La linea que separa a un valiente de un cobarde está trazada con cinismo.

agosto 30, 2008

Llámenme mierda...

Y es que en verdad, me vale madres.

Yo sigo sin entender un carajo de este lugar en el que vivo. Menos aún, a escasas horas de que 100 mil millones de pendejos se vistan de blanco para marchar en desprecio a la "inseguridad pública" de ese país en el que dicen vivir.

¿Y por qué es que me atrevo a ser llamado mierda? Porque, sencillamente, ni medio cabrón del que se decida a marchar mañana tiene la menor idea de lo que produce la inseguridad pública a nivel mundial. Son todos una bola de clasemierderos aterrorizados por el culto mediático, enfundados en su comodidad pequeñoburguesa y más autocomplaciente que el autor de este blog (lo cuál ya es decir mucho) y que se "solidarizan" con gente que en su putísima y regular vida se ha solidarizado con ellos.

Entonces portarán todos sus trajecitos color blanco clorox y sus velitas piteras, y marcharan, curiosamente, en la misma ciudad en la que repudian las marchas y toda expresión de protesta pública democrática. Claro, lo harán en "sábado", lo cual exime a muchos de la culpa de desquiciar absolutamente las vialidades, a pesar de que es justamente el "sábado" cuando el caos vial se presenta cínicamente todas las semanas. Y sin embargo, a todos ellos les parece "justo" protestar por el asesinato del pobre chico Martí, que -sin lugar a dudas- fue terrible y atroz. Lo que todos ellos desconocen es que el joven Martí es parte de una de las DECENAS de familias que controlan y hacen uso DISCRECIONAL de MAS DEL 60% del producto interno bruto de este país. Es decir: ese pequeño personaje, sin deberla ni temerla, fue objetivo de la delincuencia porque PODIA serlo. A diferencia de los cientos de miles de clasemierderos que marcharán mañana, indignados ante tales injusticias, mientras en ese mismo país en el que dicen vivir, hay 55 millones de pobres que se mueren por docenas todos los días -ya porque los picó un alacrán y no hay hospital en su pueblo, o ya porque no tuvieron una alimentación suficiente en todos sus años de vida- y, sin embargo, nadie marcha por ellos.

Lo que me resulta insultante de estas marchas burguesoides, y muy a pesar de considerarme un pequeñoburgués cualquiera, es que carecen de todo pudor. Porque la clase media escribe los relatos de la clase media, todo el tiempo. Y entonces, en el absoluto ejercicio del "si no lo veo, no existe", se atreven a rezongar por el simple hecho de que existen millones y millones de miserables capaces de matar y de infringir la ley por cantidades que a muchos les resultan irrisorias. Basta leer la portada de "La Prensa" (el periódico más leído de México, por cierto), para saber todos los días cómo es que un joven alienadísimo y pusilánime es capaz de matar a otro por menos de 100 dólares amercianos. Y sin embargo, a la "gente" que escribe el mass media le sigue pareciendo indignante el que "se atrevan a violentar la ley". ¿Cuál ley? ¿Cuál de todas? ¿La constitución política de los estamos sumidos mexicanos (sic)? ¿La misma que otorga derechos inalienables a una vida "digna" que sólo unos cuántos tenemos? ¿O acaso la ley orgánica de cualquier estado o región de la república, y que castiga el secuestro con "escasos" 60 años de prisión? ¿Y cuál va por encima de la otra? ¿Y quién marcha por el no cumplimiento de la primera y esencial?

Francamente me encuentro harto. Me repugnan las indignaciones artificiales y pendejas de toda esa estúpida carne de cañón que no comprende que la inseguridad es un problema directamente proporcional a la injusta distribución de la dignidad y el nivel mínimo de vida que todo ciudadano debiera merecer de a acuerdo al a constitución. Y me repugna todavía más que nadie marche más de dos veces por todos los muertos que no tienen un nombre ni una familia que aparezca en los medios. Muertos que ocurren a diario y que a nadie le importan. Y que son no más, pero tampoco menos que el pobre chico Martí, que tampoco merecía esa crueldad de parte de nadie. Pero que tampoco merecían una peor crueldad, peor porque esta ejercida desde su mismísimo estado soberano y protector, y que los ha abandonado desde mucho antes de que nacieran.

Me parece bien, en el fondo, todo lo que este asunto propone: Iluminemos México. Iluminémoslo pues, pero desde abajo hacia arriba. ¿O qué carajos esperan todos los que cómodamente pretenden mirar el mundo desde un pedestal que a nadie le corresponde? Pues justo lo que existe: Una sociedad podrida, llena de sicópatas capaces de matar por unos centavos o muchos millones de ellos. Un país de niños y jóvenes desatendidos por el progreso y que fácilmente son reclutables por el narco, la criminalidad o cualquier opción que no sea vender chicles en un semáforo en el que el 80% de los que pasan prefieren no sólo no comprarles nada, sino siquiera mirarlos a la cara.

