Post tomado de aquí
Puro caldo y nada de albóndigas.
En 2006 no tuve ningún reparo en admitir mis preferencias políticas. En primer lugar, porque siempre he sido de izquierda. Y a pesar de que mi particular punto de vista de la política nunca se ha visto representado -o identificado siquiera- con algún político de la izquierda mexicana, para mí siempre ha sido (y será) muy claro que a veces es más importante arrebatarle el poder a algunos que otorgárselo a otros. Y en este sentido, en 2006, para mí era privativo quitarle un cacho de poder a la oligarquía mafiosa y mocha que representan el PRI y el PAN, respectivamente, y optar por un proyecto de nación distinto y que -bien que mal- en ese momento, estaba más o menos bien ideado por el equipo que formaban AMLO y los intelectuales que le apoyaban.
Pero todos sabemos lo que pasó: Además de que AMLO resultó un mal contendiente, ahogado en la soberbia del que cree tener la razón, y de que desperdició así una gran ventaja estadística, también se cuenta el hecho de que hubo una elección sumamente sospechosa y truculenta, cuyas actas están por usarse como combustible para la caldera que calienta las albercas de Los Pinos, gracias a la enésima concertacesión del PRIAN.
C.E.O de México (y del Distrito Federal)
¿El resultado? Un nuevo y mejorado chairman a la cabeza del país (porque eso son los panistas, "directivos" o "ejecutivos" en oposición a estadistas y políticos), y un extraño ser, habitante de la condesa, y que gobierna la Ciudad de México con una vara que todavía nadie acaba de entender. Es así que mientras el buen Maquiavelipe Calderón y su vicepresidente ejecutivo junior, Ivancito el Facha, siguen mostrando sus enormes habilidades para hacerse de la vista gorda y de la cartera también, el peje es hoy un cadáver político sin muchas posibilidades de resurgir, y todo el moméntum ganado por la izquierda en 2006 se fue al caño.
Para colmo de males, en el combo por el que muchos votamos, nos quedamos sin hamburguesa y nos tocó el puro papafrita. Marcelito, el ubicuo, tiene algunas cualidades respetables: ha sido leal a su padrino político, Camacho Solís, que a su vez ahora le es muy leal a su apoderado político, AMLO, aunque un poco menos cada mes, dado que fue su pobrísima campaña política la que provocó su -nuevamente- fallido intento por acercarse a la presidencia de la república, esta vez desde la izquierda. Sin embargo, por conveniencias coyunturales, Marcelo hoy le sigue siendo leal a la pseudoizquierda que lo llevó a su primer puesto de elección popular, aunque su lealtad no sirva de mucho, puesto que sus maneras y posturas tienen una marca distintiva de su pasado salinista.
Marcelino, garro y vino.
No todo ha sido infame en su administración de la ciudad. Hay avances en seguridad pública y finalmente se han comenzado obras que tenían años en el olvido. Sin embargo, esto no es lo que debe ser prioritario para un gobierno de izquierda, como tampoco los son los túneles para Santa Fe, o las líneas de metrobús en rutas que nadie comprende y cuyas obras son más lentas que la bicicleta que usó Ebrard para ir a la chamba durante dos semanas. Marcelo debería aprender de lo mal que le fue a AMLO cuando trató de congraciarse con la clases media y alta de la ciudad de México. Con todo y que, cada mañana, una horda de panistas descerebrados se trepa al "pinchurriento" segundo piso desde la comodidad de sus colonias sureñas, Marcelito debería saber que mientras lo hacen, muchos de ellos hablan del "apestoso peje" y de su "carnal Marcelo" con la misma saña de siempre, y al mismo tiempo son felices de no tener semáforos en los que los "nacos" les pidan limosnas. Es más: desde allá arriba ni se ven.
Marcelito, por motivos que seguramente hasta él mismo desconoce, ha empujado leyes como la que hoy está de moda en todas las sobremesas: la sacrosanta ley de protección a los no fumadores. Es curiosísimo ver a retrasados mentales como Otto Sirgo o Diego Fernández de Cevallos, que sin pena ni gloria se atreven a vociferar contra la izquierda, como si fuera ésta la que hubiese generado la susodicha ley, y no un grupo de advenedizos pretenciosos que quieren sentirse en el primer mundo a través de una "atmósfera libre de humo". Es curiosísimo porque, finalmente, Otto y el "jefe" Diego demuestran su absoluto desdén por los demás y cómo es que les vale absolutamente madres el resto del mundo, siempre y cuando puedan fumar a placer. Y es curiosísimo también porque estamos en presencia de un increíble y absurdo intercambio de roles, como los que sólo México puede provocar. La izquierda promulgando leyes de derecha, y la derecha abogando por el libre albedrío (frente a aquello que le conviene, claro está).
¿Es o no es absurda (la ley)?
