¿Cómo es que podemos pasar por la vida reparando únicamente en las cosas que consumimos? ¿Desde cuando el beber Coca-Cola tiene el derecho a definir lo que somos? ¿Cómo es posible que, utilizando las portentosas herramientas de comunicación que nos trajo el siglo XXI, lo único que sabemos decir es cuánto amamos consumir tal o cual cosa, o cuánto amamos a las propias herramientas?
Tengo cerca de un año utilizando el dichoso Twitter. En principio, me resultaba absurdo. Inútil. Absolutamente prescindible. Y aunque durante los primeros meses tenía en "mi red" sólo a gente que conocía en el "mundo real", usar la susodicha herramienta era más bien una excusa para el ocio. Un lugar para compartir con amigos "reales" cualesquier pendejada que estuviera haciendo en ese momento, o el chistorete espontáneo que acababa de surgir en alguna conversación que sí me estaba haciendo reír en la dimensión humana.
Por diversos azares me hallé añadiendo nuevos personajes. Y de entre toda la incontable paja que todavía hoy mantengo en mi "timeline", aparecieron -como siempre- algunas gemas. Individuos que no solamente malgastaban su día "chateando" en lo que termina siendo un gigantesco chat globalizado al que no entras y del que no sales. Esto último me quedó clarísimo cuando un muy apreciable conocido preguntó, en su primer día, que "cómo cerraba esta cosa". Ahí me descubrí diciéndole: "Tú tranquilo, esta madre no se cierra ni se abre...nadie sabe si estás o no estás realmente ahí..."
Con todas las implicaciones que esto último tiene en la supuesta herramienta de comunicación que resulta bien-o-mal ser Twitter, hoy me descubro asustado de lo terriblemente real que este hecho resulta. Twitter no es un chat porque su chat-room es el mundo tecnificado. Y los Twitters no son chateros porque nadie tiene una lista de nombres avisándole si están ahí, si medio están, si están "nomás milando" o si se acaban de morir atropellados por un autobús. Exactamente igual de terrorífico e impredecible que el mundo "real", sólo que en voz alta.
Es así que Twitter resulta una gran humareda. Miles -o probablemente millones, ya para estas fechas- de "personas" virtuales soportadas -casi todas- por personas "físicas" (y no en el argot tributario, sino en el literario). De entre todas ellas, uno mismo. Uno y su creciente o decreciente lista de followers. Muchos, tristemente, pensando en voz alta la mayoría del tiempo:
- Tengo hambre
- Él debería de llamarme
- Eso también.
No es que sea yo quién para decirlo o que el "mundo" (de Twitter) esté para escucharlo pero hacer públicas tus pulsiones vitales, sin otra intención que la de otorgarle validación a tus pensamientos a través de su exhibición pública, es absolutamente pendejo y prescindible. Y es, además, sintomático de lo que ocurre al mundo en la última década: La posibilidad que nos otorgan las nuevas herramientas de comunicación para ser "escuchados" (o entendidos, o leídos, etc.) no es un bien en sí misma. Esto se hace aún más evidente en las mal llamadas "redes sociales" y en los inacabables gadgets que se idean y producen todos los días, para estar cada vez más cerca de ellas. Aún cuando -ilusoriamente- nos hagan sentir más cerca de "nuestra gente", cuando la geografía no lo hace propicio.
Lo único que ha hecho patente este novedoso poder de lanzar oraciones al poblado viento de la información, es que son muy pocas las personas que tienen "algo" que decir. Y no me atrevo a asegurar que cada vez sean menos, porque -quizás- lo único cierto es que la posibilidad de saber lo que la gente dice sólo hace evidente una realidad que por siglos había permanecido silenciada por la inaccesibilidad de los medios de comunicación, y que es algo muy simple: La gente es pendeja. Hoy simplemente es pendeja Y ruidosa. Y su ruido se entreteje vertiginosamente hasta convertirse en vanguardia. Y entonces, le ponemos Twitter al niño. Santo remedio.
