La linea que separa a un valiente de un cobarde está trazada con cinismo.

junio 29, 2006

El fin de la zozobra

Ayer fui, por primera vez en mi vida, a un mitin político. Fue, evidentemente, el cierre de campaña de Andres Manuel López Obrador. Debo decir, claro está, que no fui por una convicción ciega en las propuestas políticas del señor López. Fue esta, más bien, una aventura antropológica y una manera de sumarme a la demostración de fuerza que supone un cierre de campaña de esta índole. Lo hice, sí, convencido de que también, de cierto modo, una concentración como la de ayer le impone al candidato una mayor responsabilidad. Como cuando Fox ganó en el 2000, y en el Ángel de la Independencia se congregaron tantos miles, para gritarle "No nos falles" (quién lo diría ahora), sólo que en este caso, antes incluso de la elección y de que verdaderamente se sepa el rumbo que tomará el país a partir de diciembre.

Deben sentirse algo más que cosquillas en el perineo, en el colón o anexas cuando uno se para frente a una multitud como la de ayer. Era algo que no había imaginado. He acudido a muchos conciertos masivos, en el zócalo o en lugares menos colosales, y jamás había sentido semejantes apretones. Y lo más curioso no era eso, sino el mosaico de personajes a la vista. Acercándome al zócalo, desde mi chamba, que convenientemente queda a unas cuadras del lugar, me tocó escuchar a unos hombres trajeados y canosos que miraban con desprecio a los que caminaban cerca de nosotros diciendo: "Mira, ahí va la pinche borregada. Pobres pendejos comunistas".

Sin embargo, la "borregada" era de lo más diversa. Por supuesto, cuando salí del restorán donde comí minutos antes del mitin, me tocó ya una oleada de gente. Era un grupo grande de basureros con sus campanas y sus caras de éxtasis esperanzado. De pronto me pregunté si yo de verdad debía ir al zócalo, cuando en realidad no estoy ni extático ni mayormente esperanzado. Mi fe no es tal. Tengo una convicción en que la derecha de los privilegios y los prebendos fiscales debe abandonar el poder. Tengo una convicción en que al proyecto de AMLO se han sumado las mejores plumas del país, los mejores periodistas, los mejores literatos, cineastas y -en muchos casos- las mejores personas. AMLO es el ignorante de acuerdo a la imagen pública, pero lo respaldan los intelectuales. Felipe es el ilustrado y joven tecnócrata, y lo respaldan, hmmm, Kikín y Chespirito. Da mucho qué pensar.

Tengo cierta esperanza, quizá, de que los mandos altos y medios queden a cargo de personas con un mayor compromiso social que las que gobernaron con Fox y con el PRI. Individuos como Fuentes, del Paso, Monsivais, Villoro, Pitol, Mandoki, De la Fuente, Encinas, Poniatowska, Ibarra de Piedra son en los que sí tengo proyectada cierta expectativa, y de los que verdaderamente esperaría algo. Por eso me sumé al mitin. Por eso caminé junto a los basureros, conviví con los verdaderamente olvidados por la justicia social y no me sentí fuera de lugar. No sentí el miedo del que habla(ban) los spots de Calderón y el CCE-Coparmex. No siento miedo, quizás porque viví en el campo unos buenos años, al México bronco. Al México de los dos dólares diarios. Al México de la generosidad y también de la rapiña. Al México del "donde come uno comen diez" y de "si te dejas te chingo". No le tengo miedo porque, finalmente, es el México de verdad. Ese es el México real, punto y aparte.

Ayer también recibí un correo de cierta prima a la que quiero mucho y con la que me pongo borracheras insondables mientras nos pitorreamos de la risa de cualquier cosa. Era un correo calderonista, claro está, y que suponía estar escrito por Germán Dehesa. En él, la cosa era muy clara: si ganabas de 10 a 40,000 pesos (imagino que como German Dehesa, jajajaja -el guey se mete como 250 nada más por su columna) entonces debías temerle a AMLO y a sus huestes bolcheviques. Sin exagerar, el mail aseguraba que de llegar AMLO al poder, sus propuestas "anticlasemedia" nos convertirían en pobres a todos, los capitales huirían inmediatamente, perderíamos todo, el peso se devaluaría, el sol no saldría más, los bolcheviques nos formarían en el zócalo para una inspección genital y luego aplicarían la eugenesia dejando sólo a los más aptos mientras los demás nos iríamos a los campos de trabajo por tener los huevos de lado o por mirar feíto. Ya sin exagerar (aunque sólo lo último es ficticio), me doblé de la risa un buen rato y luego decidí contestarle.