La finalidad, la esencia, el objetivo y el fundamento que sostiene a la leyantitabaco no es del todo descabellado. El Estado, estrictamente hablando, no debe favorecer conductas que pongan en riesgo la salud de muchos, y sin duda debe favorecer (en una visión de derecha) o incluso proveer (en una de izquierda) la salud a sus ciudadanos. Sin embargo, en México se dista mucho de tener un estado así, y ninguna autoridad, federal o local, tiene los recursos humanos, financieros o morales para encargarse de la salud pública. ¿A qué recurren entonces los gobiernos hipócritas? A leyes como la "antitabaco", sumamente publicitadas, mediáticas y, como decimos coloquialmente, totalmente "apantallapendejos".
Existen innumerables problemas en este y en todos los países, con los que los gobiernos prefieren no lidiar. En este país, por ejemplo, el 40% de la población vive en condiciones de pobreza, en ciudades sucias, desaliñadas y repletas de riesgos sanitarios. La industria nacional, escasamente regulada, suelta a la atmósfera mes con mes y año con año toneladas de partículas tóxicas. Las calles, en el DF y en prácticamente todo el país, están repletas de basura, heces humanas y de perro, ratas, cucarachas y un sinfín de hermosas plagas y contaminantes. ¿Por qué no lidiar con estos problemas antes que crear una ley diseñada para sociedades ligeramente más avanzadas que la nuestra? Porque no se tienen ni el dinero ni los tamaños para hacerlo. Porque no es mediáticamente provechoso limpiar las calles o poner en cintura a los industriales y sus fábricas, pero una ley como la antitabaco sí "reviste", sobre todo si la acompañas de unos bellos y ridículos stickers que, con una hojita de trebol al centro, rezan que estás en un lugar "100% libre de humo".
La realidad es que no lo estamos. Y lo molesto es pretender que sí. Pretender que la ley antitabaco realmente tiene un efecto positivo en la salud, mientras la industria, los automóviles no regulados y los de servicio público, siguen ensuciando el aire todos los días. Igual que los mantos acuíferos. Igual que todo lo contaminable.
La prioridad es farolear.
Y es que todo este asunto es una cuestión de prioridades. ¿Es prioridad del estado mexicano o del gobierno del D.F. lidiar con el tema del tabaco antes que, digamos, con la inseguridad o con los otros muchos tipos de contaminación que hay en la ciudad? A mi juicio, no. No hay ninguna estadística verificable que coloque al fumador pasivo como una prioridad de salud pública, y sí, por ejemplo, al cáncer cérvico uterino, al papiloma o a la diabetes. Y sin embargo, Marcelo y sus asambleístas, de un plumazo, dieron dos pasos adelante con la legalización del aborto, y diez atrás, con su remedo de ley antitabaco.
Quizás mi argumento sobre las prioridades no sea suficiente razón para cuestionar la validez de la ley. Quizás debiera acotar que el estado tampoco tiene el derecho de incidir sobre el libre albedrío de las personas, cuando se trata de productos que se comercializan legalmente y que forman parte de la industria establecida. Y es que, bajo la óptica de la ley antitabaco, el estado debería prohibir también que se vendieran hamburguesas en sitios públicos, y obligar a todos los restauranteros a vender, exclusivamente, comida macrobiótica u orgánica, dado que los pesticidas también son probados carcinógenos. Igualmente debería prohibir el consumo de frijoles, leguminosas y semillas, dado que los gases que generan contribuyen al calentamiento global. ¿O qué tal prohibir la emisión de contaminantes industriales en el valle de México? ¿O qué tal obligar a los pudientes a comprarse automóviles híbridos o a las fábricas a convertir a todos sus autos en híbridos? No. Un gobierno hipócrita no hace eso. Aunque, del mismo modo, el alcohol debería prohibirse definitivamente, dado que causa miles de accidentes vehiculares al día, y su venta en lugares públicas propicia riñas constantes e incluso crímenes y homicidios voluntarios e involuntarios.
Y entonces, al despertar, estaríamos viviendo en "Un Mundo Feliz". Porque la fantasía totalitaria de Huxley no era, como algunos piensan, un retrato de los peligros del comunismo, sino una profecía acerca de los peligros de engordar al Estado y sus atribuciones. Y aunque creo en un Estado responsable y con obligaciones para con sus ciudadanos, y creo que, en particular, el Estado mexicano le adeuda muchísimo a su pueblo y que, en algunos casos, los gobiernos de pseudoizquierda han resarcido algunas de esas deudas medianamente (privilegios a los ancianos, pensiones, apoyo escolar a las familias de bajos recursos, etcétera), me preocupa sobremanera el rumbo que Marcelo está tomando en los últimos tiempos, pues tiene todo los visos de ser mucho más un priísta que un hombre de izquierda, es decir, de derecha en la cartera y en la práctica y de izquierda en el hocico y a la hora de rendir pleitescías.
La bacha realidad.
