La linea que separa a un valiente de un cobarde está trazada con cinismo.

julio 05, 2007

Amor y odio.

Post político aquí.

Por muchos meses me he encontrado carente de cualesquiera reputísimas ganas de escribir y/o seguir narrando mi vida en este lugar. Mes tras mes cada idea me sigue pareciendo prescindible y estéril, al punto de que incluso comulgo con mi cotidiano detractor en lo que se refiere a lo poco que importa el que diga lo que digo. No más.

Hoy tengo que confesar, y para ello tengo que apegarme a la "necesidad confesional del hombre occidental" (concepto que leí esta mañana y que me pareció por demás pertinente y cierto), y -para ello- ahora que, otra vez, me decido a confesar, tengo que hacerlo bien y de buenas. ¿Y por eso, necio, me pregunto: Cuándo mejor que ahora?

Confesaré, entonces. Admitiré lo que ya otros han evidenciado como inexpugnable y dejaré de hacerme partícipe y pendejo de la simulación de lo contrario. Hablaré, pues, de cómo la gente suele odiarme o adorarme, la misma cosa, la mera neta, y que pasa siempre y cada vez. Juro que no es narcisismo, del malo o del bueno. Simplemente así sucede.

Y es que eso sigue sorprendiéndome. Siempre y en cada oportunidad. Y es que también he de admitir que tan sólo apenas hace pocas noches fue que aquella realidad alcanzó a -realmente- colarse entre mis nociones de la vida cotidiana.


Porque sí. Porque la neta es que desde que tengo noción, la gente suele amarme o despreciarme, pero nunca lo contrario. No soy de esos seres casi prescindibles a los que la gente ubica en un justo medio. A mí, por lo regular, me odian o me quieren. Y yo, igualmente regular, casi siempre hago lo mismo. Y disfruto siempre del gran juego que me brindan los extremos de la vida: sublime o asqueroso. Notable o pendejísimo. Entero o en pedazos.

Y cuando más lo creía una característica única y propia de mi vida virtual, más han llegado los detractores fantasmagñoricos a empujar su desprecio frente a mi cara. Ya no es sólo una cuestión de amar o ser amado. Ya hasta los que no me conocen (realmente), se toman las libertades de escupir sus improperios, in a daily basis, o sea, diariamente, y persisten bien jocosos y apestando este despreocupado pedacito de autocomplacencia que, libremente, resulta ser mi blog. Y muy a su pesar, les sigo disfrutando (sí, a ellos). Y siguen alimentándome sus atenciones obsesivas y sus tristes anhelos. Y siempre prosigo con mi vida, de buenas a primeras. Y siempre sigo contemplando esa vida, la misma y la mismita. La que desde aquellos dos extremos he contemplado por siempre. La vida en la balanza. La vida bella y sin desesperanza.


+++

Adórame, sí, y si no, ódiame. Pero nunca te quedes callado. Prescinde de prescindir y regálame una reacción. Vuélvete reaccionario. Y luego date las gracias a ti mismo, que yo, por mi parte, ya te las estoy dando (las gracias, y nada más).

En menos de un año hoy me siento complacido y satisfecho por las dos grandes parejas que presenté entre sí hace unos cuantos pocos años. Una, hoy, está a sólo cuatro meses de parir a su primer hijo. La otra, igual de buena, está aún debatiéndose entre procrear o escaparse del mundo. Y sé muy bien en qué terminará la cosa. Maravilloso alivio. Tan bueno que es capaz de soportar cualquier rebeldía.

Y entonces sí: ámenme y si no, ódienme. Estoy preparado para lo que sea. Llevo estándolo desde siempre. Toda la vida me he cimbrado frente a lo hermoso, al tiempo que me revuelto frente a lo catastrófico. No me hace falta validación. Esa ya la tengo. Y la tengo gracias a que no requiero risas ni tampoco vómitos. Yo sí estoy aquí. Y en el aquí están siempre los que quieren estar aquí, conmigo. Y los que no, pues no.


Y que el amor pinte siempre el impoluto reino de las debacles.


Y más nada.


XDDDDDD

3 comentarios:

Rahvi dijo...

Caramba master, yo me limito a decir que disfruto leyendo tu blog.

Plaqueta dijo...

Chami, yo te amo. Urgen unas chelas y alcoholes y sustancias varias y chismes y blah.

Besos besos.

Anónimo dijo...

Vive sin drogas.