No reproduciré todo lo que le dije, pero me queda claro que toda esta estratagema de último minuto trata de espantar a gente como yo y como casi todos los que conozco con los argumentos más absurdos para inducir, como en 94, un voto del miedo. También con Fox habría caos, de acuerdo al PRI. Ahora habría caos con AMLO, de acuerdo al PAN y al PRI. Es como exprimir una congelada de uva, sólo que esta vez, el dulcecito de los empresarios agiotistas de este país corre un grave riesgo de acabarse. Por eso están aterrados. Por eso apelan a la "Clase MIEDA" para que defienda sus migajas. Y eso, amigos míos, es lo más patético que puede hacerse. Defender migajas. Defender miserias. Defender un pequeño e infinitesimal pedacito de ventaja mientras se decide no mirar la realidad.

El México de esos panistas y de esa clase “mieda” sin memoria histórica es un México de televisión. Un México urbano, o peor aun, suburbano, donde todos “van progresando”, "caminan hacia delante", "se han hecho de su patrimonio", como si ello dependiera de la generosidad y el buen tino de la política neoliberal, de Fox, y de los empresarios tranzas (ojo, no digo que todos lo son, evidentemente). Es ese México donde no existen los pobres mientras nos los vemos. Donde ya se olvidaron de los ridículos internacionales del señor de las botas de charol y del señor Castañeda, y del señor Creel regalando casinos, y del señor Calderón quebrando Banobras, y del señor Abascal jurándole amor eterno a la vírgen de Guadalupe mientras firma decretos contra la píldora del día siguiente. Un México donde nos olvidamos de que la última gran crisis económica no fue la de López Portillo ni la de De la Madrid, sino la que vino luego de la brillantísima y benéfica política neoliberal de Carlos Salinas y Ernesto Zedillo, y que se ha medio subsanado gracias a un manejo (en muchos casos artificioso) de las variables económicas, sin que esto signifique un crecimiento para nada impresionante o una mejora de ningún tipo en las condiciones de vida de la gente. El que no nos haya llevado el demonio en diez años no quiere decir que estemos mejor.

Y menos progreso hay aun, si contamos las utilidades exorbitantes a las que están acostumbrados nuestros "empresarios". Los mismos que no pagan seguro social a menos que tengan la pistola en la boca (sic). Los mismos que prefieren donarle millones a Martita Sahagún o al Televisotón que pagarle a las arcas del país un poco de lo mucho que obtienen. Esos empresarios sí han crecido -a costa nuestra- y nadie les para la mano. Son los intocables. Por eso tienen tanto miedo. Por eso mienten tanto, en sus declaraciones fiscales y en la televisión y en todas partes. Y eso no lo dice AMLO, ni lo digo yo, ni lo dice la "izquierda". Eso lo sabe todo el mundo. Cualquiera que haya trabajado de "free-lance a la de a huevo". Cualquiera que se haya "contratado" sin prestaciones, ni seguro, ni un "gracias" a la salida. Cualquiera que se haya reído-llorado por dentro al escuchar alguna oferta salarial irrisoria, como las muchas que llenan los periódicos y su Aviso Oportuno.

Es esa clase mieda la que me da miedo a mí. La que no quiere ver, la que se aferra a su bistec podrido con tal de no mentar madres. La misma a la que le da pena gritonearle al ojete que se cuela en la fila del banco. A la que le da pena tocarle al vecino cuando deja su carro mal estacionado. A la que no hace nada cuando violan o roban o matan en su cara, "no vaya a ser que algo me pase". Es esa clase mieda, que más que clase, es la subcultura (muy extendida para llamarse subcultura, aun así) del pendejo con miedo. La subcultura del oprimido masoquista. La subcultura del conformista huevón. La subcultura del "España va bien" o del "Si seguimos por el mismo camino, mañana México será mejor que ayer y quizás menos mejor que pasado mañana..."

¿Es verdaderamente tan ignorante el pueblo mexicano como para pensar que si AMLO o cualquier gobernante de izquierda llegase al poder, convertiría este en un país socialista, comunista o remotamente cercano al chavismo Venezolano? ¿Qué no se dan cuenta de que nadie tiene ese margen de juego, y menos nosotros, que somos el excusado y la alcantarilla del imperio? ¿Qué no comprenden que el juego debe tratarse de borrar los privilegios y el influyentismo, y dejar que nuestro país juegue el mismo juego que Europa y el primer mundo, en donde nadie se mete utilidades del 100% y todos pagan impuestos (y todos tienen seguro social gratuito, además y gracias a eso)?

