La linea que separa a un valiente de un cobarde está trazada con cinismo.

noviembre 29, 2005

Tregua Electoral

Tengo un poco abandonadas las ganas de escribir aquí. No tengo mucho que contar, en realidad. Estoy en uno de esos puntos en los qu no se está bien ni se está mal. La vida marcha y te envuelve en una cotidianidad muy cómoda en la que hay muy breves contrapuntos y nada te interesa demasiado. No estás triste, ni tampoco rebosas de felicidad. Un vil y vulgar calambre existencial, tus ganas están enjutas, retraídas. No tienes hambre ni sed y sin embargo comes y bebes. Sin mucho deleite y sin mucha displiscencia. La cuerda floja deja de ser un sendero breve donde titubear, y se siente más bien como un freeway de seis carriles donde puedes poner el piloto automático y recostarte a no sentir nada.

Pero también sabes que cuando elfreeway se convierte en un estambre endeble, y tus pies se desequilibran al pisar, es que estás bebiendo algúna suerte de conflicto. El conflicto del amor, el conflicto del desprecio, el conflicto de la supervivencia. Sin ellos la vida no tiene sabor, pero con ellos a veces es intolerable, absurda, molesta, deliciosa, perversa. Lo que sea menos tenue o tibia. Es un dilema jodido. Si el cachondeo no fuera un cuadrilátero ritual, si la discusión no fuera una batalla campal, si la supervivencia no fuera una noche desnudo en la jungla, tal vez la vida no tendría mucho sentido. El punto es que, por ahora, prescindo de todo ello. Me acomodo en el sillón de la paciencia. Respeto mi anorexia vivencial.

Al cabo que los conflictos suelen llegar sin previo aviso. Pero no pienso irme a comprar guantes nuevos. No pienso buscar un bastón que me ayude a mantener mejor el equilibrio sobre esa cuerda floja. No pienso prepararme de ningún modo. Los banquetes no saben igual si te sabes el menú.

noviembre 22, 2005

Alarma sísmica.

Cuando no se es un admitido hijo de puta, uno siempre procura lo menos mierda de si mismo para los demás. Les protege de los propios demonios, les advierte dónde están las fronteras, les obliga a ejercer una retirada inminente cuando las peores excentricidades de la propia violencia asoman sus siete cabezas por encima de lo que se puede contener. "Vete", dice uno con una sinceridad que por lo regular se interpreta como agresión directa. "Vete antes de que llegue la luna llena y el hombre lobo deposite suavemente sus cubiertos sobre la mesa y te atropelle a dentelladas". Y si no, uno simplemente se va corriendo hasta el cubil, se encadena a su libro más tortuoso y protege a los demás de su destructividad.

Una suerte de alarma sísmica opera previniendo el derrumbe de la civilidad. Uno, si ha vivido lo suficiente, y a diferencia de las catástrofes naturales, normalmente sabe, continúa sabiendo y se percata en todo momento de lo inminente que resultan los colmillos de esa fiera que ruge por salir y despedazarlo todo: Uno sabe que bosteza pero que quiere emborracharse de médulas, dedos, carnes, ingenuidades, bobadas, dedos, brazos, amores, amistades y aprecios a medias, etcétera. Cualquier cosa es alimento. Y más si resulta coexistir con lo que a diario nos topamos a la hora hora de vivir la supuesta vida. O ahuyentas o huyes. De otro modo, sencillamente despedazas.
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El problema es que cada mordisco, cada desgarramiento de la carne de otros, cada herida, cada puñal hincado en órganos vitales ajenos, resulta ser una laceración de los propios. Claro: Esto sólo aplica si, repito, uno no es un depredador admitido, asumido y autoaceptado. Pero si resulta que no se ha logrado morder sin morderse a uno mismo, si uno no sabe matar sin matarse un poco: todo acto de retaliación es una declaración de guerra hacia el propio y mentiroso pacifismo.

