La linea que separa a un valiente de un cobarde está trazada con cinismo.

marzo 15, 2008

Come rain or come shine...

La vida que sigue sucediendo vertiginosa y mi hueva que no termina. Reencontrarme con amigos casi hermanos, el domingo pasado. Jugar o no jugar backgammon hasta el amanecer (para ya no jugar ajedrez). Reconvencerme de la absoluta necesidad de partir. Estar dispuesto a hacerlo, por primera vez en la vida. Tantos y tantos motivos para uno u otro post que se explicaría a sí mismo, y sin embargo, permaneciendo, acá, en la sombra de la pesadumbre.

- Pinches new ages y sus cultos raros, me cae... -
- Sí, me cae que adoptan unos cultos bien mamones... -
- Puta, pues si quieren adoptar un culto, que mejor me adopten a mí...(así o más mamón...) -

Luego el camino, que sigue torciéndose sin reparos. Now i get the meaning from "a long and winding road", a pesar de ser una rola tan pinche fresa de los beatles.


Y es que, de repente, una contestación inusitada para un acto inusitado. Y el recuerdo de cierta frase: "Si x mujer me responde o me habla, luego de lo que pasó, me cae que me cago encima..."

Y entonces, claro, como buena ley de murphy, llegas a casa luego de la semana más agitada de los últimos 4 años. Lúcido como se debe, cansado como pocas veces. Enfurruñado en la convicción de no volver a perder la cabeza por caminos que puedan ser peligrosos en función del control...Y entonces, primero te saluda la que fue la mujer de tu vida primero, y poco después, la que fue la guía y el estandarte que te quedó cuando ya no creías en cosas como "la mujer de tu vida". Y poco después, el caos total derivado de ambos estímulos...¿Cómo no quieren que me vuelva loco, si no sé dejar de querer a nadie?

***

Nunca antes me había sentido tan cerca de encontrar "el amor" (con minúsculas) que no necesita sentirse "EL AMOR" (con mayúsculas), para lograr ser "El Amor" (con todo lo necesario). Cada minuto que pasa, pasa aunque me autodesprecie. Cada etapa de la que reniego por automático rechazo al concepto de "etapa", cada trampa que solía despreciar por ser eso: una trampa. Cada vez que me he propuesto escapar hacia el mundo (que no del mundo), acaba por romperme la madre cuando la miro y la digiero sin la contaminada opacidad del que busca respuestas.

Y me hace feliz. Aunque también infeliz. Y eso es nuevo en lo que respecta a mi deporte favorito: Los 15 minutos de congruencia. Porque ahora se trata de ser congruente CON la felicidad y CON la infelicidad. Y todo, como de costumbre, termina por empujarme a la ahora irrevocable necesidad de tomar una decisión. Con todo lo que me caga (y a la vez me alimenta) el hecho de tomar decisiones...

***
Por si faltaban conejillos de indias, me confieso experimentado: Ahora sé que, apegado irremediablemente a la ley de murphy, TODO puede pasar en las mismas tres semanas.

Y no estoy exagerando, ni poniéndolo de un modo suficientemente literario como para complacer mi deseo de contar alguna historia. No me interesa contar historia alguna. Si acaso, respondo al reclamo de algún otro viejo amor que en el pasado post me reclamó el hecho de que al tipear mi dirección electrónica para este blog, sólo habían algunas conjeturas totalmente prescindibles sobre cierta película -en efecto ligera- y que me gustó porque había de gustarme. Sin embargo, todo lo demás no tiene propósito ni precedente. Y con placer admito todo aquello que resulta mágicamente improbable (como siempre que me pongo a cazar coincidencias -pétalos- en un mar de hierba -roja o verde, qué mas da- pero nunca tan coincidental y coherente como ahora).

***

La realidad es que me voy, finalmente. Me voy pase lo que pase. Obtenga lo que obtenga. Encuentre lo que encuentre. Me voy aunque Lucía sea tan Serrat y se me antoje tan mía. Me voy aunque Sandra o aunque Perla. Me voy aunque Lucía o aunque Lucía. Me voy.

Me voy porque se me antoja, primero, y porque debo hacerlo, segundo que debiera ser primero. Me voy porque ya sé que como dicta el buen cliché, me acabaré llevando los grandes pedos en la valija. Me voy porque quiero verlos salir de la maleta, enteros, y luego desdoblarse en una calle que no sea la de siempre: la condechi, como me replican algunos, o la insalvable, como me dicen y por lo que luego me abandonan otros.

Quiero ver mi maleta multiplicarse. Quiero ver mi equipaje estirar las alas y ensombrecerme los días como esos añejos pedos lo hacen aquí. Y quiero ver si sí o si no. Si Praga no me recuerda a Kafka, o sí. Y quiero ver si las uvas, o Madrid, o la desparpajada lucha entre rojos y fachas me conmueve tanto en otro lado como lo hace aquí mismo. ¿Se vale eso? Mejor ni pregunto. Claro que se vale. Y claro que lo sabré. Ahora o nunca.