No lo sé ahora. Sé que vi a toda clase de personas en el Zócalo. Ricos, pobres, clase medieros, chavitos, chavitas -sí, muchas, ya me conocen- izquierdistas de la dolce vita, izquierdistas clientelares, acarreados, no acarreados, gotas de lluvia, papelitos y apretujones. Vi algo muy parecido al México de verdad. Un rehilete, papeles de muchos colores que cuando gira n encuentran un sólo tono. No fue como la reunión de panistas del parque de mi cuadra, ni como las elecciones del TEC o de la Ibero. No como las tortas y los chescos del PRI (aquí nadie llevó nada de eso) y su renovada y lustrosa ideología de centro (el PRI me impresiona cada vez más. Tiene el don de la ubicuidad política sexenio tras sexenio).

Ya viene el dos de Julio. México va a sacar lo que tiene dentro.

Gulp.

junio 21, 2006

Puntos de quiebra

Entre mi espalda adolorida, la búsqueda frenética de departamentos, las molestias habitacionales, emocionales, coyunturales, laborales y suprarrenales, no he tenido tiempo de mentar madres a gusto.

Por lo pronto, quisiera unas vacaciones. Shame on me.

En segundo lugar, creo que hoy comienza una mitad de año distinta. Espero que así sea. Ya era urgente tomar algunas cosas por la cara.

Tercero: que patética es la gente que vende su casa para ir al mundial. Pobres pendejos. Tienen lo que se merecen.

Cuarto: La elección pinta para guerra civil. Yo ya tengo mi machete clasemediero (que debiera ser mejor un boleto de avión, dada la triste realidad de que la clase media es pobre para los ricos y rica para los pobres)


Quinto: Pronto me pondré a leer mis blogs imprescindibles. He andado muy jodido pero hoy finalmente amanecí bien. Lo juro.

Y felicitaciones al Alfredito Mora por su beca comunista.

junio 15, 2006

Nostalgia

No estoy mal. No estoy triste. Quizás un poco urgido de respuestas. Quiero un departamento ya. Quiero poder sentir que estoy reconstruyendo mi vida mirando hacia algún sitio. Quiero sentir esa calma. Lo quiero ya.

Maldito mundial de fútbol. Malditas elecciones. Mucho ruido.


Quisiera volver unos añitos atrás. O adelante, quién sabe. Volver a estar así de tranquilito...





Pero, de pronto, las casualidades te mandan mensajes en los lugares menos esperados:



A lo que uno solo puede asentir, para luego rebasar el camión e internarse en la rutina. Al punto de sentirse así:



¿Atrapado o bajo resguardo? Nunca lo sé. Pero ante la cercanía del otro, casi siempre actúo de la misma forma:



Bah. Quiero respuestas aun si negativas.

O un café.

junio 07, 2006

Del acto de bloguear en el aqui y el ahora.

De pronto resulta que el blog también tiene sus reglas, ´subjuegos´y limitantes: Ni es un lugar donde uno pueda hablar de sí mismo tal y como es, ni tampoco vale la pena contar un cuento de uno mismo, y regodearse mientras tanto.

No sirve siempre y cuando uno no quiera jugar ambos juegos. Es decir: el blog sirve para obtener carretadas de silencio cuando uno quiere habitarlo con su propia complejidad. Quienes leen algo así, pocas veces reparan en responder algo, lo que sea. Y a su vez, el blog también sirve para agenciarse carretadas de alharaca, léase: decenas y decenas de comments prescindibles en su mayoría, pues. Todo a través de ser un personaje que resulta cómodo, y serlo a cuentagotas.

En ambos casos los motivos para ´bloguear´son dudosos y ciertamente lejanos a lo intrínseco: O se bloguea para exhibirse o se bloguea para esconderse exhibiéndose metamórfica y pensadamente. Y ambos casos son igual de lejanos a la espontaneidad que idealmente supone el acto de ´bloguear´humanamente. Son, los dos, extremos diametralmente opuestos de la aproximación social/virtual a la que el mundo tecnológico-global permite acceder a la clase media y superior. O lo que es lo mismo: El blog resulta un espacio medianamente accesible de interacción humana, donde esos ´privilegiados´que pueden y deciden construirlo, demuestran cuán sana o enferma está la sociedad que viven y las formas que para interactuar en ella utilizan. Pocos escapan a la tentación histriónica de los extremos (exhibirse o exhibirse pretendiendo que no). Muy pocos, además, persisten en el ejercicio que supone vivir el ´blog´sin transitar a la autoficción que resulta de ambas posturas. Vivirlo sin edición: vivirlo siendo.

