la solidaridad, la mirada firme, esperanzada y lista para entrar en acción aun cuando vemos que, literal, a las cosas se las lleva la chingada.
Lástima que todas esas bonitas enseñanzas ya se nos olvidaron, entre mundiales de fútbol y presidentes finísimos que cual gomas de migajón tratan de borrar las penosas historias anteriores a ellos.
Y esta tierra nuestra ya hasta parece que se cansó de nosotros; ha de pensar, pendejos, yo los sacudo y nada que despiertan. Ya ni al Popo le interesamos; a lo mejor está viendo para otro lado, igual que yo.
Ach, mi familia irresponsable ni siquiera me despertó aquel 19 de septiembre.
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