Y me dejó pensando largamente.
(Luego recordé que ya lo sabía. Sí. Ya lo había escrito, cuando menos: "El único premio por recorrer un laberinto es precisamente ese, recorrerlo y ya, sin alucinar soluciones...". El amor, esa estúpida y deseable palabra, es más una senda que un destino. Si fuera en realidad un lugar al que se puede llegar, todos estaríamos terriblemente aburridos, cansados, hastiados de él. Curiosamente, el amor se resiste, repela, se queja, forcejea: hace todo para que continuemos deséandole. Nada tonto. Nada tonta esa cosa innombrable que testarudamente seguimos nombrando "amor")
Luego volteé a mi lado izquierdo y miré a Ju. Como ayer, como anteayer, como desde el origen de mis sueños, sin sonar terriblemente Ameliesco. La vi y la recordé la noche anterior, y la anterior a esa, y otras más. La vi, encendida como siempre, antorcha inmanejable, fuego renuente de su domesticación (gracias al cielo lluvioso). La vi defendiendo como siempre, peaceful and quiet según ella misma, su nada serena verdad a grito y argumento pelado. Maravillosamente beligerante y certera. Mejor que me lleve la muerte si alguna vez toqué el corazón de una mujer más cierta y más real y más despierta - me dije - y luego pensé bien de mí y me acaricié silenciosamente el corazón-antes-ruinas.
(Y no, no era mentira. Como no es mentira -tampoco- que los hombres abusamos de las mentiras constantemente. Los hombres, varones pues, somos casi siempre un manojo de miedo. Es el miedo lo que impulsa nuestras búsquedas. Es el miedo lo que atormenta nuestros encuentros. Es el miedo lo que nos mueve a evitar el amor a toda costa, y sustituir ese delirio tormentoso con sexo casual, palabras vacías y poemas gratuitos pero intencionados. Es puro miedo lo que nos significa el abandono. Miedo a no ser suficientes. Miedo a tener y a no tener esperanzas. Puro puto miedo)
No supe cómo ni cuándo, pero la conversación dejó de ser una vulgar reivindicación de las convenciones sexuales (sí, el orgasmo, sí, las vergas monumentales, sí, las chichis grandotas, sí, las posiciones inimaginables), para volverse un verdadero cuestionamiento sobre el por qué y el qué es lo que buscamos cuando buscamos a otros.
Ella, sin dudarlo un segundo, afirmó tajantemente que el amor, esa rara cosa, no tiene fecha de caducidad ni tampoco garantías. Afirmó, hermosamente también, cómo es que resulta necesario redescubrir a diario los pedazos de eternidad que nos hacen vibrar con alguien, y que esa reinvención constante es lo que seduce y lo que mantiene vivos los corazones y los fuegos, y cómo sin ese juego, el más difícil de los juegos, una relación no significa otra cosa que un delicioso guiso que se esfuma en cuanto se eructa, para luego desaparecer del mapa, aun si es que deja un sabor de boca celestial e incorruptible. Luego me miró con esos ojos silenciosos y pacíficos. Luego caí, nuevamente, muerto ante su serenidad guerrera, y comprendí muchas cosas, otra vez.
Y no es que yo callara todo el tiempo. De hecho, fue ese mismo argumento el que vociferé infructuosamente mientras nadie hacía caso. Pero ella se dio cuenta, por un momento, y luego me miró así, y luego nos besamos por un instante, gozando el que, finalmente, habíamos estado de acuerdo en algo. Y luego caí en cuenta.
Supone un trago difícil el lograr mantener su atención. Aquí no se trata de un solo laberinto. Ni yo ni ella podemos darnos ese lujo. Cada día supone un nuevo muro, un nuevo camino, un reencuentro totalmente reinventado con eso-que-creíamos-que-ya-sabíamos. Cada día un nuevo laberinto, cada día una misión suicida para re-reconocer el terreno. Una nueva seducción. Una nueva palabra y un nuevo recuento de daños y ganancias. Un nuevo juego, una nueva tensión, un nuevo motivo para odiarnos o para amarnos por instantes. Un nuevo poeta, una nueva musa. Nunca tan hacedores como ahora. Nunca un ahora tan importante y un mañana tan incierto. Menudo enigma.
Fallo en entender que ella está aquí solo porque quiere. Y que yo estoy aquí exactamente por lo mismo. Sí, lo admito, fallo como fallamos constantemente los hombres, y recurro también a las trampas del poeta. A los pequeños cambios semánticos que transforman el agua en vino, creyendo que con eso (o por eso) es que ella está a mi lado. Y aunque reniego falsamente de la esperanza (y ella también), sé que quisiera creer que pudiera pensar que podría esperar que fuera posible que mañana, o tristemente hoy, ella dejase de ser trayecto para volverse destino. Aunque fuese momentáneo. Y esto, lamentablemente, es un error. Una falta de rigor. Un tropiezo que no quiero dar.