Todo lo anterior guarda una reflexión que pretende ser honesta y profunda sobre el fenómeno del ´blog´en México. No asume el que yo, como portavoz de la misma, me crea libre y ajeno a estas trampas internáuticas tan recientes. Yo me asumo partícipe del engaño, pero también testigo de su detección, asimilación y aniquilamiento. Prueba de ello es que hoy escribo esto que escribo, mientras dudo seriamente que más de unos pocos lo lean y tomen en serio. Me limito a capturar las ideas que me atacan, esta madrugada, y luego las coloco lo mejor que puedo, letra tras letra, frase tras frase. Escatimo el interés que pudiera tener en una respuesta. No: no pretendo revolcar nuevas discusiones. Nada de eso. Humildemente capturo y reproduzco, para luego volver a la necia necesidad de dormir para ser productivo mañana.

Me ´publico´(hágome público) pero sin ansiar miradas complacientes o éxito convincente. Expongo ideas que, finalmente, no son mías: Son ellas mismas cayendo en mi red fortuita que transita por ahí, casualmente. Y luego descanso. Me siento bien por decir lo dicho. Luego pienso que quizá me sentiré mal por eso mismo mañana. Y luego trasciendo, busco el punto final de mi confesión, y lo coloco.

(y guardando todo lo que aún se me queda por decir, claudico. Prosigo. Me duermo.)

junio 05, 2006

Paréntesis tequilero y autoreferencial (En otros ahoras)

La realidad del “ahora” no conoce límites. No respeta fronteras porque no cree en ellas. Sucede sin tregua y sin rítmica mesurable. El hoy acontece felizmente y sin peligros. Y por eso, nada más, es que lo respeto. Lo alabo. Lo consigo concibiéndole.

¿Y por qué no? ¿Qué terror imbécil sería tan suficientemente digno como para detener el presente? ¿A qué otra voz debiera hacerle caso sino a la más mía? Aquí pienso en lo ninguno, y luego cedo y me someto a la emoción sin explicaciones. ¿Desde cuando no me es permitido saborear estrofas, medias de nylon o de algodón absorto y abandonado, o piernas, o futuros insulsos o bien, fuertemente argumentados? Creo, fehacientemente, que mi deseo es mío y que no requiere permisos. Tampoco su enunciación. Tampoco su renuncia. Luego, sencillamente, me dejo vivirles. Enuncio. Renuncio. Vuelvo a ser el yo de la renunciación enunciada. Y entonces, sí, resucito.

Pero es en ese intermedio donde suceden unas piernas sublimes, unos ojos desgarradores, una totalidad capaz de provocar el más ruidoso de los silencios. Es ahí. Es entonces. Es cuándo y es dónde. No me intimidan las etiquetas o el terror burocrático de quienes no toleran la demostración irremediable del deseo: Yo deseo sin pánico y sin ansiedad por el remedio. Sucedo y existo sin fe de erratas. Aparezco en libertad y me disuelvo, sólo y solamente, frente al propio aburrimiento, no más. Jamás me acobardaré de mi franca impertinencia. Jamás me daré miedo solo. Jamás renegaré, otra vez, de la mordida, claro, ni mucho menos, todavía, del malogrado dibujo metafórico de cualquier carne, cualquier hueso, hueco, entelequia o vacío.

Me responsabilizo de mi excitación tanto como de mi somnolencia. Rehúso el gris y sus incontables presentaciones: soy un franco peón de cualquier arcoiris. Ruidoso, resonante, armónico y disonante. Arbitrariedad en síncopa, sí, también, como cualquiera que es un intruso de sí mismo. Renuncio entonces, y por siempre en adelante, a la notoriedad o a la transparencia insulsa. Abrazo mi voluntad de resultar inconforme, si es preciso. Abrazo mis propios abrazos. Persisto en esta nueva incomodidad que provoca mi recién nacida coherencia. Persisto gozoso. No más renuente.

Soy devuelto y amoroso de mi sombra, lo mismo que soy la hondura de mi luz soy mi encandilamiento y mi falta y mi sombría y falsa complitud. Soy el dígito infinitesimal del amor que siembro en mis creencias. Soy la raíz cuadrada del número imaginario que resulto ser cuando empuño mi cobardía. Soy amablemente cuando amablemente soy sin consecuencias. Soy las consecuencias de ese abandono de la convicción. Soy siendo, soy sin ser, y por ello es que soy –entonces- el beso lento que juega a ser el prólogo de cualquier silencio.

Soy ahora tanto como soy jamás. Pero no cualquier jamás, no: Soy ese otro nunca que ama sin corroborar, y que a su vez, es ese otro siempre que no necesita del futuro ni de las mal llamadas cosas y asuntos.

Soy tuyo: ahora. Tuyo y ya: mientras muerdo. Suyo de todos y luego de la siesta o en mitad del desvelo. Mío y sólo mío, siempre y sin remedio. Y soy nada, en realidad, y lo soy todo el tiempo. No más. Aterrorizados sean quienes se asumen inmortales, porque de ellos será el reino del delirio.