"Ignorance is bliss, indeed. For i've known it all, yet scarcely loved few."
Hoy me trepé a una bicicleta out of the blue. Y por "out of the blue" quiero decir que me trepé a la bicicleta sin ningún plan preconcebido de dar vueltas en el parque. Simplemente ansiaba fumar, y no había cigarrillos en el lugar en donde estaba. Y luego, automáticamente, solicité mi boarding pass para la bicicleta que yacía atónita y dormida mientras reposaba sobre el árbol aledaño. Y luego la tomé y la anduve con toda la indiscreción posible. Tenía cerca de 10 años de no subirme a semejante bestia bicéfala (y bucéfala), dada mi condición de pensador sedentario, güevón, y -además- malpagado.
Pero lo hice. Y -aunque con cierto temor que no puedo negar- lo hice sin desparpajo alguno. Y la monté de igual manera. Y tras la primer pedaleada, entendí ese viejo dicho que asevera cómo es que resulta imposible olvidar el andar en bicicleta, entre otros placeres.
Y tras dos titubeantes virajes -súbitos- de manubrio, volví a entenderlo todo.
***
Sobra decir que desestimé mi propósito (inicial) durante un buen rato, mientras le daba dos furtivísimas vueltas al parque México de las 11 de la noche.
Y es que reconvenirse con las bicicletas es como reconvenirse con un amor perdido (salve marihuana, je). Pues tras un par de pedaleadas (o debiera decir pedaleos, no sé) me sentía nuevamente on top of the situation. Y por eso me la llevé a dar la vuelta al parque. Y por eso salí del parque, con total desparpajo, y al lado de la eterna patrulla que cuida -no se qué- en la esquina de Sonora y Parque México, me bajé estruendosamente del susodicho parquecillo, y encaminé hacia los Camel "regulares"(adjetivo plagiado al dependiente de la tienda).
Y ya. Luego de alcanzar el bendito OXXO y hacerme de los pitillos que seguro me acabarán matando, volví hasta la mesa de donde había partido.
Allí se hablaba del paradigma capitalista, etcétera, y por tal se entendía el usufructo que no tiene propósito. Y se hablaba también de cómo agredirle y de cómo modificarle en estos tiempos de oportuna crisis. Y también se elucubraba en el cómo hacer algo con esa futilidad que supone la existencia. (Ay, nomás)
Se hablaban palabras mayores, debo decir pa no pitorrearme. Y se hablaban de buena manera.
Sin embargo, yo, como cualquier otro niño, seguía exultante y excitado tras mi paseo en bicicleta. Seguía sobre la calle y sobre el parque. Seguía sobre los pedales y sobre el -otro- presente que ya se había marchado (aunque no de mi cabeza). Seguía embriagado de nada. Muriendo y revolcándome en el paladeo total de un puto estornudo bicicletero.
Y seguía sabiéndolo todo (pa mi desgracia). Sí -but ignorance is bliss- y para ignorancias no había otra que la mía, yo seguía valientemente absorto (cual Rolando el Rabioso -Salmón-) en la perplejidad que sólo da el desembarazarse de uno mismo y sus tortuosas costumbres.
En la ligereza pedaleante del niño que no mira otra cosa que la inmediata: La del no saber, valientemente y sin escalas.
La de la poesía. La de la eterna -pero necesariamente inmediata- poesía.
Ah, qué ganas de volar (otra vez). Qué ganas. Qué.
(Some great Pink Floyd song to portray the mood)