Me niego a reivindicar una esperanza que se contraponga al juego de reinventarnos cada día. Y me niego también a reinventarme mentirosamente, porque ni yo ni ella lo merecemos. Basta de pequeños cuentos. Somos lo que somos. Si se me agota el combustible, shame on me. Si se me agota lo que soy, y no le basta, shame on her. Pero basta de suposiciones: Let's get this party started.
El amor es el trayecto: Más vale pedir un asiento con ventanas que mirar el piso todo el viaje.
8 comentarios:
Lo importante es no perder esa capacidad de amar.
La retribución del amor está en amar, no en ser amado.
La monotonía del descubrimiento diario es tolerable hasta que se vuelve voluntariamente predecible.
Entonces, el amor muere, se nos escapa, lo dejamos morir, lo matamos. Porque nadie tiene piel nueva, ni brios de estreno, ni atizamos un nuevo acometido para nuestras vidas. No. Lo que nos pule todos los días, lo que nos saca brillo, lo que nos lustra, son las ganas (las nuestras y las de la otra persona), ganas de querer estar ahí y de quedarse, a pesar de toparnos con lo predecible (que volvemos voluntariamente impredecible), una sorpresa, un incio siempre.
No se puede amar sin quedarse. Sin saber que se ama. El que dice amar sin creer que ama, no se queda. El amor no sobrevive sin voluntad. El amor no existe sin deseo.
Ser un "sí" todos los días. Y la eternidad del amor empieza, entonces, cuando nos reconocemos en un "sí" con la otra persona, cada día, cada mañana, en la cama, en la cocina. Y no hay eternidad más eterna que esa. Por supuesto, nadie quiere que el día acabe, pero olvidamos que cada día está separado únicamente por un segundo (cuando uno acaba otro empieza, casi inmediatamente).
No amar es inmoral, como diría Eliseo Alberto. Amar es un deber, es el deber más humano, el más doloroso, el más dulce, el más indispensable... Aunque amemos un segundo, aunque muramos en el intento.
salud
Amén! Tio Nasty, y salud pues.
Permiteme querido Xamiru, hacerte unos pequeños comentarios que talvez te ayuden un poco con tu Dulcinea, ya que veo que de repente se te cruzan un poco los cables...
Todo iba muy bien hasta :"Me niego a reivindicar una esperanza que se contraponga al juego de reinventarnos cada día."
Eso, todo bien, muy bien.
"Y me niego también a reinventarme mentirosamente" Ahi ya la empiezas a cagar. Si se van a reiventar a cada dia, busca en el fondo de ti todo lo que hay que reinventar para bien. Ahora es cuando, hombre! Para ti como para ella. Porque carajos piensas en reinventarte con mentiras? No que la musa inspiraba al poeta? Tan pronto se te acaba la inspiración que debas recurrir a las mentiras?
"porque ni yo ni ella lo merecemos". Un consejo: no te metas con eso de "porque lo valgo" es siempre muy polemico porque trae una carga moral muy fuerte. Si es beligerante te va a preguntar cuales son tus criterios para evaluar lo que se "merece" o no, etc.
"Basta de pequeños cuentos. Somos lo que somos". Hey, buddy! Va en contra de todo lo que acabas de decir... Aparte, esa actitud (tipicamente masculina de hecho) de decir "soy como soy y lo sere siempre" es un poco exasperante. Y mas, viniendo de un hombre supuestamente enamorado, haciendo la apología de su chava hablando de la seducción permanente y de la reinvención del ser.
"Si se me agota el combustible, shame on me. Si se me agota lo que soy, y no le basta, shame on her".
Si se te agota lo que eres, shame on you not on her. Si te ama, siempre te va a exigir mas, es parte del "trayecto". No solo vas aprendiendo a amar y ser amado pero sino que te vas encontrandote a ti mismo como base imprecindible de ese amor. Si te agotas, se agota el amor. Si no abandonas ese miedo que tienes a perderte, perder tu defensa que no es mas que una manera de no saber quien eres para estar seguro de no ser tu ante nadie, ni por equivocación jamas, para no sufrir, no seras nunca capaz de VIVIR ese amor en carne propia. Siempre será un amor de novela, un amor contado.
Hazla reinventarse tambien. Que se cuestione, que tu amor sea una inspiración para ella tambien...
Esto no es un post, señor. (Habrá Blogger que tener una diferenciación más exacta de lo que pusiste.) Éste es ¿un manifiesto? ¿una ruina? ¿una recien subespecie del hombre, con cerebro, articulaciones y todo? ¿un corazón transfigurado? ¿el ruido del silencio? ¿una víscera? Qué es esto que pusiste, porque palpita un chingo y no es un post.
chale, y yo qué hice? ...naa, forget it my darling, cierto: me desbordé un poco, pus a la chingada, ni pedo, ya pues, no lo leas, cabrón
Ya ya. Pus intentaré hacer también yo ese reboltijo. Maldita sea. Me gustó.
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