Ni hablar de las sociedades patriarcales, del poder de la televisión, del machismo y la vuelta a la inquisición. Ni hablar de México como un país retrógrada, oscuro y oscurantista, de antorchas y cristeros, de ignorantes y manipuladores que hoy salen por docenas a la calle a tratar de quemar ideas ( aunque como dice la canción, menos mal que los fusiles no asesinan las palabras...).
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Ni hablar de los caricaturistas que comparan la despenalización del aborto con la era del terror de Robespierre (a.k.a. el patético de Paco Calderón). Ni hablar de las señoras con mucho tiempo libre, vestidas de blanco y acompañadas por su séquito de trabajadoras domésticas, acudiendo a marchar en favor "de la vida". Mientras más experimento vivir en este país, más se me antoja ser una mancha de óleo o de mugre en alguna pintura violenta de Jackson Pollock.
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El ajedrez estuvo fantástico. Aguascalientes no tanto. Hordas de mujeres preciosas, o por lo menos más guapas que el promedio nacional -por mucho- pero que no miran a los ojos. Es raro ver mujeres tan guapas con pudor de mirar a los ojos. Y esa escasez de hombres. No me sorprende que falten varones en ese pequeño pueblito (porque eso es lo que es, en realidad), si casi 4 millones, de acuerdo a las últimas cifras, se fueron a Estados Unidos durante el sexenio foxista. Eso sí, Aguascalientes, como buen estado del bajío mexicano, sigue creyendo en la iglesia católica y sus cristerías manipulatorias. Sigue votando por la derecha medieval de México y sigue contento de mantener solas, aburridas y desamparadamente guapas a sus mujeres. Y ellas, contentas por no conocer mejor, van por la calle del brazo de sus madres, cuando son pequeñas, o cargando hijos apenas cumplen los 18 años. Me quedo con el ajedrez.
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Y es que, en México, es ese el punto. La derecha que se ostenta como una facción política con visión "moderna" no es más que una cortina de humo para el cobijo clerical de los otrora conservadores y antijuaristas. Es curioso como, en apenas un siglo y medio, liberales y conservadores forman parte de las mismas filas y ni siquiera les importa o se percatan de ello. Los curas marchan por las calles de México. Los curas marchan por las calles de Reforma, llevando -encadenadas a su grisaciedad- a cientos de monjas que sólo sirven para atenderlos. Los curas marchan por reforma junto a las señoras de sociedad, cuyas sobrinas, hijas o hasta ellas mismas se han practicado un aborto en alguno de los "mejores" hospitales del país, o incluso en Houston o Los Angeles, so pretexto de ir de shopping a los "esteits". Los curas marchan empuñando sus antorchas ideológicas medievales, incapaces de entender que el neocórtex de un embrión no se desarrolla hasta después de la doceava semana de gestación y que -por ende- no tiene conciencia de ser ni siente dolor, o ninguna otra cosa, para esos efectos.
Los curas de México marchan una tras otra las esquinas de Reforma, calle principal de la capital, y en esos semáforos hay un niño. No, hay docenas. No, hay cientos. Cientos de niños cubiertos en mugre. Niños producto de violaciones callejeras, madres que les abandonan, padres pobres, niños que viven en la calle, hacinados, vendiendo chicles o haciendo jueguitos con un culo enorme hecho con un par de globos descomunales, y una máscara de Salinas, Fox y hasta el Peje, en el cruce peatonal, por un par de monedas. Niños muy deseados. Niños con mucha vida. Con una VIDA fenomenal. Niños que quizás deban quitarse esos globos de encima del culo y habrán de vender, pronto, el verdadero. Todo por un pedazo de pan, un poco de resistol, algo de aguarrás. Niños muy deseados -sí- pero por los curas.
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En México se realizan cientos de miles de abortos por año. Muchos de ellos ocurren bajo extorsión médica, en clínicas clandestinas o en consultorios de primer nivel, pero siempre con la presión y el miedo inherentes al procedimiento, todos ellos volcados sobre la mujer que muchas veces resulta una pequeña niña o adolescente que tuvo una relación sexual sin protección -por falta de información, o por exceso de calentura, o por que tuvo la desgracia de meterse con un hijo de puta, o porque la violaron en su propia casa, o en su propia escuela- o una mujer mayor, o una mujer de mediana edad, pero SIEMPRE, SIEMPRE, una MUJER. Nunca un cura, nunca un violador, nunca un pederasta. Siempre una mujer y siempre el miedo. Siempre la preocupación, siempre la tragedia personal, porque, contrario a lo que piensan los muchachos de PROVIDA y su huestes de la estupidez, las mujeres que abortan no van a estos lugares con una sonrisa y salen brincando de gusto. Es siempre una tragedia personal la que acompaña un aborto, y a las mujeres que lo padecen suele tomarles tiempo el superar las otras secuelas. Aun cuando se trate de un aborto necesario médicamente, no suele serles fácil ni conozco una sola que lo considere como un práctico método anticonceptivo. Alguien debe entender que es muy caro y doloroso en comparación con el resto y que ninguna mujer es tan estúpida para considerarlo deseable o -vaya- siquiera práctico.
