Aprender cansa. Y cansa un chingo. Y aprender, además, resulta más difícil conforme los putazos de la vida van llegando. A cada putazo uno se dobla, a veces incluso cae de rodillas. El dolor no es algo que pase como pasa la brisa. Tiene un timing propio. El dolor, nace, crece, se reproduce y muere. Qué ironía. Los sentimientos, las sensaciones, las certezas y las mentiras: todas comparten el mismo ciclo natural que el resto de las cosas vivas. (benditas las piedras, que yacen tranquilamente por toda la eternidad)
A mi me ha costado mucho aprender. Y no aprender en la escuela: eso fue una puta ganga inservible. Fue casi como comprar una lámpara en un mercado de baratijas, y luego darte cuenta, al llegar a casa, de que ni el cable, ni el interruptor, ni el foco, ni la puta pantalla sirven para un carajo. La escuela sólo sirve, generalmente, para llenar el saco de tu vida con datos inútiles y resbalosos. Recatable quizá, solo está el hecho de que haces algunos amigos. Aun si los desechas prontamente, esa interacción, aun si te llena de chingadazos, luego sirve para lograr establecer ciertas fronteras. Y no dejar a cualquiera cruzar los linderos de tu fragilidad. (Qué ironía: la amistad es como el servicio de inmigración. A unos los bota, a otros los contrata).
Mediante el supuesto amor, he aprendido las más de las cosas. He aprendido lo capaz que soy de herir. He aprendido hasta donde puedo dejar entrar las dagas de mis amores. Y he aprendido, también, como se siente cuando esas fronteras se transgreden, y el corazón se desmorona con una fragilidad estúpida e inerme. Pero también, tiempo después, he aprendido a decir, y a dar, y a callar cuando hay que callarse. Incluso, hasta hace muy poco, aprendí que de pronto hay que irse. Y que no hay que amenazar con irse ni con quedarse. Simplemente hay que hacerlo. Sin importar las consecuencias. (Qué ironía, amar es ser como las ballenas, que siempre encuentran el tiempo propicio para retozar y para marcharse hacia la calidez).
Y el odio también me ha enseñado. Me ha enseñado a mantener la calma. Y a domesticar mi destructividad lo más posible. Y también el olvido. La amnesia. Hace poco me encontré diciendo una frase estúpida: "La amnesia está siempre en todas partes para recordarnos que debemos olvidar". Y no es verdad. Recordar construye el aprendizaje. Recordar propicia el evitar la repetición. Y repetir es de imbéciles. Repetir puñaladas no sirve de nada, pues simplemente revive el dolor padecido. Y recordar lo hermoso, aunque menos dañino, tampoco es precisamente útil: O invoca la nostalgia o simplemente trata de revivir momentos que ya están en el basurero. Mejor resulta vivir. Vivir en tiempo vivencial, sin cortes, sin efectos especiales (siempre y cuando sea posible). (Que ironía: No tolero el cine dogma, pero las mejores cosas de la vida se viven así: sin trucos, sin autocomplacencias [doble ironía], sin esperanzas pendejas)
(Y si por esto te marchas, lo siento mucho. Solamente márchate entonces, aunque ni yo mismo quiera. Yo trataré de asimilar mi aprendizaje. Espero que te permitas asimilar el tuyo. Y entre lo asimilable espero que recuperes lo mucho que te amo, o, a posteriori, lo mucho que te amé)
La linea que separa a un valiente de un cobarde está trazada con cinismo.
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6 comentarios:
Llega un momento en que, cansados, nos preguntamos para que servirá tanto aprendizaje. Nos cansamos de recibir putazos para "aprender". ¿Cuando emplearemos lo aprendido? ¿Para que se aprende? Ya basta por favor, quiero ser feliz por el resto de mi vida. O no aprender y ser un ignorante por el resto de mi vida.
Por fin, volviste, tal cual.
o chinga, fue mi culpa y del mouse.
deep shit
and not the boring kind
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