Recién vi una película que me recomendaron hace ya tiempo. En mi súbito amor por las mujeres mayores de treinta años, han sido muchos los chick flicks (o peliculitas romanticheras cursis y con personajes en franca depresión amorosa después de los 30 -comedias románticas they say-) que me he recetado en los últimos años. Algunas de ellas francamente infernales, otras domingueras y otras, oh sorpresa, muy agradables.
Esta película de la que hablo es un remake del que ya se ha vuelto un cliché de los tiempos modernos: La mujer ya no sólo como musa sino como salvación de un hombre en crisis y en falta. Ya los estereotipos medievales (que quizá durasen hasta el desarrollo de la literatura del vulgo) en los que el galante aventurero conquistaba con su osadía (y sus pelotas, etc.) a un personaje femenino pasivo, dulzón y sin mucho chiste se están esfumando. Sin embargo, la visión contemporánea no resulta mucho más esperanzadora. Si bien siempre hubo un Dante y una Beatriz circulando en los infiernos, los motivos de aquel eran más estéticos, abstractos, generados por una imagen propia y no por una seducción mutua. Beatriz era apetecible, eso seguro, pero más una estatua apetecible que lo que las protagonistas de las historias de amor resultan hoy. Hoy son ellas quienes viajan a los infiernos, casi siempre con un aire de indiferencia perfectamente estudiado, y se sumergen en el conflicto de sus atormentados amantuchos, todo para recordarles que su conflicto es lastimero e innecesario y que ellas son un territorio mucho más digno de conquistar que sus propios conflictos. Mujeres que escriben mapas de sí mismas y que se jactan de ser una mejor conquista que Persia, Mesopotamia o una neurosis obsesivo compulsiva.
El pequeño problema, es que en lugar de buscar Alejandros Magnos se concentran en tipos como Kafka o Camus o cualquier otro sufriente con licencia. Y de pronto este arquetipo, que bien podría denominarse "Cucaracha Extranjera" (por motivos literarios, que no xenofóbicos), las deja botadas en medio del viaje, les huye, no las estimula lo suficiente, se devuelve a su caparazón y las olvida, dejándolas en medio de una nueva insatisfacción y con motivos para definir a los hombres como bichejos pusilánimes. Con justa razón.
Lo curioso aquí no es establecer generalidades. Siempre han existido mujeres fuertes y hombres débiles. Y viceversa. La cuestión es cómo este arquetipo de la mujer-Virgilio, que se vale más de su fortaleza emocional que de sus encantos superficiales, para llevarnos al delirio (infierno) y de vuelta, está cada vez más valuada y representada en el cine y otras artes. Y si bien, tanto el personaje masculino como la propia heroína están en muchos casos caricaturizados en exceso, es innegable que esta redefinición del encanto femenino es sumamente paradójica, si se piensa en los metrosexuales y otras menudencias.
Ahora las mujeres son quienes ostentan el poder y juegan a la territorialidad, mientras los hombres se ponen cremita Lancome y mascarillas de aguacate para agradarles. Un tanto extremo, si me preguntan, pero la tendencia parece ser irreversible. Es como con los alimentos orgánicos e infinidad de otros inventos de la posmodernidad. Ahora la gente rica paga fortunas para comerse lo que antes comía la gente pobre, mientras los pobres se retacan de esa comida industrializada, que antes los ricos veneraron y llenaron de dinero. Le pagamos a McDonalds para que sus dueños puedan comer en los Green Corner. Absurdo.
Aunque si me remito a mí, sé que no hay nada como una mujer peleona, con o sin mapa, pero llena de palabras. No me imagino un viaje al infierno que no implique una reflexión del mío propio. No me imagino un acto de cortejo que no suponga otorgar el poder de cuando en cuando. Quizá también soy una cucaracha kafkiana, pero las Clementines o las Claires, como la de la película de ayer (Elizabethtown, de Cameron Crowe), son algo digno de significar cualquier vida. Y más si la vida en cuestión es una maraña.
Así pues, Dante hoy viaja al infierno a buscarse a sí mismo. Ya no es Beatriz ni la forma de su cara delante del sol. Es Beatriz y sus enigmas, sus patadas, su vuelcos, su pasividad impulsiva, su te tomo para que me tomes. No me sorprende, pues, tanta confusión, tanta gente infeliz o frustrada por sus relaciones de pareja, ni tanto cansancio. Finalmente, no es fácil vencer y ser vencido en un sólo acto de voluntad. Pero hay tiempo. Todavía.
La linea que separa a un valiente de un cobarde está trazada con cinismo.
abril 06, 2006
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10 comentarios:
grandilocuente yet simple
ya extrañaba esto de ti
mis respetos y muchos saludos
"...sé que no hay nada como una mujer peleona, con o sin mapa, pero llena de palabras."
Me quedo con esta lúcida frase. Saludos.
¡Me encantó tu post! ¡La mujer o la representación de la mujer tiene muchos más componentes y es mucho más complicada (e interesante)que lo que tu acertadamente llamas "personaje femenino pasivo, dulzón y sin mucho chiste"...
¿Me permitirías poner un link de este post en mi blog?
Yo me iré al infierno a buscarme a ver si me perdí ahí la última vez que encerré a la Beatriz para que nadie la encontrara. Doble Saludo doble.
puta, grandilocuente? somnifero diria yo con razon nadie te visita y tienes que ir a hacerte publicidad en otros blogs
el muso de las mujeres incomprendidas!
Me siento triste triste. El lobo feroz piensa que, como no me gusta caperucita, soy somnífero e incomprensible. Ay, snif.
yo sólo sé que el infierno de dante es una rola de transmetal, jo...
incomprensible? ja, somnifero dije yo, pero por superficial y lugarcomunesco, nomas por eso.
Snif, snif y más snif!! Lugarcomunesco!! Auch! Viniendo de quien hace copy-paste de noticias en su blog debe ser un adjetivo lanzado con conocimiento de causa. Ay, snif. Me duele mi corazoncito. Yo pensaba que la Divina Comedia era bien original! Digo, puro lugar común. Pinche divina comedia es un lugarcomunazo horrendo. Hay que innovar en todo, eh?
Chale, mi lobito feroz, creo que te confundiste de cuento. Pareces más bien pulgarcito (pa seguir en la tónica del lugar común).
Platícame otra, ¿sale?
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