Me repugna. Me repugna visceralmente toda esa indignación de pacotilla. Una indignación de cientos de miles de clasemierderos que van a salir mañana a las calles a "solidarizarse" con el chico Martí y todos sus semejantes (ricos) que han sido secuestrados por una panda de cabrones muy bien organizados. Y me repugna no porque me parezca detestable su solidaridad, sino porque es -al fin y al cabo- una solidaridad pendeja y absolutamente maniqueísta. Una solidaridad de "buenos" y "malos". Una en donde los "buenos" son todos esos pobres ricos que también lloran cuando la realidad les cobra su absoluto desdén por toda la gente que los ha hecho así de ricos, precisamente. Una solidaridad pusilánime y pendeja: digna del que cree que la movilidad social existe en este país, y que -algún día- "sus niños serán blanco" de esos malosos que no tienen razón de ser ni de hacer.

Abramos los ojos, con un carajo: Nunca esos "niños" clasemierderos serán el blanco de una banda como la que secuestró al niño Martí. Ni nunca los padres ni los abuelos de esos niños clasemierderos serán blanco de otra cosa que los millones de OTROS niños que, a falta de una educación digna, y una sensibilización pertinente, se dedican a robar y asaltar en las calles porque no conocen otra cosa mejor para salir del hambre que les tiene sometidos.

Entendámoslo de una puta vez: La miseria obligatoria es también violencia. Y es, sin duda, una de sus manifestaciones más peligrosas. No puedes ser la decimoprimera economía del mundo mientras ostentas a 60 millones de pobres que no saben ni les importa si el petroleo se privatiza o no. No puedes ser el "undécimo" país menos pobre del mundo (de entre doscientos y tantos), y luego sentirte afligido porque uno de esos 90 millones de desafortunados jodidos decidió, en la desesperación o en la simple hijodeputez, tratar de sacarte provecho. Y, por último, no puedes marchar con tu velita en mano y tu trajecito new age en turno, si lo único que haces es tenerles miedo a todos esos jodidos por los que tu vida de migajas es la que es. O les haces caso o soportas las consecuencias.

Y si lo que quieres es que no haya más consecuencias, entonces comienza por atacar el problema de raíz. Lucha contra la desigualdad y contra la inequidad absoluta del país que dices amar cada 15 de septiembre. Lucha contra ti mismo y tu capacidad de hacerte pendejo. Lucha contra la voracidad y la ambición y reclámale a esos mismos 60 padres de familia indignados que viven en una de las riquezas más insultantes del planeta, en lugar de marchar a su lado y pedirles a los hambrientos que no te coman.

Y si no piensas hacerlo, y si de verdad crees que una velita y una semana en el noticiario de Carlitos Loret harán la diferencia, pues cómprate un búnker y espera lo peor. Porque de seguir así las cosas, eso es lo que a todos nos espera.

Y llámenme mierda: pero es la verdad.

agosto 01, 2008

Epifanías desechables (IV)

Hace unas horas estaba perdiendo mi tiempo en el twitter, del cual me he hecho un tanto adicto en los últimos tiempos, más por el "hype" que tiene alrededor que por el verdadero interés exhibicionista y un tanto histérico que muchos de sus usuarios tienen por llamar la atención.

No sé si es realmente una herramienta útil, más si se considera la cantidad de horas que está offline por problemas técnicos y la cantidad de veces que se han corrompido y perdido sus bases de datos. Como ejercicio antropológico, podría considerarse interesante. Llevar un registro de ideas o "enunciados vivenciales" o simplemente de lo que "está haciendo" la gente, tiene un aroma Orwelliano un poco terrorífico, pero también una parte muy interesante, si de verdad se pudiera llevar un registro confiable de esa línea de tiempo, y no se perdieran los tweets del pasado con cada actualización del servidor. Uno podría, con los años, percatarse de las pendejadas que hacía años antes o de los pensamientos circulares en los que estaba metido, o de la rutina insulsa que le dejaba tanto tiempo libre para exhibir su aburrimiento públicamente.