Sin más vueltas: Odiar y ejercer actos de odio puede funcionar como un malabarismo momentáneo que nos libra de confrontaciones. Pero en el fondo, al odiara otros, nos odiamos a nosotros mismos. Escindir, disectar, mirar y recordar sólo lo desagradable, olvidar los poemas, los vinos que sudamos bajo la lluvia, las lunas que, juntos, con ambas manos sobre el timón, impulsaban esa barca anclada en el mejor de los silencios:

- "Mente. Mente mía. Mente sólo mía: Préstame el escalpelo, préstame el bisturí, bájame sólo la mitad del telón que resulta más oscura. Bien. Ahora ponlo sobre todo lo posiblemente bello que viví con quien ahora necesito odiar. Gracias. Ahora dame la sierra eléctrica de 2000 watts. Deforestemos el amazonas del amor que debe olvidarse. Bien. ¿Viste? Ahora mismo puedo odiar a quien antes amaba. Gracias, mente. Te debo una más. Qué complaciente resultas. Gracias."
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Pero evidentemente esto resulta más mentiroso que ninguna otra cosa. Alguien que amaste sin desparpajo, alguien que te hizo recular de tus certezas más bobas, alguien que te tomó de los ojos y te impulsó como una hormiga harapienta hasta la bóveda celeste; es decir, alguien a quien amaste sin desparpajo, alguien que reculó de sus certezas más bobas, alguien a quien impulsaste como una catarina descolorida hacia los arcoiris menos ilusorios, no, no, no, no: No puede ser odiado a la ligera. Ni diez mil actos histriónicos, ni diez mil escenificaciones voluntarias y mentirosas de ese odio aparente pueden ser tomadas en cuenta. Y sin embargo lo son. Porque la vida es un continuo. La vida es una línea transitoria, una sucesión de actos y consecuencias. Un calendario de fenómenos sucedáneos que preferimos hacer rutinarios para no pensar.

Y nadie puede leer la propia vida como uno la sobrelee, mientras -y simultáneamente- la escribe. El cliché no miente: Cada cabeza es un mundo: Eso seguro. El problema es que aquí, aquí mismo, sobre la tierra medio muerta y medio viva, la aparente cercanía entre dos cabezas equivale a los más inmesurables años luz que dictan la lejanía del universo. Aunque la gente se tome de la mano, aunque la gente se bese, se acaricie, se rompa, se penetre, se abandone, no importa. Las distancias entre unos y otros son casi siempre insalvables. Aceptarlo o fastidiarse. No hay lugar para intermedios. Los intermedios son también ilusiones.
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Nunca me había hecho ser odiado por nadie como ahora lo he conseguido. Y aunque me sigue pareciendo necesario, siento que también me odio un poco en este intento. Pero no puedo doblegarme ante la culpa. Necesitaba cúmulos y cúmulos de aire: Tantísimo aire que nadie lo creería. Aire que ahora respiro y que, aunque me mantiene en la duda, también me aligera el viaje. Me deja pensar sin el ruido de querer amar, por fuerza, a nadie (o sea, a alguien, quienquiera que fuera).

No me queda sino proseguir. Esperar que en algún punto de este continuo, mi odio y el otro odio amainen. Tal y como amainan las pestañas de todas las enjutas lluvias y de las escandalosas tormentas. Tal y como todo pasa. Lentamente. Suavemente. O en perplejo salvajismo. Como sea.

Yo sólo tengo claras un par de cosas: No quiero imponerle mi agenda o mi pliego petitorio ni a la vida ni a nadie. Quiero mecerme en las hamacas de los meditabundos por un rato. Quiero prevalecer mientras pueda. La vida ya no me disgusta. Y por eso, y sólo por eso, no estoy buscando a nadie que me haga olvidar que mi vida es mía y que estar vivo me alimenta. Relevo a cualquier futuro y posible amor de la responsabilidad de hacer que mi vida me interese. No quiero amores droga. No quiero amores sueño. No quiero amores ilusión. Quiero amores que amen sin dejar de ser. Y amar sin dejar de ser. Existan o no. Pueda con ellos o no.

Ya veremos.

Ya sabremos.

Y mientras tanto, quiero callar.


noviembre 18, 2005

Espejos, espejos. Espejos a la vista.

