En estos días de ondas invernales, en estos días de témpanos y calles atestadas de compradores eructando navidades; en estas semanas de frío y frío venidero, es cuando más solitarias se sienten las sábanas de camas como la mía. Habitadas sólo por uno.
No por nada tanta gente se suicida en Diciembre. El patético sueño capitalistoide tercermundista y judeocristiano hasta la médula de hielo: la navidad, explotada en todas sus posibles y descarnadas fórmulas publicitarias (y que además tengo que estudiar for a living) sólo sirve como un contrapunto infernal para los que anhelan calor, caminos en común, algo de humo y vapores ígneos, o al menos un poco de sudores compartidos, un pinchurriento calentador eléctrico o cualquier otra extravagancia de la carne. No por nada muchos meten la cabeza en el horno y se dan muerte. Hacen demasiado caso a la vida que no tienen.
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Yo, por otro lado, me encuentro sólo. Sólo luego de toda mi vida. Sólo luego de pocas pero muy distintas compañías. Mujeres de fuego, mujeres de nieve, como diría la cursi trova. Mujeres de carne por sobre todo. De conflictos, como yo mismo. Mujeres de las que me arrepiento y de las que no. Mujeres que me han entregado sus días y sus pestañeos durante largo tiempo, o durante unos segundos. Mujeres todas irrepetibles y por las que he aprendido a estar sólo y tranquilo justo ahora: no pienso ni por un instante en meter la cabeza en el horno de la insatisfacción.
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Y aunque en horas como esta, en plena madrugada, y en días como estos, llenos de trabajo y terapia ocupacional para la supervivencia, mi cama pida a gritos otras tripulantes, compañías y tonalidades, yo abandono los lamentos. Sólo me cubro con todas las cobijas a la redonda y trato de soñar. Cosas diferentes. Tiempos nuevos. Viajes a lugares que quiero conocer antes de estacionar la nave y convertirme en musgo. Mapas y buques y huracanes deleitables.
No es que no quiera morder algunas bocas esta misma noche, o la que sigue, o la que sigue. No es que no tenga ansiedad de quitarme el frío a como dé lugar. Pero también estoy cierto de que no es momento para naufragios. Y mucho menos se me da rentar lanchitas en el lago de chapultepec, para subirme una hora y luego olvidarme de la travesía antes de que anochezca. No tengo prisa. Ni chinampas, ni trajineras, ni buques pesqueros. Vaya, ni el mismísimo crucero del amor me conmueven un bledo. Hay que ahorrar para un hidroavión mejorcito que el que se despatarró en Miami.
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Hay una llama gélida. Un pebetero helado que me mantiene incandescente y muerto de frío. Las manos entumidas, pero el corazón fortalecido. Seguro de que no hay que buscar nada fuera de mí. Nunca hay nada que buscar allí. El mundo ocurre fuera de uno, pero uno es el que transita sobre él. De mis pasos me ocupo ahora. Pasitos sobre la nieve que nunca cae en ciudad esmog, pero que, por lo pronto, parece atestar las calles y entumecerme los dedos, al punto de no necesitar estirarlos para sentir cómo me congelo lentamente. Y podría decir que incluso lo disfruto. Es una de esas sensaciones viejas que parecen nuevas bajo otra luz, bajo otra flama.
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Me siento fuerte. Sobreviviré a esta pequeña era glaciar como un eslabón perdido metido en su bloque de hielo. Ya vendrá el tiempo en que la llama gélida despierte, y se sacuda dentro del iceberg, derritiéndolo todo. El trópico se habrá dado una vueltita por el iglú y me descongelará. Mientras soñaré -sonriente aunque muerto de frío- dentro de mi solitario cautiverio.
La linea que separa a un valiente de un cobarde está trazada con cinismo.
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4 comentarios:
queridisimo xami, escribiste tan bonito esto, pero ni hace tanto frio! nos urge beber mezcales en la botica de campeche.
saludillos pillos
puto mínimo contestale a tus fans juar juar
No se, cada año es peor, el antepasado el camino a los 30 y el desmadre de la Valkiria, el año pasado mi segunda y terminante y angustiante parte con la Valkiria, este, sin la Valkiria definitivamente, al menos este año dormiré solo como los años anteriores, como cuando a las 8 PM me ponía mi pijama y decia a mis padres que el cambio de año era una patraña, me iba a dormir, solo a dormir. Ahora pienso que ya que no puedo dormir hasta debería tomarme un vino esa noche, nel no me dejaré convencer de que el año nuevo es una oportunidad de iniciar de nuevo, para que el inicio solo se da una vez, el resto, repeticiones, el resto muerte.
No meteré la cabeza al horno, porque nada más es una noche donde no hay nada que hacer en la calle pues todos festejan el inicio de algo, ¿de que?, ¿del año?.
Pues deberiamos tomarnos unas chelas antes de que termine el año.
circulos, espirales; una y otra vez recorriendo el mismo camino.
hay que sacudirse la inercia y esforzarse por reinventarse a uno mismo, por re-crearse, para ello hay que ser más fuerte que las fuerzas de gravedad del espiritu, que siempre empujan a lo ya visto, lo ya pensado, lo ya vivido...
feliz invierno. que se prepare, pienso exprimirlo.
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