Sí, no es una estrella.
Solo una inconveniente burbuja que retoza en los intestinos del blogismo, cansada de que su vida efímera no deje más huellas que su lenta salida por el recto del olvido.
Es una fecha para olvidar, no reconocida por los calendarios cristianos o herejes, pero de gran significancia para este conspícuo y autocomplaciente individuo, que desde este día comenzará a tratar de hacer algo por no olvidar su propia vida, por insignificante que resulte cuando la cruda aparece rábida después de una noche de autoindulgencia alcohólica.
Así, tras un largo y tortuoso vuelo (contra natura, contra natura, dios qué hago en esta chingadera con alas a 10,000 metros del suelo y chupando tequila como si nada), tras un viaje que resultó corto a las laderas atestadas de Tijuana, donde si no es por la generosa ayuda de una antigua amiga internauta, de cuyas mañas, usos y costumbres no sabía mucho, pero que de forma implacable y atinadamente etílica dieron brillo a mi ya-deporsi-apachurrada-esperanza de conocer la ciudad deadeveras, la habría pasado poco menos que de hueva, tras siete noches borgesianas en el aleph de mi familia católica apostólica alcohólica y brindo-redundante.
Me fui, pues, de Tijuana, con la cabeza gacha, como un chilango sin papeles de inmigración, con una botella de 3 litros de Arrogant Bastard (y esto no es metáfora) bajo el brazo, ansioso porque no la detuvieran en la aduana y me privaran de un caro capricho explícitamente traído pa recordarme los pocos ratitos de revelación mística que viví en la ciudad, y que fueron harto significativos, al punto de hacerme considerar seriamente si me largo de esta pinchurrienta olla de smog, en busca de mejores aigres.
Al llegar, tarde retarde a la ciudad, me encontré con que, por primera vez en mucho tiempo, no tenía nadie a quien llamar. Andando de vuelta a mi departamento pestilente (recuerden tirar cualquier resto de comida en el bote de la cocina en su próximo viaje) donde me esperaba nadie, un cultivo de bacterias, los teléfonos cortados, un refrigerador sin cerveza (ni así me tomé solo los 3 litros recién traídos de SanPliego). Llegando a una ciudad vacía, sin tráfico ni ruido, sin sexo a la vista, sin vista para el sexo, sin hambre, sin sed, sin ganas de estar aquí, sin trabajo, sin familia y sin siquiera una puta película dominguera para ver un martes por la noche, en compañía del frío.
Ante ese panorama alentador, dormí desde las 11.30 de la noche hasta entradita la mañana. Pero, curiosamente, desperté menos deprimido y me decidí a gastar mis últimos pesos en recuperar mis teléfonos, proeza titánica que tomo cerca de 4 horas, 1 y media de fila en telcel, media de fila en Telmex, peleas con el personal en turno (quién mejor que ellos para recibir mi frustración). Y al regresar a casa, me di cuenta que sigo pensando en Tijuana. Sigo oliendo a Tijuana en mi colchón prehistórico. Sigo viendo a las putas, incluso detrás de los muros de mi casa, en mis cajones las drogas duras, en el monitor una lluvia que retrasa mi vuelo de regreso hasta el desencanto.
No se cuánto dure esta sensación, pero añorar es mejor que no sentir nada. Los amigos regresarán a ésta ciudad (espero que muy pronto). No puedo ver Eternal Sunshine for the Spotless Mind otras 15 veces o de veras me va a dar una crisis de identidad. Solo espero hallar pronto mi propio Montauke, mi propia Tijuana, algún divertimento. O que esto del Blog realmente funcione. Si no es así, esta naciente burbuja madurará antes de tiempo, trayendo consigo pedos y más pedos.
La linea que separa a un valiente de un cobarde está trazada con cinismo.
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2 comentarios:
SALUD viejo..siempre seras bienvenido.
Tijuana te ama
El zacazonapan te s a l u d a
Hubiera sido todo un hallazgo conocerte, viejo. Fue una buena noche, la única indecente que pude pasar en Tijuana. Buen rollo los cuates de la conflictiva, nos cagamos de la risa un buen rato.
Gusto!
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