Resulta extrañísimo lo mucho que se puede oir cuando se escucha al silencio.

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Igualmente raro es olisquear la incredulidad de alguien que reniega de ti, pero que sabe que sabes que sabe que sigues siendo magnífico y brillante. Tal como lo es en sí mismo.

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Peor resulta cuando los bares de siempre se presentan ante ti más desérticos que nunca. Nada de rastros, nada de caminos. Y todavía "más peor" cuando te vale madres y te quedas. Persistes en la necedad de olvidar siendo.

Olvidar, olvidar, olvidar: ¿Existe alguna otra forma de aprender si no es olvidando?

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Tu hambre es sólo tuya. Solitítamente tuya. Asúmela. Aguántala. Sobrevívela. Al cabo todas son esdrújulas. Y con las esdrújulas no hay pierde: Siempre hay que poner ese acento. Siempre hay que doblegarse ante la tilde.

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Ah, pero no se te olvida ese olor. Esa risa indecisa y temblorosa. Esas lecciones de baile. Lecciones de 10 a 12. Realidad de 12 a 2. Necia costumbre de 2 en adelante. Y tú siempre quieres estacionarte en una de las etapas: Mal. La noche tiene una agenda propia. Deja de pretender asignarle la tuya. Aguanta vara. Vívelo todo. Ríe cuando debieras llorar. Siempre tendrás tiempo para beberte tus propias lágrimas.

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un, dos, un-dos-trés. Ese es el pasito que te gusta. O más bien el único que te sabes. Pero la tomas de la mano con fuerza. Sujetas su cintura como si supieras hacerlo. Ella sonríe, ríe, te agradece, se vuelve un mar indomable. Ojalá pudieras bailar así de mal y así de bien con cualquiera.

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luego el Atos negro, la llegada, la despedida. "The thing is to remain in a state of constant departure, but always arriving". Luego el agradecimiento mudo. Las explicaciones que ya no tienen caso. (Sí, sí, fuíste malévolo y odiable para escapar de la ambiguedad, bien por ti. Ojalá no le hubieras hecho daño a nadie en el intento). Ese fue un amor "salvo buen cobro".

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Y en fin. La noche no fue un desperdicio. Las sonrisas veladas tampoco. Las ganas de decir cosas que no tenían caso menos aún. A veces vale más lo que uno calla que lo que otro dice. Pero no todos abrazan ese sutil tesoro. no todos lo huelen. No todos lo entienden.

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Tú, sin embargo, aprendiste muchas cosas a través del silencio. Eres un asno, sí, lo sabes. Debiste haber comprendido el silencio mucho antes. Pero tampoco estás en edad de arrepentirte. Miras adelante. Suspiras. Hay mucho camino para andar como pa andarse lamentando por cualquier atajo. Aguanta la respiración un segundo, dos, tres. Al cabo nadie puede morirse por no haber vivido.



Lux Aeterna.

noviembre 17, 2005

Intervalos

Escucho esa voz y es como una voz sagrada que retumba.

Ya, ya lo sé. Ya no es sagrada. Sencillamente retumba en las paredes que ha dejado ahí mi memoria. (maldita memoria, por cierto: selectiva pero intravenosa).

Pero como todas las cosas que pasan, pasa. Simplemente pasa. No pregunta, no anuncia, no supone: sencillamente sucede.

Y no estoy hoy con esa cara de pan recién horneado que me asignó la desidia. Hoy me levanté raro. Sintiéndome bien pero sabiéndome mal. Cual una pésima rola del jimmy lópez (pariente, i guess), y luego malcantada por la toussaint. Incapaz de sonreir sin transparencias. Y claro, la sabia ley de murphy tenía que hacer su aparición. El único día donde no eres capaz de sostener una cara que aparente dignidad, tienen que aparacérsete los labios de tu hecatombe. Aplausos para la vida. Podremos achacarle cientos de injusticias, eso seguro. Pero lo que no podemos es negar lo bien que sabe caer de sorpresa. Siempre. Siempre la vida. Siempre cayendo de puta sorpresa. Siempre invocando el punto y seguido.