Me tiene, pues, intrigado. Y obviamente estoy permanentemente "en guardia" ante la multitud de spammers y basura que te puede llegar también por ahí, o la propia basura que la gente comparte. Y aunque esto no me sorprende, porque soy fiel a mi arrogante noción de que el 98% de las personas está en los límites de la subnormalidad o al menos de la total superficialidad digital "a la carte", sí es de extrañarse cuando alguien pasa horas enteras de su día twitteando cosas como "tengo hambre, voy por comida" o "extraño a mi novia, snif...". Una vez es normal. Diez veces es comprensible. Todos los días y todas las putas horas es un verdadero suplicio.

Y bueh. Existen quienes afirman que el twitter y otros servicios similares están condenados a la extinción, pues no hay nichos publicitarios o áreas de oportunidad con las que puedan financiarse. Esto, sin embargo, me parece una burrada tremenda. Con un poco de malicia y maquiavelismo mercadológico twitter, como cualquier social network, podría alimentar la maquinaria no sólo con el ya dibujadísimo mapa de las conexiones sociales, sino también con las particularidades emocionales y las necesidades inmediatas de sus miembros, hecha la debida programación y puestos los debidos motores a trabajar. Y ese día, sin temor, daré de baja mi cuenta, para vivir un poquito más "off the grid" y un poquito menos al alcance de ese 1984 que ya pasó hace 24 años (terror!).

Un último punto: Uno de estos "twitteros" que sigo -quizás por necedad, porque el chamaco es verdaderamente bobo y monotemático- y que vive en la sacrosanta capital potosina, que como muchos han de saber, es toda una ciudad cosmopolita y llena de...cantera que necesita limpieza y...potosinos sin mucho qué hacer, se "compadecía", en un tweet, de nosotros los chilangos que debemos vivir en esta ciudad "apestosa, sobrepoblada y ruidosa" (sic) en la que vivimos. Evidentemente contesté a su categórica estupidez con alguna acidez reactiva de las que me caracterizan. Sin embargo, este chico me hizo recordar una de mis múltiples epifanías desechables y que tiene que ver con el hecho de vivir en una ciudad como estas, confrontado a la posibilidad de vivir en un pueblo, o una semiciudad, incluso extranjera en muchos casos, y cómo eso conforma tu mente de una forma muy particular y quizás un poco inhumana.

Nacer y ser chilango equivale a haber dominado a una gran bestia, siempre que seas capaz de moverte en todas partes y no vivas permanentemente en la burbuja clasista de tu "zona de confort". Los chilangos, como cualquier capitalino del mundo, o habitante de las grandes urbes, tenemos esa arrogancia que caracteriza al que ha pisado los infiernos y abierto un apartado postal en esa zona, o reservado una mesa, o incluso comprado algo de terreno sin temor a equivocarse. Sabemos que vivimos en las entrañas del monstruo, y en lugar de causarnos pánico u horrores permanentes (aunque a veces sí nos los produzca), nos sentimos orgullosos de vivir y sobrevivir en mitad del caos y con una sonrisa ocasional. Y en el caso particular de los que somos incapaces -todavía- de abandonar este terruño de forma definitiva, muchas veces se nos cruza por la mente el infame aburrimiento del que seríamos víctimas en caso de mudarnos a un pueblo, por más bonito y curiosillo que sea, o peor aún, a cualquier ciudad de medio pelo en la que no se cohabite con un poco de adrenalina, caos, diversidad o al menos un montón de lugares interesantes y 100% urbanos qué visitar con regularidad. Por eso tantos y tantos de los chilangos clasemedieros que emigran exitosamente, lo hacen a lugares tan o más jugosos que esta ciudad (Nueva York, Barcelona, Los Angeles, Madrid, Paris, etc.) y los que regresan pronto y con la cola entre las patas es porque se fueron a algún infiernillo de tres estrellas como puede ser Galicia, Monterrey, Houston o cualquier pueblo que se quiera nombrar para esos efectos. E incluso los que se mudan con éxito a las espaldas de otros monstruos, casi siempre andan nostálgicos de cuando en cuando, y vienen cada vez que pueden a bañarse en la peculiaridad defeña, y a pasarse unas cuántas tardes en compañía del smog y las malas costumbres.


1479 kilómetros cuadrados de DF y unas 4 veces más de "área metropolitana" make John an indifferent boy.


Claro: Todo lo anterior excluye a los que escapan por motivos psiquiátricos, de salud o simplemente jubilatorios. En cuyo caso hay una justificación exógena y el monstruo les permite partir sin solicitar el reingreso pronto.

Y es que, si uno lo piensa bien...¿quién diablos se bajaría de las espaldas de un cancerbero del infierno, para montarse en un french poodle?

Yo, ni por todo el calor infernal ni las playas del carmen ni los tepoztlanes ni los San Luis Potosíes del mundo lo haría.