Deben sentirse algo más que cosquillas en el perineo, en el colón o anexas cuando uno se para frente a una multitud como la de ayer. Era algo que no había imaginado. He acudido a muchos conciertos masivos, en el zócalo o en lugares menos colosales, y jamás había sentido semejantes apretones. Y lo más curioso no era eso, sino el mosaico de personajes a la vista. Acercándome al zócalo, desde mi chamba, que convenientemente queda a unas cuadras del lugar, me tocó escuchar a unos hombres trajeados y canosos que miraban con desprecio a los que caminaban cerca de nosotros diciendo: "Mira, ahí va la pinche borregada. Pobres pendejos comunistas".
Sin embargo, la "borregada" era de lo más diversa. Por supuesto, cuando salí del restorán donde comí minutos antes del mitin, me tocó ya una oleada de gente. Era un grupo grande de basureros con sus campanas y sus caras de éxtasis esperanzado. De pronto me pregunté si yo de verdad debía ir al zócalo, cuando en realidad no estoy ni extático ni mayormente esperanzado. Mi fe no es tal. Tengo una convicción en que la derecha de los privilegios y los prebendos fiscales debe abandonar el poder. Tengo una convicción en que al proyecto de AMLO se han sumado las mejores plumas del país, los mejores periodistas, los mejores literatos, cineastas y -en muchos casos- las mejores personas. AMLO es el ignorante de acuerdo a la imagen pública, pero lo respaldan los intelectuales. Felipe es el ilustrado y joven tecnócrata, y lo respaldan, hmmm, Kikín y Chespirito. Da mucho qué pensar.
Tengo cierta esperanza, quizá, de que los mandos altos y medios queden a cargo de personas con un mayor compromiso social que las que gobernaron con Fox y con el PRI. Individuos como Fuentes, del Paso, Monsivais, Villoro, Pitol, Mandoki, De la Fuente, Encinas, Poniatowska, Ibarra de Piedra son en los que sí tengo proyectada cierta expectativa, y de los que verdaderamente esperaría algo. Por eso me sumé al mitin. Por eso caminé junto a los basureros, conviví con los verdaderamente olvidados por la justicia social y no me sentí fuera de lugar. No sentí el miedo del que habla(ban) los spots de Calderón y el CCE-Coparmex. No siento miedo, quizás porque viví en el campo unos buenos años, al México bronco. Al México de los dos dólares diarios. Al México de la generosidad y también de la rapiña. Al México del "donde come uno comen diez" y de "si te dejas te chingo". No le tengo miedo porque, finalmente, es el México de verdad. Ese es el México real, punto y aparte.
Ayer también recibí un correo de cierta prima a la que quiero mucho y con la que me pongo borracheras insondables mientras nos pitorreamos de la risa de cualquier cosa. Era un correo calderonista, claro está, y que suponía estar escrito por Germán Dehesa. En él, la cosa era muy clara: si ganabas de 10 a 40,000 pesos (imagino que como German Dehesa, jajajaja -el guey se mete como 250 nada más por su columna) entonces debías temerle a AMLO y a sus huestes bolcheviques. Sin exagerar, el mail aseguraba que de llegar AMLO al poder, sus propuestas "anticlasemedia" nos convertirían en pobres a todos, los capitales huirían inmediatamente, perderíamos todo, el peso se devaluaría, el sol no saldría más, los bolcheviques nos formarían en el zócalo para una inspección genital y luego aplicarían la eugenesia dejando sólo a los más aptos mientras los demás nos iríamos a los campos de trabajo por tener los huevos de lado o por mirar feíto. Ya sin exagerar (aunque sólo lo último es ficticio), me doblé de la risa un buen rato y luego decidí contestarle.
No reproduciré todo lo que le dije, pero me queda claro que toda esta estratagema de último minuto trata de espantar a gente como yo y como casi todos los que conozco con los argumentos más absurdos para inducir, como en 94, un voto del miedo. También con Fox habría caos, de acuerdo al PRI. Ahora habría caos con AMLO, de acuerdo al PAN y al PRI. Es como exprimir una congelada de uva, sólo que esta vez, el dulcecito de los empresarios agiotistas de este país corre un grave riesgo de acabarse. Por eso están aterrados. Por eso apelan a la "Clase MIEDA" para que defienda sus migajas. Y eso, amigos míos, es lo más patético que puede hacerse. Defender migajas. Defender miserias. Defender un pequeño e infinitesimal pedacito de ventaja mientras se decide no mirar la realidad.
Y menos progreso hay aun, si contamos las utilidades exorbitantes a las que están acostumbrados nuestros "empresarios". Los mismos que no pagan seguro social a menos que tengan la pistola en la boca (sic). Los mismos que prefieren donarle millones a Martita Sahagún o al Televisotón que pagarle a las arcas del país un poco de lo mucho que obtienen. Esos empresarios sí han crecido -a costa nuestra- y nadie les para la mano. Son los intocables. Por eso tienen tanto miedo. Por eso mienten tanto, en sus declaraciones fiscales y en la televisión y en todas partes. Y eso no lo dice AMLO, ni lo digo yo, ni lo dice la "izquierda". Eso lo sabe todo el mundo. Cualquiera que haya trabajado de "free-lance a la de a huevo". Cualquiera que se haya "contratado" sin prestaciones, ni seguro, ni un "gracias" a la salida. Cualquiera que se haya reído-llorado por dentro al escuchar alguna oferta salarial irrisoria, como las muchas que llenan los periódicos y su Aviso Oportuno.
¿Es verdaderamente tan ignorante el pueblo mexicano como para pensar que si AMLO o cualquier gobernante de izquierda llegase al poder, convertiría este en un país socialista, comunista o remotamente cercano al chavismo Venezolano? ¿Qué no se dan cuenta de que nadie tiene ese margen de juego, y menos nosotros, que somos el excusado y la alcantarilla del imperio? ¿Qué no comprenden que el juego debe tratarse de borrar los privilegios y el influyentismo, y dejar que nuestro país juegue el mismo juego que Europa y el primer mundo, en donde nadie se mete utilidades del 100% y todos pagan impuestos (y todos tienen seguro social gratuito, además y gracias a eso)?
No lo sé ahora. Sé que vi a toda clase de personas en el Zócalo. Ricos, pobres, clase medieros, chavitos, chavitas -sí, muchas, ya me conocen- izquierdistas de la dolce vita, izquierdistas clientelares, acarreados, no acarreados, gotas de lluvia, papelitos y apretujones. Vi algo muy parecido al México de verdad. Un rehilete, papeles de muchos colores que cuando gira n encuentran un sólo tono. No fue como la reunión de panistas del parque de mi cuadra, ni como las elecciones del TEC o de la Ibero. No como las tortas y los chescos del PRI (aquí nadie llevó nada de eso) y su renovada y lustrosa ideología de centro (el PRI me impresiona cada vez más. Tiene el don de la ubicuidad política sexenio tras sexenio).
Ya viene el dos de Julio. México va a sacar lo que tiene dentro.
Gulp.