Y luego piensas que tu intento por abandonar el blog era un simple y llano llamado de atención. Te das cuenta de tu propia soledad, de lo cuantiosa que resulta tu insatisfacción, de lo endeble que acaba siendo tu resuelta decisión de no exponerte más de lo que debes. Y mandas todo a la verga. Y brindas por ello: Salud -dices-. Tu proceso creativo era más complicado de lo que esperabas. Eres más de lo que puedes manejar.

Y llega ella, igual que siempre, quizás peor. Sitiada en su epidermis, como dijera Gorostiza. Sitiada en su sencilla manera de no sentir nada peligroso. Sintiéndose bien, por ende. Sonriendo envuelta en su bufanda rosa, tan llena de seda, tan repleta de nada. Pero -y desgraciadamente- hablando su voz.¡, su dulce y rasposa y egóica y deliciosa voz de sirena desparpajada y somnolienta. Diciendo sus palabras. Haciéndose escuchar a lo lejos. Provocando, quizás involuntariamente, quizás no, toda la ira de los maremotos venidos y por haber. ¿Quién te da derecho a ser feliz cuando el amor se te ha escapado de las manos?. Pregunta irresoluble. Necedad extrema. Anécdota sin chiste.

Llega el mar y el mar es ignorable. La ola ya no es la ola congraciada, repleta de espíritus recónditos y hambrientos, ávida de escucha. Llega la ola y es sólo un golpeteo de agua salada contra cierta superficie de cuyo nombre no quieres acordarte, porque eres tú mismo.

Llega el tiempo. Es más: El tiempo ha llegado. El tiempo ha ingresado en el edificio. Tus pocas canas merecen volverse muchas. Tus ansias perversas importan muy poco. Tu proclividad hacia lo sucedáneo termina abruptamente. No hay personaje que te salve de esa verdad. ¿Querías la verdad, no, putín? Ahí la tienes.

La verdad es un lento y suave cuchillo perforándote las ganas.

Ni una cosa más.

Sólo un lento, lento, lento y constante puñal que atraviesa las pestañas de tus breves esperanzas.

Ahora entiendes. Entiendes por qué es que siempre rechazaste la verdad (mientras la buscabas). Y se termina todo. Y su voz, inoportuna, insegura, temblorosa y también tersa como alas de niña incipiente, invita a todos (menos a ti) a presenciar un nuevo y más profundo entierro.

Y callas. Escuchas. Ríes nerviosamente. Sobrevives a tu imperiosa necesidad de decir alguna estupidez.

Y la miras marcharse a través del telón: plástico fino y transparente. Pantalla de lo que no pudiste. Película de lo que nunca serás.

Promesa autoinflingida de lo que quizá, y sólo quizá, podrás ser algún día. Agradece que resultas ser joven. De otro modo estarías perdido. Y no tendrías mayor solución.

Pero la tienes. En algún lado. En alguno de tus múltiples bolsillos.

Y la solución está esperándote.

Búscala, bébela, transgrédela sin pudor.

No estará ahí para siempre.

noviembre 16, 2005

Moción Aprobada.

Me vale madres. Voy a seguir escribiendo y escribiré lo que se me dé la reputa gana. Faltaba más.

¿Cómo pudo ocurrírseme...bah bah bah?

Próximamente: Un post sin azotes ni aspavientos. O sí. O lo que se me dé la gana.

Grrr, juar, snif.

Sentir todo al unísono es lo de hoy. Viva la esquizofrenia!

noviembre 07, 2005

Cabildeos

La iniciativa ha sido enviada a la cámara de diputados de mi cerebro.

Actualmente me encuentro en pláticas con la facción más facciosa y fascista de mi faz, pa ver si revivo este blog o le aplico una reforma estructural para evitar su privatización.

El problema estará en la cámara senatorial de mi corazón. Como siempre.

Pero bueno: Al fin que esto es una monarquía parlamentaria. Siempre puedo mandar a la chingada todo y volver a empezar. O todo lo contrario.

noviembre 04, 2005

Hasta al ratito.

Esta chingadera de blog cierra hasta nuevo aviso.