Y todo esto es resultado de algunos años que guardados se vierten sobre otros años. Todo esto podría ser culpa de cualquiera. Culpa mía, principalmente. Pero esta vez, es culpa de Lucía. De la última Lucía. De cierta y nueva Lucía que cantó conmigo estrofas que tengo inscritas en las arterias y en el alma:

"No hay nostalgia peor que añorar lo que nunca jamás sucedió..."

Y con la frente cada vez, cada mes, más marchita, yo sólo me dejé enamorar por cierta noche, ciertos tragos, cierta necedad, y una confianza que parece maldita de lo buena y de lo bonita que resulta. Y de otra canción que dice lo mismo. Y que también cantamos, en la siguiente -buena- cita:

"No hay nada más bello
que lo que nunca he tenido.
Nada más amado
que lo que perdí.
Perdóname si
hoy busco en la arena
una luna llena
que arañaba el mar..."

¿Cómo no enamorarse luego de constatar semejantes coincidencias? Y cuando digo enamorarse, hablo nuevamente del amor, y no necesariamente de Lucía. Porque ella no me necesita, ni me pide, ni se marchita sin mí, ni yo sin ella. Pero tras ella está esa cortina, esa neblina, esa perturbadora sabiduría que me recuerda y que me replica que debo de irme. Irme a dar la vuelta alrededor de la cuadra. De cierta cuadra. De una nueva cuadra. Donde no se valen las excusas pero se quieren y se merecen las entrañas.

Luego dijo: "hay que ser más quijotesco, y menos sanchopanza". En mi caso es hasta irónico, considerando mi panza, mi sancho y mi escaso quijotismo. Pero no por ello fue menos pertinente...

***

Ella no está hoy y quién sabe si leerá algún día esta improbable pero inconfundible declaración de Amor. Que no de "amor". Ni tampoco de "AMOR".

Me siento impelido a proseguir con ella (con la declaración, vaya), pues de partir ya se me han escuchado muchas buenas intenciones, pero nunca una convicción como la de ahora. Y también a Daniela tendría que agradecerle, a pesar de que diga que es "lo mejor que me ha pasado" y luego suavice su comentario con un par de perdigones que sólo hieren a quienes se dejan.

No importa. La convicción es la misma. Es la hora, ahora. Son las once.

Y once upon a time, i had a dream...



Y mañana continuaré con mi esclavitud, seguro, pero ya tiene cuenta regresiva.

Tal vez no la próxima, ni la que sigue. Pero muy pronto -eso seguro- escribiré desde otra colina, en otro monte, en otra geografía. Y seguiré igual: perturbado y ocurrente. Pertinaz y displiscente. Imbécil y fugazmente certero. Como suelo escribir desde el suelo de siempre.


Pero será desde otra parte. Y no desde la costumbre. Y no desde la ensoñación que me acostumbré a vivir siempre.


Y ya, basta. Dejo las promesas para otro día, y los besos para quienes los merecen. Y desde luego, las canciones. Las canciones para quienes las decían y las cantaban. Canciones como Lucía.

Lucía.


Si alguna vez amé,
si algún día
después de amar, amé,
fue por tu amor, Lucía,
Lucía...

5 comentarios:

Hector dijo...

"spread your wings and fly..."

Nebe Gebhardt dijo...

Las patologías encadenadas de forma funcional configuran lo que solemos llamar amor.

Loana dijo...

No se deja de querer, el que cree que aprendió eso está equivocado. Y lo frmo con sangre, con toda.

Anónimo dijo...

Acabo de leer, sí no fue tan improbable... sigue volando una canción, yo quisiera que no te fueras. Tal vez es que no entiendo bien de qué hablas cuando a irte te refieres.

Lucía Malvido dijo...

Hola extraño. Iba a dejar un comentario de todas formas. Me gusta la manera organizada y en ocasiones incluso bella en la que describes el caos de lo tuyo y de lo de todos. Iba a dejarlo de todas maneras hasta que llegué al post donde aparece Lucía y bueno... yo me llamo Lucía.
Una vez conocí a una chica que después se volvió mi mejor amiga. Ese extraño día en que nos topamos, fuimos a su casa y me presentó a su mamá que era fan de Serrat. Me presenté con ella y durante varias semanas me llamó Penélope por mero acto fallido. Lo recordé porque a pesar de que yo no soy fan de Serrat, Penélope se va, como tú. Y como yo que no paro de irme nunca. Voy a poner un vínculo desde mi blog hasta el tuyo ya que me gustó estar por aquí. Si tienes algún inconveniente avísame y pásame a visitar.
=)! Lu