Comprendo, acato y respeto la ley antitabaco porque creo en el derecho que los no-fumadores tienen a -qué irónico- respirar la menor cantidad de humo de tabaco posible. Humo que nosotros, los fumadores, producimos sin afán de dañar a nadie (ni siquiera, irónicamente, a nosotros mismos), pero que por cuestiones ajenas a nuestra voluntad, sí pueden provocar daño en quienes lo inhalan. Y por esa sencilla razón, es que habrá que respetarla. A pesar de ser una ley de primer mundo en un país de quinto. A pesar de estar pésimamente formalizada, tener una reglamentación ambigua y provocar riñas y segregación entre la gente.
Antier se informaba que Marcelo quiere ir contra los "2x1" y "Happy hours" de los bares. Esto no es sólo un atentado contra la libre empresa, sino una muestra más de la hipocresía con la que está llevando su administración. Esta "izquierda victoriana" es francamente molesta y me entristece, sí, porque luego de 10 años de gobierno perredista en el DF, la ciudad había tenido avances sustanciales en materia social, ambiental e incluso en su infraestructura y mobiliario urbano. Y a partir de 2006, lo único rescatable ha sido la legalización del aborto, mientras que la política social va en retroceso, el transporte público está bajo una terrible presión y ahora, para colmo, la sociedad está siendo segregada por leyes como la antitabaco, sin mencionar los daños a la industria restaurantera, que es un bastión económico de las zonas turísticas de la ciudad.
Y lo más sorprendente es justamente este puritanismo. ¿De dónde viene todo este súbito interés por regular la vida nocturna, el consumo de alcohol y tabaco, el sexoservicio, etcétera? ¿Votamos por un gendarme moral o por un gobernante que se comprometía a atacar las deficiencias económicas y la desigualdad social de la ciudad? ¿Alguien está absolutamente seguro que Marcelo no es un panista de clóset?
"El futuro ya no es como antes"
Mañana saldremos nuevamente a la calle y respiraremos la misma mierda de todos los días. Toneladas de partículas suspendidas y ozono que siguen esparcidos por toda la ciudad, mientras en Ecatepec y otras zonas del área metropolitana los industriales seguirán pagando mordidas para "cumplir" con las normas ecológicas. Quizás por la tarde se nos antoje dar una vuelta por el restaurante donde solemos tomar un café y platicar un rato, y cuando nos paremos a fumar, algún imbécil se moleste porque no estamos lo suficientemente lejos de su mesa, o porque estamos parados en la esquina de su casa, y su paranoia lo invite a llamar una patrulla, como ya atestigué hace unos días. Quizás algún changuito amaestrado se dé sus vueltas por la condesa, pegando sus lindos stickers mustios por todos lados, y la gente -la más pendeja- de verdad crea que vive en un lugar más limpio y mejor porque ya no se puede fumar ni siquiera en el vips. En la noche llegaremos a casa y, si la tele está en un canal funesto, veremos a Otto Sirgo y a sus huestes de televisos deplorar a la izquierda porque ya no pueden fumar ni en sus propios restaurantes, y por eso "estos pinches perredistas no respetan la libertad".
Y así, poco a poquito, mientras nuestro nuevo gendarme de la moral y las buenas costumbres nos impone nuevas reglas y nos mantiene cobrando los mismos sueldos de hambre, Felipillo y su pandilla se preparan, como dije hace ya más de un año, a preparar la venta simulada de PEMEX, "esa terrible y obsoleta empresa" contra la que atenta el EPR, misteriosamente, cuando al gobierno mejor le conviene. Mientras, los medios seguirán debatiéndose entre los tesoros submarinos de nuestro nuevo Salinas, el "Vivir mejor" que tiene un tufo impresionante a "solidaridad" y los patéticos publicistas que el PRD contrata siempre, cuyos spots parecen más infomerciales que recuerdan los viejos anuncios del dentista Jaramillo.
El país de la simulación es cada día más deprimente, y más simulador. Esta república del cinismo parece no tener más parangón para lo absurdo y lo surreal, pero la realidad es necia, y nos prueba equivocados día con día. Detrás de sus escritorios, el gran Gerente de la República, y todos sus empleados exprimen felizmente el erario y lo reparten entre los cuates. Hoy, cuando la moneda está más en el aire que nunca, nuestra "izquierda" sigue con su discurso obsoleto y nacionalista mientras el país sigue a la venta. Y Marcelo, que podría haber tenido la oportunidad y ciertamente tenía el deber de tomar la estafeta que le fue arrebatada a AMLO por su propia ineptitud y por los cachorros del fraude, se dedica a prohibir el cigarrillo, limpiar camellones y fustigar a los borrachos.
¿Cuándo acabará este maniqueísmo de mala calidad en que han convertido la política? Entre el chiquero de la elección perredista, el oscurantismo en los Pinos y los pederastas que siguen gobernando impunes y tragando mole con "el preciso", yo me canso de México cada vez más. Y si lo poco que puede disfrutarse en este país, esa libertad que otorga el tercermundismo y su falta de capacidad coercitiva, comienza a ser desmantelado por una regulación fuera de toda prioridad y proporción, habrá que pensar seriamente ya en la refundación o simplemente en el abandono de este país, que -al paso que va- no tiene gran futuro. O como diría un buen amigo: "el futuro ya no es como antes".