Gracias a los que leyeron, hablaron, escupieron pa arriba, comentaron, follaron en el baño, molestaron a la clientela y demás.

Nos vemos la próxima.

noviembre 02, 2005

La vida se lee y (casi inmediatamente) se escribe.

He abandonado cualquier lucha real o imaginable.
He dejado (y me ha quedado) totalmente clara. sí, esa absoluta esclavitud a las palabras.
He incinerado, de propia mano, todos mis ejércitos imaginarios. No me interesa ganar.
No creo en pequeñas, no creo medianas, ni mucho menos creo en en épicas victorias.
No creo en los epítetos. No creo en las palabras. No creo en lo que creo.

Y aun así, la paz me llega como un silencio que se interpreta devorando guiños
se lee de lejos, se escucha a si misma llamándote.
Y la tranquilidad viene como una exhalación que tercamente obliga a preservar el silencio.

Callar. A callar. A callarse a mordidas. A morderse el habla. A escuchar la negrura.

Sólo así, mucho me temo,
es como puedo alejar esos días donde callarse era también interpretable.
Vil y vulgar silencio (le dije a Laura y a su pelo largo, bello y negro).
Ella replicó que sí.

Claro. (Musitó Laura mirando su propio pelo irredento, tocándolo).
Callen y consuman.
Y poco me importó. Y poco me importa. Y poco me importaría.
Ella me dio silencio y luego, casi sin querer, también la sacrosanta cuenta.
Y yo le di el dinero.
Y luego sobrevino sedienta camello exhausto en total indiferencia.

Sonora indiferente: (Good morning, heartache) o insonora (-------). Quémásda.

Han sido largos los días. Ha sido largo, largo, largo.
Longo, oblongo y elástico. Ha sido un tiempo de hule.
Tiempo en que la paz persiste
sin persisitir
prevalece sin paciencia
se impaciente
se entumece
se recuenta, logra resisitir.

No importa. Nada importa.
Son días meritorios de dibujar un punto y seguido.
Varios.
Todos.
Ninguno.

Días en los que hay que sobrevivir.
Días para olvidar y morder cualquier carne.
Días sin rumbo.
Días sin lecciones.
Días añorando ser acariciados por el silencio más llano y sobrellevable, e inofensivo
inaguantable, cautivo.

Y me he despertado con ciertas convicciones.
Y no tienen hambre alguna de ser creíbles.
Detestan ser devoradas, de hecho.
Suplican perseverar, aguantar las dentelladas.

Créalas quien pueda. Créelas tú.
A mí me bastan.
(O cuando menos me dejan beber agua en lugar de vino)

Es ahora la hora esperada y extraña en que libro batallas pendientes
que relojes y susurros parecían guardar bajo las axilas.

Es hoy el tiempo de no mirar
no escuchar
no alimentarse de nada ajeno.

Segundos apenas quedan para exiliar dictadores.
Suspiros permitidos lograrían abolir toda creencia.
Gestos desechables vuelven mundano lo sagrado, o sea,
emputecen cualquier palabra.

Vivir. Hablar.
Decir "nada" no existe.
Decir "nada realmente existe".
Decir "jamás es decir nada"

Jugar con todo aquello es un deber
El deber de jugar
El deber de persistir
El sincreer de la fe.

El viaje no requiere destino: Sólo y solamente ocupantes.
Viajeros. Valientes sin rumbo.
Temerosos sin destino.
Caminantes sin origen brecha rodante ruedas para rodar
Nada

Pequeñas y enjutas aves esperando un estornudo
como se espera un tranvía
como se espera la muerte
y sí (ni modo)
como se mira el claro
el tenue
el despejado cielo
ciertamente azul cual vodka sin remedio
el que miramos cada domingo
el que mirábamos cada semana repleta de domingos.

La Magia levantando la mano
para hacernos decidir el no mirar ese preciso precipicio

Los viejos no son sabios
ni son tontos
sólo dicen cosas que leen en su propia deriva
y en su propio sueño:
El ojo no es ojo porque lo ves. Es ojo porque te mira.

¿Existirá otra pregunta, otra respuesta, otra ansiedad digna de ser engullida?