No me detendré demasiado en enumerar la cantidad de vaguedades que se dicen a diario en Twitter. Los estereotipos son pocos, sin embargo, y como parte del medio me tengo que colocar en alguno de ellos, para no pecar de "larger than life" (aunque con mi panza bien podría). Digamos, a grandes rasgos, que los tuiteros se resumen en las siguientes categorías:
- El hermenauta (que no hermeneuta) de la pendejez: Dícese del grupo más grande de Twitter. Ellos dedican el 90% de sus aportaciones al "pensamiento básico en voz alta". El hambre parece ser tan cruenta en este casillero, que uno podría creer que viven en Ruanda, si no fuera porque tienen computadoras y luego "bajan al OXXO" a saciarla.
- El "Compro, luego soy": En este lugar encontramos a un gran número de chavitos bien adoctrinados por la publicidad, y que gran parte de lo que comparten es su amor por el innumerable cúmulo de productos y servicios que facilitan su existencia. Cocacolas, cervezas, perfumes, grupos de rock, gadgets re-innovadores y escuelitas que pretenden ser universidades son sus temas favoritos.
- El "Mi relación tortuosa es TU relación tortuosa": Aquí encontramos a un gran grupo de seres que, incapacitados para actuar o tomar decisiones en sus relaciones interpersonales, se dedican a publicar sus dudas, satisfacciones y desagrados emocionales, sexuales o familiares con el resto del mundo. Entre sus miembros se cuentan muchos gays de clóset, bisexuales necesitados del show-off y heterosexuales altamente frustrados. De cuando en cuando son divertidos.
- El "Computín rabioso": Acá fácilmente ubicamos a muchos de los primeros usuarios asiduos de Twitter. Aunque mucha de su comunicación gira en torno a plataformas computacionales que ni su puta madre entiende, de repente se vuelven humanos y -a veces- hasta resultan agradables.
- El "one-hit-twitter": Grupo por demás copioso en el que hallamos a mucha gente que no entendió un pito de cómo usar el twitter o simplemente le pareció inútil porque no supo añadir a sus amigos. También aquí aplican todas las cuentas "temporales" que generan los políticos, los "famosos" y los restauranteros de tlalpan que fueron estafados por el siguiente grupo.
- El "Experto en Social Media": Este muy particular grupo de engendros está conformado por seres cuya vida real suele ser bastante pusilánime. En retorno, su vida virtual es copiosa y excitante. Su conocimiento -casi siempre- apenas mayor a la media de Twitter y otras herramientas virtuales los lanzó en una búsqueda frenética de identidad. De ahí que ejercen como "gurús" para muchos, a pesar de que el 98.5% de todo lo que "tuitean" está, absurdamente, relacionado con Twitter o cualquier otra "curiosidad" virtual. Son particularmente patéticos pero -en algunos casos- logran convencer a muchos incautos de que saben "algo" acerca de lo que sea.
- El "Nihilista codependiente virtual": En este heterogéneo grupo se encuentran los contados personajes que no dependen pero sí dependen del medio para lanzar su mensaje. En su favor podemos decir que TIENEN un mensaje y que el mensaje en cuestión no siempre redunda en el medio, la coca-cola o su vasto conocimiento sobre nada. Son capaces de mostrar distintas caras según su estado de ánimo, lo que los hace menos robóticos y lineales que el resto, aunque de pronto abusen del medio y terminen exhibiendo cosas que ni sus mamás hubieran querido saber. Su principal valor es que, sin dejarlo, de cuando en cuando saben despotricar del medio. Y que, cuando quieren, pueden ser todos los anteriores sin dejar de ser ellos mismos.
No hace falta que diga en cuál de los estereotipos me ubico a mí mismo. Y no hace falta tampoco decir que el resto de los usuarios de Twitter, son simples "bots" programados para venderte al partido verde, las chichis de Britney Spears, algún tipo de noticia inútil o todas las anteriores.
Tampoco profundizaré sobre lo absurdo que me resulta notar cómo tanta gente deja de ser gente si no la conforman sus consumos. Desde el ejercicio frenético hasta la Coca-Cola que llueve clichosísimamente (sic) sobre sus bocas abiertas. Desde su profundo sentido de la bisexualidad, entendida como una moda que hay que exhibir torpemente, hasta su profundo amor por McLuhan y el medio (Twitter) que se superpone al mensaje (Propio).
Alguien debería decirles a todos ellos que la Cocacola es rica y nada más. Y que ser bisexual está chido si no necesitas que nadie lo valide. Y que el medio no es el mensaje. Es meramente el masaje. Cuyo final feliz -o infeliz- pones tú mismo. Si puedes.
Y ya. Snif.