Llegas a donde sea que no habías ido. Escuchas:
- ¿Y qué carro traes ahorita, goooey?
- Pues el mismo, la neta. No he podido cambiarlo.
- ¿Neeeetaaaa?
- Sí, gooooey, no lo he podido cambiar.
- Uta, pos yo ya no tengo el Alfa Romeo de mi mamá, goooey, lo choqué mal pedo.
- ¿Te caaae, goooey?
- Síca. Me caeca. Lo choque mal pedo y maté unos pobre goooeyes ca.
- Chale, goooey. Qué mal pedo.
- Sí, la net. Ochenta y cinco mil varos cash. Estuvo del nabo, ca.
- Chale. ¿Neta? ¿Ochenta y cinco, goooey?
- Sí, goey, estuvo cabrón.
Y estás en un lugar donde a diestra y siniestra hay mujeres que no sólo se ajustan el estándar de deseabilidad de los mortales. Están mucho más allá. Están más buenas que el propio concepto de buenez. Senos desbordantes, ojos que pictóricamente alcanzan el infinito, nalgas que no sólo llaman la atención: Ladran por ella. Todo envuelto en una atmósfera bella y tecachamalquera como la que provee el "Pos no hay pedo goooey".
Y yo, primera vez ahí, estoy de espectador. Incrédulo ante conversaciones como la anterior. Emputado frente a los mismísimos alcances del vacío burgués. ¿De verdad los niños bien hablan de tanta pendejada? ¿Y de verdad sus amigos bien se interesan? ¿Y a poco también resulta verdad todo ese hacerse pendejas que practican las niñas que llevan los niños bien? ¿Es el mundo tan absurdo como eso?
Hoy, ahí mismo, la luz se fue tres veces. Con todo y que era un bar de moda, no había la más mínima luz de emergencia (ni el mínimo no-break, pobres pendejos principiantes) para respaldar el imponderable de medianoche. La luz se fue y se fue. Las cuentas seguían ahí. Los participantes de la peda también. ¿Se puede ser tan pendejo como eso?
Y, digo, como mera acotación, el puto bar es, al menos parcialmente, una propiedad de Crispin y Rawdon. Pa quienes no lo conozcan, digamos que son los Reyes Midas de la Condechi. Antiguos dueños del Colmillo. Actuales dueños del Blackhorse, el Capicua, el Prima, y, vaya sorpresa, también del Tiki Bar. Por lo tanto el lleno total no era sorpresa alguna. Las mujeres de revista tampoco. Los hombres deliciosos mucho menos. Todo se ajustaba, finalmente, a la normalidad que implica un antro de Crispin y compañía.
La cosa es que era mi primera vez ahí. Como sólo dos veces he estado en el Blackhorse. Como sólo tres he aguantado el Colmillo. Y en todas las ocasiones ha sido el voyeuriusmo lo que me ha mantenido aguantando tanto tiempo. Y esta vez también. Y esta vez, tratándose de las once y pico de la noche, repleto de hueva, decidí con mayor énfasis participar de mi propio experimento antropológico. So what.
Y escuché mamadas como las que ya reproduje. Y escuché otras peores. Pero de pronto, de la nada, se fue la luz. Alguien cantó las mañanitas lo suficiente hasta que la luz volvió. Y entonces continué con mi voyeurismo antropológico.
Luego la luz se volvió a ir. Y se fue justo antes de que había mirado varias veces a cierta mujer de pelo negro, corto, bello, y con ojos negros, largos y bellos también, sin que eso supusiera nada más. Sólo la miré. No esperaba nada en absoluto. Y nada pasó.
Pero entonces me senté junto a ella, y ella era más frágil que supostura. Ella era ella y se justificaba tras algunos mezcales. Y yo me justifiqué tras mis vodkas o mis nadas. Pero no. Había mucha historia para discernir. Y, sin más, me propuse discernirla. Y lo hice.
Y no sé dómde está. Y quisiera.
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La linea que separa a un valiente de un cobarde está trazada con cinismo.
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3 comentarios:
Ese ambiente da mucha gúeva, yo creo que sólo los humanos de sexo masculino le hallan lo agradable. Buena suerte buscándo a tu mezcalera ;)
The end.
que bonito esutudio antropologico. dijiste todo. y no puedo tolerar que solo cuesta 85 ks matar gentess y salir y ya. que pais. bueno, al menos se les jue la luzz.
pero aparte de todo eso, crispin es kinda cool, y me presento a sus papas. osea, quiero abuelitos asi de cool, que incongruencia.
howzlls
No seas gay y gruñón. Además, los fresas también lloran.
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