La linea que separa a un valiente de un cobarde está trazada con cinismo.

agosto 01, 2007

Repoblar el mundo.

Para Aura Estrada Curiel, y para todos los que resentimos su muerte.



Hay voces como hay personas como hay sonrisas que pueblan el mundo. Aunque no estén ahí, a tu lado. Aunque no estén todo el tiempo (y es que nada, en realidad, está todo el tiempo -bienvenida la ilusión de lo permanente- pues todas las cosas tienen siempre ratos e intervalos). Pero, refraseando: hay voces como hay personas como hay sonrisas que, aun sin habitar los territorios imaginarios de lo perpetuo, pueblan con suficiencia su pedazo de mundo. Y como todo pedazo de mundo, poblado o despoblado, existe y ES sólo en función de aquellos otros territorios con los que convive. Y en esa dialéctica multipartita entre lo vacío y lo pleno es donde cohabitamos todos: Cada quien su pedazo de mundo. Cada quien sus naipes. Pero todos jugando.

Aura era una de esas voces, personas, sonrisas que parecían desbordarse sobre la mesa de este casino de repetitivos infortunios y escasos jackpots que resulta ser la vida. Y Aura siempre lo apostaba todo, lo poblaba todo con su voz, persona, sonrisa. Aun si se tratara de algún juego eminentemente oscuro y perdido, y aun si todos parecieran dispuestos a entregar las cartas y disponerse a la derrota, Aura, maestra súbita de la esperanza, fuese o no a través de un bluff arriesgadísimo, esperaba con una paciencia milenaria (que otros llamamos terquedad) el destape de las últimas cartas. Y por lo regular, blandiendo una carcajada como las que sólo ella y su voz pobladora de planetas podían hacerlo, se llevaba el pote entero bajo la mirada estupefacta de todos los que ya nos habíamos rendido. Aura era así. Era ahora y era Aura. Mientras todos los demás tratábamos de llevarle el paso.

Y Aura habitó el mundo con su voz, persona, sonrisa, durante muchos ahoras. Siempre anclada en el presente, siempre hambrienta, irredenta, prodigiosa y carente de tapujos y cadenas. Aura pobló su pedazo del mundo desencadenadamente, aun si con mucha mesura. Sabedora de su saber, pero también empuñando en todo momento esa modestia suya que hasta en estos tiempos posteriores a su vida le ha merecido alguna que otra saludable polémica. Frank dice que sí, Sam dice que no, Junot dice que quién sabe, y todo mientras David, el generoso e impasible David, dice que toda aquella modestia era sólo un resquicio de esa "pena" mexicana que tanto contamina el esplendor de ciertas personas, y que Aura estaba a punto de deslindarse por completo de ella.

Realmente no importa. Importa el que detrás de la marquesina y el retrato que de Aura han forjado su muerte y su tortuosa desaparición, subyace una verdad volcánica y esplendorosa, y que todos parecemos estar llegando a ella, ya en un momento o en otro:

Y es que no hay ninguna Aura. No hay Aura una. No existe más una sola Aura, sino que, por el contrario, y siguiendo en fila india los pasos de su voz (persona, sonrisa) este -aparentemente diminuto- pedazo de mundo desde el cada quien y cada cual la seguimos llorando, parece repoblarse cuasimágicamente. Las calles y las avenidas de nuestros corazones retumban bajo las botas de un amoroso ejército de Auras, tan milagrosas como distintas. Auras a medio hacer, Auras enteras, Auras microscópicas o telescópicas. Una labor de cada quien. Un cada quien que se está tejiendo para sí mismo una nueva Aura, beyond death, y cuyos estambres (que ahora son su nueva voz, persona, sonrisa) han sido hilados de memorias tan disímiles y maravillosas como pudo ser verla cantar -a grito pelado- TODO el Sergeant Pepper, o simplemente mirarla brincoteando una formidable imitación de Daniela Romo en sus mejores tiempos, o quizás escribiendo historias fascinantes y furiosamente incompartidas, todo para satisfacer sus cualesquieras ansias de un martes a las cuatro de la mañana, o de un domingo soporífero, o de su vida entera.

Hoy ya no sólo repudiamos el mar. Hoy ya no sólo le despreciamos mientras perseguimos -rompiéndonos- las olas que a ella, a su vez, la rompieron con esa estúpida e inesperada estocada final. Today our job keeps getting bigger: Pues hoy ya tampoco nos dedicamos -exclusivamente- a fiscalizar a Neptuno o a sus pútridos océanos en busca de un par de estériles respuestas, al mismo tiempo que tratamos de convencernos los unos a los otros de lo aconsejable que resulta claudicar a la fútil tarea que supone darle nombre al sinsentido de su muerte; peor aún, explicar LA muerte y -mucho peor- la de pretender rebautizar nuestra ingenua y comodina aproximación hacia la vida.

Así que ya no sólo se trata de buscar explicaciones: Hoy cada quien su Aura. Cada quien su "cyborg" personalizado y sus "Memorias de un estudiante graduado". Cada quien su robot peregrino e inmortal, forjado entre los infinitos materiales y circuitos que esa otra Aura de carne tuvo a bien dejarnos, minuciosamente, a cada uno. Y por eso nos reunimos. Y nos seguiremos reuniendo para dibujar con un esmero casi obsesivo -pero no- a esa Aura cúbica y cubista. La que su real presencia en nuestras vidas nos dejó, pieza tras pieza, entre las manos. Nos reuniremos para pintarla, repintarla, equivocarnos o acertar. Nos reuniremos para intercambiar lápices, ángulos, lienzos o pinturas enteras. Nos reuniremos, más que nada, para hacer trueques con nuestra angustia, como buenos seres mentales. Pero eventualmente, y juntos, repoblaremos el mundo. Haremos de ese deshabitado que antes ocupaba su cuerpo, una bomba que salpique su alma y acabe por empapar el mundo como un tsunami cataclísmico. Y persistiremos de apetito como también de asombro, y continuaremos viviendo siempre en su lugar. En su pedazo de mundo. Donde todavía se escucha y seguirá escuchándose el eco de su voz, persona, sonrisa. De esas que pueblan el mundo.

Ahí mismo. ¿Dónde más?



(And while we're at it, Frank, oh so dear and marvelous and divinely grieving husband Frank, you'll find a brother and sister inside each one of us.)

2 comentarios:

Anónimo dijo...

:( Horal- Jaime Sabines

el mar se mide por olas,
el cielo por alas,
nosotros por lágrimas.

El aire descansa en las hojas,
el agua en los ojos,
nosotros en nada.

Parece que sales y soles,
nosotros y nada...

John Pluecker dijo...

gracias por tu escrito. ayuda.