Las mordidas, los pleitos intelectuales, la eterna beligerancia, los ojos encendidos por esa certeza que aun me resulta tan incomprensible como deseable, la báscula aguafiestas, el desayuno abortado, el celular que no para de sonar, la angustia en casa, los besos entre cumbia y salsa, los casi-nada de alcohol, el vino con prisa, el dormirse tan pronto, el gato guardián, la mañana bukowskiana, la escapatoria necesaria, las palabras suaves, las miradas envidiosas, nuestros hijos que no entienden, nuestros amigos incrédulos, las advertencias voz en cuello, Nina Hagen cantando country, Julie Delpy reforzando su discurso, Kieslowski siendo poco claro, Karol Karol que no deja de amarla, un round para encontrar las palabras naturales de un guión que parece autobiografía, las historias entrecruzadas, las inevitables comparaciones, un vuelve a la vida, un ceviche (chico), agua mineral con limón, y el poco tiempo entre que despierta mi mejor ansia y tiene que irse.
Orden, orden, orden.
Diría que no quiero enamorarme, pero no puedo ser tan cínico. Nadie me creería.
Ahora, que el domingo me rescate de seguir alargando esta nota hasta desquiciarme.
La linea que separa a un valiente de un cobarde está trazada con cinismo.
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3 comentarios:
hmmm...te quedan 6 horas, 360 minutos, algo así como mil y tantos segundos de este domingo para esconder el hilo negro, ocultar el inicio del estambre, renunciar a su diccionario, mudarte sin anteojos a su cuarto, trabar la salida de emergencia, romper todos los focos de tu departamento, ensuciar los cristales por donde la ves llegar en las tardes, pulir el piso para que no cruja anunciando su llegada, tirar por la borda los botes salvavidas, si le gustan los gatos, cómprale un perro, y quizás entre tanto sinsentido, lleguen juntos, abrazados en el piso, al día de mañana.
... o aguardar, ahora sí, completamente limpio de la cabeza, con la mente clorada, sin un México-Brasil que te distraiga, sin un programa estúpido de domingo (como suele ser la tele en los domingos), sin la voz de tu madre exigiéndote favores, sin la de tu padré con sus pláticas fuera de lugar, de tiempo, de contexto, sin la voz de tus hermanos ladrando estupideces, sin la mitad del cerebro de bestia del mundo, sin la mitad de tu propio cerebro, la mitad que se dedica en pensar en ella (o en él, es lo de menos), sin las distracciones certerísimas que te hacen tocar la tierra con los pies (como si la quieras tocar, como si tuvieras ganas de pararte en ella, por favor, ¿qué ganas!), sin pretenciones de pensar, sin nada que te recuerde un lugar, un tiempo, un contexto, sin nada de nada, sin nada del todo que apesta, y darte cuenta al final, sin tu cinismo, incluso, que este pinche curso de pensar, esa maldita ratita dando vueltas, ese segundero de domingo, no sirve para nada, no sirve ni el desquicio... Ni modo, uno apesta, hiede... Uno apesta a amor, aunque no quiera, y hiede a amor... siempre lo mismo.
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Ya me siento más tranquilo.
Thnks por eso, camarada.
chale tristán, cuando más hiedo a amor es porque el desamor está llegando, augh! chidas letras
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