La linea que separa a un valiente de un cobarde está trazada con cinismo.

febrero 01, 2007

Abandonos...

Casi un mes y nada de dichos. Fiestas galopantes, cambios vertiginosos, encuentros inesperados, viajes de último minuto. Ha pasado de todo. Tristemente, no siento muchas ganas de decir nada. No encuentro el estambre fluorescente que las Ariadnas suelen dejarme botado al lado de algún pasillo, listo para encontrarle y seguir, cerveza tras cerveza, hasta los cuernos del minotauro más huevón de mi displiscencia. He estado parco con las palabras pero florido con las anécdotas. Ya encontraré tiempo para decir algo en estado puro, y luego editarlo hasta lograr el tipo de párrafo incongruente que me satisface.

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Noticias insulsas:

Tijuana me sigue gustando. Me gusta la mugre que bien ostenta, lo cutre de sus calles, lo frontal de la gente que lo habita. Te odian o te quieren de entrada. No se andan con medias tintas urbanizadas y contemporáneas. Una redada en un bar de mala muerte puede ser esquivada con un poco de ingenio. Las ganas de beber hasta caerse pueden ser satisfechas con la compañía adecuada. Todo un reencuentro con mis ganas de salir de esta ciudad que me engulle, y de brincar en otras partes, donde haya gente nueva y ojos nuevos y ganas renovadas. Disfruto mucho esas aventuras.

Rogelio Villarreal me escribió un mail con harto pundonor, reclamando a pellizquitos mis valemadristas comentarios hacia su postura política y etcétera. Con algo de atraso, pero al menos sigue defendiendo sus posturas indefendibles. Es loable. Por eso, aunque difiera de sus cada vez más sesentones (que no sesenteros) puntos de vista, lo respeto.

Sigo en busca de trabajo, pero cada vez me da más güeva encontrarlo. Cuando menos aquí, en el DF. Añoro algo que me saque de aquí, que me haga dar la vuelta. Algún trabajo trotamundesco, bien o mal pagado, me da igual. Ya no me dan tanto miedo los puñeteros y desnaturalizados aviones. Y menos cuando sé que al bajarme estaré enfrentando un aire totalmente distinto. Suena soberbio, pero creo que la insatisfacción de muchos chilangos sedentarios de mi generación está en haber dominado a la bestia defeña y estar aburridos con lo que tiene para ofrecernos. Una granja se convierte en una epopeya. Todo cambio significa una posibilidad de domesticación nueva. Ya sea propia o ajena.

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Ya es Febrero. Me he perdido de muchas lecturas blogueras, pero he leído cuatro libros en un mes. Buenos todos ellos. Siempre que me pongo a leer obras "serias" resulto estar en un parteaguas vivencial. Parece que en esas ando, nuevamente. Pronto me pondré a navegar, y a visitar uno a uno los blogs de toda la gente que me emociona leer. Aunque me encuentre en el horrendo estado de displiscencia en el que me estacioné hoy. Sin ganas de nada. Esperando un terremoto, como añoraba Nabokov en los primeros encuentros con su Lolita. Un terremoto, un cisma, algo que rompa con la rutina.

Hoy tengo la rutina de no tener rutina. Y es la peor.

Pero al rato la convierto en otra cosa. Sólo necesito paciencia. Y mucha saliva.


Salud.