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Asi que el que sean los hombres quienes deban decidir u opinar me resulta más y más curioso. Yo lo hago sencillamente porque detesto a Jorge Serrano Limón y su hipocresía, a Provida y su triple moral, y -finalmente- a la iglesia católica y su invariable necesidad de meter las manos donde no le corresponde. ¿Qué autoridad moral tienen los curas, los obispos y los cardenales para opinar sobre sexualidad, cuando las pruebas y la historia nos demuestran que no sólo no saben del tema, sino que parecen tener muchos problemas enfrentándolo? ¿Qué autoridad tienen los curas para hablar de su amor por la "vida" mientras se comen un pedazo de vaca MUERTA? ¿Y la vida de las mujeres que deben abortar, no importa? ¿Y la vida de los niños que no tienen para comer, no importa tampoco? Su concepto de vida es tan restringido como su sinápsis neuronal. Vida es sólo la humana y -de entre esta- la de sus feligreses. Toda la demás "vida" puede obviarse o considerarse "daño colateral".
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Si la vida se tratara nada más de vivirla. La vida es una palabra muy grande para describir un proceso que suele ser por demás largo. Pero no, no es sólo cuestión de vivirla o sobrevivirla. La vida, y el respeto a ella, tiene también que ver con las condiciones en las que la gente puede transitar en ella. Y la iglesia, con su noción de pecado, y el estado neoclerical-liberaloide en el que vivimos, con su discreto pero sostenido apoyo a la iglesia y sus fundaciones promotoras de la pobreza y la ignorancia perpetua, no están ayudando ninguno a que la vida de sus huestes sea mejor. En el caso de la Iglesia, me importa un rábano. Soy un feliz satánico agnóstico olvidado de Dios y mi única capilla son los abrazos de la gente que quiero y de las mujeres que me han entregado su corazón o su cuerpo. En el caso del gobierno, debe importarme, pues -por desgracia- sí tiene injerencia en los límites a los que se supedita mi actividad privada y pública. y por ello me permito escupir en su falta de integridad, secularidad y objetividad pública. Si la Iglesia prohibe el aborto, que sus feligreses la atiendan. El resto de nosotros debemos tener resguardado el derecho a discrepar. Y las mujeres, por sobre todos los varones que opinamos por motivos políticos o sentimentales, son las que deben poder decidir sobre el destino de su cuerpo, pues una célula no tiene conciencia de ser. Ni tampoco muchas. Un dedo no decide. Un embrión no tiene conciencia de ser hasta la duodécima semana, y admitir lo contrario es casi como decir que un hombre en estado vegetativo, dentro del cuerpo de su madre, merece ser mantenido vivo por el capricho de los demás.
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Finalmente, el terror. El terror en la televisión, en la calle, en todas partes. Siguiendo la clara línea que llevan manejando desde hace un par de años, los mochos y los cristeros en el poder corporativo y político han abarrotado las calles con sus mensajes de miedo. Los violadores tienen derecho a ser padres. Los niños tienen derecho a vivir una vida miserable. Las mujeres tienen derecho a morirse por un aborto mal practicado, mientras sus hijas se los practican a sus espaldas o a sabiendas en algún hospital de Miami. Terror puro. Y tras el terror, el chantaje. Y tras el chantaje, el gran imbécil de Chespirito, profundo ideólogo del Panismo contemporáneo, y su mujer (ex-amante) Florinda Meza. Y lo más deprimente, pensar que estos anuncios televisivos pueden tener una repercusión (como ya se sabe) en la mente de los mismos ignorantes que ha formado el estado mexicano durante décadas. La gente que no recuerda a Gómez Bolaños (Chespirito) y las andanzas sexuales que tuvo -adúlteramente- con Florinda Meza durante años. Y cómo dejó botada a su mujer y sus sepetecientos mil hijos. Y cómo todo eso nos importa un pito, igual que su opinión sobre el aborto y las buenas costumbres, y más aún, la política nacional. Chespirito, el ideólogo de Felipillo, es -trágicamente- el verdadero presidente de México.
¿Y ahora, quién podrá ayudarnos?
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Hay que proteger a los inocentes. Hay que dejarlos impolutos. Tienen que vivir cuando menos 5 o 6 años y mantener la carne firme y fuerte. Pues es cuando más los desean estos, nuestros queridos curas.
La linea que separa a un valiente de un cobarde está trazada con cinismo.
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6 comentarios:
Standing ovation.
Texto que se me antoja redondo como un vientre, doloroso como una contracción, real como un llanto a las 3 de la mañana: HAZME UN HIJO!!!
Al rato te paso una caricatura para ilustrarlo... el texto no la manufactura del crío.
Besos!
ojala que las iglesias, provida, el pan y compañia dejaran de ser tan retrogradas y aceptaran que la legalidad no hace al aborto obligacion...
Sigo siendo tu fan incondicional, me cae.
Gran texto, mi estimado.
Eres un gran escritor y un gran pensador, tu opinión vale mucho la pena ser leída.
Un abrazo.
Jajajaja
Excelente entrada tocayo, pones los puntos sobre las ies.
Especialmente en el énfasis que pones al decir que el aborto es cosa de decisión de la MUJER y en el patético de Chespirito.
Saludos
Juan Carlos Bujanda
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