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Cada mañana, en la vida, termina siendo un buenos días.
Un buenos días, aunque sea en otro lugar: Buenos días.
Pero el mundo no es lo que dejaste taciturno antier noche. Hoy son días. Y entonces, de la forma más veraz y -al mismo tiempo- más indeleble, sólo resta decirle (y desearle) lo mismo. Buenos días.
Buenos días, dolor de corazón. Buenos días.
¿Cuál será la extraña imposición social que nos obliga a decir buenos días cuando alguien más nos lo dice? ¿Será que es de verdad importante? ¿Alguien, en el oscuro bosque de las noches del mundo, escuchará ese árbol caer, en mitad de su soledad?
No tengo, una vez más, la menor idea.
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Buenos días, dolor de corazón.
Vieja y sombría apreciación.
Buenos días, dolor de corazón
pensé que ayer noche era adiós...
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La linea que separa a un valiente de un cobarde está trazada con cinismo.
febrero 11, 2010
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